[Auto-Narrada - C] Transporte de Especias
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Amanece un nuevo día en la villa oculta de Konoha y el leve bullicio que se forma ante la animación de los comerciantes y trabajadores diurnos empiece a hacer eco en todas las calles del lugar; Comercios abriendo para iniciar el día, hombres y mujeres recorriendo las calles y charlando animadamente entre ellos y con los propios comerciantes, comprobando el género que estos han traído para el día de hoy en todos sus ámbitos... Carne, pescado, pan o quizás algo más elaborado, como bisutería o joyería de nivel medio.
 
Es debido a este alboroto que, en un pequeño piso dedicado al alquiler barato de Shinobis y Kunoichis, un joven de cabellos negros se despierta entre quejidos y, por qué negarlo, alguna que otra maldición. Samuru se revuelve ligeramente entre las sábanas unos segundos, pero acaba sucumbiendo ante la realidad que se le echa encima: para bien o para mal, es hora de levantarse.
 
- Tengo que conseguir algo de estabilidad o acabaré muerto de agotamiento... - Murmura para si mismo mientras se incorpora en la cama, mirando a su alrededor para, con cierta dificultad a causa de que sus ojos aún no se han acomodado, observar la habitación - Parece que Riku ya se ha marchado a la academia... - Y es que la equipación del niño no está por ningún lado, señal de que ya se ha marchado a realizar su parte del trato que hicieron con Konoha.
 
Sin perder más tiempo, Samuru se pone en pie y con su habitual teatralidad, se deja caer de frente hasta el suelo, en donde se para de golpe con las manos antes de golpearse de cara con el mismo. Comienza a realizar estiramientos y ejercicios varios de acondicionamiento, empujando a su sangre a acelerar el ritmo y ayudando a su cerebro a despertarse; al terminar se dirigirá a la ducha y completará su rutina aseándose y acicalándose, antes de dirigirse a desayunar algo y terminar sus labores matutinas. Normalmente se habría despertado antes, y para esas horas ya estaría en el taller, continuando con el prototipo en miniatura de su siguiente marioneta, una Kuroai. Pero a causa del escaso caudal económico que han percibido en los últimos días, la noche anterior se vio obligado a acudir nuevamente a su segundo empleo en locales nocturnos de "compañía". Ni si quiera es un empleo que le desagrade, y de hecho le da más dinero que el de Shinobi, pero es difícil realizar dos trabajos tan distintos a la vez y no tener problemas de horarios e incompatibilidades. "Por suerte Riku comprende que si no aparezco en casa no es porque me hayan navajeado por la calle"
 
Suspirando con resignación, se pone manos a la obra. Después de todo ayer le citaron para ese mismo día en la oficina central Shinobi, y lo último que necesita es llegar tarde a una solicitud formal de la aldea.
 
...
 
Una hora más tarde, Samuru se encontraba perfectamente arreglado y equipado en la sala de espera del asignador de misiones, esperando a ser llamado por el funcionario al que tenía que responder. No pasaron demasiados minutos hasta que llegó su turno, caminando con tranquilidad hasta el escritorio que le habían asignado y sentándose ante un hombre en cuya cara se podía ver con claridad que preferiría estar en cualquier otro sitio en lugar del actual.
 
- ¿Skuld Samuru? - El marionetista asintió ante su pregunta, mostrándole su bandana y certificado - Bien... Aquí está la misión que se te ha asignado, tienes todos los detalles de la misma anotados dentro. ¡Siguiente!
 
Sin embargo, Skuld no se levantó. En el sello que cerraba el pergamino había impresa una gran "C", que era un rango por encima del que estaba acostumbrado a ser asignado "No he recibido ningún aviso de esto, debe de tratarse de un error".
 
Disculpe caballero - El funcionario levantó la cabeza, claramente molesto con el hecho de que Samuru aún no se hubiera retirado de su vista - Esta misión es de rango C, ¿seguro que se me ha asignado personalmente?
 
Sí - Respondió el trabajador con más sequedad de la que podría parecer humanamente posible - ¡SIGUIENTE!
 
Tomándose como una advertencia el último grito de aquel hombre, Samuru se levantó y se dirigió hacia el exterior mientras retiraba el sello del pergamino, aún algo sorprendido por haber recibido su primera misión rango C sin ningún tipo de aviso o papeleo pertinente. Para cuando salió del edificio, ya tenía un poco más claro lo que había ocurrido. La misión consistía en una escolta genérica, que según tenía entendido era el tipo de misiones más habituales a la hora de poner a prueba a un shinobi para el ascenso de categoría alfabética "Me están poniendo a prueba, perfecto, ya era hora. Pero... Aquí hay algo más". Intentando no pensar mucho más en ello, el titiritero se dirigió directamente al lugar de reunión indicado, dando por hecho que al llegar obtendría más detalles al respecto.
 
...
 
Al llegar a la zona estipulada, no había nadie esperando al Shinobi; sin embargo, había llegado diez minutos antes, tal y como estipulaba la orden, de modo que no le sorprendía la absoluta ausencia de compañía. Pocos minutos más tarde, coincidiendo con la hora exacta indicada, un carromato se detuvo justo en frente de Samuru. Mirando de arriba a abajo al susodicho, el conductor del carro rebuscó entre sus ropajes y sacó un papel cuidadosamente doblado.
 
- ¿Skuld Samuru? - La sorpresa del shinobi ante la mención de su nombre era casi tan notoria como la duda del hombre que le miraba, quien quizás esperaba a alguien más parecido a "un verdadero ninja". En cualquier caso Sam asintió a su pregunta, enseñándole su indicación - Suba por favor, tenemos que ir a recoger el envío.
 
Aún dudando de la circunstancia, puesto que aquel no era para nada un carromato comercial, siendo más bien de lujo, Sam se dirigió a la parte frontal del mismo, dispuesto a sentarse a la vera del conductor, como indicaban las buenas maneras; sin embargo el hombre le detuvo con un gesto, indicándole que se subiera al interior del mismo. Sin nada que decir al respecto, Samuru accedió a sus indicaciones y, abriendo la puerta del mismo, se adentró al carromato.
 
En cuanto cerró la puerta a sus espaldas, el conductor se puso de nuevo en marcha, claramente dispuesto a cumplir sus tiempos de contratación a la perfección. Mientras tanto, Samuru acomodó al paquete a su espalda en uno de los asientos (marionetas) y se sentó justo al lado, mientras observaba con detenimiento el lujo que le rodeaba. Se trataba de un carromato completamente cubierto de seda roja en su interior, con ligeros bordados de tonos dorados y plateados y cojines individuales para cada una de las cuatro plazas del mismo. "Creo que solo he viajado en carromatos de esta calidad dos o tres veces en mi vida... Y siempre era para acompañar a alguna mecenas a su vivienda para un servicio más personalizado. ¿Qué estamos recogiendo? ¿O a quien?" Nuevamente la duda se asentaba en su mente, era evidente que, salvo que el contratante hubiera decidido gastarse un dineral solo en el transporte del guardaespaldas (algo poco probable) iban a recoger a una persona, y sin embargo en el pergamino de misión, era tratada como mercancía por parte de la aldea. Como tal, solo tres posibilidades aparecían entre las opciones del joven: Un esclavo, un refugiado encubierto, una mascota, o finalmente... "¿Por eso me han elegido a mí?".
 
...
 
Habían pasado varias horas desde el momento en el que Samuru se subió al carro. Lo primero que hicieron fue salir de la aldea de Konoha, firmando la documentación necesaria y continuando su camino hasta el objetivo real de la misión. En el transcurso de este viaje, el marionetista aprovechó el tiempo para meditar y mejorar sus canales internos de Chakra, buscando mejorar su control sobre el mismo. Este ejercicio le permitía ejercitarse y mejorar su condición de shinobi sin dejar de prestar atención a su entorno y al viaje, por si sufrieran alguna clase de ataque por el camino... Aunque finalmente y, tras un par de horas más, llegarían a su destino sin encontrarse con ninguna clase de altercado.
 
Lo primero que llamó la atención del shinobi es que, tras detenerse, se encontraban en el barrio en el que más horas había pasado durante los años que habitó en la capital del País del Fuego; el barrio rojo. Antes de ser descubierto por Konoha y de que estos obligaran tanto a Riku como a el mismo a afiliarse a la aldea shinobi, Samuru había pasado varios años de su vida haciendo una buena cantidad de dinero como chico de entretenimiento y compañía; razón por la que pasaba más tiempo en aquel lugar que en ninguno otro. Y ahora se encontraba rodeado por las luces y los colores de aquel añorado lugar, al que había vuelto de la forma menos esperada; y a través del cristal podría verla a ella, esperando con tranquilidad, su antigua madame y empleadora de aquel peculiar lugar.
 
Apariencia Madame (Yoriko)

 
- Así que se trataba de eso... - Murmuró para si mismo el joven mientras salía del carromato. Habían parado justo en la zona del distrito que pertenecía a su antigua empleadora, lo que explicaría por qué le habían dado aquella misión, era una petición especial, o quizás una especie de favor de aquella mujer - Ten contactos y conocidos incluso en el infierno, ¿no es así Yoriko? - Samuru usó el tono más respetuoso del que era capaz mientras caminaba hacia la mujer de blancos cabellos, tomando su mano para besar el dorso de la misma con elegancia.
 
- Me alegra ver que recuerdas alguna de mis enseñanzas Amai y que conservas las buenas formas. Un chico como tu no duraría ni una semana en este mundo sin una máscara y buena dosis de astucia. - La mujer respaldó sus palabras con una sonrisa misteriosa, antes de desprenderse del saludo y girarse, empezando a caminar en dirección al local que había a sus espaldas - Pero por desgracia vamos demasiado justos de tiempo como para intercambiar batallitas querido. No he podido realizar este envío hasta que la aldea accedió a mis condiciones y no me gusta hacer esperar a mis clientes. Deja tu equipaje en el carromato, volverás a subir en menos de diez minutos.
 
Sin más dilación Samuru; o Amai, como la anciana lo llamaba; siguió a la misma al interior del edificio. Se trataba de uno de los pocos edificios que el titiritero no había visitado en su juventud como trabajador bajo la guía de Yoriko, uno dedicado a las oiran de más renombre en aquel sector, y como tal, nunca se las mezclaría ni por casualidad con los chicos de compañía de este mismo; tanto por las apariencias... Como por los problemas o inconvenientes que pudieran surgir.
 
- Uno de nuestros clientes más antiguos y adinerados está ya demasiado viejo como para visitarnos sin que esto suponga un deterioro para su salud - Comienza a explicar la madame sin dejar de caminar con rapidez pero elegancia por los pasillos del edificio - Y llevado por el lívido que durante años y pese a su edad siempre ha mostrado, ha decidido esposarse con una de mis niñas... No le culpo, son las mejores, pero encontrar como cumplir las condiciones de entrega solicitadas ha sido como mínimo problemático.
 
- [color=#saddlebrown]Te advierto Yoriko, por si una de esas condiciones era un hombre sin lívido, que en nuestro adoctrinamiento no se nos elimina la hombría con un tijeretazo. Ha demostrado no ser el mejor método para criar guerreros.[/color]
 
- Ahh... - La anciana suspiró con exasperación - A estas alturas, si ese hubiera sido uno de sus requisitos no duraría en cortarte yo misma tu herencia real. Total, seguro que se está echando a perder en esa aldea... - Por un instante Samuru dudó de si lo decía en serio o solo le seguía el juego - Por desgracia ha solicitado que se la entreguen en un carromato de seguridad, en menos de una semana y escoltada por un guerrero que sea de mi confianza - La mujer se detuvo de golpe, girando su rostro hacia Samuru, con la consternación grabada en el rostro - Y por desgracia la mayoría de ninjas disponibles para este tipo de encargo son o unos desesperados o unos pubertos hormonados; y le confiaría antes un globo a un cactus que una de mis niñas a esos individuos... Además, por razones de tradición no podía ser una kunoichi. Sinceramente, empezaba a no saber que hacer hasta que recordé al niño que me robó esa dichosa aldea hace tres años.
 
Mientras la anciana volvía a ponerse en marcha, Samuru le dio una vuelta a lo que decía. Dudaba que aquellas palabras no se trataran de una excusa, pues a fin de cuentas los ninjas de Konoha eran de fiar siempre que hubiera una misión y su recompensa de por medio; pero era el primero que entendía el alto riesgo al que se exponía la madame en caso de que el "producto" fuera lastimado o anímicamente alterado durante el viaje. Y dado que aquella misión era su primera oportunidad en varios años para salir de Konoha, tampoco iba a quejarse.
 
En solo un minuto se encontraban ante una habitación de grandes puertas correderas, las cuales, pese a lo que era habitual en estos casos, se encontraban abiertas de par en par, dejando ver cómo en el interior de las mismas varias maiko corrían de un lado a otro terminando con lo que parecía el equipaje oiran, la cual se encontraba sentada en la silla más elegante de aquella habitación, fumando tranquilamente de una larga pipa.
 
apariencia oiran (Uta)

 
- Uta, se acabó el empaque - Sentenció Yoriko mientras indicaba a las maikos que fueran terminando - No te preocupes querida, te enviaremos el resto más adelante.
 
Sin mediar palabra alguna, la oiran de nombre Uta se levantó de su silla, dejando sobre la mesa la pipa a medio apagar. Comenzó a caminar con el clásico paso sinuoso que caracterizaba a las damas de su categoría hasta plantarse delante del muchacho, a quien sencillamente pestañeó, como si sencillamente eso fuera suficiente para hacerse entender; Y lo era.
 
- Skuld Samuru para serviros en el día de hoy Lady Uta... - Dijo el titiritero con la mezcla de acento y dulzura más refinada de la que fue capaz - Serví hace años bajo el mando de nuestra Madame y estoy instruido en las vías necesarias del ninjutsu para mantenerla a salvo. No dude en comunicarme cualquier deseo o inconveniente.
 
Samuru recordaba perfectamente el protocolo a seguir cuando hablabas con alguna de las oiras de rango superior, y aunque no la conoció en su momento, recordaba que Uta era una de las tres principales, así que como antiguo siervo de categoría inferior a la suya, lo mínimo que la debía era algo de respeto.
 
- Educaste bien a este Yoriko-sama... ¿Cómo es que lo dejaste escapar? - La mejor forma de definir la voz de aquella oira era compararla al tacto de la mejor seda, tejida por la mejor costurera. No era solo su suavidad, si no los años que había pasado entrenando y controlando cada matiz de la misma.
 
- No puedes decirle que no al gobierno querida. Ese es mi único límite como bien sabrás.
 
Uta asintió lentamente ante las palabras de su mentora, sin perder ni un solo momento la sonrisa de perfecta complacencia en su rostro; si bien, el vacío reflejado durante un mero instante, fue suficiente ante los perspicaces ojos del titiritero, acostumbrado a ese mundo, para entender la dura realidad que escondía aquel asentimiento. "¿Así que ha sido vendida a un alto cargo político? Esperemos que su salud sea tan mala como dice Yoriko".
 
En un instante las maikos habían terminado de preparar el equipaje, correteando con rapidez con este a cuestas para desaparecer por las escaleras. Dos segundos más tarde, Uta rompería el contacto visual con Samuru para dirigirse con absoluta solemnidad en esa misma dirección; seguida por el titiritero, que acababa de convertirse en su nueva sombra, a solo unos pasos por detrás.
 
- Nunca podré agradecerte lo suficiente tu hospitalidad Yoriko-sama - La oiran se detuvo un instante para decir aquellas palabras, sin girarse en ningún momento - Pero volveremos a vernos; y quizás nos tomemos un poco de pastel juntas.
 
Retomaría su ritmo sin decir ninguna palabra más hasta llegar al carromato, mientras Samuru la seguía en todo el camino repasando las últimas palabras de la dama "Así que piensa volver cuando sea viuda... No se si alabarla o temerla" En cualquier caso, y pese a la duda generada por aquella situación, Uta ya había empezado a caer bien al shinobi.
 
- Podemos marcharnos - Mencionó Samuru al conductor, e inmediatamente después, se adentró en el carromato y cerró la puerta a sus espaldas.
 
...
 
La primera mitad del viaje transcurrió sin ningún tipo de problema. Realmente no era habitual que las misiones de escolta de rango C sufrieran algún ataque real, pero Samuru estaba agradecido de que aquella, al menos por el momento, no hubiera encontrado la manera de convertirse en alguna de las excepciones más violentas.
 
Por otra parte, Uta no había pronunciado una sola palabra durante el trayecto y Samuru sabía reconocer cuando el silencio podía ser el mejor regalo que se le podía hacer a una persona; una de las enseñanzas que había recibido por parte de su antigua madame.
 
- Nunca había estado tan lejos de casa - Finalmente, la oiran empezó a hablar, sin dejar de mirar ni un solo instante por la ventana - De pequeña soñaba con viajar lejos, pero aprendí demasiado rápido sobre los peligros del mundo. ¿Tú cuanto tardaste en aprender esa lección Samuru-san?
 
El titiritero, nada sorprendido de que la mujer finalmente hubiera decidido hablarle a causa de los nervios, sopesó profundamente aquella respuesta; sabiendo pese a lo poco que la conocía que a Uta no la iba a convencer con una respuesta vaga. Además, le había caído en gracia y quería darle una conversación agradable.
 
- Bastante pronto la verdad. Mi padre era político, y mi madre una kunoichi... No sabría decir cual de los dos tenía una visión más torcida del mundo; pero tengo claro que hicieron todo lo posible para prepararme para el mismo - Guardó un instante de silencio, eligiendo cuidadosamente cada una de sus palabras, a conciencia de que algunas personas preferían no llegar ni a mencionar la existencia de Kami - Éramos originarios del País del viento, y las cosas se complicaron hace algo menos de quince años.
 
La mujer dejó de mirar inmediatamente por la ventana para clavar sus ojos, visiblemente sorprendidos, sobre el joven que la escoltaba - Mis disculpas Samuru-San. No tenéis por que seguir hablando si os incomoda, no es menester que reavivéis viejas heridas mí persona.
 
El joven negó con tranquilidad en los ojos y una línea reconfortante en sus labios - No me supone problema alguno. Hace años que no siento dolor ante esos recuerdos. Quizás nostalgia, pero no más de la que siente cualquier hombre recordando a sus padres - Un nuevo silencio, en forma de sonrisa tranquila, precedería a sus siguientes palabras - Viví un tiempo como nómada, hasta que el destino me trajo al País del Fuego. Allí sobreviví como bien pude, ganando algo de dinero de espectáculos callejeros y encontrando una piedra en la que apoyarme para no perder la cabeza. Más tarde la maddame me encontró, y viví unos buenos años hasta ser "adoptado" por Konoha... Del resto hasta hoy, por desgracia, no puedo hablaros.
 
Uta escuchó con atención aquella historia, y otras que Samuru le contaría a petición de la misma durante parte del trayecto. Una vez rota la primer capa de hielo, quizás generada por la incomodidad de la misma ante el incierto destino que la esperaba. Solo se detuvo para asomarse por el ventanal y comprobar que nadie les acechaba en la lejanía, tras lo cual continuaría entreteniendo a la oiran hasta que esta pareció estar lo suficiente relajada como para contar alguna historia a aquel perfecto desconocido con el que compartía un gran parecido en algunas partes de su vida.
 
- Nunca reconoceré esto fuera de este carromato Samuru - En algún momento de la conversación Uta había dejado de usar honoríficos y volvía a fumar de su larga pipa lo que parecía ser alguna clase de tabaco aromático de dulce aroma- Pero no estoy cómoda con este intercambio... El hombre con el que voy a esposarme es increíblemente rico, amable, está enamorado de mí, se encuentra demasiado débil como para hacerme nada y es increíblemente rico - Sonrió ante su propia broma infantil al mencionar dos veces su riqueza - Pero habían otros pretendientes con los que habría preferido esposarme. Aunque supongo que esto también tiene sus ventajas... Me habría gustado que al final de mi carrera mi destino no fuera elegido por trapicheos políticos.
 
Un nuevo silencio, que Samuru decidió respetar mientras se inclinaba sobre la oiran, rellenando con cuidado su pipa y avivando su llama, sin dejar de escucharla.
 
- Gracias... - Mencionó la mujer con una sonrisa sincera - El caso es que si me hubiera solicitado en matrimonio por los medios habituales no me molestaría tanto. Quizás hubiéramos aceptado su oferta, quizás no, pero no me habría sentido como un mero objeto que envitrinar... Tras tantos años de esfuerzo esperaba recibir al menos un poco más de respeto - Un nuevo y breve silencio, en el cual la joven tomó una calada de su pipa - Y pese a todo me lo tomé mucho mejor que Yoriko-sama, créeme Cuando mandó aquella solicitud, por un momento pensé que estaba contratando sicarios - Por la solemnidad mostrada en su rostro ante aquellas palabras, resultaba evidente que no estaba mintiendo.
 
- Nunca ha sido una mujer a quien le guste sentir que pierde mínimamente el control. Y la verdad es que no me habría sorprendido que lo hubiera hecho. Es una de las razones por las que la sigo respetando a día de hoy.
 
Uta miró al shinobi de arriba a abajo mientras tomaba una nueva bocanada de su pipa; tenía unos ojos increíblemente analíticos que denotaban estar pensando en varias cosas al mismo tiempo. Finalmente, cuando parecía haber terminado de chequear la idea que le había pasado por la mente, se decidió a volver a hablar.
 
- Tampoco le sentó demasiado bien tu marcha... - Samuru abrió los ojos de par en par, sorprendido por las palabras elegidas por Uta en aquel momento. No era "Le debió sentar mal" si no "le sentó mal" se trataba de una afirmación rotunda - No te sorprendas tanto... Yoriko-sama siempre me ha tratado como a una hija, al menos dentro de lo extraña que es nuestra relación comercial, claro... El día en que la obligaron a cederte a la aldea, pese a que se hicieron cargo de los gastos pertinentes, nuestra querida madame llegó a sopesar la posibilidad de encargar un asesinato a un país vecino con tal de recuperarte. Nunca dudo de ella, pero reconozco que en ese entonces me pareció algo exagerada. No me malinterpretes... está claro que mereces la pena como producto, pero los hombres sois mucho más fáciles de enseñar que nosotras, debido a la enorme diferencia de artes y protocolo... Ahora puedo entenderla un poco más, pero aún así se me escapa algo  - Aquella nueva pausa estaba acompañada de una expresión de completa lascividad que, mostrando el poderío de la mujer, encendió todas las alarmas del titiritero - ¿Tenía alguna razón en especial...? ¿O eras tan bueno eras en lo que la seda oculta?
 
Samuru no pudo evitar reír ante el comentario de su compañera, haciéndola un gesto de espera mientras volvía a asomarse por las ventanas para rastrear el horizonte. De nuevo ninguna señal de asaltantes ¿eran infundados todos los temores del contratante? Sin darle más importancia, volvió al interior del carromato, decidiéndose a contestar la última pregunta lanzada por Uta.
 
- Siempre he tenido un don para el entretenimiento - Comenzó a explicar el titiritero - Teniendo en cuenta la de compañeros que he tenido a lo largo de mi carrera, no creo que fuera el mejor en... ¿Cómo has dicho? ¿Lo que la seda oculta? Hah... Me gusta pensar que era bueno, pero realmente mi don siempre ha estado en buscar y resaltar la belleza, usarla a mi favor y adornar todo lo que me rodea con ella. Creo que eso era lo que más le gustaba de mi a la Madame; podía ser igual de gentil, atento o apasionado que el resto, pero en palabras  que Yoriko llegó a decirme cuando la hice una pregunta similar, "La diferencia entre ellos y tú, es que casi ninguna de mis clientas se percataría si alguno de ellos quedara mudo o manco mientras estén desnudos". Y es cierto que en muchas ocasiones me logro ganar el pan sin necesidad de llegar a la cama.
 
Uta agitó la mano ante las últimas palabras del joven, riendo mientras le indicaba que quería decir algo al respecto - Espera... ¿te "ganas el pan"? Como de, ¿"a día de hoy sigo haciendo esto"? Creía que te habían obligado a convertirte en un ninja. ¿Sigues ejerciendo la profesión?
 
Samuru emitió un profundo suspiro ante aquella pregunta - No es que me avergüence o moleste por ello, pero si... Tengo un hermano al que mantener y las misiones de rango bajo no son suficiente para alimentar dos bocas. Pero sinceramente, me gustaría poder dedicarme únicamente a cumplir mi obligación para con el País del Fuego... Muchos de los clientas de la villa son kunoichis y algún que otro shinobi con el suficiente poder como para eliminarme diez veces en un segundo; Vivo aterrorizado ante la idea de que alguna pueda llegar a desarrollar una obsesión enfermiza conmigo; nunca sabes como puede haber afectado la guerra a la mente de un soldado...
 
Por primera vez en lo que llevaban de viaje, uta rio con completa sinceridad, llegando a toser levemente a causa del tabaco que había aspirado durante la explicación de Samuru. Además, finalmente el joven había dejado de percibir la tensión en su mirada, pareciendo que ya estaba lista para cuando llegaran a su destino.
 
- Deberías contarle todo eso a Yoriko-Sama algún día, le hacen falta algunas alegrías... Y me ha encantado hablar contigo Samuru-San - Los honoríficos habían vuelto - Pero creo que debería retomar mi papel antes de que lleguemos. para lo cual, si no me equivoco, no debería faltar demasiado.
 
Dicho esto sacó de entre sus ropajes un espejo y una cajita de maquillaje, empezando a realizar el mantenimiento de su maquillaje, dando por zanjada la conversación que habían mantenido durante horas con una frialdad digna de un río que cae desde los picos nevados.
 
- Ah... - Se detuvo un momento, y alzó la vista para volver a mirar al joven un instante - Creo que necesitaba algo así... Y creo que Yoriko lo sabía... Gracias.
 
Asintiendo ante sus palabras, Samuru la dejó volver a sus quehaceres mientras el volvía a poner toda su atención en el exterior del carromato; atento de que no ocurriera ningún incidente en el tramo restante.
 
...
 
Media hora más tarde y con el sol empezando a marcar el ocaso finalmente llegaron a su destino. Para cuando el carromato se detuvo, un grupo de varias personas estaban justo ante el lugar en el que debía abrirse la puerta. Como signo de respeto y protocolo a su compañera de viaje, Samuru salió primero al exterior, tirando de una palanca bajo el portón que desplegaría una pequeña escalera para facilitar a Uta y su kimono su descenso del vehículo.
 
- Gracias escolta. Has hecho un buen trabajo.- La fría gentileza original de la voz de la oiran había vuelto, muestra del increíble control de la misma sobre cada faceta de su ser.
 
Ante ellos habían cinco hombres; Cuatro de ellos eran claramente guardaespaldas; el quinto, sentado en una silla de ruedas y claramente superando los ochenta años, se trataba claramente del hombre que había tomado a Uta como futura esposa, sonriendo embelesado ante la llegada de la misma.
 
- ¿Escolta? - El que había hablado, para sorpresa de Samuru y el anciano, pues Uta parecía no verse afectada por aquellas palabras, era el guardaespaldas más cercano a la oiran y el shinobi - ¿Qué clase de falta de respeto es esta? Desconozco como gusta esa mujer (Yoriko) de hacer las cosas, pero aquí cuando pedimos a un escolta esperamos que se disponga de lo mejor de lo mejor.
 
Aquel hombre, que estaba cometiendo un horrible error, dio un paso para interponerse entre el shinobi y su protegida, ninguno de los cuales hizo esfuerzo en esconder la ofensa en su rostro... Un segundo más tarde y con el simple movimiento de las dos manos de Samuru, dos entidades mecánicas habían rodeado al guardaespaldas por cada uno de sus flancos con un total de diez cuchillas afiladas que salían de cada una de sus diez manos. Karasu y Kuroai se habían detenido a solo medio palmo de atravesar al ofensor. Antes de que ninguno de los otros tres guardias diera un solo paso, el anciano levantó una mano, indicándoles que se detuvieran.
 
- Le agradecería que hiciera el favor de retroceder. Mi misión no termina hasta que entregue a Lady Uta a su prometido y solo - pronunció como si mordiera aquella última palabra - A su prometido... En Konoha cumplimos nuestras misiones hasta las últimas consecuencias. Y no nos gusta que duden de nuestra capacidad.
 
Visiblemente pálido, el hombre retrocedió, y al hacerlo, las dos marionetas volvieron a desaparecer en el interior del carromato en tan poco tiempo como el necesario para que el rostro de la oiran volviera a su refinado estado base. Además, para cuando los cuatro guardaespaldas estuvieron en su posición inicial, el anciano en silla de ruedas empezó a reírse, visiblemente divertido ante la situación.
 
- Disculpa a mi protector Shinobi. Lleva demasiado poco tiempo conmigo como para entender que, la mayoría de las veces, las apariencias engañan... Y que nunca nadie debería dudar de la profesionalidad de madame Yoriko. Soy Anko Dai, gerente de estas tierras y futuro esposo de tu protegida.
 
Haciendo su mejor reverencia, Samuru se apartó hacia un lado, dejando vía libre a Uta para dirigirse al hombre que había pagado su libertad, "Un político a fin de cuentas... Pero no parece que vaya a darle problemas a Uta en el posiblemente escaso tiempo que le queda". Realizó otra reverencia ante Uta mientras esta caminaba por delante de él hacia el círculo de escoltas de su futuro marido y finalmente retrocedió dos pasos, situándose al lado del carromato.
 
El anciano, dejó de estar embelesado durante cinco segundos escasos con su futura esposa para mirar al shinobi - Puedes dar por concluida tu misión.  Gracias por tu servicio. - Haciendo un gesto con la mano a uno de sus guardias, el hombre sería desplazado en su silla de ruedas de vuelta a la mansión que se veía tras el muro, seguido de cerca de la oiran Uta, que no volvería a mirar a su compañero de viaje en todo el recorrido restante.
 
- ¿Todo listo? - El conductor del carromato parecía estar dispuesto a iniciar ya su vuelta a la capital, desde la que Samuru debería encontrar por sí mismo una manera de volver a la aldea de la hoja. Después de todo, el viaje en carromato había sido contratado por la casa de Yoriko y no iba a pagarle un tiquet de vuelta en transporte de élite a su antiguo trabajador, por más supuesto cariño que le tuviera.
 
Samuru asintió y subió de nuevo al carromato - Si, todo listo. Vámonos - Y tras cerrar a sus espaldas la puerta, decidió que conciliaría un poco el sueño en el viaje de vuelta; ya no tenía nadie a quien escoltar, así que en caso de ataque solo debería preocuparse de si mismo, y la verdad es que aquel día ya se había levantado demasiado agotado.
 
Misión concluida.
HablaPensamiento | Narración
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MISIÓN COMPLETADA
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