Era un día caluroso, el sol estaba en el punto más alto del cielo y brillaba con una fuerza inmensa, la luz que emanaba del coloso amarillo era tal que apenas podías mantener los ojos abiertos. El pelirrojo trataba de caminar por donde hubiera sombra, pero al ser una tierra con poco paisaje verde era un poco complicado, por lo mismo iba pasando por debajo de los toldos de los diferentes edificios situados en la aldea. Esa tarde estaba dirigiéndose a un encargo recibido por la aldea, el hijo de un adinerado señor de la aldea había adoptado una mascota, pero al no tener tiempo para dedicarle decidieron contratar a una persona externa para brindarle un tiempo de caridad. La idea no le encantaba, de hecho, aborrecía este tipo de trabajos, pero no tenía otra opción y debía asistir o su maestro se molestaría.
La casa donde iba quedaba en lo alto de una montaña. Era un complejo cerrado y el único edificio estaba en el medio el cual era la fortaleza donde vivían estás personas. El muchacho camino hasta llegar a un portón enorme y de color negro donde se encontró con unos shinobi, por sus chalecos y vestimenta de manera rápida pudo deducir que se trataba de unos Jonin, mejor dicho, de ninjas de un alto nivel por lo que sabía que a donde iba se encontraría con personas de mucha reputación y reconocimiento en la aldea. — Buenas tardes, mi nombre es Lavi, vengó por un asunto importante. — Anunció el más pequeño con cierto nerviosismo en su voz y carraspeando su garganta un poco. Lo cierto es que aquellos extraños le infundían un poco de miedo, en sus miradas se veía un instinto asesino y sus aspectos eran parecidos al de un asesino… Se mordió el labio con fuerza para salir de su temor, al fin y al cabo, eran de su misma aldea, por lo tanto, no corría peligro de ser atacado mientras no intentara alguna estupidez. — Muéstranos tu identificación y algún papel que indique que tienes permiso para venir a esta zona de la aldea — Uno de los Jonin le habló mientras que el otro colocaba lentamente su mano derecha en la empuñadura de una katana para estar listo en caso de que algo ocurriera. Estos hombres tomaban en serio su trabajo. Lavi sin dudarlo y con calma sacó de su mochila unos papeles, en uno estaba escrito toda su información personal, y el otro era un pergamino donde estaba escrito a detalle toda la información pertinente de la misión. Uno de ellos se acercó para arrebatarle los pergaminos de la mano y con mucha cautela los examino desde arriba hacia abajo. Luego de unos segundos miró a su compañero y asintió afirmando para hacerle saber que todo estaba bien.
El otro Jonin quitó la mano de la katana y abrió el portón mientras le devolvían sus papeles. Una vez guardados en su mochila el pequeño paso por en medio de los dos y siguió su camino hasta llegar a su destino. En la entrada se encontró con una puerta de una altura de 3 metros, un poco ostentosa para su gusto, en el medió había una figura de metal cubierto en oro al parecer era el pomo de la puerta, Lavi lo tomo con cuidado y lo abalanzo para hacerlo sonar y así anunciar que había llegado. Pasaron escasos minutos cuando de repente la puerta comenzó a abrirse y detrás de ella se encontraba un pequeño niño gordo, con las mejillas rojas y el cabello despeinado de color rubio. Tenía una mirada un tanto fastidiosa y al parecer acababa de levantarse de la cama pues todavía estaba vestido con un pijama.
— Buenos tardes… Mi nombre es Lavi, vengó por un cachorro el día de hoy. — El shinobi habló con total amabilidad, aunque en el fondo sentía un poco de desprecio por la persona que tenía en frente y aun no lo conocía, pero solo su aura despedía un poco de arrogancia y pronto lo corroboraría. — Con que eres el nuevo sirviente de la familia… — Diría el pequeño entre un bostezo y por último le dedicaría una mirada de desprecio al mayor. — No debes ser la gran cosa si solo te mandan a cuidar de un pequeño animal. Tal vez por ineptos como tu es que la aldea se encuentra en esta situación. — Culminaría el pequeño de cabellera dorada para luego darle la espalda y entrar. En ese momento no le provoco otra cosa más que darle un merecido golpe para enseñarle un poco de respeto, pero eso lo metería en serios problemas y no tuvo más que morderse la lengua y llenarse de paciencia.
El pequeño niño mimado volvería unos segundos más tardes y sacaría a un enorme perro con collar de púas de la casa y le acercó al ninja una cadena sujeta al mismo collar, luego cerró la puerta con fuerza para hacer notar aún más su desprecio por el pelirrojo. El muchacho tomo la correa y comenzó a caminar. Era un perro enorme y gordo, apenas y podía caminar porque sus patas parecían no aguantar su tamaño. — ¿Con que demonios te alimentan, viejo? — Preguntaría al animal mientras le acariciaba la cabeza, aunque eso terminaría mal pues el animal no tuvo una mejor idea más que morderle la mano, no con mucha fuerza, pero si la suficiente como para lastimarlo un poco. — ¡Auch! Demonios, parece que tienes hambre — Diría mientras sacudía su mano por el dolor causado.
Caminando con el perro sacó del bolsillo de su pantalón una barra de cereal, la partiría a la mitad y le daría un pedazo a su nuevo acompañante. No estaba del todo seguro de si podía comer ese tipo de alimentos, pero al no parecía importarle y en cuanto vio la barra prácticamente la arrebato de la mano dejando en su paso un montón de baba la cual limpió en su pantalón casi de inmediato. — Por tu gran tamaño uno podría pensar que te alimentan muy bien, pero por esa forma de comer puedo pensar que no — Diría el joven con una sonrisa en su rostro. El perro parecía agradarle, se había puesto muy contento luego de su pequeño regalo, lo sabía por como movía la cola para todos lados. Continuaron su largo paseo por la montaña casi hasta llegar a la aldea, el animal se veía un poco agotado, aunque en el fondo quería seguir caminando o quizá solo quería estar lo más lejos posible de allí.
El viaje había dejado un poco sucio al perro por lo que era hora de darle un baño y luego devolverlo a sus dueños pues tampoco podía pasar todo el día con él, tenía un contrato con un tiempo determinado y ese mismo estaba por acabarse, aunque si fuese por el tomaría un camino distinto y se quedaría con la mascota. Después de todo no creía que lo fueran a extrañar mucho si se desaparecía; Era una idea descabellada pues si la llevaba a cabo podía terminar en la cárcel o perseguido por los Jonin de la entrada.
— Bueno canuto, no se tu nombre, pero así voy a llamarte por ahora. Es hora de darte un baño para que vuelvas limpio a tu casa. Espero que sea una tarea sencilla y no me lo hagas difícil. Además, si te portas bien, te tengo un premio como forma de agradecimiento. —