Eran un dolor de cabeza, pero su otro yo los había aceptado… sin siquiera hacerles una prueba digna o algo… ah maldita sea… que importa, una promesa es una promesa, no es que sea la primera vez que acepte a alguien de discípulo… bueno, eso ya no es importante… se habían acabado las fiestas y la cita era para estas horas en la madrugada, eran las 6am, aun el sol no salía por el horizonte, el cielo estrellado se estaba volviendo claro nuevamente y los pájaros cantaban al son de la mañana, alertando a los madrugadores de un espectacular día que estaba por comenzar, sin embargo, esto no era el caso para muchos, ya que la joven Muki no estaba en sus mejores momentos… tiritaba de frio, se tapaba con una chaqueta de piel blanca y sus ropas deportivas eran negras pero ajustadas, la joven marionetista estaba detestando esta clase de situaciones de nuevo, pero no iba a ser ella la que llegara tarde, y menos cuando se había comprometido…
Malditos muchachos… dios… ni recuerdo como se llamaban… - decía, mientras observaba la aldea desde las alturas… se encontraba sobre una de las montañas picudas que rodean la aldea, en una planicie de apenas 10 metros de diámetro, sin ningún árbol o roca que cubra el viento matutino que le calaban los huesos, con la vista de las fábricas de Iwagakure empezando a funcionar, como los edificios y maquinarias de vapor soltaban esas nubes que se iban con el viento… en fin… una mañana perfecta para una muchacha friolenta como ella.