Última modificación: 18-09-2023, 07:40 PM por Tsuneo.
Las costas de la patria terrosa son la cuna de un prolífico comercio que permite el intercambio cultural y material entre diversos pueblos y rincones de las tierras conocidas por la humanidad. De la misma manera, condimentando esta rica diversidad, también existe una diferencia entre los volúmenes del intercambio comercial; en algunos casos podrás encontrar operaciones gigantescas, de carácter industrial, que abarrotan barcos y bodegas, y en otros simplemente te topas con un viejo pescador y su bote artesanal, cargando con la caza del día. En este caso, la celebridad local era un mercader minorista que había traído hierbas para infusión desde el País del Té, habiéndose encargado personalmente de su transporte en una de sus travesías de negocios nómades. No obstante, no era eso precisamente lo que traía a Tsuneo a contactarse con él, sino el escándalo que había armado el señor después de que no pudiera perseguir a un maleante que se había llevado una caja de madera con té sin pagar.
— ¡AUXILIO, AUXILIO! — Gritaba despavorido, incapaz de dejar su puesto de trabajo para poder seguir vendiendo. — ¡UN NINJA, UN SOLDADO, POLICÍA, ALGUIEN! — Repetía como un coro, hasta que entre la multitud agolpada alrededor, un albino encapuchado dio el paso la frente, ofreciendo sus servicios seguramente remunerados. — Soy un shinobi. ¿Qué sucede? — Preguntó con seriedad rigurosa. El hombre de negocios abrió los ojos de par en par y casi se abalanza sobre el héroe anónimo. — ¡AYUDA, POR FAVOR! ¡ME HAN ROBADO! ¡ME HAN ROBADO! — La comunicación era compleja. El vagabundo simplemente le miró, hizo un gesto con las palmas de sus manos por delante, e intentó emitir calma, dentro de lo posible, con su voz.
— Está bien, está bien... — Inmediatamente le contestaron. — ¡NO ESTÁ BIEN! —
Tsuneo suspira, mantiene el semblante y continúa con la mediación. — Me refiero a que yo me haré cargo... ¿Dónde fue el ladrón? ¿Cómo lucía? — El interrogado, nuevamente, no tardó mucho en contestar. — ¡NO SÉ, NO SÉ! ¡CREO QUE TAMBIÉN IBA ENCAPUCHADO! ¿¡NO FUISTE TÚ!? — Claramente, el tipo no estaba en sus cabales. Había perdido la razón en un ataque de ansiedad después de la experiencia. Por lo visto, su dinero y su té eran cuestiones de altísimo valor emocional y personal para él.
— ¡No, no! No se parecía en nada... — Una viejita intervino, quien había estado comprando algo para la casa mientras ocurrió el delito. — Fue un chico rubio, vestía de negro... No se parece en nada. — Tsuneo, manteniendo la compostura en el griterío, asintió, agradeciendo la información. — ¿¡Y POR QUÉ NADIE LO DETUVO!? — Nuevamente, el bienhechor del día suspira, guardando las apariencias en el trabajo. — ¡BÚSCALO TÚ, TE PAGARÉ! — Le gritaron apuntándole. — Ok, chico rubio, viste de negro, capucha, tiene una caja... Yo me hago cargo. Volveré con él. —
Ya tenía un perfil de la apariencia del criminal, sin mayores detalles. Preguntándole a una madre con sus dos hijos en el camino, habría entendido que era alguien más bien bajo y delgado. Un pescador vecino le aportó que había visto a alguien con esas características correr hacia un callejón. El mapa mental comenzaba a tomar forma. Siempre estaba la posibilidad de que en verdad estuviera persiguiendo un fantasma, un productor imaginario de medias impresiones y rumores colectivos, pero era lo mejor que podía tener, improvisando como detective casual.
Se aventuró al camino designado, que se dividía en tres más. El primero daba a otras partes del mercado, el segundo no tenía salida, y el tercero daba paso a una pobre zona residencial. Pensándolo un rato y con tiempo limitado, el errante supuso que con un hurto menor que exigía usar ambas manos para cargar el tesoro, y probablemente sabiendo que seguía perseguido, el perpetrador no seguiría en el mercado, y por supuesto, si conocía algo del lugar, no iría por el callejón sin salida. Esto significaba que, posiblemente, era un residente de escasos recursos, lo que se condice con el esfuerzo de llevarse una caja de té sin pagar. Al pasar, había una callejuela estrecha que se había vuelto un auténtico gueto, con ropa colgando de un lado a otro en decenas de pequeñas habitaciones que refugiaban familias vulnerables.
Un caballero barbón con aires de marinero estaba fumando apoyado en el muro. — Hola, buenas tardes, ¿has visto a un chico rubio, vestido de negro, encapuchado, con una caja? — El hombre miró de pies a cabeza al forastero, hizo una especie de gruñido, apagó su tabaco en la pared y comenzó a moverse fuera de allí. — Yo no he visto nada. — Sentenció, huraño. Parecía haber una suerte de complicidad en esas palabras, lo cual levantaba más sospechas. El vigilante, entonces, comenzó a tocar puerta por puerta, preguntando por el muchacho. Nadie aportaba información de valor.
Hasta que una señora le chifló desde una ventana de un tercer piso. — ¡Psst, psst! — Tsuneo miró hacia arriba, se trataba de una mujer con delantal y cabellos canosos. — ¡Allí, allí! — Le señaló una puerta cercana, guiñándole un ojo, antes de esconderse en la cocina de su casa. Parecía que alguien no estaba dispuesta a mantener el pacto de silencio vecinal que había descubierto.
El joven golpea la puerta firmemente. No hay respuesta. Se acerca y escucha movimiento, golpea de nuevo, nadie responde. Alguien está dentro y deliberadamente no quiere salir. Curiosamente, parece que el habitante no tiene ventanas y es dudoso cómo obtiene luz en el interior. Actuando como animal cazador, decide que deberá esperar a que su presa aparezca.
No fue hasta dos horas después que, finalmente, una cabeza blonda se asomó por el portal, mirando a ambos lados antes de poner un pie en la tierra exterior. Caminó un poco sin darse cuenta de que lo seguían. Oyó que alguien súbitamente corría detrás, y alcanzó a darse vuelta justo cuando ya tenía encima a alguien más fuerte y grande que él. Por lo visto, el ladrón era un mero adolescente.
— ¡OYE, OYE! — El forcejeo comenzó de inmediato. — ¿¡Qué, qué pasa!? ¡Yo no hice nada! — Por supuesto, esta reacción de pavor era aún más incriminatoria. Tsuneo inmovilizó sus brazos, colocando su peso como una prisión sobre él. — Vamos a resolver esto por las buenas o por las malas, y te permitiré que lo hagamos por las buenas... El té. — El sospechoso quiso resistirse. — ¡NO HE ROBADO NADA-! — Fue detenido por el dolor de su muñeca apretada, quejándose. — ¿Quién habló de robar? — Un silencio incómodo continuó. Aquel se había dado cuenta de que había soltado mucho la lengua.
No fue hasta dos horas después que, finalmente, una cabeza blonda se asomó por el portal, mirando a ambos lados antes de poner un pie en la tierra exterior. Caminó un poco sin darse cuenta de que lo seguían. Oyó que alguien súbitamente corría detrás, y alcanzó a darse vuelta justo cuando ya tenía encima a alguien más fuerte y grande que él. Por lo visto, el ladrón era un mero adolescente.
— ¡OYE, OYE! — El forcejeo comenzó de inmediato. — ¿¡Qué, qué pasa!? ¡Yo no hice nada! — Por supuesto, esta reacción de pavor era aún más incriminatoria. Tsuneo inmovilizó sus brazos, colocando su peso como una prisión sobre él. — Vamos a resolver esto por las buenas o por las malas, y te permitiré que lo hagamos por las buenas... El té. — El sospechoso quiso resistirse. — ¡NO HE ROBADO NADA-! — Fue detenido por el dolor de su muñeca apretada, quejándose. — ¿Quién habló de robar? — Un silencio incómodo continuó. Aquel se había dado cuenta de que había soltado mucho la lengua.
— ¡Mis hermanos...! ¡Debo alimentar a mis hermanos...! ¡Por favor, no me lleves! — Suplicaba el miserable susodicho. Por supuesto, esto tocó el corazón de su captor, quien suviazaría su agarre. — Todos tenemos bocas que alimentar... Pero hay formas honestas de hacerlo, ¿sabes? — El muchacho apretó los dientes y pataleó. — ¡MI MAMÁ MURIÓ! ¿¡QUÉ ESPERAS QUE HAGA!? —
La mirada de Tsuneo inmediatamente cambió. Parecía una púa en su pecho. Sentía que estaba mirando a una versión alterna de sí mismo, por lo cual lo liberó. — Mi papá también... — El ladrón se puso de pie. Parecía querer correr hasta que procesó lo que acababa de oír. — Tienes que devolver la caja y pedir disculpas. Si es así, estarás libre. — El contrario dudaba de la promesa. — No te creo, tú... — No alcanzó a terminar. — Estoy igual que tú, pero no tengo hermanos, ni un techo. No tengo motivos para hacerte nada. Yo me encargaré de que vuelvas a casa con tranquilidad, y veremos cómo te puedo ayudar. Tampoco... tampoco fue fácil para mí cuando perdí a mis padres. — El nuevo huérfano pensó un rato, temeroso, hasta que finalmente aceptó.
— O-ok... vamos... Pero... — La idea de enfrentar sus responsabilidades le atemorizaba, pero no tenía muchas opciones. Fue a retirar el cargamento a su casucha y acompañó a Tsuneo a devolverlo al puesto del mercader.
— Aquí está. Es un huérfano, lo hizo para alimentar a sus hermanos. Yo me encargaré de que no vuelva a tomar ese camino ni tome lo ajeno para ganarse la vida... — Explicó su guardián frente al enfurecido comerciante. — ...Perdón... — Agregaba mirando al suelo, tímidamente, el acusado. — ¿¡CÓMO ES ESO!? ¡ES UN LADRÓN! ¡UN PILLO! ¡LLÉVENLO PRESO! ¡PRESO! ¡SI NO, LO VOLVERÁ A HACER! — Por supuesto, la víctima del robo no iba a tener compasión con el infractor, causando miedo en el chico de cabellos amarillentos. — ¡TE VOY A DAR UNA PALIZA! — Cuando esgrimiendo un bastón se iba a abalanzar sobre la criatura, esta salió huyendo en terror. No obstante, no pudo ser perseguido nuevamente. El alto albino lo detuvo con un brazo, mientras el sujeto se agitaba ansioso.
— Le traje al muchacho y el té. Ahora págueme lo que me debe. — Tsuneo se veía tan severo en sus palabras que después de algunos pataleos más, finalmente, refunfuñando, fue recompensado de manera escueta. — ¡Si lo veo de nuevo...! — Se lamentaba irritado e histérico de tanto en tanto, mientras el shinobi podía retirarse con la paga de una misión cumplida.
¿Siguiente parada? Visitar a un nuevo amigo.
Hablo - Pienso - Narro