En una apacible noche estrellada, Kurosame Hoshigaki sumergió su cuerpo en las aguas termales de una tranquila noche de Kirigakure, a horas de la madrugada. Los privilegios de ser un shinobi con cierta reputación le permitía al tiburón poder relajarse en una aldea altamente militarizada. Mientras reposaba en las aguas termales, los ojos de Kurosame se encontraron con una esfera brillante que iluminaba el oscuro firmamento: una luna llena en todo su esplendor.
La noche le permitía dilucidar sus pensamientos. Al día siguiente debía viajar fuera de la Niebla y dirigirse al País del Viento. Por alguna razón se había convencido que inscribirse en un combate en Coliseo Sabakugami era una buena idea para romper la rutina y poder usar sus habilidades. Sin embargo, todavía tenía sus dudas. Se sentía exhausto y a su vez retirado con respecto a su vida pasada, porque incluso aunque cumplía sus obligaciones se perdía en los días, que solo continuaban y continuaban. Las noches no llegaban sin pensamientos intrusivos sobre su pasado y recordaba aquellos que consideraba casi como una familia. Aquellas vidas, ya perdidas, lo obligaban a seguir adelante para no hacer en vano cuándo existieron. Pero, realmente no sabía que hacer para honrar las memorias del pasado. Antes que nada, era un traidor a los ideales que poseía muchos años atrás, aunque ya se habría acostumbrado a su nuevo presente, pero la traición a los ideales que compartía con sus compañeros del pasado era lo que realmente le pesaba; su falta de integridad, y sin embargo, no podía detenerse. Quizás algún día vería la oportunidad de actuar, pero todavía no era el momento, debía permanecer en aquella vida cómoda que se le había presentado.
Pero mientras, por el resto de otra madrugada en la que no conciliaba el sueño, al menos podía continuar bañándose en el pesado vapor que lo cegaba.
La noche le permitía dilucidar sus pensamientos. Al día siguiente debía viajar fuera de la Niebla y dirigirse al País del Viento. Por alguna razón se había convencido que inscribirse en un combate en Coliseo Sabakugami era una buena idea para romper la rutina y poder usar sus habilidades. Sin embargo, todavía tenía sus dudas. Se sentía exhausto y a su vez retirado con respecto a su vida pasada, porque incluso aunque cumplía sus obligaciones se perdía en los días, que solo continuaban y continuaban. Las noches no llegaban sin pensamientos intrusivos sobre su pasado y recordaba aquellos que consideraba casi como una familia. Aquellas vidas, ya perdidas, lo obligaban a seguir adelante para no hacer en vano cuándo existieron. Pero, realmente no sabía que hacer para honrar las memorias del pasado. Antes que nada, era un traidor a los ideales que poseía muchos años atrás, aunque ya se habría acostumbrado a su nuevo presente, pero la traición a los ideales que compartía con sus compañeros del pasado era lo que realmente le pesaba; su falta de integridad, y sin embargo, no podía detenerse. Quizás algún día vería la oportunidad de actuar, pero todavía no era el momento, debía permanecer en aquella vida cómoda que se le había presentado.
Pero mientras, por el resto de otra madrugada en la que no conciliaba el sueño, al menos podía continuar bañándose en el pesado vapor que lo cegaba.