El hombre con su silencio logró herir el orgullo del ninja, este no era capaz de entender que todo el espíritu luchador del vándalo había desaparecido con tanta facilidad, si tan solo hubiese visto de lo que era capaz el imperio, pues los shinobi no fueron los únicos que habían pagado un alto precio. La población civil fue sometida y castigada con la misma brutalidad o mas que los ninja, pues su personalidad y sus sueños debían ser moldeados de cero por el imperio y esto requería destruir todo lo anterior hasta los cimientos, cualquier chispa de esperanza era peligrosa, pues la más débil de las ascuas podía provocar un gran incendio. Por eso era que sabía que le esperaba y que luchar era peor, pues tenía familia, familia que peligraría si él se resistía.
Akaza terminó perdiendo los nervios, su incomprensión pudo vencer a su razón, empujando al sujeto con brusquedad para tirarlo al suelo, preguntándole como era posible que se rindiese con tantísima facilidad. -A ti qué te importa, maldito perro.- Dijo el hombre tirado en el suelo, el ninja lo había malinterpretado, no se había rendido, él seguía luchando, por su familia y sus seres queridos, sabía que la muerte propia no era mejor que la ajena, pero al menos podía decidir salvar a los suyos con su sumisión. -Esto lo hago por mi cuenta, pero si conociese a alguien tampoco se lo presentaría a un sucio cerdo, un traidor a sus hermanos.- Terminó escupiendo al ninja, pero al fin podía atisbarse el porqué de su odio, no era por ser in shinobi, sino por trabajar para aquellos que los subyugaban, renegando de los principios de un ninja, yendo en contra de su naturaleza. -Por mi podéis llevarme a la horca, ya me quitasteis a mi hija, no me quitareis mas.- Hizo alusión a un difunto familiar, aquella cuya imagen ya conocía el Ashira, no tendría que pensarlo demasiado para llegar a la conclusión, la mujer del pequeño retrato se trataba de la hija de ese hombre.
-Lo que no entiendo es por que tu trabajas para ese maldito del doijin. Los ninjas luchabais por nosotros, nos defendíais ¿Hablas de espíritu de lucha? Lávate la boca antes de hablar de eso niño.- Sus palabras fueron duras, mas que eso, crueles y despiadadas, pero también tenía razón, los shinobi en un principio fueron creados para salvar al débil, pero su decadencia y el como su idea de ellos mismos se retorció fue lo que llevó a esta situación. Yogensha no nació como un dios, pero si se entrenó como un shinobi, la megalomanía se la otorgaba el poder que adquirió, no con el que llegó a este mundo.
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Akaza terminó perdiendo los nervios, su incomprensión pudo vencer a su razón, empujando al sujeto con brusquedad para tirarlo al suelo, preguntándole como era posible que se rindiese con tantísima facilidad. -A ti qué te importa, maldito perro.- Dijo el hombre tirado en el suelo, el ninja lo había malinterpretado, no se había rendido, él seguía luchando, por su familia y sus seres queridos, sabía que la muerte propia no era mejor que la ajena, pero al menos podía decidir salvar a los suyos con su sumisión. -Esto lo hago por mi cuenta, pero si conociese a alguien tampoco se lo presentaría a un sucio cerdo, un traidor a sus hermanos.- Terminó escupiendo al ninja, pero al fin podía atisbarse el porqué de su odio, no era por ser in shinobi, sino por trabajar para aquellos que los subyugaban, renegando de los principios de un ninja, yendo en contra de su naturaleza. -Por mi podéis llevarme a la horca, ya me quitasteis a mi hija, no me quitareis mas.- Hizo alusión a un difunto familiar, aquella cuya imagen ya conocía el Ashira, no tendría que pensarlo demasiado para llegar a la conclusión, la mujer del pequeño retrato se trataba de la hija de ese hombre.
-Lo que no entiendo es por que tu trabajas para ese maldito del doijin. Los ninjas luchabais por nosotros, nos defendíais ¿Hablas de espíritu de lucha? Lávate la boca antes de hablar de eso niño.- Sus palabras fueron duras, mas que eso, crueles y despiadadas, pero también tenía razón, los shinobi en un principio fueron creados para salvar al débil, pero su decadencia y el como su idea de ellos mismos se retorció fue lo que llevó a esta situación. Yogensha no nació como un dios, pero si se entrenó como un shinobi, la megalomanía se la otorgaba el poder que adquirió, no con el que llegó a este mundo.
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