I wont stop [Priv. Yusuke]
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Supuso que no había mucho a lo que aferrarse a estas alturas de la vida, los días pasaban y, a pesar de los consejos que hubiera recibido por el camino, había muchas cosas que aún no podía explicar demasiado bien de lo que había pasado. Intentó llevar a cabo consejos y meditó en las preguntas, como respuestas, que tenía ella como las que le habían dado los demás. No debía ser tan complicado avanzar en la vida en busca de tus familiares perdidos, ¿cierto que era así? Quiso pensar que estaban en algún lado, pero había días que ese pensamiento era extremadamente complicado de mantener en sus ideas aferrado a ella. Si bien la vida aún no le había dado señales de ello, tampoco había sido de lo contrario. ¿No era mejor pensar en que aún había una posibilidad? Por ellos.

Definitivamente, aquel día no era el más apropiado para ir a investigar o ir preguntando a las personas sobre unos ententes desconocidos. Quizá esa fuera la razón por la que se encontraba en la parte de los bosques de la propia aldea en sí misma, pues estaba rodeado de esto y, en ocasiones como aquella, perderse entre la espesura del bosque no debía ser mal lugar para encontrar un refugio más seguro que la isla a la que había visitado y conocía a Mei-san previamente, antes de la misión. Siendo así, la Onmyoji se encontraba sentada en lo alto de una rama con una pierna subida y la otra colada siendo balanceada por sí misma. « Si tan solo tuviera una pista, una idea... ¿O es que siempre estuvo frente a mis ojos la verdad que no me atrevo a ver? ». Sus pensamientos estaban ahí para castigarle, parecía ser, y era el único motivo por el que había decidido simplemente intentar no pensar más por aquel día.

No iba a lograrlo, y no había nada de malo en ello. Si bien podía dedicar su día a algo más productivo, como había hecho días atrás antes de llegar a la aldea, posiblemente no se encontrase en ese estado tan meditativo en el que se hallaba en aquel momento.

Se quedó mirando el paso de las personas, o la carencia del mismo. No es que hubiera tenido la motivación en sí de ponerse cerca de un paso hacia la aldea, tampoco estaba lejos de uno, simplemente se había adentrado lo suficiente para poder ocultarse entre los árboles de la ciudad y los caminos principales para tener algo de paz. Ahí en aquella rama, que era de las más bajas de la misma copa y la más robusta, jugaba con un la cuerda de su cinturón haciendo nudos fáciles de deshacer mientras miraba quién pasaba o no por ahí, animales o personas, todo era una fuente de distracción.

Lo que jamás se hubiera imaginado, menos aún en aquel día, era el tener la posibilidad de encontrarse con alguien de su pasado, un pasado no muy lejano para ser exactos...
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— ¿Seguro que puedes? — preguntó, con los años sumados al volúmen de la voz, la anciana.

El ojiambar asintió, sí, pero sus músculos apenas empezaban a calcular el peso de los sacos que llevaba en los hombros y no creían en aquella certeza. Con los pies más clavados en la tierra que de costumbre, quería hacerse sentir suficiente para la tarea, como en todas las que se aventuraba. No por nada los pasillos de cada isla del país del agua iban a conocer su nombre tarde o temprano, con el respeto y la admiración que iba a ganarse.

— No es nada, de verdad. — sonrió amablemente, tratando de balancear el peso de aquella carga con el de la mentira que estaba diciendo. Sí era bastante, y tanto él como la preocupada ancianita lo sabían. Solo quedaba, sin embargo, confiar en que su columna aguantaría. Eran unos ocho sacos de víveres variados, y la intención era llevarlos no muy lejos. Incluso, quedaba de camino a casa de Yusuke, por lo que no le tomaría mucho retomar la ruta para llegar con su familia.

Como pudo logró sacudirse de la duda, tanto propia como ajena, y dio media vuelta sobre su propio eje para partir a casa.

Hacía un día particularmente despejado, aún para los estándares dictados por el mismo nombre de la aldea. Yusuke era de los que aprovechaba días como aquellos para regalarle una mirada de vez en cuando al cielo, y afortunadamente los costales que llevaba a hombros no se lo impedían. Por ello paseaba la mirada entre alguna eventual ave que revolotease por ahí, alguna que otra persona que se le cruzase, y las ramas de los árboles. Lo curioso es que, de un momento a otro, los tres infrecuentes actores se volvieron uno para darle cara a una vieja-no-tan-vieja conocida.

Yusuke sonrió, no porque le alegrase verle, sino porque podía delegar. Se acercó al árbol donde la chica se sentaba, y con una patada tan fuerte que el empeine del pie le suplicó perdón, lo haría temblar. — Señorita. — saludaría, con cierta cordialidad que parecía hasta sarcástica. — ¿Aburrida? Ayúdame con esto. — señalaría los costales que llevaba apoyados en el hombro izquierdo. Sabía con certeza que la otra diría que sí, o al menos eso quería creer. Después de todo, su anterior encuentro le había dejado al ojiambar con un saldo a favor de favores, y esta era buena manera de conseguirlo de vuelta.
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Seguía meciendo la pierna en aquel árbol mientras, básicamente, cotilleaba todo lo que se paseaba por aquel lugar. Pasaba un montón de personas muy pintorescas, y ella encantada estudiaría a cada una de ellas. Se podía decir que era lo más humano que había hecho siempre en su vida, la interacción social que había tenido con otras personas cuando aún estaba su familia en pie. Y como si hubiera vuelto a aquellos días de la vida, se mantuvo en aquella copa del árbol sin decir absolutamente nada a nadie. Simplemente estando ahí como la que estaba queriendo estar en la playa tomando el sol, aunque mucho sol no parecía haberle dado a ella realmente, pareciendo que poseída de un yokai se tratase con aquella piel tan clarita.

Ahí en aquel lugar, estaría pasado unos minutos, ya cuando tuvo intenciones de bajarse, o al menos se lo comenzó a plantear, apareció una figura recientemente conocida que le haría permanecer en la copa del árbol para seguir con su mirada a el mismo. ¿Un poco extraño? Aguardó con silencio y curiosidad, casi podía decirse que en aquel instante la joven Onmyoji era un gato en la rama. Cuando el chico, a diferencia de otros transeúntes, se fijó en ella... ¡Casi le dio un susto! Especialmente por la patada al árbol. Sus vellos se erizaron y abrió los ojos en sorpresa por haber sido pillada, tardando un poco en volver al rostro neutral que poseía. — H-Hola — Saludó un poco confusa, bajando de la rama dejándose caer al suelo y apoyándose en el suelo con una de las manos. — No estoy aburrida precisamente... — Miró entonces a sus costales para fijarse de la carga que llevaba encima. ¿Tenía todo eso encima? La verdad es que parecía pesado, casi se sentía culpable, especialmente con lo dispuesto a ayudar que estuvo la otra vez nada más llegó.

Puedo ayudarte, creo que si no lo hiciera un antepasado me daría un tirón de orejas. — Y no lo decía por bromear, realmente tenía esa creencia. Si los yokais podían ser, en ocasiones, las manifestaciones de espíritus del pasado. ¿Por qué iba a arriesgarse? Fue así que le acercó una de las manos para que ahí posara. — Pero la próxima vez no pegues la patada, no hacía falta... — Le miró con cierta indignación, tomando uno de los costales para ahora llevarlo ella. — ¿A donde lo tienes que llevar? — Preguntó con curiosidad, colocándose junto a él para seguir su paso en cuanto lo iniciase. — Por cierto... ¿Me has llamado señorita por algún motivo o es porque no te acuerdas de mi nombre? — Preguntó mientras arqueaba una de sus cejas con intriga. ¿Tan olvidable podía llegar a ser? Tan solo esperaba que no.
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Aquel delicado instante en el que la chica hablaba para saludar y su puesta en marcha se hizo eterno para él. Su foco estaba en no permitirse temblar como rama en el viento, pero sus músculos detestaban el haber quedado estacionarios. Era una especie de guerra interna entre su cerebro y el resto de su cuerpo, con este último argumentando contra quedarse quieto y terminar con la maldita tarea de una vez. Por fortuna, la de los fantasmas parecía dispuesta a ayudar, y no solo prestando compañía en el camino.

— ¿Solo va a tomar una? — cuestionó entre los límites de su cabeza cuando ella lo hacía. No la culpaba, pero sí se preguntaba si no podía dar aquella milla extra. — Lamento lo de la patada, no tenía brazos disponibles para tocar la puerta. — bromeó haciendo clara alusión a la carga que llevaba. — Debemos ir a casa de Hana-san. — no sabía si la chica conocía a la viejecilla de la tienda de víveres de la zona, pero las probabilidades eran altas si frecuentaba estos parajes. — Está cerca, yo te guío. — sonrió, dando media vuelta para invitarla a seguirle. Por fin las fibras musculares de su pierna y hombros pudieron respirar al notarse en movimiento.

El camino era uno que él se sabía de memoria. Podía incluso transitarlo a ojos cerrados, y por ello se permitió regalarle más miradas de las usuales a su compañera. Era alguien intrigante, cuando menos, y no sabía él por qué. — Claro que recuerdo su nombre, señorita. — si, lo recordaba, pero prefería jugar un poco más a que no. — Pero más importante, eso que mencionas de los antepasados es un decir, ¿Cierto? Ninguna fuerza fantasmal me hará tropezar por mirar demás, ¿Cierto? — lo decía a modo de juego, pero si le causaba un poco de rechazo aquello de los espíritus. No había ahondado mucho antes en ello porque no tenía la oportunidad, y si bien recordaba el clan del que provenía la chica, siempre se mantuvo al margen de ellos. Él y cualquier otro ser sensato de la aldea.

Pasado poco más de camino, a la esquina siguiente se asomaría el objetivo. Yusuke ya podía saborear las mieles de un favor bien hecho, y murmuraba. — No veo la hora de poder aprender el kage bunshin… — para facilitar sus tareas, por supuesto. No alcanzó a pensar más allá cuando una voz muy familiar -literalmente- le retumbó a su siniestra. — ¡Oooh! ¿Has traído a alguien a casa por fin? — el chico se detuvo en seco. No por la broma de mal gusto, sino porque temía por su fortuna al no reparar en su propia madre. — No digas nada. Si la ignoras se aburrirá y pasará a otra cosa. — dijo el ojiambar a la Noa.

La madre de él solo soltó una carcajada. Estaba acostumbrada al humor de su hijo. Y poco después saldría un hombre mayor de la misma casa que ella barría. Para ser precisos, la mujer tenía unos 50 años y él lucía un poco mayor que ella. Ella era la de cabellos azulados, y él de los ojos amarillos. Ambos eran, en la justa medida, culpables del aspecto físico y la forma de ser del Genin, y eso se notaba a kilómetros. La sorpresa, sin embargo, surgió con la primera intervención del hombre.

— ¡Yusuke! Tu madre lleva esperando este momento desde que naciste, no se lo arruines. ¡Y nada menos que con la pequeña Noa! Siempre le dije a su padr- — fue interrumpido por su propia consciencia y la mirada fulminante de una preocupada esposa. No era su historia para contar, por más que la chica probablemente lo necesitase.

Todo ocurrió en unos cuantos segundos. La acumulación de factores hizo de caldo de cultivo para una situación que probablemente iba a escapársele de las manos al chico, pero él no lo sabía. En su mente solo estaba el salir del agarre de sus padres sin faltarles el respeto, y poder entregar, por fin, la maldita carga. — ¿Terminamos con esto? Ya no siento los hombros. — se acercó para susurrarle. Luego podría lidiar con sus padres, pero necesitaba que ella se moviese también, pues no iba a dejarla a merced de esos depredadores.
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Se quedó mirando al contrario por unos momentos, sus brazos y la carga que portaba, la que ella tomó y el camino por delante. No sabía como había llegado hasta este punto, pues desde luego era pesado y más llevando dos de ellas que había visto. — No pasa nada, la verdad es que me sorprende que llegaras tan íntegro hasta aquí. ¿Cuánto llevas viajando? — No había entendido la broma, y lo cierto es que parecía que se lo había tomado más serio de lo que él a lo mejor hubiera intencionado. Al menos, no pareció entender la referencia. — ¿Hana-san? — Si la conocía, debió ser hacía tantos años atrás que no, en aquel momento no. Durante muchos años había estado bastante recluida en su familia, demasiado centrada en sus hermanos. Justo en aquel momento se dio cuenta de lo aislada, o pudo vislumbrar un poco el problema de sus decisiones en el pasado. — Vale, te sigo entonces...

Aunque aquel camino no fuera desconocido, porque era un camino que cualquiera podía hacer, en el sentido más estricto de la idea, no sabía a donde iban. Así que su mirada quedó pegada a la figura del contrario, desviándose a penas algunas veces a lo que tuvieran frente a sí para no chocarse ni tropezarse con nada. Le observaba como un gato curioso, atento a ver qué hacía o decía, en silencio por unos instantes. — ¿Un decir? Depende, hay veces que hay espíritus que permanecen entre nosotros con forma de paraguas, por ejemplo... en objetos abandonados. — Explicó básicamente un tipo de yokai de los más inofensivos, si no eran objetos peligrosos en sí. — Quien dice que no pueda ser un antepasado, y hay ... otros que tienen brazos con sus manos. Yo no descartaría nada. — Y con ello respondería, pero su rostro se dejaría ver con una pequeña sonrisa. — No te preocupes de todos modos, no creo que vengan a hacerte una zancadilla. Aunque... ¿A qué te refieres con mirar de más? — Y se quedó con la mirada mostrando entre confusión y curiosidad por la respuesta.

Sus pasos siguieron inocentemente los del contrario, girando por la esquina y mirando atentamente todo el entorno porque le podía la curiosidad. No es que fuera desconocido, creía, pero sin duda miraba más porque creyó que nunca prestó atención a los detalles hasta en aquella ocasión. Así de primeras, la primera voz no la consideró dirigida a ellos, porque... ¿Qué tenía que ver con ellos? Hasta que Yusuke respondió y se le quedó mirando sorprendida. — ¿A qué se refiere? — Y era evidente que no supiera por muchos motivos, porque jamás había tenido una madre así, porque nunca se pudo dar una situación así.

Siguió los pasos del genin, confusa mirando hacia la madre, que acabó intuyendo que era su madre cuando su padre habló, y al mismo que comenzó a hablar algo que le haría parpadear en repetidas ocasiones. Toda calladita, aguantó hasta finalmente hacerle entrega de la mercancía que aportaba con una reverencia muy formal. — Disculpe, ¿me ha llamado Noa? — Miró hacia el padre, sin poder aguantarse e ignorando por aquel momento a Yusuke, porque Noa era un espíritu, uno libre en acciones y que le dijeron que no hiciera caso a la madre, pero no al padre. Y lo que dijo no fue poco. — ¿Me conoce, señor? — Y no es que él tuviera elección a decir que no, pues lo que había dicho en el grito era más que delatador.

Posó entonces la mano sobre el brazo de Yusuke, hallándose a su derecha. — Eh, ¿no se te hace extraño que sepa mi nombre? ¿Cómo es que no te importa? — Susurra de vuelta al peliazul, para luego volver a sus padres buscando una respuesta para ella.
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Última modificación: 11-06-2024, 11:23 PM por Yusuke.
Entre calles, callejones y callejuelas, los dos chicos oriundos de la niebla andaban. La conversación se escapaba del límite de lo cómodo para un -muy en secreto- cobarde Yusuke, pues aquel tema de los Yokais y espíritus le hacía erizar la nuca. Cuando el dedo despiadado de la culpa le señaló preguntando por su “mirar demás” no pudo evitar soltar una ligera carcajada. Era claro que estaban en páginas diferentes, pero disfrutaba su compañía. — Al terminar de entregar esto te lo explicaré. — le dijo, mirándole de reojo.

El par terminaría haciendo gala del esfuerzo físico necesario para llevar la carga a su lugar de destino, pasando por frente a los padres del chico, y Yusuke dejaría notar su cansancio con un sonoro suspiro tras dejar en el suelo los sacos, incluyendo el que Noa le había ayudado a llevar. Saludó con una leve reverencia al nieto de la viejecilla mientras una ojeada lateral le avisaría que la chica parecía un poco más abstraída de lo usual. ¿Estaba cansada? Probablemente no. Pero sin duda le generaba curiosidad al chico.

— ¿Volvemos? — le diría, con una sonrisa. — Gracias por la ayuda, por cierto. Te debo la cena. — tomaría la delantera para volver por el camino que les había llevado ahí, solo para ser atajado de nuevo por sus padres, quienes miraban con ilusión al par. — No. — dijo él, antes de que siquiera pudiesen decir algo. — Ell- — intentó pronunciarse, pero fue adelantado por Noa, quien se dirigió directamente a los más viejos.

Las preguntas de la Onmyoji parecían regalarle un gramo más de arrepentimiento a la expresión de padre de Yusuke, y lo mismo -pero con enojo- al de la madre. Era una situación tragicómica, sí, pero la misma impidió que una respuesta clara saliera de los labios de quien era cuestionado. Yusuke no reparó de lo curioso de la situación hasta que no escuchó las preguntas, incluida la última, que iría hacia él.

— ¿Extraño? — lo que le parecía extraño en sí era la pregunta. Estaba tan acostumbrado a que su entrometida madre y su excesivamente social padre fuesen conocidos por todos los vecinos y conocieran a mucha gente, que no había reparado jamás en que quizás ese alcance resultase extraño para algunos. Para ese momento, su padre buscaba esfumarse con la excusa de que debía alistarse para ir a trabajar. — Pues, mi padre ha trabajado toda su vida como personal administrativo de la aldea. Conoce mucha gente, ninjas, especialmente. Supongo que algo sabrá de tu familia. — su presunción fue inocente a la vez que correcta, sin saber que esto abría una puerta difícil de cerrar para la fémina; una que le llevaría más cerca de sus padres.

— ¿Por qué no nos vamos, cariño? Déjemos a los dos tórtolos haciendo de las suyas. — decía la madre de Yusuke mientras buscaba la manera de zafarse y zafar a su marido de la situación. En Noa estaba decidir qué hacer ahora, si quería empujar un poco más su suerte y tratar de buscar respuestas, debía mostrarlo en su voluntad. Yusuke la observaría, con una mezcla de curiosidad y embelesamiento en la mirada. — ¿Te parece extraño a ti? —
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Estaba demasiado confusa ante la frase del contrario, y más aún cuando dejó aquel aire de misterio después. ¿El qué tenía que explicarle? Arqueó la ceja, pero dejaría aquellas dudas asentarse en esa parte de su cerebro. Les quedaba aun un camino por delante, el terminar aquel encargo no iba a ser en aquel instante, así que darle más vueltas no le traería nada. Fácilmente se deshizo de la idea y simplemente le siguió todo el camino hasta que finalmente lidiaron con la carga y el punto de entrega. Un hogar que jamás creyó pudiera levantarle tantas dudas, era algo que jamás se hubiera planteado antes.

¿Eh? Si, volvamos... — O eso es lo que creyó de primeras, hasta que realmente la curiosidad y el temor de tener más respuestas se hizo presente en ella, deteniendo a Yusuke si pretendía marcharse. — Espera. — Justo cuando se adelantó en busca de respuestas. Unas que no parecía estar el padre queriendo responder y que parecía estar Yusuke disuadiendo de la idea de que sus padres pudieran saber algo más. No era la más avispada para cuando se trataba de las emociones sociales con otras personas, pero había algo que le hacía creer que esa pareja sabía más de lo que estaban diciendo. 

Aquello era como lidiar con personas que querían ocultar la existencia y problemas que pudiera traer un yokai a las tierras. — Es algo más complejo que eso, Yusuke, fíjate... — Le dijo de cuenta cuando le comentó sobre la profesión de su padre. — Mi familia y yo nos hemos relacionado siempre de forma superficial... o eso creía. — La mirada, que había dirigido al peliazul para hablarle, se estaba girando lentamente hacia sus padres. — ¡No! Por favor, no se vayan... — Pidió, ofreciendo sus disculpas al hombre que había acompañado hasta ahí con la carga con una mirada. — Me lo parece, ¿acaso no es demasiada confianza? — Tal vez no fuera para tanto, el hombre había cortado su frase en su momento a tiempo para no delatarse demasiado, eso debía darse, pero Noa era demasiado insistente con las ideas y más cuando era sobre su familia. Que hablase con tal normalidad de ella y su... ¿qué iba a decir? Había despertado sus alarmas.

La pareja no podía irse sin más, aunque lo intentó, ya que Noa había hecho la petición y rápidamente sus pasos fueron con ligereza para alcanzarlos, colocándose delante de ellos. — Por favor, al menos díganme... ¿Conoce a mi familia? — Estaba implorando información, saber que ella no estaba loca y que la gente les recordaba, que podrían ayudarla a lidiar con la ausencia de ellos. — Mis padres siempre me trataron de mantener lo más alejada posible de la gente, ¿cómo sabe quien soy? A penas iba a la academia y volvía a casa, y ahora... no tengo casa. Si me dijera que al menos mis familia no es tan desconocida como creía... me ayudaría mucho a lidiar con mi pérdida. — Quizá Yusuke no lo supiera, pero era algo que inevitablemente acabaría conociendo porque últimamente la vida de Noa se basaba en la pérdida y desaparición de sus familiares, y en la lucha en un camino que hasta ahora había sido solitario. — Desde que mis padres murieron o desaparecieron mis hermanos... es como si nadie supiera de ellos, nadie los busca más que yo. — Y esa era la condena de haber tratado de hacer que una familia pasara desapercibida todo lo posible, y era por ello que Noa se aferraba a las miradas de sus padres buscando respuestas.
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