[Misión C] - Respeto a lo Sacro
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Una cálida mañana de Junio, en lo más profundo de las montañas, se encontraba un pequeño santuario sagrado que era custodiado por los nobles sacerdotes del Templo del Rayo. Entre ellos, se destacaba la joven y alegre sacerdotisa Matteyo del clan Miroku, un clan muy devoto y con una historia de grandes sacerdotes. Esa jovencita sacerdote cuyo espíritu infantil y su amor por las bromas la hacían única en su linaje ancestral de protectores espirituales, dado que aun con esa actitud poco ortodoxa era muy virtuosa y responsable.

Matteyo provenía de una larga línea de sacerdotes del clan Miroku, y desde muy temprana edad se le había enseñado la importancia de su deber sagrado. Había aprendido a canalizar la energía espiritual y a dominar las artes marciales básicas y el ninjutsu más elemental del clan antes de ser reconocida oficialmente como una sacerdotisa. Pero por ahora seguia siendo una simple aprendiz, así que era responsable de muchas pequeñas labores como otros de los acólitos del Templo.

En aquel soleado día, Matteyo recibió la orden de acudir al pequeño santuario escondido en las montañas desde el Templo del Rayo, donde había estado entrenando y perfeccionando sus habilidades como shinobi. Su misión era la de realizar el mantenimiento y cuidado del lugar sagrado, asegurándose de que todo estuviera en perfectas condiciones para recibir a los devotos que peregrinaban por las montañas o acudían de las aldeas cercanas para orar un poco y realizar sus ofrendas a Kami-sama.

Al llegar al santuario, Matteyo quedó maravillada por la belleza y la serenidad del lugar. Los rayos de sol se filtraban a través de las copas de los árboles, creando un ambiente místico y tranquilo. La sacerdotisa se puso manos a la obra, limpiando los altares, encendiendo incienso y rezando en silencio, con una conexión profunda con el mundo espiritual.

Mientras realizaba sus tareas, Matteyo no podía evitar dejar escapar alguna que otra broma juguetona mientras canturreaba alguna canción o mándala que le viniera a la mente en aquel momento. Le encantaba interactuar con los animales y los espíritus que habitaban en los alrededores del santuario, haciendo travesuras inocentes y alegrando el ambiente con su risa contagiosa mientras revisaba las reliquias del santuario quitando el polvo a las que no eran muy delicadas y se podían tratar. Tambien habia preparado las cestas con las que tomar las donaciones y ofrendas al santuario y llevarlas hasta el Templo del rayo donde serian destinadas de forma correcta a las buenas obras.

Sin embargo, en medio de su diversión, Matteyo percibió la presencia de un grupo de personas que se acercaban sigilosamente al santuario. Con su aguda intuición, supo que estos intrusos tenían malas intenciones y estaban dispuestos a robar las valiosas reliquias y los donativos acumulados durante años. Sin duda debían ser saqueadores o bandidos. Su aspecto era bastante delator y daba aquella sensación conforme los observaba aprovechando la altura de la montaña y la frondosidad de los arboles para ocultar su presencia.

Sin perder tiempo, Matteyo activó su instinto protector y se preparó para enfrentar a los bandidos mostrando una confiada y picara sonrisa. Aunque la especialidad de la sacerdotisa era el ninjutsu, aun estaba en entrenamiento y debía pulir más sus capacidades antes de usarlas sin cuidado y más contra personas que no pueden usar chakra como seguramente seria el caso de aquellos bandidos, un ninja no estaría subiendo de forma convencional la montaña, como mínimo caminarían por las paredes. Pero de todos modos Matteyo podría usar algunos movimientos de taijutsu básicos y sus armas para reducir a los saqueadores, a parte que parecía contar con el factor sorpresa. 

Mientras los bandidos se acercaban al santuario, Matteyo se movía con una gracia felina y una agilidad sorprendente entre la foresta para ocultar su presencia y pillar por sorpresa a los asaltantes. No tardarían los mismos en alcanzar el santuario y al momento quedo claro que habian venido con malas intenciones. Uno de ellos entro dentro del santuario mientras los otros dos intentaban abrir la caja de donativos que habia en el atrio del santuario. Esa fue la señal de la sacerdotisa para actuar. 

Matteyo deslizaría desde su kimono algunos shuriken que buscaría lanzar contra los brazos de los asaltantes aprovechando que estaban fijados en abrir la urna, dificultando así su capacidad para batallar. Tras eso saldría sin dudarlo contra aquellos hombres corriendo con su kunai en mano. Aunque sus movimientos marciales eran básicos, Matteyo compensaba cualquier falta de técnica con su energía y su espíritu luchador. No podía evitar soltar alguna que otra broma durante la pelea, intentando desestabilizar emocionalmente a los bandidos y distraerlos lo suficiente como para ganar tiempo y buscar la oportunidad de derrotarlos.

Uno de los bandidos, irritado por las bromas de Matteyo, se lanzó hacia ella con furia, intentando atraparla en una llave. Sin embargo, la sacerdotisa, con su conocimiento básico de taijutsu, logró liberarse y contraatacar con un golpe certero que dejó al bandido fuera de combate con suma facilidad, no ayudo el dolor que el hombre sentía por culpa de los shuriken que la chica lanzo. Los otros dos bandidos, viendo la habilidad y determinación de Matteyo, comenzaron a dudar de su victoria segura. Temiendo el mismo destino que su compañero, decidieron huir del lugar, abandonando su intento de robo mientras arrancaba de sus brazos los shuriken que aun estaban clavos en el mismo, dejando un pequeño hilero de sangre en la tierra.

El ultimo de los bandidos y su líder saldría del interior del santuario sacando una espada de su cintura, era algo parecido a una cimitarra curvada con la que se lanzaría de forma agresiva dando un salto sobre la mesa de donaciones para tomar impulso y caer con altura sobre Matteyo. La joven estaba en desventaja por la longitud de sus armas así que opto por alejarse de un pequeño brinco hacia atrás y evitar al hombre mientras lanzaba su kunai contra su brazo buscando hacerle soltar su arma. Pero el hombre logro bloquear el arma arrojadiza con su espada y se lanzo contra la chica. Pero en ese momento la joven sacerdotisa uso la habilidad insignia de su clan haciendo brillar sus ojos de un color rosado reluciente con un mosaico en un haz violáceo. Pudiendo entonces vislumbrar el futuro y mejorar su capacidad de reacción y observar con antelación lo que su rival buscaba hacer. La chica evadiría el corte mientras rotaba alrededor de su brazo tomando su muñeca para retorcerla y hacerla soltar. Dando despues un golpe seco contra la sien del hombre noqueándolo al fin.

Con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de alegría, Matteyo se arrodilló ante el santuario, agradeciendo a los dioses por su protección y por permitirle defender lo que consideraba sagrado. Aunque su personalidad infantil y alegre contrastaba con la seriedad de su deber, Matteyo sabía que su labor era esencial para mantener viva la fe de los devotos que acudían al santuario.

Desde aquel día, la sacerdotisa Matteyo gano un poquito de reputación por aquel santuario, recordada no solo por su valentía y habilidades marciales, sino también por su espíritu juguetón y su amor por las bromas al momento de entregar a los bandidos a las autoridades de la zona. El pequeño santuario continuó siendo un lugar seguro y sagrado, gracias a la dedicación y protección de Matteyo, la sacerdotisa ninja del clan Miroku. Pero tardo mucho en lograr derrotar a unos bandidos sin uso del chakra, claramente aun le quedaba un largo camino por entrenar.
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MISIÓN FINALIZADA
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