En lo profundo del Bosque de la Muerte, donde las sombras danzaban entre los árboles y el susurro del viento era la única melodía, Kaito, bajo la identidad de Zetzubou, había establecido una base clandestina y un laboratorio improvisado. Un lugar oculto entre la maleza y las sombras, donde los secretos y las oscuras intenciones se entrelazaban.
El sonido del crujir de las hojas secas bajo sus pies resonaba en la penumbra mientras Kaito se movía con sigilo entre los árboles, su figura envuelta en la oscuridad. A medida que se adentraba más en el bosque, una pequeña abertura reveló una entrada camuflada que conducía a su guarida subterránea.
Dentro, el lugar estaba iluminado débilmente por velas dispuestas estratégicamente, dando una luz tenue que apenas revelaba los contornos de frascos y equipos dispersos. Un aroma penetrante a productos químicos flotaba en el aire, mezclándose con la humedad característica del Bosque de la Muerte.
En el centro de la base, un improvisado laboratorio se alzaba, con mesas repletas de instrumentos médicos, jeringas y pergaminos con anotaciones escritas en un lenguaje arcáno. En una esquina, un pequeño caldero burbujeaba, emitiendo vapores de un líquido oscuro y viscoso.
El objetivo de Kaito era claro: encontrar a un joven Uchiha con Sharingan para someterlo a sus experimentos de mehujutsu. La información recopilada indicaba que un miembro de esta venerada línea se aventuraba ocasionalmente en esta área del bosque. Kaito estaba decidido a aprovechar la oscuridad y el aislamiento del lugar para llevar a cabo sus siniestros planes.
Mientras aguardaba en su guarida, Zetzubou se sumía en pensamientos oscuros, sus ojos centelleando con una mezcla de anticipación y malevolencia. El Bosque de la Muerte, testigo silencioso de sus maquinaciones, ocultaba sus secretos en la penumbra de sus sombras danzantes.
El sonido del crujir de las hojas secas bajo sus pies resonaba en la penumbra mientras Kaito se movía con sigilo entre los árboles, su figura envuelta en la oscuridad. A medida que se adentraba más en el bosque, una pequeña abertura reveló una entrada camuflada que conducía a su guarida subterránea.
Dentro, el lugar estaba iluminado débilmente por velas dispuestas estratégicamente, dando una luz tenue que apenas revelaba los contornos de frascos y equipos dispersos. Un aroma penetrante a productos químicos flotaba en el aire, mezclándose con la humedad característica del Bosque de la Muerte.
En el centro de la base, un improvisado laboratorio se alzaba, con mesas repletas de instrumentos médicos, jeringas y pergaminos con anotaciones escritas en un lenguaje arcáno. En una esquina, un pequeño caldero burbujeaba, emitiendo vapores de un líquido oscuro y viscoso.
El objetivo de Kaito era claro: encontrar a un joven Uchiha con Sharingan para someterlo a sus experimentos de mehujutsu. La información recopilada indicaba que un miembro de esta venerada línea se aventuraba ocasionalmente en esta área del bosque. Kaito estaba decidido a aprovechar la oscuridad y el aislamiento del lugar para llevar a cabo sus siniestros planes.
Mientras aguardaba en su guarida, Zetzubou se sumía en pensamientos oscuros, sus ojos centelleando con una mezcla de anticipación y malevolencia. El Bosque de la Muerte, testigo silencioso de sus maquinaciones, ocultaba sus secretos en la penumbra de sus sombras danzantes.