El Precio del Conocimiento
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Kaito Chikamatsu había tomado una decisión. Tras semanas de entrenamiento en el Desierto del Silencio con el Maestro Ryuji, había llegado el momento de seguir buscando conocimiento y maestros que pudieran ayudarlo a perfeccionar sus habilidades como marionetista y dominar el ninjutsu de viento. Había aprendido mucho de Ryuji, pero sabía que el mundo era vasto y que aún quedaba mucho por descubrir.

Después de expresar su gratitud y despedirse del Maestro Ryuji, Kaito emprendió un viaje solitario a través del despiadado desierto. Había escuchado rumores de otros marionetistas expertos que vivían en las regiones desérticas, y estaba decidido a encontrar a alguien que pudiera llevar su entrenamiento al siguiente nivel.

Los días se volvieron semanas mientras caminaba bajo el ardiente sol del desierto. Sobrevivió gracias a sus habilidades de marionetista, utilizando su marioneta para buscar agua y alimentos. El viaje era agotador, y Kaito comenzó a preguntarse si estaba tomando la decisión correcta al buscar un nuevo maestro.

Sin embargo, su determinación lo mantuvo en movimiento. Kaito estaba decidido a encontrar un maestro que pudiera ayudarlo a crecer aún más como shinobi. Cada noche, mientras observaba las estrellas en el vasto desierto, recordaba las palabras de Ryuji sobre la responsabilidad y el uso ético de sus habilidades.

Fue en una de esas noches, mientras acampaba solo bajo un manto de estrellas, que ocurrió un encuentro inesperado. Kaito estaba ocupado ajustando los mecanismos de su marioneta cuando escuchó un suave murmullo, como si alguien se estuviera acercando.

Rápidamente, se puso en guardia, listo para enfrentar cualquier amenaza que pudiera surgir en el desierto. Sin embargo, lo que vio lo dejó sorprendido y confundido. Entre las sombras de la noche, emergió una figura anciana y encorvada, con un cabello largo y plateado que se mecía con la brisa.

Era un anciano marionetista desconocido para Kaito, pero que había estado siguiendo su rastro. El anciano marionetista sonrió con calma y dijo: "Veía que tenías hambre de conocimiento, joven. Te he estado siguiendo en las sombras, observando tus progresos. Has crecido mucho desde que comenzaste tu búsqueda".

Kaito estaba abrumado por la emoción de encontrar a un nuevo maestro en medio del desierto. No sabía quién era este anciano, pero sentía que este encuentro estaba destinado a suceder. Sin dudarlo, estrechó la huesuda mano del anciano y dijo: "Estoy dispuesto a aprender, maestro. Por favor, enséñame todo lo que pueda".

El anciano sonrió con satisfacción y asintió. La búsqueda de maestros de Kaito continuaba, y este nuevo capítulo prometía ser una emocionante aventura llena de aprendizaje y desafíos.

Kaito Chikamatsu se encontraba atrapado en un dilema moral. Durante semanas, había estado entrenando con el anciano marionetista Jinpachi en el Desierto del Silencio, mejorando sus habilidades en el manejo de marionetas y el ninjutsu de viento. Sin embargo, un oscuro secreto lo atormentaba, un conocimiento que había descubierto por accidente en los viejos pergaminos de su maestro.

La técnica en cuestión se llamaba "Marionetas Humanas," pero en realidad, Kaito no sabía mucho sobre ella. Jinpachi, su maestro, apenas había mencionado la existencia de esta técnica, y sus descripciones eran vagas en el mejor de los casos. Sabía que era un arte antiguo y poderoso que permitía reanimar cadáveres, pero eso era todo. No tenía detalles sobre cómo llevar a cabo la técnica, qué implicaba o cuál era su propósito, peor por primera vez comenzaba a dudar, aquel arte ya no parecía la noble intención de traer a la gente de vuelta a la muerte, entre lo poco que podría entender sabía que algo muy extraño, mas oscuro estaba detrás del arte.

Kaito había sentido la tentación de investigar más a fondo, de buscar respuestas por sí mismo, pero también temía lo que podría descubrir. A pesar de su curiosidad, había decidido no presionar a su maestro sobre el tema. Jinpachi era un hombre de pocas palabras, y Kaito no quería romper la confianza que habían construido durante su breve tiempo juntos.

En las noches, mientras observaba las estrellas en el vasto desierto, Kaito reflexionaba sobre el dilema moral que enfrentaba. Sabía que si alguna vez se aventuraba en el camino de las Marionetas Humanas, podría cambiar irrevocablemente su destino y su percepción de sí mismo como marionetista. Pero también comprendía que su curiosidad lo estaba consumiendo lentamente.

Un día, mientras entrenaba con Jinpachi, el anciano marionetista notó la agitación en la mente de su discípulo. Kaito no podía ocultar por más tiempo su lucha interna. Le confesó a su maestro sobre el oscuro conocimiento que había encontrado en los pergaminos y cómo estaba plagado por la curiosidad de descubrir más.

Jinpachi escuchó atentamente y luego, con calma, le explicó a Kaito por qué había mantenido en secreto las Marionetas Humanas. Reveló que este arte prohibido había llevado a la destrucción y la tragedia en el pasado, y su conocimiento se había perdido en gran parte para evitar que cayera en las manos equivocadas.

El anciano marionetista le advirtió a Kaito sobre los peligros de buscar poder a toda costa y cómo las Marionetas Humanas habían sido utilizadas en el pasado para propósitos oscuros y destructivos. Jinpachi no tenía intención de enseñarle más sobre está tecnica, que incluso para el anciano maestro era inaccesible, y le instó a centrarse en el dominio de las marionetas convencionales y el ninjutsu de viento, que podrían utilizarse para proteger y defender en lugar de para manipular la muerte.

Kaito aceptó las palabras de su maestro y decidió aparcar su curiosidad sobre las Marionetas Humanas por el momento. Reconoció que había mucho por aprender en el mundo de las marionetas y que debía dominar lo que ya tenía ante él antes de aventurarse en caminos más oscuros.

El precio del conocimiento era la tentación constante de explorar lo desconocido, pero Kaito entendió que el verdadero poder estaba en la responsabilidad y el uso de sus habilidades. Su viaje como marionetista estaba lejos de haber terminado, y el siguiente capítulo de su historia aún estaba por escribirse.

Su encuentro con Jinpachi había sido un giro inesperado en su viaje.



La vida de Kaito bajo la tutela de Jinpachi en el Desierto del Silencio se había vuelto rutinaria pero fascinante. Cada día comenzaba temprano con ejercicios de ninjutsu de viento y entrenamiento intensivo con marionetas. Las mañanas eran frescas en el desierto, y el viento soplaba suavemente mientras Kaito perfeccionaba sus habilidades.

Las marionetas se habían convertido en sus compañeras constantes. Kaito las manejaba con destreza, haciendo que se movieran con gracia y fluidez. El viento también se había convertido en un aliado poderoso mientras perfeccionaba las técnicas de ninjutsu de viento que Jinpachi le enseñaba pacientemente.

Las tardes se pasaban estudiando pergaminos antiguos y explorando las técnicas de marionetas más avanzadas. Jinpachi compartía su vasto conocimiento con Kaito, y el joven marionetista absorbía cada palabra con avidez. La relación entre maestro y aprendiz se estaba fortaleciendo con el tiempo.

Sin embargo, a medida que los días se convertían en semanas, Kaito comenzó a notar ciertos detalles inquietantes. Había momentos en los que Jinpachi parecía distante y pensativo, como si estuviera ocultando algo. También había ocasiones en las que el anciano marionetista se retiraba a su tienda por largos períodos de tiempo, sin explicación.

Una noche, mientras cenaban junto al fuego, Kaito finalmente reunió el coraje para abordar sus preocupaciones. "Maestro Jinpachi, he notado que últimamente parece distante. ¿Hay algo en lo que esté pensando o algo que me esté ocultando?"

Jinpachi lo miró con una mirada enigmática antes de responder. "Kaito, mi joven discípulo, hay cosas que no puedo compartir contigo por ahora. Algunos secretos son peligrosos y deben ser guardados hasta que estés lo suficientemente preparado para comprenderlos. Mi deber es protegerte y guiarte en tu camino como marionetista".

Las palabras de Jinpachi sonaban razonables, pero Kaito no pudo evitar sentir una punzada de desconfianza. ¿Qué secretos podría estar ocultando su maestro? La curiosidad y la inquietud comenzaron a carcomerlo desde adentro.

A medida que pasaban los días, Kaito continuó con su entrenamiento, pero su relación con Jinpachi se volvió más tensa. Había momentos en los que sentía que su maestro lo observaba con una mirada penetrante, como si estuviera evaluando sus reacciones. También notó que Jinpachi había comenzado a limitar su acceso a ciertas áreas de su campamento.

Kaito no podía evitar sentir que su maestro estaba ocultando algo crucial, algo que podría cambiar el rumbo de su entrenamiento y su vida. A medida que sus habilidades como marionetista seguían mejorando, también lo hacía su aguda sensación de desconfianza hacia Jinpachi. Y en lo profundo de su corazón, sabía que tarde o temprano tendría que descubrir la verdad detrás de los misteriosos secretos de su maestro.
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Kaito continuó su entrenamiento bajo la misteriosa tutela de Jinpachi en el Desierto del Silencio. A medida que los días se convertían en semanas, su habilidad en el ninjutsu, bajo tutela del anciano seguía mejorando. Sin embargo, su desconfianza hacia su maestro, aunque latente, también crecía. No podía ignorar los detalles inquietantes que había observado.

Las noches en el desierto se volvían más largas y oscuras, y Kaito seguía preocupado por los secretos que Jinpachi estaba guardando. Sabía que había algo más, algo que su maestro no estaba dispuesto a revelarle por el momento. Pero, ¿cuál era la razón detrás de ese misterio? ¿Y cómo podría llegar a descubrir la verdad sin romper la frágil relación de confianza que había construido?

Kaito decidió que era hora de investigar discretamente. Durante el día, mientras practicaba con sus marionetas y perfeccionaba sus habilidades, observaba cuidadosamente a Jinpachi. Intentaba encontrar pistas, gestos o comportamientos que pudieran revelar algo sobre el oscuro secreto que su maestro estaba ocultando.

Notó que Jinpachi era extremadamente cauteloso con sus pertenencias y que a menudo desaparecía en su tienda durante horas. También observó que a veces mantenía conversaciones en voz baja con personas que llegaban al campamento de manera inesperada. Todo esto solo aumentó sus sospechas.

Una tarde, mientras exploraba una sección previamente restringida del campamento en busca de pistas, Kaito encontró algo que lo dejó perplejo. En una de las tiendas de Jinpachi, oculta detrás de una cortina, descubrió una extraña serie de símbolos y grabados en un antiguo pergamino. No entendía completamente su significado, pero sabía que eran símbolos relacionados con serpientes.

Intrigado y confundido, Kaito tomó nota mental de los símbolos y regresó a su propio campamento antes de que Jinpachi lo descubriera. Sabía que esto era una pieza del rompecabezas, pero aún le faltaban muchas respuestas.

Esa noche, mientras cenaban junto al fuego, Kaito decidió abordar el tema de una manera diferente. En lugar de confrontar a Jinpachi directamente, optó por hacer preguntas más generales sobre las técnicas y conocimientos que su maestro poseía. "Maestro Jinpachi, ¿cuánto tiempo ha estado usted entrenando en las artes del ninjutsu? ¿Hay alguna técnica especial o habilidad única que haya dominado?"

Jinpachi, aparentemente desprevenido, comenzó a hablar de su propia historia como shinobi y su vasta experiencia en el campo. Mencionó que había viajado por muchas regiones, enfrentado decenas de combates y casi parecía que hubiese vivido siglos, mas aun de los que su avejentado cuerpo mostraba y que su conocimiento era producto de años de estudio y práctica. Sin embargo, evitó entrar en detalles sobre sus habilidades más avanzadas o las razones detrás de su dominio de ciertas técnicas.

Kaito escuchó atentamente, intentando leer entre líneas y descubrir cualquier pista adicional. A medida que avanzaba la conversación, notó que Jinpachi mencionaba la importancia de la naturaleza y su conexión con el mundo natural, especialmente con las serpientes. Esto confirmó aún más las sospechas de Kaito.

Aunque seguía sin tener respuestas definitivas, Kaito ahora tenía más piezas del rompecabezas. Había descubierto símbolos de serpientes en el campamento de Jinpachi y había oído hablar de la importancia de las serpientes en la vida de su maestro. La incertidumbre y la desconfianza seguían carcomiendo su mente, pero sabía que debía ser paciente y esperar el momento adecuado para descubrir la verdad detrás del misterio de Jinpachi.

La ya de por sí frágil confianza del marionetista en su maestro se vio aún más comprometida esa noche. Mientras Kaito yacía en un sueño inquieto, un extraño y siniestro ruido que parecía arrastrarse desde las sombras lo sacó de su letargo. Una voz, un susurro apenas audible, emergió de la oscuridad, envolviéndolo en una atmósfera gélida. Brillantes ojos, como dos espejos de luna llena, lo observaban desde la penumbra, y aunque no experimentaba un miedo convencional, una sensación paralizante lo invadió. Era algo más profundo, algo que iba más allá del simple temor, algo que lo dejó atrapado en su propio cuerpo.

Mientras Kaito se retorcía en las garras de sus pesadillas, sin saberlo, un pequeño dibujo, semejante a un ojo, no más grande que una moneda, había surgido en su espalda, como un tatuaje maldito inscrito por fuerzas desconocidas.

La mañana siguiente llegó con Kaito desorientado y sudando profusamente, convencido de que todo lo vivido había sido mucho más que una simple pesadilla; era un atisbo de algo ominoso y aterrador que lo acechaba en las sombras de su propio maestro.

Los días pasaron y mientras continuaba su entrenamiento en el Desierto del Silencio, Kaito estaba decidido a seguir explorando el conocimiento y perfeccionando sus habilidades. Pero también sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentar el oscuro secreto que rodeaba a su maestro y descubrir su verdadera identidad.
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Los días en el Desierto del Silencio se sucedieron con la misma rutina aparente, pero para Kaito, cada amanecer traía consigo una carga adicional de inquietud y misterio. Sus sospechas sobre su maestro, Jinpachi, continuaban creciendo, y las noches seguían siendo testigos de terrores insondables.
 
Kaito sabía que debía mantenerse alerta, y a medida que su entrenamiento progresaba, su determinación de descubrir la verdad detrás del oscuro secreto de Jinpachi se volvía aún más firme. Los símbolos de serpientes que había encontrado en la tienda de su maestro no se desvanecían de su mente, y la sensación de que las serpientes tenían un papel crucial en esta intriga se hacía cada vez más evidente.
 
Durante el día, mientras practicaba sus habilidades de marionetista y ninjutsu, Kaito seguía observando a Jinpachi, buscando cualquier indicio de su verdadera naturaleza. Notó que, además de su cautela con las pertenencias, su maestro parecía tener una profunda conexión con la naturaleza que lo rodeaba. Pasaba largas horas meditando junto a las serpientes del desierto y parecía comprender sus movimientos y sus secretos.
 
Un día, mientras Kaito estaba practicando con una de sus marionetas, notó que una serpiente se acercaba sigilosamente a Jinpachi. La serpiente parecía obedecer a su maestro, quien la acarició con suavidad antes de que deslizara una lengua bífida hacia su mano y entrera pro su manga. Kaito no podía evitar sentir que esta conexión con las serpientes era un indicio crucial.
 
Decidió explorar más a fondo esta pista. Durante la noche, cuando todos dormían, se aventuró en la oscuridad del desierto en busca de serpientes.
 
Tardó varias noches hasta que finalmente encontró una como las que solían estar junto a Jinpachi, estas serpientes eran diferentes. Tenían marcas y símbolos misteriosos en su piel que coincidían con los que había visto en el pergamino oculto de Jinpachi. No eran serpientes comunes; estaban imbuidas de un poder que iba más allá de lo natural.
 
A medida que Kaito estudiaba a las serpientes, notó que emitían un zumbido suave y misterioso. Era como si hablaran en un lenguaje que solo ellas y Jinpachi entendieran. Kaito sintió que estaba acercándose a la verdad, pero también sabía que debía ser cauteloso.
 
Al regresar al campamento antes del amanecer, Kaito se dio cuenta de que no podía enfrentar a Jinpachi directamente sin más pruebas. Debía encontrar una manera de descubrir el verdadero propósito detrás de esta conexión con las serpientes y, al mismo tiempo, preservar la frágil relación de confianza que había establecido con su maestro.
 
Los días pasaron, y Kaito continuó entrenando y observando. Mientras tanto, el dibujo en su espalda, el extraño ojo que había aparecido durante la noche de pesadillas, seguía siendo un enigma. Sabía que debía descubrir su significado y su conexión con el maestro Jinpachi.
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Los días continuaron su monótono curso en el Desierto del Silencio, pero en el corazón de Kaito ardía la llama de la curiosidad y la determinación. Cada amanecer, el joven marionetista se sumía en su entrenamiento, perfeccionando sus habilidades con marionetas y ninjutsu. Sin embargo, su mente estaba lejos de estar en paz, ya que su maestro, Jinpachi, ocultaba secretos profundos bajo su aparente sabiduría.

Kaito, consciente de que Jinpachi conocía todas sus técnicas y habilidades, había comenzado a explorar el arte del genjutsu. Las noches solitarias se convirtieron en sesiones secretas de práctica, donde Kaito intentaba entender y controlar ilusiones que lo sumergían en mundos de engaño y confusión, él sabia que lo poco que había aprendido de este arte que le era natural era insuficiente, pero sabia también gracias a sus múltiples visitas a las zonas permitidas de la tienda de su maestro, que el guardaba muchas técnicas y secretos en las zonas prohibidas.

Su determinación lo llevó a cometer un acto arriesgado y sigiloso. Kaito sabía que en las zonas prohibidas del campamento de Jinpachi se encontraba un pergamino de genjutsu que le proporcionaría los conocimientos necesarios para defenderse en caso de traición.

Una noche, mientras Jinpachi dormía, Kaito se aventuró en las profundidades del campamento, sorteando las antes invisibles para él patrullas nocturnas de pequeñas serpientes blancas y las trampas cuidadosamente colocadas. Se deslizó como una sombra entre las tiendas y tiendas de campaña, hasta llegar a la tienda donde se guardaba el pergamino.

Con manos temblorosas pero decididas, desenrolló el pergamino con cuidado y comenzó a estudiar sus enseñanzas en secreto bajo la luz de una pequeña vela. Las palabras y los sellos parecían danzar ante sus ojos, revelando los secretos del genjutsu de una manera que solo los maestros más hábiles podían comprender.

Sin embargo, mientras estudiaba el pergamino, Kaito notó que las zonas prohibidas del campamento escondían horrores más oscuros de lo que había imaginado. Entre las sombras yacían cadáveres deformes y retorcidos, con características que parecían fusionar la forma humana con la de serpientes monstruosas. Sus ojos sin vida reflejaban el sufrimiento eterno que habían soportado.

El joven marionetista sintió un escalofrío recorriendo su espalda y su curiosidad lo llevó a investigar más a fondo. Sin embargo, antes de que pudiera examinar detenidamente los cuerpos, sintió una presencia implacable posada sobre él. Sabía que Jinpachi estaba cerca, sentia su amenazadora presencia cada vez mas cerca, Kaito observaba en silencio como aquellos cuerpos parecían tener símbolos iguales al ojo que se encontraba tatuado en su espalda, sin embargo todos estos tatuajes a diferencia del suyo estaban incompletos, protegiendo sus oscuros secretos JInpachi entró a aquella zona del campamento.

En ese momento, Kaito recordó un ninjutsu que había aprendido durante su entrenamiento: la habilidad de convertirse en una corriente de aire por un breve período de tiempo. A pesar de la desconfianza y las dudas que sentía hacia su maestro, no podía negar que junto a Jinpachi había aprendido mucho y mejorado significativamente como ninja.

Sin dudarlo, una rápida secuencia de signos manuales activaron la técnica y se transformó en una brisa ligera, esquivando la mirada de su maestro. Pasó desapercibido, como una simple brisa en la noche, y regresó a su tienda, donde continuaría sus estudios de genjutsu en secreto. Sabía que estaba más cerca de desentrañar los secretos de Jinpachi y de protegerse a sí mismo en este oscuro y traicionero desierto, y más aun, quería saber quien era realmente el hombre que dormía en la tienda de alado.
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Kaito se encontraba en un estado de constante inquietud después de su aterrador encuentro en las zonas prohibidas del campamento de Jinpachi. El joven marionetista se debatía en una encrucijada lúgubre, donde la necesidad de protegerse chocaba con su curiosidad insaciable. Cada día que pasaba, su entrenamiento continuaba con Jinpachi, pero ahora estaba imbuido de una vigilancia constante. Cada técnica que aprendía, cada estratagema que dominaba, también la utilizaba para mantenerse alerta en caso de un enfrentamiento con su propio maestro.

Las noches, en cambio, se convertían en un sombrío escenario para profundizar en su estudio del genjutsu. Kaito comprendía que necesitaba fortalecer sus defensas mentales, y cada ilusión que practicaba lo acercaba un paso más a su objetivo.

Pero las pesadillas lo acechaban constantemente, y la necesidad de respuestas lo consumía. La imagen de los cadáveres deformes con partes de serpiente se había grabado en su mente, como un siniestro recordatorio de que algo oscuro acechaba bajo la superficie de la realidad que conocía.

Decidió que no podía ignorar lo que había visto en las zonas prohibidas del campamento. Cada día que pasaba, su determinación crecía, y Kaito se embarcó en una búsqueda implacable para descubrir la verdad detrás de los rituales y los cuerpos deformes.

Guiado por rumores y fragmentos de información, Kaito comenzó a rastrear los casos de muertos y desaparecidos en la región del Desierto del Silencio. Utilizando sus habilidades ninja, se infiltró en pequeñas aldeas y pueblos, recopilando historias y testimonios de los lugareños.

Lo que descubrió lo dejó horrorizado. Los habitantes de las aldeas hablaban en susurros de personas que habían desaparecido misteriosamente en la noche, solo para ser encontradas días después en un estado espantoso. Los cuerpos de las víctimas habían sufrido deformaciones grotescas, como las que había visto en la tienda de su maestro, fusionando la forma humana con la de serpientes monstruosas.

Kaito se dio cuenta de que estaba siguiendo el rastro de los experimentos de Jinpachi. La información que había recopilado le reveló un oscuro ritual que su maestro había estado llevando a cabo en secreto durante lo que parecían siglos. Un sello maldito en forma de ojo era la clave de este macabro proceso que permitía a Jinpachi prolongar su propia vida consumiendo y poseyendo los cuerpos de seres humanos.

El proceso era aterrador en su naturaleza. Jinpachi, a través de su sello, se adueñaba gradualmente de la fuerza vital de sus víctimas, alargando su propia existencia mientras debilitaba y deformaba los cuerpos de aquellos a quienes poseía. La transformación era lenta y dolorosa, convirtiendo a las víctimas en serpientes blancas antes de que sus cuerpos se quedaran sin fuerza y finalmente murieran.

Kaito estaba horrorizado por lo que había descubierto. Su maestro, a quien alguna vez había admirado y respetado, se había sumido en la oscuridad y la depravación en busca del poder y la inmortalidad. La traición y el engaño eran evidentes, y Kaito se enfrentaba a una elección difícil.

Por un lado, estaba la lealtad que sentía hacia Jinpachi como su maestro y mentor. Por otro, la necesidad de poner fin a los horrores que estaba perpetuando y evitar compartir el mismo destino que las pobres almas que habían sufrido a manos del anciano. La elección estaba en manos de Kaito, y el precio de la verdad era cada vez más aterrador.
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La noche se oscureció aún más mientras Kaito y Jinpachi se enfrentaban en un duelo sobrenatural. Las sombras danzaban alrededor de ellos, como si el mismo mundo estuviera sintonizado con el enfrentamiento que estaba por desencadenarse.

Jinpachi, con su mirada penetrante y sus ojos brillando con una luz sobrenatural, se movió con una velocidad que desafió la percepción humana. Su figura parecía desdibujarse en la oscuridad, y antes de que Kaito pudiera reaccionar, el maestro ya estaba sobre él.

El joven marionetista intentó defenderse con su confiable marioneta, un último recurso para enfrentar a su poderoso maestro. Pero Jinpachi era un enemigo formidable. Sus golpes eran rápidos y certeros, y cada ataque estaba imbuido de una fuerza sobrenatural. La marioneta de Kaito, una creación impresionante de ingeniería ninja, parecía insignificante en comparación.

Con un movimiento rápido, Jinpachi agarró la marioneta de Kaito y comenzó a aplastarla con una fuerza aterradora. La madera crujía y se rompía bajo sus manos, y Kaito sintió una sensación de impotencia que lo invadió.

Mientras luchaban, las palabras se mezclaron con la violencia del enfrentamiento. Jinpachi, con una sonrisa maliciosa en su rostro deformado, habló con voz serpenteante.

-Sabes, muchacho, has llegado más lejos de lo que esperaba-, murmuró Jinpachi mientras mantenía su agarre implacable sobre la marioneta. -Pero aún no comprendes la magnitud de mi poder. Mi ritual me ha llevado más allá de lo que ningún ser humano puede igualar-.

Kaito forcejeaba para liberar su marioneta, pero era inútil. Jinpachi era como un titán en comparación con su fuerza, y su marioneta estaba condenada a la destrucción.

-¿Sabes por qué esos cuerpos están así de deformados, Kaito?-, continuó Jinpachi con una sonrisa retorcida. -Porque mi verdadera forma, mi verdadera esencia, es demasiado para cualquiera de estos insignificantes campesinos. Durante casi un siglo, he vivido atrapado en el cuerpo de este anciano. Mi poder se ha debilitado, pero finalmente he encontrado un cuerpo compatible contigo, uno que me permitirá recuperar mi antigua fuerza y volver a ser lo que una vez fui-.

Con un último esfuerzo, Kaito logró liberarse de la garra de Jinpachi, pero su marioneta había sido destruida por completo. Estaba solo, enfrentándose a un enemigo que estaba más allá de su comprensión.

Jinpachi se retiró unos pasos, su figura parecía retorcerse y cambiar en la oscuridad. Y luego, ante los ojos atónitos de Kaito, su maestro se transformó en una aberrante y enorme serpiente blanca. La criatura estaba formada por una mezcla grotesca de cadáveres deformados, serpientes del desierto y la deformada cara de Jinpachi mezclada con rasgos de serpiente.

La criatura se alzó con una majestuosidad aterradora, sus ojos brillaban con una inteligencia antigua y malévola. Kaito se dio cuenta de que estaba frente a un ser que desafiaba toda lógica y naturaleza.

La serpiente habló con una voz que reverberaba en la mente de Kaito. -Ahora, Kaito, comprendes la verdad. Soy más que un hombre, una entidad antigua que ha buscado desesperadamente un cuerpo compatible. Has tenido el honor de ser elegido como mi recipiente. Mi poder se fusionará contigo, y juntos alcanzaremos una grandeza que ningún ser humano puede imaginar.

Kaito se enfrentaba a un enemigo que desafiaba todos los límites de la realidad. La enorme serpiente blanca, con los ojos de Jinpachi brillando en su retorcida cabeza de serpiente, se alzaba sobre él con una majestuosidad aterradora. Cada movimiento de la criatura era fluido y letal, como si estuviera en perfecta armonía con las fuerzas

oscuras que la impulsaban.

Kaito luchó con todas sus fuerzas. Intentó cortar la serpiente con sus hilos, lanzó hasta el último ninjutsu que conocía, pero estos simplemente se deslizaron inútiles sobre las escamas de la criatura. Golpeó con sus puños y pies, pero sus ataques apenas parecían perturbar a la serpiente.

Desesperado, Kaito lanzó los restos de su marioneta desesperado tratando de ganar tiempo. Pero la serpiente simplemente desvió el ataque con un movimiento de su cuerpo y continuó avanzando hacia él.

Los segundos se convirtieron en una eternidad mientras Kaito luchaba contra la abrumadora fuerza de su enemigo. Cada intento de resistencia parecía en vano, y una voz distinta a la de Jinpachi, una más profunda y antigua resonaba en su mente, tentándolo con promesas de poder y grandeza.

Pero Kaito se aferró a su humanidad, a su determinación de no ceder ante la oscuridad que lo rodeaba. Sus pensamientos se centraron en las personas que había conocido en su vida, en su deseo de proteger a los inocentes y en la promesa que se había hecho a sí mismo de convertirse en un ninja honorable.

Con un último esfuerzo, Kaito trató de esquivar un ataque de la serpiente, pero fue atrapado por su poderosa mandíbula. La presión era abrumadora, el hedor a cadáveres aterrador, y Kaito sintió que su cuerpo se debilitaba rápidamente.

Kaito se encontraba en una situación desesperada, su cuerpo magullado y exhausto mientras la abominable serpiente blanca se cernía sobre él, preparada para su ataque final. El joven marionetista sabía que no podía enfrentar físicamente a esa criatura imponente, y sus marionetas habían quedado reducidas a escombros en la brutal batalla.

En un último intento desesperado, Kaito decidió recurrir a la única técnica que aquella aberrante cosa no le había enseñado, el genjutsu. Concentró su chakra y tejió una ilusión aterradora que envolvió a Jinpachi. En la mente de la serpiente, vio manos de marionetas crecer desde todas las direcciones, miles de hilos afilados se extendieron desde esas manos y comenzaron a lanzar armas imaginarias hacia la serpiente.

Aunque eran solo ilusiones, el genjutsu de Kaito provocó un dolor intenso en la mente de su antiguo maestro. La serpiente retorció su cuerpo, gritando en desesperación mientras las ilusiones lo atacaban sin piedad. Era como si estuviera siendo desgarrado por miles de cuchillas invisibles.

La confusión y el dolor momentáneamente paralizaron a la bestia, dándole a Kaito la oportunidad que necesitaba. Rápidamente, el joven marionetista se alejó de la criatura retorcida y herida, utilizando sus últimas reservas de energía para escapar de su alcance.

Mientras se alejaba de la serpiente, escuchó el aullido de dolor y rabia resonando en el desierto. La serpiente juró que no habría rincón seguro en el mundo en el que Kaito pudiera esconderse, que la venganza sería implacable y que ningún lugar estaría fuera de su alcance.

Kaito sabía que había sobrevivido por poco, pero también entendía que su enfrentamiento estaba lejos de haber terminado. La oscuridad y el peligro lo acechaban en cada esquina del desierto, pero Kaito estaba decidido a enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino, debía dejar el desierto cuanto antes.

Con el corazón lleno de determinación y la mente enfocada en el futuro, Kaito continuó su camino en medio de las sombras del desierto, sin saber qué nuevos horrores o desafíos lo esperaban en su viaje, pero determinado a salir de ese asqueroso mar de arena que ahora solo representaba sangre y terror para él. Las secuelas de lo que había presenciado lo asecharían para siempre, pero la luz de su voluntad seguía ardiendo en la noche más oscura.
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