10 de diciembre, 15 D.K.
Konohagakure no Sato, Puertas de la Villa, 00:02AM
Apenas pasada la medianoche, con su traje negro de capa larga, una boina y un cuello que le tapaba la mitad del rostro, la figura del pequeño Aoi se presentaba en las puertas, firmando una planilla en el puesto de control y evitando decir mucha palabra. — Cómo estás. ¿Otra vez saliendo? ¿Te perderás las fiestas en la aldea? — El bolígrafo freno su curso de escritura en el papel, cuando estaba a punto de estampar la firma. Aoi levantó apenas los ojos, vio el rostro del guardia, un chunin de Konoha bastante atrevido, a decir verdad, o quizá que no lo conocía demasiado. Ni siquiera levantó la cabeza, le bastó mover sus pupilas. — Paso de quedarme en esta aldea de depresivos y traidores, la verdad me aburren bastante. — Terminó de estampar su firma y sus ojos se mostraron amables, como si estuviese sonriendo por debajo del cuello que tapaba su boca. — Bueno, es una pena que tengas que estar aquí revisando papeles, pero supongo que es para lo que da tu nivel. ¡Suerte muchachos! — Levantó la mano como si hubiese pronunciado la más cordial de las despedidas. Su poco tacto se hacía notar otra vez.
Quién sabe a dónde iba esta vez. Bueno, en realidad en Konoha no lo sabían, pero Aoi tenía claro el destino: el País del Agua. Un importante cliente estaba dispuesto a pagarle muy bien por un trabajo un tanto complicado, pues involucraba el asesinato de un miembro del Consejo Shinobi de Kirigakure. Un trámite, vamos. Decidido, Aoi abandonó Konoha entre las sombras, para no levantar demasiadas miradas.