El Caballero del Agua
LinkIcon Enlace al Post
Había regresado de una de mis típicas caminatas por el mar, literalmente, en donde poco o nada podía molestarme en un día tan tranquilo. Las mareas suaves cercanas a la playa eran relajantes, siempre que evitara la zona del puerto y los barcos que iban y venían. Era ya la hora. 

Recogí mis cosas de mi casa, una especie de cabaña tropical decorada con palma y cañas, en donde había vivido toda mi vida. Mi "bento" para la academia era pescado asado y camarones empanizados. Tomé mi cantimplora con 2 litros de agua fresca y salí de casa a toda velocidad.

Avanzaría entre los caminos de la niebla, que siempre hacían ver esa zona de la aldea muy quieta, casi abandonada, en donde la actividad estaba enmudecida por la niebla, y oculta tras su manto. Los sonidos amortiguados y la visión escasa no me eran impedimentos para atravesar la zona habitacional, pasar por los centros comerciales de lujo que atraían tantos turistas y, finalmente, llegar hasta academia.

El edificio era enorme, con varias aulas, zonas de entrenamiento al aire libre y demás instalaciones. Alguna vez fue un lugar muy sangriento, pero esos días habían quedado atrás, y estaba agradecido.

Varios otros chicos de mi edad estaban entrando a la academia, y hubo algunos que me vieron con cierto recelo, otros con desconfianza. Sin embargo, no faltaba el maldito chico que se creía mejor que los demás, y se paraba ahí, con los brazos cruzados y mirando a todos hacia abajo, disfrutando de ver sus expresiones de miedo, pensando que serían golpeados.

A algunos les quitaba sus almuerzos mientras entraban, sin que a ningún adulto le importase. Después de todo, esta no era una escuelita, sino un recinto militar infantil.

-¿Un pescado?- murmuró el grandulón al verme.

-¿Le quitamos su almuerzo?- propuso uno de sus chacales, digo, esbirros, digo, amigos.

Lo miré con una mirada desafiante.

-Eh ¿que miras?- dijo el amigo del abusivo al ver que lo miraba.

Seguí caminando.

Las clases comenzaron con normalidad, siendo lo primero la presentación y aprender a canalizar el chakra, lo más básico para lograr ser un shinobi.

Todo siguió con normalidad hasta la llegada del receso. Tras salir del salón de clases, en donde practicamos canalizar nuestro chakra en nuestros pies y subir por las paredes, noté al grandulón frente a los baños, acosando a los demás que entraban.

Vi a un compañero pequeño, de lentes y aspecto frágil, orinando detrás de un árbol. No había querido entrar debido al miedo que le tenía.

Me acerqué a los baños. El grandulón me miró con asco y me empujó.

-Los pescados no entran aquí- me dijo, haciéndome retroceder. Lancé un golpe, pero logró bloquearlo con su brazo, sin recibir apenas daño. No se veía molesto, simplemente divertido.

Volvió a empujarme, esta vez casi haciéndome caer.

Volví a acercarme, tratando de dar un golpe, pero logró protegerse pero al tratar de regresar el golpe, mi agilidad me ayudó a esquivar. Su otro esbirro intentó golpearme, pero logré esquivarlo y darle un golpe. No le hizo mucho daño, pero pareció molestarle.

-Te voy a abrir, mojarra- dijo el esbirro, lanzándose con el puño cerrado. Volví a esquivar su golpe y le di otro en el cuerpo. Intercambiamos golpes unas cuantas veces.

El grandulón se reía junto a otro amigo, hasta que vio que su otro amigo estaba casi en el suelo, entonces sujetó mi brazo y me empujó hacia un lado.

-Vete, pescado, no nos vas a ganar- dijo el grandulón sin dejar de sonreír burlonamnte. Me levanté del piso y me marché.

Comí mi almuerzo y al notar que el chico no tenía el suyo, me le acerqué. 

-Mi madre hizo camarones de más, ¿quieres?- le pregunté, sonriendo.

El chico alzó la cabeza y asintió, devorando la comida.

-¿Porque no te defendiste de ellos?- le cuestioné. Él me miró con sorpresa.

-¿Que esperabas que hiciera? Soy débil y ellos son tres....-dijo el chico.

-Igual yo. Me arrojaron al barro, me empujaron, pero le di algunos golpes en el cuerpo. Quizás duden en meterse conmigo, y si no, con más golpes- dije sonriendo. Mis ropajes café estaban llenos de barro hasta las rodillas. No era la primera vez que me peleaba, y ciertamente no sería la última.

No me gustaba buscar pelea, pero disfrutaba cuando sucedía.

Regresando al salón de clases, el día transcurriría normalmente. Además de lo básico de leer, escribir y las matemáticas, la clase ofrecía oportunidades para los distintos tipos de estilos y especializaciones de combate. 

Tras finalizar las clases, el sol se estaba poniendo sobre el horizonte, creando una imagen en la neblina como un punto rojo en el horizonte rodeado de niebla anaranjada. Iría de regreso a casa, en donde regresaría cansado a caer sobre mi cama, un colchón de agua con sábanas con el dibujo de la playa y tiburones.

El aire fresco soplaba por la ventana, ya que se acercaba la noche. Antes de darme cuenta caería dormido, había sido un día agotador.
LinkIcon Enlace al Post
Entre la niebla destacaba mi figura, caminando por las calles solitarias de Kirigakure, a esas horas de la noche en las que las luces eran lo único que atravesaba la espesa niebla que cubría la aldea.
Gotas de lluvia caían tenuemente sobre las casas y las calles, ahogando cualquier sonido que la niebla no ahogara antes, permitiéndome desplazarme por la oscuridad.

Unas voces se acercaban, eran de unos chicos mayores que yo, por lo que me pegaría hacia una de las paredes y desplegaría una capa que tomaría el color y la forma de la pared. Eran unos chicos ebrios que iban de regreso de sus trabajos, nada de que alarmarse. Cualquier situación era buena para practicar mis jutsus, recién aprendidos en la academia.

Seguí caminando hasta llegar al Puente de las Promesas. Ahí, en sus viejos y oxidados pasamanos, yacían múltiples regalos viejos, enmohecidos y olvidados, cada uno como la promesa de un ninja de regresar a la aldea tras alguna misión. Cada uno de esos objetos eran un ninja que jamás volvió o lo hizo en ataúd.

El paso del tiempo me hizo llegar hasta las zonas comerciales. Los enormes centros comerciales de la zona comercial de Kirigakure. De noche, se veían abandonados, cubiertos por la niebla. Eso daba una sensación de nostalgia y soledad acogedora, perfecta para descansar a esas altas horas de la noche. Canalizando chakra en mis pies, caminé por las paredes de ese lugar, subiendo hasta un roof garden perteneciente a un restaurante, lleno de macetas con arbustos y palmas. Escogí un rincón, en una mesa que cubrían dos arbustos, por si algún guardia me veía, para poder descansar un rato. 

La niebla dejaba ver casi nada, la oscuridad apenas era atravesada por las luces de las calles, y las gotas de lluvia se habían incrementado un poco, suficiente como para crear sonido sobre los objetos cercanos en los que caía.

Ahí estuve un tiempo, hasta que el guardia del lugar abrió el cancel de cristal y salió a revisar. Haciendo un jutsu de cambio de forma, tomé la apariencia de una silla en aquella mesa del rincón, el suficiente tiempo como para que el guardia pasara por alto mi "presencia" y volviera a meterse al centro comercial, cerrando detrás de él el cancel de vidrio. Si hubiera querido entrar y robar el centro comercial hubiera sido fácil, pero yo estaba ahí para proteger y defender.

Pronto avanzaría el tiempo, y caminando por las paredes recorrería más de los roof garden, los balcones y el techo del centro comercial. Tras aburrirme un rato, pasaría hacia los hoteles, en donde la seguridad era más fuerte, pero todavía deficiente en algunos sectores. Caminando por las paredes, subiría hasta un balcón en donde espiaría hacia dentro por unos segundos. Después de todo, era un chico de 12 años.

Me asomaría por los balcones, mirando a alguna que otra pareja, algunos retozando, algunos simplemente durmiendo o viendo televisión. Cuando parecía que podían atraparme, con chakra en los pies me movía para quedar justo debajo del balcón, cubriendo mi presencia, y en otras ocasiones, cubriendo mi cuerpo con una capa de camuflaje.

Pronto amanecería, y mi recorrido llegó hasta la zona de las playas. Caminando sobre el agua, me adentraría en el mar, pasando por alto los rompeolas, aunque el oleaje no me impedía hacerlo, estaba tranquilo.

Finalmente, los primeros rayos de luz aparecieron, y en conjunto con la niebla y las nubes, generaron un resplandor plateado que emergería desde el horizonte, en donde el sol se veía sólo como un punto blanco.

Era hora de regresar a la academia y dar reporte de mi primera ronda, omitiendo detalles como la fisgonería al hotel, claro. Regresaría por las avenidas principales, haciendo uso del shunshin no jutsu para avanzar distancias relativamente largas para aventajar y ahorrar tiempo. Para cuando fueran ya las siete de la mañana, ya habría llegado a la academia, listo para comenzar un nuevo día.
Salto de foro:

Usuarios navegando en este tema: 1 invitado(s)