Nos encontramos con Mei, arrodillada frente a las estatuas de los Dioses que tanto veneran en la isla. Es una señal de respeto cuando visitar la zona, siendo ella una persona que intenta seguir las costumbres de los lugares que visita. Durante su etapa de fugitiva, aprendió que esa es una táctica muy útil para que los lugareños no te vean con malos ojos. Después de todo, nuestra protagonista se acostumbró a vivir con malos ojos sobre ella. Es la penitencia de una vida huyendo.
Pero ahora no. Como ninja de Kirigakure, goza de cierto prestigio, sobre todo al habérsele visto en distintas oportunidad como alguien que apoya al poderoso imperio. No olvidemos que su acogida en la aldea se debió a la intromisión, que algunos llaman amiguismo, de un respetado ninja que solicitó ante los altos mandos que se le acepte como aldeas tanto a ella como a su difunta madre. Ahí es donde comenzó a escribirse la historia de Acheron en esta nación.
Centrándonos en el presente, ¿qué la trae a este humilde lugar? Al vivir aquí personas tan pacíficas, normalmente solo los shinobis y kunoichis religiosos visitan la isla. ¿Es Mei alguien de ese estilo? Para nada, jamás recibió educación al respecto. La verdad es que en las calles de la ciudad central escuchó un pequeño rumor, uno que llamó su atención. Al parecer, ciertos objetos del templo han sido sustraídos, o más bien, desaparecidos “misteriosamente” durante la última semana. Esto ha puesto en alerta a los habitantes y generado un clima hostil. Eso sí, han sido astutos, pues no han permitido que la información se escape de manera muy potente hacia el exterior. Si Acheron escuchó es por mera casualidad.
Podemos decir que la Diosa de la Fortuna estuvo de su parte en esta oportunidad.
— Disculpe, usted no es de por aquí, ¿verdad? — Se escucha la voz de un hombre. Es calvo y, según su vestimenta, se puede inferir que se trata de un monje del templo.
Acheron se voltea y lo observa, luego de escucharlo. Se coloca de pie y soba un momento sus rodillas. — Solo vengo a presentar mis respetos. — Responde, con la seriedad que la caracteriza. Sin embargo, no tarda en escuchar un nuevo diálogo. — Le pediría que, si no tiene nada importante que hacer en la isla, se marche.
Qué directo ha sido, ¿no? Obviamente tiene que ver con el rumor que ha venido a investigar, pero jamás pensó que un individuo de ahí, famoso por lo pacífico, la eche de esa forma.
Cuanto menos curioso.