[Auto-Narrada C] ¿Un desliz farmacéutico?
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Misión a Realizar




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Dentro de una habitación impoluta, cuyas paredes, techo, suelo e incluso la mesa metálica en el centro de la misma y las dos sillas que la acompañan son de un resplandeciente color blanco; dos figuras resaltan entre la impecabilidad de la estancia: Una doctora que espera con algo de impaciencia a que su compañero termine y Samuru, el titiritero que, ahora mismo, se encuentra mirando dos píldoras de soldado aparentemente idénticas pero que, supuestamente, tienen diferencias sustanciales. 
 
No, definitivamente no noto nada - Sentencia el marionetista mientras da un toque a una de las dos píldoras, haciéndola rodar como una canica sobre la mesa metálica, en dirección a la doctora - Apostaría por esta, pero únicamente por que parece tener menos imperfecciones. Por experiencia, los venenos y las drogas especialmente peligrosas suelen tratarse con más cuidado que la medicina común. Pero más allá de eso, no veo nada.
 
Vaya... - La expresión de la doctora pasa con rapidez de hastío a sorpresa - De hecho, has acertado. Pero como comprenderás, no podemos dedicar media hora en medio de la guerra a sopesar si la píldora es real o está adulterada.
 
Samuru sencillamente sonríe mientras se pone en pie, tomando la bata médica que hay cuidadosamente doblada sobre su silla, que se pone con un movimiento excesivamente escenográfico mientras recoge el resto de sus enseres.
 
- Es lo que ocurre cuando le pides a un estudioso de toxinas y venenos que intente diferenciar a ojo una nueva droga. En cualquier caso - El titiritero lanza un hilo de chakra, atrayendo hacia sí la píldora falsa - ¿Debo seguir el rastro de esta cosa no? De acuerdo, volveré cuando encuentre algo. Ah y me quedo la bata, podría servirme si debo infiltrarme - Concluye mientras se dirige al exterior con más prisa de la debida.
 
¿En un laboratorio clandestino con una bata reluciente?
 
Pero para cuando la doctora acaba su frase, el marionetista ya no se encuentra en la sala y la puerta está cerrada ante ella. Mientras tanto, un Samuru mucho más sereno deja la bata en el primer rincón que encuentra, abandonando su papel de payaso mientras observa la droga desde más cerca, sonriendo de forma siniestra tras olfatearla levemente "Reconocería ese aroma en cualquier sitio..."
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Jugando con la píldora entre sus dedos como si de una canica se tratara, Samuru camina por la aldea con un destino claramente fijado en el horizonte. Ha detectado el olor de un elemento que, si bien no por las mismas razones que reconocería cualquier otro tóxico, le es imposible olvidar de su más tierna infancia.

Unos minutos más tarde, se detiene al lado de una licorería, extrayendo algo de dinero e intercambiándolo por el sake más puro en alcohol del que disponen, tras lo cual sigue caminando en dirección a su principal objetivo. Finalmente, se detiene ante la panadería principal de Konohagakure, aspirando con suavidad el aroma a pan recién hecho que flota en el aire, deleitándose con su esencia en el que probablemente sea el momento en que más pan están haciendo, al ser primer ahora de la mañana.

Mientras se adentra en el recinto, deslizándose por una ventana abierta en el segundo piso del establecimiento, el titiritero sonríe, consciente de que su inmediata decisión de ir a aquel lugar ha sido únicamente cuestión de suerte. Años atrás, su madre se ocupó de enseñarle los productos del día a día que más fácilmente podían corromperse, y el más impredecible y tóxico en manos correctas, era la harina de pan. A fin de cuentas, tenía sentido, produces levadura de manera artificial, mezclándolo con otros tipos de semillas e ingredientes que, en caso de manipular mal, pueden producir todo tipo de hongos o toxinas "Después de enseñarme la casa olió a harina durante una semana entera, sería imposible no acordarme de ese olor. Además, es el lugar perfecto para que los perros no puedan localizar la droga”.

Caminando con sigilo, evitando a los trabajadores habituales del lugar, Samuru se dirige hasta lo más hondo del establecimiento. Para cuando llega a la zona de almacenaje, empieza a resultar evidente que algo ocurre en aquel lugar: Un empleado mucho más grande de lo que nadie esperaría en aquel recinto está ante la puerta del segundo almacén, leyendo una revista mientras examina a todo el que pasa por aquel sector. Infiltrarse, igualmente, no es complicado. El marionetista sencillamente espera con paciencia hasta que uno de los "trabajadores" sale del segundo almacén, aquel que vigila el segurata, y le sigue entre las sombras hasta donde nadie pueda oírle gritar... Un par de minutos más tarde, vistiendo su ropa y portando su rostro, el guardián le abre la puerta a Samuru por voluntad propia, confundiéndolo con su compañero.

- Veamos que tenemos por aquí...
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Samuru pasa los siguientes minutos caminando con tranquilidad en la sección recién descubierta del almacén, analizando cada uno de los recovecos del mismo, mientras observa a unos pocos trabajadores que, acercándose a varios montones de harina y tierra recogidos en macetas cuadradas, cortan la cabeza de algunos hongos y setas que surgen de entre la mezcla que estos forman. Samuru solo necesita seguirlos hasta la mesa de mezclas, en donde estos empiezan a machacar la mezcla con un mortero, mientras a su lado hierbe lo que parece el material ya hecho polvo en un intrincado sistema de tubos de cristal, hasta un decantador en el que queda una mezcla cristalizada. Evidentemente está en el lugar adecuado.

Antes de poder analizar más el entorno, una mano se posa sobre el hombro del titiritero, quien únicamente por el gesto ya es consciente de haber sido descubierto. Girándose con un temor simulado, Samuru se encuentra ante el con el guardia al que creía haber burlado en el exterior. Por un momento sopesa la posibilidad de hacerse el loco, o incluso preguntarle cómo le había descubierto. Pero es consciente de que, viviendo en una aldea ninja, no es descabellado que aquel hombre tenga cierto nivel de entrenamiento... Por lo que opta por la que considera la decisión más inteligente y en parte desesperada; romperle la botella de sake que había comprado anteriormente contra la cabeza.

Demostrando que, de poseer algo de entrenamiento no era demasiado, el guardia empezó a caer al suelo, derribado por el golpe, mientras el alcohol flotaba en el aire. Aprovechando el estruendo generado y el vuelo del líquido, Samuru realizó un único sello, ejecutando su técnica Fuuton más básica para dispersar aquel líquido en todas las direcciones. En cuanto empezaron a olfatear el alcohol residual, al tiempo que el ninja ya se había escabullido justo hasta la salida del búnquer improvisado, el horror se dibujó en el rostro de los presentes, comprendiendo lo que estaba a punto de pasar. "La aldea podría tener problemas para conseguir permiso a la hora de registrar estos sitios... a no ser, claro, que tengan algún pretexto cercano a un ataque terrorista".

- ¡Clase exprés de ciencia! - Vociferó el titiritero desde la salida de la habitación - ¿Por qué es mala idea mezclar harina con un laboratorio en un espacio cerrado?

Evidentemente, se trataba de una pregunta más malintencionada que retórica. Lanzando uno de sus hilos, Samuru arrojó el quemador más cercano contra el suelo cubierto de alcohol, haciendo que el charco comenzara a arder e inmediatamente después lanzando nuevos hilos a todos los sacos de harina y "macetas" de la misma que le fueron posibles, haciéndolas estrellarse en el centro de la sala, justo al tiempo que se ponía a cubierto.

Unos segundos más tarde, el titiritero salía de entre una nube de humo, sacudiéndose ligeramente los restos de la explosión de la ropa y el pelo, completamente convencido de que no había sido la decisión más inteligente que había tomado en su vida. Sin embargo, tras varias misiones monótonas y aburridas, necesitaba dejarse llevar.

En menos de un minuto, varios ninjas se habían personado en la escena del "ataque", momento que Samuru aprovechó para entregarles su pergamino de misión con un gesto completamente serio.

- Investigué la creación de un nuevo tipo de droga hasta este lugar, fui atacado y en medio de la pelea ocurrió una explosión. En cualquier caso mi misión era descubrir a los causantes y, a ser posible, reducir su operación a cenizas... - Guardando una breve pausa, miró a la panadería, de la que seguía saliendo humo en esos momentos - Yo diría que he cumplido de sobra.

Dejaría salir un leve bostezo, que se vería cortado de inmediato por una tos estridente, acompañada de restos de harina. Tras esto volvería a sacudirse ligeramente el polvo y se encogería de hombros ante la estupefacta mirada del jounin, quien acababa de terminar de comprobar que efectivamente el shinobi que tenía delante solo seguía las órdenes de su misión... Aproximadamente. Recuperando su pergamino, el titiritero se giró en dirección a su hogar, dispuesto a eliminar toda la suciedad residual de su cuerpo en cuanto llegara al mismo. Por lo demás, tenía el resto del día libre.

| Misión Finalizada |
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Última modificación: 04-07-2023, 01:58 AM por Moderador.
MISIÓN FINALIZADA
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