[Flashback] Telón Negro
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Noviembre del 40 DP
Batería Nº 42, Ciudad Gunryo

Tras el duro entrenamiento de aquella tarde, Niijima se dio una ducha en los baños de mujeres del asentamiento, y tras secarse el cabello se cambió, se calzó la chaqueta por encima y salió de los dormitorios rumbo al comedor.

El asentamiento estaba a unos 300 pies de altura, y el frío viento se hacía sentir una vez que el sol caía. Los días eran cada vez más fríos. Aquella batería contaba con unos 60 reclutas siendo entrenados, un número bastante controlable. No se trataba de uno de los grupos más numerosos, pero sí diversos. Jóvenes de todas partes del continente estaban formándose allí para egresarse como soldados, tanto de los grandes países y ciudades como de las villas y aldeas menores. Todos estaban cursando su cuarto año como reclutas.

Ese día la cocina no le tocaba a Kia, y de hecho lo agradecía, porque no estaba muy de humor para ponerse a cocinar. Ingresó en el comedor y se sentó en una de aquellas largas mesas de madera donde comían. Aún faltaba un rato para la hora de la comida. Chequeó el reloj y chasqueó la lengua. Recorrió el lugar con la mirada y no fue capaz de localizar a Shiryu. "Raro. Siempre es el primero en llegar. Le habrán ganado el lugar en la ducha". Apoyó el codo en la mesa y dejó caer su cabeza sobre su mano.

Tras unos minutos, la puerta se abrió. Kia levantó su mirada, que estaba perdida entre la textura de la madera, pensando en su entrenamiento y en un movimiento que la llevaba complicando toda la semana. Quien había entrado era Jun, uno de los tipos más conflictivos de su generación. Oriundo del Rayo, el sujeto era un auténtico idiota arrogante, o eso es lo que ella pensaba sobre él. De hecho, durante la tarde había tenido un cruce bastante fuerte con el tranquilo y sumiso Shayn, que conversaba ahora con un par de las chicas del grupo, sentado en una de las mesas. Con una muy mala cara, recorrió el comedor para sentarse en una de aquellas mesas solo, rebufando y observando a los demás, como buscando que alguien lo viese. Niijima le clavó la mirada desde que ingresó. El tipo era un elitista, creía que los extranjeros que llegaban a su tierra a entrenarse y convertirse en soldados eran débiles y no merecían trabajar a la par de él. Ya hacia tiempo que no se metía con ella, quizá algo que había aprendido con el paso de los años en ese lugar; Kia no había titubeado en mostrar su temperamento y darse a respetar con uñas y dientes. Pero pese a notar los ojos de la Onikuma clavados en él, Jun decidió ignorarla.

— Algunos viven regalados de nuestra beneficencia, y encima se dan el lujo de no colaborar. — Chistó el grandulón negando un par de veces. — Deberían pagar al menos con trabajo. Aquí les salvamos de no morir de hambre. — Claramente aquel tipo de comentarios iba dirigido a Shayn, que simplemente lo ignoraba y agachaba la cabeza. Y la catarata de indirectas e insultos se volvió cada vez más directa, el tono se fue elevando y Jun comenzó a atacarlo directamente. Desde su lugar, la joven Kia revoleó los ojos y siguió escuchando, aunque aquello la fastidiaba en gran medida. Su pasividad, en parte, había ayudado a que el freno puesto a aquel idiota sólo funcionase para ella y su amigo, pero que su estupidez se esparciese a personas como Shayn, que poco tenían de maldad como para merecerse el destrato. El tipo se metía con aquellos que decidían no defenderse, e infundir miedo en las personas era lo único que hacía. En cuanto alguien se revelaba, lo más seguro es que no volviese a meterse con él. Pero la paz de aquel lugar era rota a cada rato por comentarios de mierda. Esa sería la última vez, o eso es lo que deseaba Kia cuando se levantó repentinamente de su asiento y comenzó a caminar muy decidida hacia Jun.

Aquel instante en el que vio negro le nubló la visión por completo. Tras llegar a él, lo tomó por el hombro llamando su atención, ya que el tipo le daba la espalda, y en cuanto Jun, ya bastante sacado, volteó a ver quién lo tocaba, recibió un jab en la mandíbula que lo desestabilizó y lo hizo caer hacia atrás, aterrizando en una de las mesas que colapsó. Las chicas y Shayn se levantaron y se alejaron con rapidez, y sin dejar que el cerebro del matón siquiera lo procese, la oriunda de la Tierra se apresuró a tomarlo de la camisa y acercarlo a ella, para volver a darle otro derechazo directo en la cara. Él intentó cubrirse, pero el atontamiento del primer golpe no lo dejó hacer nada. — Bastardo hijo de puta. Vives en el lugar en el que menos logran controlar a los insurgentes, ya así y todo escupes a los extranjeros que venimos a salvarte el culo. — Agitó su mano y suspiró. Sus nudillos habían quedado rojos y hasta un poco lastimados. Se enfrió de golpe. La falta de reacción del pesado Jun hizo que sus ansias de molerlo a golpe se calmen súbitamente. Su amigo Shiryu no había llegado a tiempo para frenarla, pero ya el comedor se había llenado de espectadores. Varios de sus compañeros que todavía estaban fuera se acercaron con rapidez por el conflicto, aunque apenas un par se metieron en medio e intentaron separarla. No faltaba mucho para que el supervisor llegase y reprendiera a los problemáticos. "Todos son unos tibios. Nadie ha tenido valor suficiente como para enfrentarlo antes, me dan lástima". Pensó para sí mientras soplaba sus nudillos y era separada, colaborando y saliendo del lugar de inmediato.
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El frío de Gunryo acompañaba cada mañana en aquel campamento, en el cual ya había logrado sentirse en casa. Compartía su habitación con un chico muy tranquilo, de perfil bajo y buenas intenciones. Lamentablemente, no conocía aún si ideología política y aquello impedía llevar su relación al siguiente nivel de confianza. Sin embargo, poco podía hacer sin arriesgarse, por lo que decidía dejarlo allí.

Aquel día de noviembre el Tatsumaki amaneció medio enfermo, habiendo pasado la noche entre estornudos y cambios de temperatura tan molestos como lógicos para un clima así y particularmente en esa época. Para alguien como él, que aún años después de haber ingresado al ejército seguía sintiéndose osbervado, faltar a un día de entrenamiento no era opción. De esta forma, tan sólo se tomó unos minutos de más para darse un buen baño y relajar un poco el cuerpo de cara a lo que seguramente sería una intensa jornada de entrenamiento. Después de todo, los jueves eran de doble turno.

Procedió como de costumbre, sólo que se tomó su tiempo antes de salir de su pieza. Su compañero ya no estaba, lo que le daba la pauta de estar llegando tarde, pero hasta ahí llegaba su compromiso con la causa. No hizo caso al retraso y tras prepararse como siempre partió al comedor, donde solía reunirse con Kia y algún otro que se dignara a acercarse a ellos para las comidas. 
En su recorrido hasta ahí, escuchó ruidos fuertes e incluso retumbar algunas estructuras contra el suelo. En un contexto como el de aquella batería, ruidos como esos eran en efecto sugerentes de alguna pelea, para la cual construyó inmediatamente sus sospechas.
'Espero que no sea ella... Hoy no estoy preparado para fumarme a los instructores y su abuso de autoridad'

Caminó un poco más, esquivando a la gente que se disponía en ronda como si de un espectáculo callejero se trataba. Siendo honesto, no distaba mucho de uno. En el suelo yacía Jun, con la mitad inferior de su cara cubierta de un color que oscilaba entre rojo y chocolate. 'Mierda. No podía no meterse, ¿verdad?" Sonrió asumiendo enseguida lo que había ocurrido allí. Conviviendo con ellos día a día, no hacía faltar presenciar el momento justo para tener una buena idea en casos como ese. El motivo principal para saltar a dicha conclusión era sencillo: nadie más que Kia tenía el coraje para hacer frente al tarado de Jun.

-Vamos, Jun... ¿No aprendes, verdad?- Comentó con un tono sobrador, mientras acariciaba la cabeza del estupefacto recluta. Si bien era considerablemente más calmo y prudente que Kia, compartía con ella su odio por los soldados en general y puntualmente por el idiota de Jun. Un tipo sin nada propio que buscaba sentirse importante a través de la atención y en algunos casos el miedo de los demás, que a menudo confundía con respeto. 

Sin más, se dio media vuelta para encontrar a su amiga al otro lado del conflicto, para reunirse con ella junto antes de la llegada de Keitaro, el amargado supervisor de la batería N° 42.

-No te puedo dejar sola ni 15 minutos, ¿eh?... eres tremenda.- Suspiró mientras reía, viendo de reojo a su compañera. -Ahora toca bancarnos lo que tenga para decir el simio este.- Comentó mientras Keitaro cruzaba la enorme puerta vaivén del comedor con el seño fruncido y ganas de golpear a alguien.
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Última modificación: 25-10-2022, 10:18 AM por Kia Niijima.
Jun frunció el ceño e intentó moverse cuando el Tatsumaki le acarició la cabeza, pero solo suspiró en un gesto de dolor. Se tocó la cara y notó la sangre. Y la que aún le corría por las venas le hervía, deseaba arrancarle la cabeza a Kia. Lo había humillado frente a todos, y su autoridad se veía manchada. Algunos piadosos lo ayudaron a levantarse, para intentar ocultar aquel lío, quizá, y salvarse de un reto colectivo por no intervenir.

— Mira, mira... — Niijima se sobaba la derecha y la miraba, con un gesto de notable preocupación y enojo. Pero contrario a lo que podrían pensar los demás, Shiryu seguramente notó que no tenía nada que ver con la pelea. La fémina le puso la mano a escasos centímetros de la cara a su amigo. — ¡Me partí una uña! ¡Hijo de put-- — La puerta se abrió, y Keitaro ingresó, cruzando el comedor con las manos a la espalda y en completo silencio. El mismo silencio se apoderó de todos allí, que no hicieron más que pararse firmes e intentar mirar a otro lado. Quienes auxiliaban a Jun se apresuraron a levantarlo, sin percatarse del supervisor. En cuanto se dieron cuenta, voltearon y lo tenían de cara, con su amargado gesto y una mirada fulminante.

— Jun Hikimori. ¿Hasta cuándo nos causarás problemas? — Lo tomó de la cara y la movió de lado a lado, agarrándolo de la mandíbula y observando su faz ensangrentada y desarreglada. — ¿Tú y quién más hicieron este lío? Que dé la cara. — Se volteó súbitamente, soltando al chico en seco y haciéndolo caer sobre su espalda. Todos quedaron pasmados. Miraban al suelo o a otro lado. Nadie quería ganarse una bronca delatando a nadie, pues debían verse a las caras todos los días.

Kia resopló. Codeó a Shiryu y cabeceó hacia la posición de Jun. El rubio bravucón la veía desde su posición, pero no salía palabra de su boca. Pese a ser un estúpido, al menos el tipo no era un soplón. También, sabía que tenía qué perder si decidía seguir una guerra con la de la Roca. — Al parecer todos se harán los idiotas. Está bien... — Volvió a hablar Keitaro, comenzando a andar entre los reclutas, que permanecían parados y firmes. — Pues si nadie me dice quién es, todos se quedarán sin comida, y deberán dar diez vueltas al predio ahora, en plena noche. — Todas las miradas apuntaron muy sutilmente a Kia. La veían de reojo, sin querer acusarla, pero también obligándola moralmente a confesar. No era algo que la chica pensara guardar, y de hecho pensaba hacerse cargo tarde o temprano. — Yo. — Dio un paso al frente y se plantó, llamando la atención de su supervisor, que se volteó a verla y comenzó a andar lento a su posición. — Yo lo hice. Golpee a Hikimori en la cara y partí la mesa.

El soldado se le paró de frente, y tras un par de segundos en absoluto silencio, en los que Niijima sólo mantuvo la mirada sin apartarla, finalmente se rompió el silencio. — No cenarás hoy, ni mañana. Darás vueltas a las instalaciones hasta que todos terminen de comer o yo lo diga. Y mañana, tendrás un castigo ejemplar. Correré traslado a la administración, y ellos decidirán tu sanción. — La joven asintió y agachó la cabeza, saliendo del comedor. Si debía correr, correría. O al menos haría que Keitaro estuviese contento jugando su papel de autoritario. Quitarle autoridad a él ya sería tomar al régimen del codo. Le bastaba con desautorizar a un patán como Jun, un absoluto idiota idólatra de Pain y su estúpida ideología. ¿El supervisor? Era sólo un pobre tipo. Dudaba que siquiera disfrutara de ser soldado, pero a algunos es la vida que les tocaba.

"¿Qué podría pasar? ¿Suspensión por unas semanas? Agradecería no tener que verle la cara a estos estúpidos un tiempo, la verdad". Carcajeó por lo bajo mientras abandonaba el comedor, ya sin nadie que pudiese oírla. Antes de salir le había ofrecido una mirada a Shiryu y había sonreído, como si no le importase mucho el castigo. No era la primera vez que se metía en problemas. Pero pese a lo mucho que la hiciesen sufrir o golpeasen, sabía que no moriría ahí dentro. Desde Taifuu no devolverían su cadáver a los Ishiken sin que hubiese graves consecuencias. Los favores eran los favores.



Tras unos minutos, el comedor reanudó su actividad y todos comenzaron a cenar. Estofado de ciervo era lo que tocaba aquella noche, una comida bastante apetitosa y especial para paliar los efectos del frío. Si el chico del abanico se había sentado en su mesa de siempre, Kia se había escabullido desde el exterior hasta la ventana justo detrás de él. Con su mano dio un par de toquecitos, los necesarios para llamar su atención y que voltease. Si la veía, ella le sacaría la lengua y le señalaría a la izquierda. "Te veo fuera", parecían decir sus labios. Y de nuevo desapareció.

En cuanto el joven saliese, vería a la silueta de la peliverde corriendo alrededor de las instalaciones, pero ella no reaccionó al salir él ni dejó de moverse. Si se dirigía a donde Niijima había señalado, tras rebuscar un poco, la encontraría. Bajando una cornisa, se encontraba con su capa puesta tapándole la cabeza y apoyada contra la roca, observando las luces de Gunryo mientras el viento hacia ondear su vestimenta. Le sonrió al encontrarlo allí fuera. — Súper, ¿no? El buen Bunshin no Jutsu. — Soltó una carcajada. Allí, estaban apartados de la vista del supervisor, y lo mantendrían ocupado pensando que ella seguía corriendo. Al menos era un respiro lejos de esos idiotas.
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La tensión en el ambiente era tanta que se volvió casi tangible. Kia, por su parte y fiel a su forma de ser, permanecía impasible ante el miedo de sus compañeros y la inminente llegada de las autoridades.
En un momento como aquel, donde las caras de todos los presentes indicaban que algo andaba mal, la mayor preocupación de la Nijima era su uña partida. Esta, para Shiryu, era sin lugar a dudas una gran cualidad de su amiga.

-Uff, se ve bien fea. ¿Dices que valió la pena entonces?- Bromeó entrenando entre sí los costos y beneficios de su accionar, riendo porque ya conocía de antemano la respuesta.

Keitaro no tardó en aparecer y las reacciones fueron las esperadas. Shiryu se mantuvo en calma, sabiendo que en caso de que descubrieran a Kia el castigo no sería grave. Eran esos los beneficios de meterse con el problemático de siempre y no con alguien de perfil bajo.

Los rostros que antes reflejaban temor, ahora mostraban una fuerte desesperación. Para algunos, los más frágiles, un cruce directo de miradas con Keitaro bastaría para orinarse los pantalones. 
Sus palabras eran nuevas pero mantenía las formas que tanto lo caracterizaban, posicionándolo dentro de la batería como el más severo de los supervisores.

Después de una ronda de acusaciones y amenazas, Kia asumió la culpa. No era el tipo de persona que dejaría que los demás pagaran sus consecuencias, menos aún conociendo la situación de Shiryu y sus consideración por parte de los líderes.



La comida estaba servida y era probablemente el mejor plato de la semana. Era una lástima que Kia hubiera elegido justo un jueves para limpiar la mesa con el maxilar de Jun, pero así era ella.
Mientras comía, pudo sentir un suave golpe resonando tras su nuca, como si alguien golpeara la ventana que tenía detrás. No necesitaba darse vuelta para saber quién estaría allí, pero por supuesto lo hizo de todos modos. La sonrisa de Kia la de un niño y su expresión burlona lo dejó pensativo. ¿Qué tenía de bueno andar corriendo como una condenada mientras los demás disfrutaban de su cena caliente? Lo averiguaría cuando se dirigiera hacia el lugar señalado por la peliverde.

Terminó tranquilo su cena y relojeó que a su lado se encontraba Jun, con su plato aún repleto. Normal, pues era difícil comer con la cara destrozada por más hambre que tuviera. Cuando Shiryu estaba por terminar su comida, vio como el brabucón se levantaba de su lugar, seguramente para ir al baño o a buscar algún cuchillo para partir la carne en pedazos más pequeños.
Tras mirar más de una vez a su alrededor y asegurar la ausencia de Keitaro en el salón, cambió su plato por el de Jun y bajó el del otro hasta su regazo, donde vertió completamente su contenido en el tupper en que debían llevarse el postre a la habitación. Esta vez le tocaba perdérselo.

Salió rápido, antes que Jun regresara. Al cruzar la puerta corrediza del comedor, salió al patio. Pudo ver claramente a Kia cumpliendo su deber vuelta tras vuelta, pero ella le había señalado otro lugar.
De esta forma, se dirigió hacia la salida oeste del edificio, la que daba a las montañas más altas y también la menos concurrida. Y allí la vio, reposando sobre una gran roca, una figura familiar dejó caer su capucha para desatar una carcajada en el Tatsumaki. Y la explicación no tardó en llegar.

-Realmente te superaste, incluso para ser tú... Esto es genial.- 
Entre risas, Shiryu recordó que tenía algo para darle. Revisó entre su kimono, justo donde solía enganchar su abanico para cargarlo. Tomó el recipiente cerrado y estiró su mano con él hasta Kia.

-Ten. Te lo ganaste. Como dijo un sabio: "primero la trampa, después el queso".- Si a Kia le parecía, se quedarían en aquel sector aprovechando la vista mientras la Nijima cenaba.
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Entre risas, su amigo no tardó en halagar la astucia de la semi-demonio para zafarse del castigo. Incluso para ella, como él apuntaba, había llevado su nivel de "viveza criolla" al siguiente nivel. — Bueno, ya está bien. Deja de tirarme flores, que suenas demasiado lamebotas. — Negó un par de veces antes de notar que Shiryu revisaba su kimono. Arqueó una ceja expectante. No sabía con qué iba a salirse ahora, y cuando sacó el recipiente lleno de aquel estofado de ciervo, los ojos de Niijima brillaron como dos estrellas. Se quedó con la boca abierta y esbozó una sonrisa cuando su compañero pronunció las palabra mágicas: "Ten".

De inmediato, tomó el recipiente y sonrió, apuntando con el índice al Tatsumaki y asintiendo repetidas veces. — Uf... Si este será el queso, caería como un ratón en la trampa cada día. — Se sentó, reposando la espalda contra la gran roca y quedando observando las montañas de enfrente, en aquella cornisa. Agitó la cabeza y abrió el táper, despegando los cubiertos de plástico envasados que venían adheridos a la tapa. Abrió la bolsita con sus dientes y escupió el sobrante que se quedó en su boca precipicio abajo. Tomó ambos palillos y comenzó a degustar aquella comida caliente. El calor le volvió al cuerpo, y la brisa fría del viento nocturno se sentía hasta gustosa. Aquel contraste de temperaturas era agradable, pese a ser una persona de sangre muy caliente. — Siéntate, siéntate. No querrás irte ya a dormir, ¿o sí? La noche está perfecta para esperar a que mi copia termine de correr. — Soltó una risa que le provocó que la comida casi se salga de su boca. Se apresuró a poner su mano debajo de la boca y a terminar de masticar antes de hablar.

Tras unos segundos de silencio en los que, si el Tatsumaki no se atrevía a romperlo, sólo el danzar del viento se oiría en aquel lugar, Kia volvió a hablar, cambiando el tono de la conversación. — ¿No has pensado en tirar todo a la mierda? No sé si me enorgullezca mucho lo que hago aquí, pero cuando el horno no está para bollos, voy a descargarme con lo primero que encuentro. — Negó mientras tomaba otro trozo de carne con los palillos y lo mantenía allí, mirando a su amigo. — ¿Sabes? No digo que Jun no se merezca unos buenos golpes, pero me da bastante igual que se meta con alguien más. Simplemente lo usé para desquitarme, no estoy pensando con claridad...

Dio otro bocado y tras masticar un poco, volvió a intentar hablar con la boca un poco llena, pero tapándose con su mano para no dejar ver aquel escenario. Por su manera de hablar y su actitud malhumorada podía parecer "desarreglada" o no muy refinada, pero era una chica de modales y no iba a dejarse ver tan ordinariamente. — Ambos estamos en las mismas. Supongo que por eso eres la única persona de este lugar que vale la pena. Pero dime, ¿no extrañas a tus papás? Si tuviera el poder suficiente, me iría de aquí ahora mismo y correría a abrazar a mi madre. — Claramente aquel par venía de contextos y culturas diferentes, incluso de lugares alejados geográficamente, con una historia propia, pero las similitudes entre su motivo de estar allí eran grandes. Ambos estaban allí por cumplir una obligación, como modo de supervivencia, y no por simple gusto como otros de sus compañeros.

Kia asintió un par de veces mientras miraba su humeante plato de comida en un táper, terminando de tragar.
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