Suiko despertó en medio de la madrugada, alertada por un estruendoso trueno que retumbó en el suelo de su habitación, casi sacudiendo las patas de su cama. Aunque estaba acostumbrada a las noches tormentosas, en lugar de quedarse entre las cálidas sábanas e intentar volver a dormirse, se levantó en silencio y se acercó a la ventana. Desde allí, contempló la oscuridad iluminada por relámpagos y el parpadeo de algunas luces eléctricas en la calle. Sentada junto al cristal, se sintió más sola que nunca, consciente de que alguien faltaba en su vida. Su padre, fallecido hacía tanto tiempo, apenas dejó rastro en su memoria, ya que Suiko era solo una niña cuando él partió. La joven kunoichi solía seguir la filosofía de no darle muchas vueltas al pasado, pues sabía que rememorar viejos recuerdos podía traer consigo dolorosas consecuencias, y la muerte no era una excepción. A pesar de ello, en medio de la madrugada, Suiko decidió hacer una excepción. Sin importarle la inconveniencia de mover muebles y limpiar a esas horas, comenzó a ordenar su hogar con cuidado y delicadeza. En el proceso de limpieza y vaciado de cajones, la joven descubrió un expediente olvidado. Se trataba de un acta de defunción de su padre, junto con una pequeña fotografía que mostraba su rostro. Un torrente de emociones invadió a Suiko mientras contemplaba aquellos documentos. Por un instante, pensó en guardarlos de nuevo en el cajón y evitar adentrarse en pensamientos que pudieran entristecerla. Sin embargo, la curiosidad fue más fuerte y no pudo resistirse a revisar detenidamente el contenido del expediente.
La muerte de su padre siempre fue un tema tabú en la casa de los Terumi, pero Suiko creía conocer la causa. Según lo que la Genin sabía hasta ese momento, su padre había fallecido en acto de servicio mientras cumplía una misión que resultó ser fatal. Sin embargo, el expediente recién descubierto arrojaba información inesperada, explicaba que su padre había fallecido en el Hospital de Kirigakure no Sato. Suiko se tomó un breve descanso para desayunar, pero su mente no dejaba de especular sobre la muerte de su padre. Antes de que su madre despertara por la mañana, la joven volvió a colocar los muebles en su lugar, dejando la casa limpia y ordenada. La tormenta aún azotaba el exterior, iluminando el oscuro y nublado paisaje con destellos de relámpagos. Sin embargo, la curiosidad empujó una vez más a la kunoichi. Vistiendo un kimono azul y calzando sus botas ninja, dejó su pijama en la cesta de ropa sucia y corrió en dirección al cementerio. Suiko esperaba encontrar respuestas en la muerte de su padre, imaginando que quizás el sepulturero pudiera confirmar o desmentir la información que manejaba. Al llegar al cementerio, se encontró con un lugar vacío, sin rastro del sepulturero. Era posible que fuera demasiado temprano para que el encargado estuviera disponible. Así que la kunoichi permaneció bajo la lluvia, intentando localizar la tumba de su padre o cualquier indicio que pudiera ayudarla. Sin embargo, no encontró a nadie allí y decidió dirigirse al hospital de la aldea.
Suiko entró empapada en la recepción del hospital en las primeras horas del día. Allí, un amable anciano que se encargaba de la recepción de urgencias la recibió con sorpresa.
-Buenos días, niña. ¿Estás bien? ¿En qué puedo ayudarte?- Preguntó el señor con amabilidad.
-Sí, buenos días. He encontrado el acta de defunción de mi padre y me gustaría hablar con la persona que firmó el documento, ya que está muy incompleto. Mi madre se niega a hablar de este tema- Explicó Suiko, con una leve angustia reflejada en su voz y su ropa empapada.
-Lo entiendo, pero no creo que podamos ayudarte con eso. En esta área nos ocupamos de las urgencias.- Respondió el señor, tratando de disuadir a la Genin, aparentemente sin considerar que fuera algo importante.
-No me iré de aquí hasta que me atiendan las personas que recibieron a mi padre el día de su muerte.- Aclaró Suiko con determinación y cabezonería. Estaba decidida a encontrar respuestas.
-Como quieras. Veré qué puedo hacer. Déjame ese expediente y espera en uno de los asientos de esta sala.- Indicó el señor amablemente.
Suiko esperó durante horas interminables, mientras nadie parecía prestarle atención. Comprendía que estaba en un hospital y que había situaciones más urgentes que atender, pero cada hora que pasaba aumentaba su indignación. Finalmente, tras un largo rato, cuatro ninjas médicos la invitaron a una sala común. Minutos más tarde, Suiko salió de la habitación gritando, con los ojos enrojecidos por las lágrimas.
-Nada de lo que están diciendo tiene sentido. Mi padre era un Terumi, no tenía problemas respiratorios. Si murió por insuficiencia respiratoria, debe haber sido porque sus pulmones estaban infectados por un veneno o una bacteria. Aun así, le conectaron a una máquina y le quemaron los pulmones. No soy médico, pero no crean que pueden engañarme. Solo les pido que me digan quién lo atendió y cómo murió. ¿Acaso ocultan algo? ¿Una negligencia médica? No me traten como si fuera estúpida, tengo dieciséis años.- Concluyó Suiko, rompiendo en llanto y dando un portazo antes de marcharse.
Angustiada, Suiko notó el olor del chocolate caliente y se dio cuenta de que, debido a la angustia, sufría una bajada de azúcar. Tropezó, a causa del mareo, y el expediente de defunción de su padre cayó a los pies de una pareja de médicos, (Harley y Saito).