El sol se ponia sobre Konoha, y el bullicio de la aldea ninja empezaba a ceder ante la calma de la noche. Iroh, con su clásico sombrero de paja y su expresión tranquila, caminaba hacia la posada después de un día de entrenamiento y reflexión. Pero al llegar a su habitación, se dio cuenta de algo que le heló la sangre: su preciada tetera, la compañera inseparable de sus momentos de reflexión, no estaba donde solía estar.
Desesperado, revisó cada rincón de su habitación, pero la tetera no aparecía por ninguna parte. Fue entonces cuando recordó haberla utilizado durante su visita al mercado de Konoha ese día. Un escalofrío recorrió su espalda al darse cuenta de que la había olvidado en el carro de un mercader.
Sin perder tiempo, Iroh salió corriendo de la posada y se dirigió al mercado, pero era demasiado tarde. El mercader ya pera este momento debería haberse marchado. El pobre hombre, valiente solado Iroh asi lloraba en preocupación, pero tubo que esperara a la mañana para iniciar su búsqueda
Desesperado, revisó cada rincón de su habitación, pero la tetera no aparecía por ninguna parte. Fue entonces cuando recordó haberla utilizado durante su visita al mercado de Konoha ese día. Un escalofrío recorrió su espalda al darse cuenta de que la había olvidado en el carro de un mercader.
Sin perder tiempo, Iroh salió corriendo de la posada y se dirigió al mercado, pero era demasiado tarde. El mercader ya pera este momento debería haberse marchado. El pobre hombre, valiente solado Iroh asi lloraba en preocupación, pero tubo que esperara a la mañana para iniciar su búsqueda