Palabras esperanzadoras (Miku) ((Pasado))
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Última modificación: 01-06-2024, 09:31 AM por Relincho.
"Levántate estúpido trozo de mierda seca" pensó. "Otro día más, otro día desperdiciado. ¿Es esto lo que te hace sentir orgulloso?".

Relincho estaba tumbado sobre la hierba silvestre. Se encontraba en las orillas de la parte oeste de la isla más al oeste del País del Agua. Estaba en el borde de la nación. Justo esa zona no era muy poblada, habían algunas casetas de campo cerca de la orilla, varios huertos de arroz y otros cultivos, y mucho territorio de simplemente playa, acantilado, y vegetación autóctona. Relincho permanecía sobre la hierba de un pequeño acantilado que subía de la playa, el cual miraba directamente al mar del oeste a unos 15 metros de altura. Desde allí se podía apreciar el final de la península que era El País del Colmillo y la Garra, y, quizá a lo lejos, se podía distinguir el diminuto País de las Olas. Lo más impresionante era el atardecer. Aquel día el tiempo había sido perfecto. Un cielo despejado bañado de suficientes nubes como para guardarse un rato, una brisa marina suave, pero reconfortante, y un sol acalorado que te acompañaba reconfortante por los paseos en la playa. Ahora se estaba poniendo, y presidía majestuoso la cresta de las montañas del País del Colmillo y la Garra, como un general que se marcha a descansar, después de haber protegido a toda su nación. Era un atardecer imponente.
"Menuda puta mierda" se dijo a sí mismo Relincho. "Otro día más y aquí estás, tirado."

La Isla del Oeste era un lugar extraño y no muy transitado por los ciudadanos de las otras partes del país. Pero era un lugar que hacía sentir cómodo a Relincho. Desde que se había convertido en ninja, a menudo se veía luchando por encontrar la razón de por qué hacía las cosas. No sentía alegría o emoción por luchar o defender algún aspecto de la identidad patria, solo inseguridad y, realmente, mucha pereza. Pero allí, las cosas parecían tener un poco más de sentido. La isla la habitaba gente extraña, amargada, reaccionaria y con bastante ira acumulada. Personas con retazos oscuros pintados a brocha gorda en su interior, donde la vida se traducía en un absurdo quehacer mientras se debe reprimir las ansias y deseos más grises que hacen a uno mismo preguntarse si es siquiera humano sentir algo así.
Ahí, Relincho se sentía como en casa.

El sol se estaba poniendo, pero aun había luz de sobra. Lo cierto es que el clan en el que había nacido tenía cierta proximidad a la misma isla, y desde luego, la personalidad sí que era autóctona. Sobre todo en la rama de la familia de Relincho, quizá la más rarita y menos poderosa de todo el clan. A Relincho le daba igual, no obstante. Si sentía un aura reconfortante en aquel lugar no era por su ascendencia. Era por complicidad. Era por alineación. Era por auténtica y verdadera magia.

Hey, Relincho, te traigo otra jarra de cerveza pero en cuanto te la acabes ya te estás marchando de mi parcela —espetó un agricultor que se dirigía hacia el ninja.

Esa magia era, en realidad, tan solo el alcohol. Pero daba igual. Hacía a Relincho sentirse agusto. Había hablado con aquel campesino y, sin saber muy bien cómo, le había convencido para que le invitase a un par de cervezas.

Gracias, muy amable, de verdad —le contestó Relincho.
Puto tío raro... —masculló entre dientes el campesino volviéndose a su casa. Quizá le había parecido rara la cabeza de caballo que siempre llevaba Relincho, pero bueno, estaba acostumbrado. Para algo la llevaba.
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La Isla del Oeste, un lugar ubicado a, como su nombre lo indica, el Oeste del País del Agua. Se trataba de un lugar extraño y misterioso, en gran parte, su mala reputación se debía a la gente tan extraña, oscura y desconfiada que habitaban en la Isla. Un lugar en el que se dicen, todas las familias poseen un pasado oscuro y cualquier conversación podría terminar en una riña si no se lleva de la forma adecuada.

Ahora vamos a la razón por la que la integrante del respetado Clan Yuki se encontraba en aquel lugar, si bien era una Genin no tan experimentada en el ámbito militar, si ya tenía algo de nivel como para encargarse de misiones de un rango medio, y ésta misión era específicamente eso. Su labor consistía simplemente en investigar el área en busca de un ladrón y probablemente asesino de pacotilla, buscado en Kirigakure por los ya mencionados crímenes, aunque no era alguien muy peligroso, la aldea prefería evitar tenerlo cerca y mejor encerrado, pudriéndose en una celda de las inhóspitas cárceles del Imperio.

La razón del porqué la misión podría tornarse peligrosa era por la misma Zona en la que los rumores ubicaban a aquel ladrón. A pesar de eso, Miku no dudó en tomar la misión como una orgullosa soldado del Imperio y emprender su viaje hacía el lugar. Desde su llegada, el ambiente ya era pesado y extraño, la gente la miraban de forma desconfiada, como si quisieran lanzarse hacía ella y acabarla, pues les era extraño ver a un ninja al servicio del Imperio en el lugar, inclusive algunos pueblerinos decidían esconderse y no salir, obvio no eran tontos y si Miku les estaba siguiendo la pista, podrían terminar en la cárcel, para su buena suerte, no era el caso.

El andar de la Yuki la llevó hasta varios habitantes, quienes negaban haber visto a alguien con las descripciones del ladrón de Kirigakure, otros simplemente la ignoraban o le indicaban que se fuera de ahí lo más pronto posible. Largas horas de investigación que empezaban a ponerse tediosas para Miku pasaban, pero no quería regresar a la Aldea sin algo de información, aunque si no encontraba nada, poco podía hacer.

No fue hasta que llegó a una pequeña parcela en donde sólo había dos personas, un campesino cualquiera habitante de la Isla y otra persona aún más extraña, pues está portaba una máscara de caballo en su cabeza, algo raro y a la vez curioso para la Yuki en cuanto lo vio. A paso lento se acercó hasta los hombres y con algo de autoridad, pero a la vez timidez decidió hablar. - Buenas… Noches… Necesito hacerles algunas preguntas, soy una Kunoichi de Kirigakure, mi nombre es Miku… -. Solo esperaba que aquellos hombres no reaccionaran de mala forma como lo habían hecho ya otros en la Isla.
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