Ese día di mi primer beso. Había salido de misión al bosque de cerezos en búsqueda de algunas hierbas que utilizaría un botánico, siendo una misión sencilla. Sin embargo, en algún momento me adentré bastante en el bosque, perdiéndome un momento entre los árboles.
Sin darme cuenta, estaba rodeado de pétalos de cerezo que caían a mi alrededor, mientras el viento soplaba como un leve vendaval que apenas iniciaba. Un perfume delicioso, floral y fresco a la vez, quizás de un perfume caro de muy alta calidad, me llegó entre los pétalos. Me levanté y, entre los pétalos vi la silueta humana de una chica. Sus grandes ojos azules, aunque uno estaba cubierto por un fleco de cabello rubio, casi dorado. Su boca sonreía. Sólo vestía con un fondo negro, similar a la licra ajustada al cuerpo, con el logo de konoha en cada hombro.
Me acerqué a ver de quien se trataba, sin embargo, la chica ya no estaba. Me quedé quieto, aunque una sensación de candidez, tranquilidad y paz me invadió. No sentía miedo ni tensión, tampoco ninguna señal de peligro alguno.
De pronto, con gentileza mi cabeza se hundió entre la suavidad y calidez de su cuerpo, rodeando con sus grandes y suaves pechos mi cabeza, dejándome vez sólo hacia el frente. Recargó su cabeza sobre la mía y sus brazos abrazaron mi cuerpo. Apretó mi cuerpo contra el suyo.
Sentía su suavidad, la calidez de su cuerpo, su fuerza y su peso. Su aroma era más intenso. La lluvia de pétalos era como una especie de lluvia de agua tibia bajo la luz del sol, filtrándose sus haces de luz entre las copas de los árboles con un resplandor rosado.
-Señorit...- estaba comenzando a hablar, cuando frotó su cuerpo contra el mío.
-Shhh-me dijo. Nos quedamos así varios segundos. Traté de mover mis manos hacia atrás, para tratar de retirarla gentilmente desde sus caderas, pero sus suaves manos tomaron gentilmente las mías, y deslizándolas sobre su suave piel apenas separada por 2 milímetros de licra, las llevó hacia sus nalgas y ahí las empujó, pidiéndome sin palabras que la agarrara. Apreté ligeramente sus nalgas, y ella llevó sus manos hacia mi pecho, frotándolo junto a mi cuello. Acercó su rostro hacia el mío, y sentí su aliento cálido y de aroma fresco, como a menta y cerezo.
Su lengua llevó mi oreja hacia su boca, comenzando a chuparla. Era una sensación agradable y nunca antes experimentada por mí, mientras sentía sus pechos alrededor de mi cuello, sus manos en mi torso, y mis manos en sus nalgas, mientras ella alzaba una pierna y con su fuerte muslo me acercaba más hacia ella.
Comenzó a bajar sus manos cada vez que repetía los movimientos de masaje, bajando desde mi pecho, mi estómago, mi vientre y mi ombligo, y un poco más abajo, sin bajar más. Lentamente me retiró de su cuerpo, me giró y me llevó contra el tronco de un árbol, colocando sus manos a los lados de mi cabeza, y por su altura, dejando sus pechos más grandes que mi cabeza frente a mi rostro. La punta de sus pechos era visible junto con el círculo que las rodeaba, pues la licra no impedía nada, dejándolos a menos de un centímetro de rozar mi rostro.
Ella clavó su mirada en mi, sonriendo de manera pícara. Sutilmente se acercó haciendo leves movimientos de sus hombros, rozándome el rostro algunas veces, para luego apretar su cuerpo contra el mío, para después subir y bajar su cuerpo.
No entendía el porqué hacía eso, o para que, sin embargo no me quejaba. No detectaba una pizca de malicia en ella, ni ninguna amenaza. Lo sé, era extraño, pero no lo podía creer.
Lentamente perdí mis fuerzas, aunque mi corazón se aceleraba. Se separó de mi unos momentos, sonriendo mientras alzaba su ceja, acercando su rostro a pocos centímetros del mío.
De cerca, sus ojos color zafiro eran aún más hermosos, su piel tersa y sin imperfecciones, de tonalidad blanca, y rasgos faciales finos. Apretó sus labios contra los míos, mientras con sus manos sostenía mi rostro.
En ese momento, no pude relajarme más, sintiendo una sensación de placer y candidez nunca antes sentida, sintiendo que mi cuerpo reposaba contra el suyo, mientras me sostenía gustosamente con sus brazos y su pecho. La luz rosada y el aroma del lugar terminaron por dejarme dormido.
Pocas horas después desperté, recordando todo a la perfección. Volteé a todos lados y aunque traté de encontrarla, ya no estaba. Me sentía relajado, pero agotado, y aún así sentía felicidad.
No sabía si me había topado con otra chica ninja, o quizás se trataba de uno de los espíritus que descansaban en el bosque de sakura, lleno de pequeños templos y ofrendas a los caídos de otras épocas y a otros espíritus y dioses. Recogí mi costal con las hierbas medicinales y continué mi camino.
Tan sólo antes de salir de ese lugar, cuando la noche estaba cayendo, volví a oler ese perfume mientras sentía que una mirada me llamaba desde el bosque. Sentía que me observaban, pero no vi a nadie. Sin embargo, sabía que me estaba esperando para cuando regresara a ese lugar. Sería buena idea que, de regresar, llevara conmigo algún regalo.
Sin darme cuenta, estaba rodeado de pétalos de cerezo que caían a mi alrededor, mientras el viento soplaba como un leve vendaval que apenas iniciaba. Un perfume delicioso, floral y fresco a la vez, quizás de un perfume caro de muy alta calidad, me llegó entre los pétalos. Me levanté y, entre los pétalos vi la silueta humana de una chica. Sus grandes ojos azules, aunque uno estaba cubierto por un fleco de cabello rubio, casi dorado. Su boca sonreía. Sólo vestía con un fondo negro, similar a la licra ajustada al cuerpo, con el logo de konoha en cada hombro.
Me acerqué a ver de quien se trataba, sin embargo, la chica ya no estaba. Me quedé quieto, aunque una sensación de candidez, tranquilidad y paz me invadió. No sentía miedo ni tensión, tampoco ninguna señal de peligro alguno.
De pronto, con gentileza mi cabeza se hundió entre la suavidad y calidez de su cuerpo, rodeando con sus grandes y suaves pechos mi cabeza, dejándome vez sólo hacia el frente. Recargó su cabeza sobre la mía y sus brazos abrazaron mi cuerpo. Apretó mi cuerpo contra el suyo.
Sentía su suavidad, la calidez de su cuerpo, su fuerza y su peso. Su aroma era más intenso. La lluvia de pétalos era como una especie de lluvia de agua tibia bajo la luz del sol, filtrándose sus haces de luz entre las copas de los árboles con un resplandor rosado.
-Señorit...- estaba comenzando a hablar, cuando frotó su cuerpo contra el mío.
-Shhh-me dijo. Nos quedamos así varios segundos. Traté de mover mis manos hacia atrás, para tratar de retirarla gentilmente desde sus caderas, pero sus suaves manos tomaron gentilmente las mías, y deslizándolas sobre su suave piel apenas separada por 2 milímetros de licra, las llevó hacia sus nalgas y ahí las empujó, pidiéndome sin palabras que la agarrara. Apreté ligeramente sus nalgas, y ella llevó sus manos hacia mi pecho, frotándolo junto a mi cuello. Acercó su rostro hacia el mío, y sentí su aliento cálido y de aroma fresco, como a menta y cerezo.
Su lengua llevó mi oreja hacia su boca, comenzando a chuparla. Era una sensación agradable y nunca antes experimentada por mí, mientras sentía sus pechos alrededor de mi cuello, sus manos en mi torso, y mis manos en sus nalgas, mientras ella alzaba una pierna y con su fuerte muslo me acercaba más hacia ella.
Comenzó a bajar sus manos cada vez que repetía los movimientos de masaje, bajando desde mi pecho, mi estómago, mi vientre y mi ombligo, y un poco más abajo, sin bajar más. Lentamente me retiró de su cuerpo, me giró y me llevó contra el tronco de un árbol, colocando sus manos a los lados de mi cabeza, y por su altura, dejando sus pechos más grandes que mi cabeza frente a mi rostro. La punta de sus pechos era visible junto con el círculo que las rodeaba, pues la licra no impedía nada, dejándolos a menos de un centímetro de rozar mi rostro.
Ella clavó su mirada en mi, sonriendo de manera pícara. Sutilmente se acercó haciendo leves movimientos de sus hombros, rozándome el rostro algunas veces, para luego apretar su cuerpo contra el mío, para después subir y bajar su cuerpo.
No entendía el porqué hacía eso, o para que, sin embargo no me quejaba. No detectaba una pizca de malicia en ella, ni ninguna amenaza. Lo sé, era extraño, pero no lo podía creer.
Lentamente perdí mis fuerzas, aunque mi corazón se aceleraba. Se separó de mi unos momentos, sonriendo mientras alzaba su ceja, acercando su rostro a pocos centímetros del mío.
De cerca, sus ojos color zafiro eran aún más hermosos, su piel tersa y sin imperfecciones, de tonalidad blanca, y rasgos faciales finos. Apretó sus labios contra los míos, mientras con sus manos sostenía mi rostro.
En ese momento, no pude relajarme más, sintiendo una sensación de placer y candidez nunca antes sentida, sintiendo que mi cuerpo reposaba contra el suyo, mientras me sostenía gustosamente con sus brazos y su pecho. La luz rosada y el aroma del lugar terminaron por dejarme dormido.
Pocas horas después desperté, recordando todo a la perfección. Volteé a todos lados y aunque traté de encontrarla, ya no estaba. Me sentía relajado, pero agotado, y aún así sentía felicidad.
No sabía si me había topado con otra chica ninja, o quizás se trataba de uno de los espíritus que descansaban en el bosque de sakura, lleno de pequeños templos y ofrendas a los caídos de otras épocas y a otros espíritus y dioses. Recogí mi costal con las hierbas medicinales y continué mi camino.
Tan sólo antes de salir de ese lugar, cuando la noche estaba cayendo, volví a oler ese perfume mientras sentía que una mirada me llamaba desde el bosque. Sentía que me observaban, pero no vi a nadie. Sin embargo, sabía que me estaba esperando para cuando regresara a ese lugar. Sería buena idea que, de regresar, llevara conmigo algún regalo.