El calor era abrasador, sin embargo, las ruinas arenosas en medio del desierto daban cierta protección ante el inclemente sol del medio día. Escogí una vieja casa de arenisca del antiguo estilo de Suna. Era una casa que pudo pertenecer a alguien con dinero, con varias habitaciones y una sala amplia de techo alto, ahora con huecos que dejaban entrar el sol y la arena.
-Shinjuu Zanshuu no Hitakajiri- hice los sellos, desapareciendo un trozo de arena dentro de la casa, dejando un hueco de 2.5 metros de diámetro por cinco metros de profundidad.
-Mizurappa- realicé los sellos, lanzando un chorro de agua que rellenó el hueco que hice. Bebí de esa agua y me sumergí un rato, esperando a que pasara el medio día para comenzar a buscar.
-Supaihebi- realicé sellos, generando 10 serpientes que se separarían de mí hasta 200 metros. Mientras yo yacía en ese lugar, las serpientes se esparcerían.
No había sido casualidad que yo hubiese llegado a esa localización, a pocos minutos de la ciudad en Ruinas, sino porque se sabía que era un pozo de refugiados, exiliados y criminales.
Cambié de visión entre las serpientes, hasta que una logró llamar mi atención.
Era una carabana que se movía sigilosamente, con algunas cajas en su interior. Las mulas jalaban el carro, con algunos hombres encima. Las serpientes se acercarían a ese lugar, el cual similaba una vieja casona con algunos hombres armados que se asomaban por las ventanas, armados con ballestas y espadas.
Abrieron la puerta principal, una enorme reja oxidada, en donde varios hombres armados dejaron entrar la carabana.
-Shinjuu Zanshuu no Hitakajiri- hice los sellos, desapareciendo un trozo de arena dentro de la casa, dejando un hueco de 2.5 metros de diámetro por cinco metros de profundidad.
-Mizurappa- realicé los sellos, lanzando un chorro de agua que rellenó el hueco que hice. Bebí de esa agua y me sumergí un rato, esperando a que pasara el medio día para comenzar a buscar.
-Supaihebi- realicé sellos, generando 10 serpientes que se separarían de mí hasta 200 metros. Mientras yo yacía en ese lugar, las serpientes se esparcerían.
No había sido casualidad que yo hubiese llegado a esa localización, a pocos minutos de la ciudad en Ruinas, sino porque se sabía que era un pozo de refugiados, exiliados y criminales.
Cambié de visión entre las serpientes, hasta que una logró llamar mi atención.
Era una carabana que se movía sigilosamente, con algunas cajas en su interior. Las mulas jalaban el carro, con algunos hombres encima. Las serpientes se acercarían a ese lugar, el cual similaba una vieja casona con algunos hombres armados que se asomaban por las ventanas, armados con ballestas y espadas.
Abrieron la puerta principal, una enorme reja oxidada, en donde varios hombres armados dejaron entrar la carabana.