Mis ropas blancas me permitían pasar medianamente desapercibido, lejos de las miradas fisgonas, y podía moverme libremente en los basureros de los negocios, en donde recolectaba material para mi laboratorio/casa/guarida/...cosa.
Botellas de cristal enteras, frascos, alguno que otro cubierto y algunas cosas de valor. Iba con una mochila blanca, recogiendo lo que me podría servir, cuando un escalofrío recorrió mi espalda. Giré la cabeza, pero no había nadie. Había sentido como cuando a uno lo atrapan con las manos en la masa, pero no había nadie, aunque seguía sintiendo que me observaban.
Lo ignoré, y tras estar un rato más buscando objetos de valor, entre ellos electrodomésticos usados, los cuales vendí para obtener una buena ganancia, salí hacia un callejón, siguiendo el olor de carne de cerdo asado. Después de tantos mariscos, no quería más.
El pasillo se me hacía más largo de lo normal, o de lo que recordaba, y en la niebla sentía que alguien me observaba. De pronto, entre la niebla, pude ver una sombra tambaleándose, la cual resultó ser un borracho de la clase media.
-Chico, no... no deberías andar solo. Hay... hay muchos delincu...entes-me dijo el borracho, pasando de largo.
-No debería preocuparse, lo más peligroso aquí soy yo-le dije, con una sonrisa maliciosa en la boca. El borracho rió.
-Seguro, pero "ella" es aún más peligrosa-dijo el borracho.
Cuando escuché "ella", volteé a verlo sobre mi hombro, movido por la curiosidad, pero detrás de mi no había nadie. Ni siquiera su silueta a lo lejos.
Volteé a todos lados, incluso a los techos, pero no lo encontré. Como fuera, seguiría andando en busca del negocio que olía a cerdo, el cual pude ver a lo lejos. Sonreí y me acerqué a tomar asiento, viendo cómo freían decenas de bolitas de cerdo témpura, más grandes que un Dango. Ordené una docena, y mientras esperaba, miré el lugar. Se veía viejo, más no falto de mantenimiento. Si, un poco sucio, pero en buen estado. Lo que llamó mi atención fue una fotografía en la pared, envuelta en un marco negro y un listón negro. Su rostro era igual al del borracho.
La fecha de su nacimiento decía que tenía 60 años, pero la de su muerte, había sido apenas hace 2 años.
-¿Quién es el de la foto?- le pregunté al nuevo encargado, un joven de treinta y tantos años.
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