Última modificación: 20-08-2023, 07:54 PM por Maki Yiren.
24 de Mayo, Año 15 D. K.
Desde niño, le he tenido miedo a las serpientes. Mi tío solía decir: "hay una serpiente asechando en el pasto". Era una frase qué, por lo que mis abuelos me contaron, le gustaba espetar en los momentos más cotidianos y mundanos, aquellos en dónde la esencia de la vida misma se dejaba palpar en el aire y la habitación se inundaba con el aroma del aburrimiento y la pesadez de la tranquilidad. Siempre le he tenido pavor a esa frase que mi tío contaba con un sonrisa afable. Las serpientes son animales extraños que escaparon de su mundo para venir al nuestro y se escurren sobre nuestras tierras en movimientos apabullantes y alienígenas. Eso es lo que pienso.
"Hay una serpiente asechando en el pasto", mis padres se reían y mis abuelos compartían una mirada cómplice e incómoda.
Quiero saber que rostro habría vestido yo de haber estado sentado a la mesa, en un mediodía soleado y con el estómago lleno mientras mi tío se sonreía y aquellas palabras eran engullidas en la calma y en el aire. Intercambiaría una verdadera mirada con mi tío y él notaría mi miedo y, conociendo mi expresión que yo desconozco, pondría su dedo índice sobre sus labios arqueados y me ordenaría guardar silencio. Y yo obedecería. Aquella noche dormiría sabiendo que en el rincón más oscuro, silencioso y pacífico de mi habitación, una serpiente asechaba. Quiero saber qué intención tiene el ser que me mira con sus ojos finos y se me insinúa con su ondulado cuerpo.
Nos regalaron los cuentos. Toda buena historia parece comenzar con una serpiente. Que cosa más extraña.
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Era de mañana. Yo estaba en la costa norte y había caminado desde el puerto hacia las montañas nevadas. Aunque no había alcanzado la nieve, tenía frío.
Quería realizar un pacto con un animal. En mi camino como shinobi, ese era el siguiente paso. Creía que así lo había decidido yo, pero la verdad es que mi tío eligió por mi incluso antes de mi nacimiento.
Yo realizaría el ritual y aceptaría al animal que respondiera a mi llamado. En ese entonces no sabía que especie se arrastraría hasta mí, porque con el paso de los años me había olvidado del oscuro rincón de mi cuarto.
Con sangre naciendo desde la palma de mi mano, ejecute los sellos y toqué el pasto seco.
Hubo mucho polvo y después unos ojos azules que buscaban los míos desde la bajura.
Era una serpiente.
De escamas blancas y barriga lila. Su largo cuerpo adornado de rubíes. Su bípeda lengua siseante era negra bailaba fuera de su boca. Me examinó durante unos instantes y supe que ella supo que yo tenía miedo.
—Todavía eres un niño —dijo con una vos femenina y grave. —¿Tu nombre?
—M-Maki... Yiren.
—Yiren-kun, ¿qué son esos rollos que llevas a tus espaldas? No parecen pergaminos comunes.
—S-Son de tela —respondí tan bien como pude. —E-Es la técnica de mi fam-familia...
La serpiente me observó y siseo dos veces.
—¿Y-Y tu nombre?
—Mahime —permaneció callada unos segundos. —¿Buscas un contrato con nosotras?
—Y-Yo... —no esperaba que el animal que se encontraba detrás de aquella nube de polvo fuera una serpiente. Pero me había prometido que aceptaría cualquier especie que contestara a mi jutsu. —S-Sí, así es.
—¿Tienes miedo?
Sí. Tengo mucho miedo, tío. Tus palabras me aterran y tu sonrisa tan amigable me calma. Tío, resulta que el ser que se encontraba en la oscuridad no quería nada de mí. Era yo el que lo buscaba desde un principio.
—Sí.
Mahime reptó a través del bosque que eran los pastos secos y subió por mi pierna, rodeando mi cuerpo con el suyo hasta que su rostro se enfrentó al mío.
—Ahora voy a matarte.
—N-No lo harás.
—¿Por qué no? —se sonrió Mahime
—V-Viniste hasta aquí. T-Tu también buscas firmar un pacto...
—No con alguien tan débil.
—M-Me volveré fuerte. Lo suficientemente fuerte como para proteger nuestras tierras y a su gente. M-Mahime-san, sí las serpientes firman un pacto conmigo y me ayudan a proteger a la Tierra y a la Roca, y-yo juro que algún día seré tan fuerte como para defender a las serpientes y su hogar. J-Juraré lealtad a tus tierras también.
—Niño... ¿entiendes las implicaciones de lo que estás diciendo?
—N-No, pero juro que cumpliré con mi palabra. Necesito de su fuerza pero... m-mi intención también es que seamos amigos... las serpientes y yo.
Mahime permaneció inmóvil y después comenzó a constringir mi cuerpo, crujiendolo cada vez más y más.
—Las serpientes aceptaremos tus servicios —sonó su voz hipnotizante y profunda. —Pero cuando rompas tu juramento, te devoraremos.
Entonces sentí como el cuerpo de la serpiente blanca se volvía increíblemente pesado, quién sabe cuantas veces más que su peso original. Yo estaba prácticamente inmovilizado.
—Dejemos que tu prueba comience. Camina hacía las montañas.