Última modificación: 30-01-2024, 12:20 PM por Melessar.
12 de Diciembre (Año 15 D.K)
- Buenos dias madre – el sonido de la cortina rompe el silencio del lugar.
La luz empieza a iluminar poco a poco la habitación del hospital hasta que uno de los rayos se posan en la cara de una mujer que descansa en la cama.
La mujer no articula emoción ni palabra alguna, simplemente sigue con la misma cara y esa mirada, tan perdida, sin brillo en esos ojos antes llenos de alegría. La piel blanca y el pelo del mismo color, parecía un ángel tallado en mármol.
- Te alegrará saber que hoy es mi cumpleaños ¿y sabes que? - me siento en la misma silla de siempre y le agarro la mano – este año voy a ir a ese pequeño pueblo del país de las Aguas Termales ¿te acuerdas?
No espero respuesta alguna, ya estoy acostumbrado, pero los médicos dijeron que es bueno hablarle, que quizás ayude a que salga de su estado... su estado.
Intento no pensar en ello, al principio me era imposible, casi como una obsesión, ya conforme pasaron los años esa ansia se fue calmando, supongo que me acostumbré a todo esto, a que no encontraran ni la cura ni al culpable, eso último es cosa mía por mucho que haga la aldea no darán con él, lo se.
- Ven, tengo otra sorpresa – procedo a sacarla de esa cama y la siento en la silla de ruedas.
Antes de salir aireo un poco la cama, se que en cuanto salga las enfermeras los dejarán todo recogido pero no me importa.
- Mira madre, esta nevando como a ti te gusta – alzo la cabeza hacia arriba contemplando el cielo nublado con una sonrisa mientras algunos copos de nieve caen en mi rostro.
Dicen que somos dos gotas de agua, en lo físico no cabe duda, pero incluso en gustos y aficiones también, algunas me las inculcó ella como la música, otras de nacimiento, como esa pasión por la nieve y el frío, por la niebla, la lluvia, sentirlo en tu cuerpo.
Empujo la silla en dirección al sitio de siempre, la nieve cae sobre su rostro, ninguna emoción ante nada, ni ante el frío, con una sonrisa sigo hacia nuestro destino, hay algo que quería enseñarle ya que llevaba tiempo practicando para ella. En el jardín del hospital había un sitio, un poco apartado, pero que desde que lo vi supe que a ella le encantaría, por eso siempre voy a ese lugar, por si algún día vuelve en sí que sea contemplando algo tan bello.
Un jazmín, gigante, los viejos de la aldea dicen que ya estaba cuando ellos eran pequeños, nadie sabe los años que lleva allí, el grosor de su tronco y las marcas dan fe de eso, el árbol favorito de mi madre, tal vez por eso me gustó aquel rincón la primera vez que lo vi. Aunque no es la estación idónea tenía algunas flores de jazmín todavía, algunas estaban en el suelo y poco a poco la nieve lo iba tapando mezclando los colores y creando un contraste bastante bonito alrededor de aquel gran árbol.
Acomodé la silla debajo del árbol como tantos años llevaba ya, me senté al lado apoyando la espalda en el tronco del árbol y saqué uno de nuestros libros favoritos, una historia de dos hermanos músicos que deambulaban por el mundo surgiendo varias aventuras, a ella le encantaban los libros de aventuras y si encima incluye música entonces ya la cosa mejora.
Las horas pasaron mientras leía aquel libro y el sol aunque fuera mediodía ya empezaba a dejarse de ver, quedaba poco para tener que volver adentro, a los médicos no le hacían gracia que estuviera tanto rato fuera y menos en esta época, aunque nunca supuso ningún problema para nosotros dos.
- Y ahora, lo que te había prometido y mi regalo de cumpleaños claro –
Saco del petate la Shakuhachi de mi madre, un tanto peculiar la cual me contó cuando era pequeño que era un legado de nuestra familia, concretamente estaba echa de hueso, una flauta larga, perfecta y perlada, sonaba increíblemente bien y recuerdo que de pequeño me llevé un par de regañinas por intentar cogerla sin permiso.
Pero ahora todo es diferente, la música, la casa, ella, yo, todo... ahora es mía, no porque ella me la haya dejado, si no porque ya no puede usarla y mientras yo le daré un buen uso y la cuidaré, a las dos,
Con los dedos en su posición procedí a tocar una canción, una que a ella le sonaba, básicamente porque me la enseñó ella, era una canción que me tocaba siempre en mi cumpleaños, una que evocaba la alegría según ella, pero a mi me recordaba al invierno, al frio, a la nieve, concretamente mi mente estaba ahora mismo en un gran campo de nieve, solo yo y ella escuchando.
Una vez terminé le limpie el agua de la cara, restos de la nieve que ha caído en su rostro y se ha derretido, sonrío mientras lo hago y pongo en marcha hacia dentro del hospital, ya es hora de volver a cama a descansar, lo único que hace, descansar.
- Volveré a verte cuando vuelva y te traeré un recuerdo que se que te gustan mucho – le doy un beso en la mejilla antes de irme dejándola ya en su cama a cargo de las enfermeras.