El inicio de la serpiente blanca
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El País de la Garra y del Colmillo era un lugar bastante interesante. Guerras constantes, bandos no claros y ejércitos desorganizados, incluso, la propia población tenía problemas para entender que facción la regía en que momento. Era un caos político, social, militar y económico.

Después de una gran batalla, en donde miles de personas combatieron a muerte en un campo que quedó manchado de sangre, restos de armas y de gente. Allí, un extraño ser vestido de blanco vagaba, inspeccionando los cuerpos, mirándolos a los ojos y mirando sus cuerpos. Su cabeza estaba cubierta por una capucha blanca, pero de esta sobresalían unos cuernos de venado.

Algunos saqueadores, quienes llegaban después del campo de batalla para robar armas y armaduras, vieron en medio de la noche a ese extraño ser, revisando con ayuda de un báculo. Se agachaba para mirar sus ojos, observaba sus cuerpos y, finalmente, pasaba al siguiente o robaba algún objeto de valor.

Uno de los saqueadores, al ver esta figura, advirtió a los demás. Varios se reunieron para ver desde lejos a esta figura.

-¿Es otro saqueador?- cuestionaba uno de los saqueadores.

-Puede ser un yokai, una aparición que devora cadáveres- dijo otro.

-Creo que puede ser algún cultista de alguna secta-dijo el que sería el líder de los saqueadores, el cual tomó una de las lanzas y con una antorcha en la otra mano, se aproximó a la aparición.

-Hey, ¿que es lo que quieres?- cuestionó el líder, seguro de que sería alguien fácilmente asustable. 

Aquel ser de blanco, encapuchado, se giró a ver al saqueador, revelándole que su rostro no era más que el cráneo de un venado, y de entre la mandíbula de este, sobresalía una larga lengua de serpiente. Aquel sujeto retrocedió, apuntándome con su lanza.

Aquella figura estiró sus brazos como serpientes, jalando uno de los cuerpos que se hallaban al lado del saqueador. Entonces, el saqueador, al intentar retroceder y atacar a la vez, para cubrir su huida, notó que sus cuerpo estaba envuelto en serpientes y le era imposible moverse. 

Comenzó a gritar, bufando del miedo mientras se defecaba encima. El resto de la banda, quienes habían visto el rostro del espectro, huyeron al escuchar los gritos de su líder.

Aquel ser se acercó, miró sus ojos con sus huecos oscuros, inspeccionó su cuerpo y le dejó ahí, paralizado. Aquel hombre se retiró en cuanto pudo moverse, con dificultades para respirar debido al miedo.

Mientras tanto, detrás de la máscara, ahí estaba yo, buscando en el campo de batalla algún cuerpo que pudiera ser de utilidad. Moví una chica muerta, la cual tenía una flecha encajada en su pecho. Era un desperdicio de belleza y juventud, pero ella había decidido como gastar su vida. 

Máscara


No había encontrado nada interesante, y de hecho, había estado perdiendo el tiempo. Al continuar caminando por el campo de batalla logré visualizar una aldea. Me quité la máscara y llegué ahí. Había mucha gente, la cual atendía a los soldados heridos. Me mezclé entre la gente y escuché lo que decían. Pertenecían a la facción de la Garra y habían defendido la aldea de tropas del Colmillo.

Nadie supo decirme de una dominación clara respecto a un grupo o al otro. Quizás podría aprovechar esa situación para comenzar a expandir mis influencias. Me retiré y esperaría hasta la noche siguiente. Durante el día ocurrió otra escaramuza, pero en medio de esa batalla, aparecería desde el piso, con mi máscara puesta. Tendría Domu activado.

Un soldado de la garra me atacaría, pero su espada rebotaría y hasta chispearía al chocar contra mi. Todos los soldados de mi alrededor vieron esto. Materialicé una espada de aire, luego la impregné de chakra fuuton y comencé a atacar. Lancé mis estocada de un lado a otro, mientras los golpes de sus espadas y lanzas rebotaban sobre mi cuerpo.

-!Ataquen!- gritó uno de los soldados del Colmillo, ordenando a varios hombres que cargaran contra mí. Uno a uno, fueron cayendo.

Uno de los comandantes vio esto y ordenó a los arqueros atacar a aquel ente que apareció en medio de la batalla. La lluvia de flechas bañó el campo de batalla, rematando a los heridos e hiriendo a varios, pero rebotando sobre mi cuerpo.

-Aahhhhh!- gritó un soldado, arrojándome su lanza para luego darme un puñetazo en el rostro. Pese al impacto, no recibí daño alguno. Aproveché su sorpresa para girarme, tomando velocidad para lanzar un golpe con la espada de viento, cortándole la cabeza.

El comandante ordenó a sus hombres retroceder, mientras los arqueros cubrían su retirada. El comandante tomó su espada y se me aproximó. Antes de entrar en contacto, aquel sujeto hizo un sello, creando algunos clones, los cuales se arrojaron contra mí. Resistí sus espadazos, y logré acabar con ellos, y cuando el sujeto se me acercó con su espada envuelta en fuego, le arrojé una ráfaga de viento, provocándole cortes en el cuerpo. 

Volvió a atacar, chocando su espada con mi espada de aire, la cual al tener además chakra fuuton en su filo, logró soportar el choque. Las espadas chocaron unas veces más, hasta que, al atacarme, fue un cadáver el que recibió el golpe. 

El sujeto conocía el jutsu de intercambio, pero al momento de tratar de hacer lo mismo, varias serpientes emanaron del suelo, apresándolo. Los demás soldados sólo lo vieron ahí, quieto y totalmente inmovilizado. Aunque intentaron distraerme con sus flechas y proyectiles, no evitaron que le encajara la espada entre el pecho y el cuello. 

Avancé hacia los soldados, los cuales huyeron. Luego, me giré hacia el resto de las personas, elevando los brazos.

-Gente, síganme y los guiaré a la victoria, a una nueva era de paz y prosperidad. Los llevaré a un nuevo amanecer, sólo pido a cambio su lealtad y apoyo-les dije, señalando a los soldados enemigos caídos. 

No esperaría a que me dieran una respuesta, avanzaría entre ellos y ordenaría que curaran a los heridos. No sólo a los aliados, sino que se cuestionaría a los enemigos, se les obligaría a elegir entre servir a la facción como esclavos y guerreros o morir. Varios fueron ejecutados, pero hubo varios quienes decidieron unírsenos. Los usaríamos como esclavos para que movieran bultos, los cuerpos y ayudaran a levantar las defensas de la aldea. 

El comandante de la aldea de la facción de la Garra se me acercó junto con su guardia personal.

-Debemos agradecerle, señor, ¿podemos saber quién fue quién nos ayudó?- me preguntó, ciertamente nervioso de mi apariencia y de mi máscara, además de mis habilidades mostradas.

-Soy "La Serpiente Blanca"- les respondí.

-Me encantaría agradecerle en nombre de todos. Sin embargo, nuestra lealtad está con el Damnyo de la Garra- me respondió.

-El Damnyo ¿en donde está?- les cuestioné.

-Eso... eso es secreto- me respondió el comandante.

-El Damnyo no se encuentra sangrando entre ustedes. No pasa hambre entre ustedes, no sufre con ustedes y no pierde familia ni sus casas como ustedes. No se encuentra aquí, no lucha contra el enemigo y, ciertamente, no ha zanjado este conflicto. En siglos, este conflicto no ha finalizado y cuando hubo paz, se debió a una equivocación, debido a un libro erótico de Jiraiya !Si ustedes viven o mueren depende de su estado de ánimo! !Sus vidas valen menos que un libro erótico para él!

El comandante retrocedió, con un gesto de desagrado. Sin embargo, muchos de sus soldados, casi todos ellos leva que habían sido sacados de sus casas debido a la falta de soldados tras siglos de guerra, comenzaron a murmurar entre ellos. 

-Lo mismo sucede con el otro país. Ellos también eran civiles hasta que fueron reclutados. Los damnyo no luchan entre ellos, los mandan a ustedes a luchar, si ellos se encontentan, no se cobra justicia por sus muertes. Si quieren, sigan luchando por su país, ustedes son su país, pero luchen por un mejor país. Piensen por ustedes, luchen por ustedes... mueran por ustedes, no por alguien que se esconde cuando hay problemas, es incapaz de zanjarlos y cuando llega la paz, hace como si todo su sufrimiento, muertes, penurias y desgracias no hubieran pasado nunca... 

Tras estas palabras, incluso la guardia del comandante se vio indecisa. Los soldados ya no estaban tan convencidos y la leva se veía notoriamente contrariada, cuestionando lo que estaban haciendo. Los nuevos esclavos lloraron al oír esto.

-Los esclavos serán liberados, eventualmente, cuando este país sea uno mejor-dije, alzando la voz para todos.

Con esto, me dirigiría de regreso a la aldea, solicitando un lugar en donde pudiera descansar. La gente fue detrás de mí, aclamándome mientras otros seguían dudando. El inicio del "País de la Serpiente" había comenzado.
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Un extraño chico, como un niño, vestido con ropas blancas y cubierto con una capucha blanca y una máscara sin rasgos faciales, se acercaría caminando hacia uno de los fuertes del Colmillo.
El fuerte se veía ya dañado por el tiempo y los constantes asaltos que había recibido. Ambas facciones habían sido seriamente mermadas por los años de lucha, tanto sus hombres como sus recursos, como alimento y dinero.

Al principio, la gente ignoró al niño que llegó al asentamiento, pero cuando se aproximó hacia el fuerte, los soldados le gritarían desde arriba de los muros.

-¿Que quieres, niño?- gritaría un soldado.

-¿Que no sabes que esta es una zona militar?- me cuestionaría otro.

-Aquí no hay comida, vete-respondería otro.

Sólo me quedé ahí por unos segundos, cabizbajo. Sin embargo, las cosas irían mal.

...

Un reporte llegaría al fuerte más cercano del Colmillo, anunciando que el fuerte próximo había sido arrasado. Los diligentes del fuerte hermano no podían creerlo, pero el testimonio de los sobrevivientes mencionaban que, de la nada, 4 serpientes enormes de 3 cabezas aparecieron. Las 4 embistieron el fuerte, volviéndolo poco menos que escombros sus muros. 1 de ellas comenzó a atacar a los soldados afuera del fuerte, impidiendo que estos pudieran entrar a defender.

Pronto, desde dentro del fuerte, las otras 3 serpientes derrumbaron pisos superiores y parte de los muros que separaban las secciones. Los escombros caían, mientras las serpientes servían como maquinaria de demolición, arruinando armas, provisiones y la propia fortaleza. Cientos de soldados quedaron enterrados bajo toneladas de rocas, y los que quedaban respondían con sus flechas, kunai y sus espadas, aunque el choque de estos contra el poderoso embate de la serpiente les hacía salir volando.

Los ataques de la gente dentro de la fortaleza ya habían logrado mermar la resistencia de las serpientes, aunque el chance de atacar, el ángulo y la estabilidad del terreno hacían difícil que pudieran atacar como un solo frente. Una torre de la fortaleza cayó tras tanto daño en su base. La muralla externa, con sus almenas y parapetos, cayeron tambien.

Muros interiores y pisos superiores se derrumbaron. Las defensas contra las tropas, como escaleras de caracol y pasillos en laberinto, colapsaron, destruyendo las defensas externas ante la entrada de tropas. Las trampillas que podían dejar caer rocas y aceite hirviendo se habían destruído. Parte de las barracas y los salones internos también se destruyeron.

Finalmente, habían logrado destruír 1 de las serpientes a un alto costo humano. Por fuera, aquellas tropas que se encargaban de patrullar, pasear los caballos, reunir el alimento de las granjas y realizaban otros trabajos, apenas podían contra la Sanhebi, destruyendo aquella infraestructura exterior. 

Tras un tiempo, sólo quedaban 2 Sanhebi, 1 de las cuales perseguía y remataba a quienes huían, mientras que la otra intentaba destruir la fortaleza hasta el último momento, encontrándose en medio de la fortaleza.

Finalmente, en un esfuerzo combinado, la caballería logró destruír la sanhebi que les daba caza entre las granjas alrededor de la fortaleza. Así mismo, lograron destruír la última sanhebi dentro de la fortaleza, justo después de que esta destruyera un puente que comunicaba la fortaleza y las casas. 

Algunos celebraban, otros lloraban la pérdida y el dolor, así como la impotencia. Sin embargo, antes de poder hacer algo, desde el otro lado de la fortaleza aparecieron otras 3 sanhebis.

La gente estaba aterrada y sin moral. Desde el otro extremo, las serpientes derrumbaban el muro y entraron hacia el interior de la fortaleza, terminando de desbaratar el fuerte. La zona habitacional quedó intacta, pero todo a su alrededor quedó destruído.

Las fuerzas del Colmillo mandaron a llamar a los refuerzos, incluso a mercenarios ninja para prestar refuerzos y auxilio a la zona destruída. Efectivamente, alguien con pacto con las serpientes había arrasado la zona, pero no quedaban testigos ni pistas de quién fue.

El poder de esta gente hubiera logrado combatir las sanhebi, pero era demasiado tarde. Quedarían al pendiente, en alerta a cualquier otro indicio de este ataque, reforzando la seguridad en las demás fortalezas.

Como siempre, el cambio constante de fronteras, en donde ni siquiera el pueblo sabía a que facción pertenecía cada día, ese ataque en tierra de nadie debilitaría su influencia, permitiendo a la facción de la Garra avanzar hacia esa dirección.
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Fue un caos. Las fuerzas del País del Colmillo habían recibido un duro golpe y sus fuerzas mermadas. Uno de los fuertes más inexpugnables, sólido, poderoso y majestuoso, si es que se podían encontrar alguno tras siglos de guerras ininterrumpidas, fue terriblemente asaltado.

-12 Serpientes gigantes de 3 cabezas...- repitió el general al escuchar el reporte de los sobrevivientes.

-12 serpientes gigantes, de 20 metros, apareciendo de la nada una a una, pero golpeando al mismo tiempo la cara este de la fortaleza. El muro exterior cayó, separando las torres de guardia norte y sur, y entraron golpeando los dormitorios. Los soldados de la noche, quienes dormían de día, fueron tomados por sorpresa, cayendo entre los escombros. Comenzamos a disparar nuestras flechas, pero poco daño parecían hacerles. Un par golpeó la torre de guardia norte, derrumbando parte de la torre y derrumbando los corredores sobre las murallas. Otras 3 serpientes golpearon la herrería, atravesándola y aplastando a los herreros, entraron a la caballeriza. Algunos soldados habían logrado tomar sus caballos, pero la mayoría huyeron libres al derrumbarse los establos. Otra serpiente destruyó el almacén, machacando las hortalizas y despedazando los sacos de harina, regándola sobre el piso junto con la manteca y rompiendo los barriles de vino y agua. Otras serpientes se dirigieron hacia el cuartel central, golpeando los muros mientras los soldados disparábamos nuestras flechas y lanzas desde las almenas, matacanes y parapetos.
Lograron "destruir" dos serpientes, pero las otras 4 lograron derrumbar el muro este del cuartel y con sus cabezas atacaron a los defensores.

Las 3 que atacaron la herrería y la caballería, se pusieron a atacar a los soldados en la plaza de armas. Las dos serpientes que destruyeron la torre de homenaje norte, atacaron los torreones que rodeaban al cuartel. La serpiente del almacén, se dirigió a la capilla, derrumbándola junto con parte del muro oeste, pero luego se unió a las otras del patio de armas.

De las cuatro serpientes, la caballería logró acabar con 3, pero la que quedaba terminó de destruir el cuartel, atacando después la zona de los torreones junto a las otras 2. Las 4 que atacaban a los defensores en la plaza de armas, se dirigieron hacia la entrada, al rastrillo, destruyendo la entrada principal, aunque 2 fueron destruídas.

Después, las 3 serpientes comenzaron a atacar los soldados que aún resistían. Logramos vencer a 1 antes de que las otras dos lograsen acabar con los jinetes. Otra más fue vencida con una lluvia de flechas, llevándose consigo a varios de nuestros mejores arqueros, sólo para que al final la última serpiente destruyera el muro oeste, rompiera la empalizada y se dirigiera hacia la segunda plaza en donde los sirvientes y mayordomos se refugiaban. Acabó con muchos de ellos antes de que pudiéramos destruirla.

Fue un caos, perdimos los muros este y oeste, la torre de guardia, la herrería, el almacén con casi todo el alimento, las caballerizas con los establos, los dormitorios, el cuartel con sus torreones, la capilla, casi toda la guardia, casi todas las tropas y gran parte de la servidumbre.

Tuvimos que mover a los sobrevivientes y los recursos que quedaban aún hacia otra posición al oeste, pues quedó la fortaleza inutilizada. El país de la garra no permitirá que reconstruyamos el castillo, así que mandar tropas, recursos y obreros sería en vano.

El segundo comandante de la avanzada- decía el mensajero hacia el general. No indicaba quién había sido el causante ni describía mucho sobre las serpientes o las circunstancias. El país había recibido un duro golpe, y de hecho, era lo mismo que sucedió hace meses a otra fortaleza.
Tendrían que tomar medidas cuanto antes, sobre todo si querían poder ganar una guerra. No tenían muchos recursos ni dinero tras tantas décadas de guerra, pero debían hacer algo.
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