- Espero que para la próxima vez las otras aldeas aprendan a recoger su basura. - Comenté por lo bajo durante mi expedición fuera de mi aldea.
Esta vez no estaba sola, me acompañaba un grupo variado de shinobis de nuestra propia tierra así como unos cuantos independientes que pretendían ganarse unas monedas haciéndose cargo de unos criminales interimperiales. No es extraño que los criminales conozcan bien las jurisdicciones de los lugares donde cometen delitos, son expertos (para mal) de la legislación y el territorio que los rodea lo cual los hace particularmente escurridizos. He de confesar que no soy una buena rastreadora y que tampoco tengo una buena experiencia lidiando con prófugos, por lo que la ayuda es algo que agradezco inmensamente.
Nunca fui particularmente solitaria ni orgullosa en lo que a mi persona respecta, no se me veía ni mínimamente incómoda al cooperar con mercenarios. Es más, diría que incluso fui bastante asertiva al traer alimento y abrigo para muchos de ellos quienes no se acostumbraban al clima hostil de las alturas. La falta de oxígeno hacía mella en muchos de ellos, estando aún más alto que en la propia aldea de las nubes algunos pulmones dejaban de ser tan confiables y se notaba cierto mareo en los menos acostumbrados.
- Toma, mastica y no se te taparán los oídos. - Le dije a uno de ellos acercándole un simple caramelo de miel, esperando que la actividad muscular en su mandíbula aliviase la presión acumulada en sus oídos permitiéndole escuchar con comodidad nuevamente. Fui gentil, mi voz dulce y permanecí con una sonrisa en todo momento a pesar de la seriedad de la adversidad.
Poco a poco nos acercábamos a nuestro objetivo: Una extraña fábrica en las alturas, algo que poco sentido tenía por lo difícil que sería la logística considerando el contexto climatológico. Un shinobi de mi aldea tomó sus auriculares y observó todos los alrededores puesto a que ninguno de nosotros tenía habilidades sensoriales particularmente buenas, o no que yo lo supiera.
- Gracias por venir caballeros… La verdad es que no hubiese aceptado la misión si no me hubiesen acompañado, soy más hogareña de lo que creen. - Confesé con modestia, consciente de mis limitaciones. Mis habilidades no eran las mejores para este tipo de misiones, estaba muy limitada en todo lo que es búsqueda y captura. Suspiré, sentí el agotamiento por la altura por un instante pero esperé decidida a nuevas instrucciones.
Esta vez no estaba sola, me acompañaba un grupo variado de shinobis de nuestra propia tierra así como unos cuantos independientes que pretendían ganarse unas monedas haciéndose cargo de unos criminales interimperiales. No es extraño que los criminales conozcan bien las jurisdicciones de los lugares donde cometen delitos, son expertos (para mal) de la legislación y el territorio que los rodea lo cual los hace particularmente escurridizos. He de confesar que no soy una buena rastreadora y que tampoco tengo una buena experiencia lidiando con prófugos, por lo que la ayuda es algo que agradezco inmensamente.
Nunca fui particularmente solitaria ni orgullosa en lo que a mi persona respecta, no se me veía ni mínimamente incómoda al cooperar con mercenarios. Es más, diría que incluso fui bastante asertiva al traer alimento y abrigo para muchos de ellos quienes no se acostumbraban al clima hostil de las alturas. La falta de oxígeno hacía mella en muchos de ellos, estando aún más alto que en la propia aldea de las nubes algunos pulmones dejaban de ser tan confiables y se notaba cierto mareo en los menos acostumbrados.
- Toma, mastica y no se te taparán los oídos. - Le dije a uno de ellos acercándole un simple caramelo de miel, esperando que la actividad muscular en su mandíbula aliviase la presión acumulada en sus oídos permitiéndole escuchar con comodidad nuevamente. Fui gentil, mi voz dulce y permanecí con una sonrisa en todo momento a pesar de la seriedad de la adversidad.
Poco a poco nos acercábamos a nuestro objetivo: Una extraña fábrica en las alturas, algo que poco sentido tenía por lo difícil que sería la logística considerando el contexto climatológico. Un shinobi de mi aldea tomó sus auriculares y observó todos los alrededores puesto a que ninguno de nosotros tenía habilidades sensoriales particularmente buenas, o no que yo lo supiera.
- Gracias por venir caballeros… La verdad es que no hubiese aceptado la misión si no me hubiesen acompañado, soy más hogareña de lo que creen. - Confesé con modestia, consciente de mis limitaciones. Mis habilidades no eran las mejores para este tipo de misiones, estaba muy limitada en todo lo que es búsqueda y captura. Suspiré, sentí el agotamiento por la altura por un instante pero esperé decidida a nuevas instrucciones.