Ryu estaba tan centrado en el entrenamiento, que no se percató de que alguien se le había acercado hasta que de golpe, de reojo, vio una paleta. Dio un pequeño retemblido por el susto, pero por suerte no llegó a perder la fuerza para comerse el suelo de morros—. ¿Uh? ¿Y tu quién eres? —no era su intención sonar borde, pero no había visto venir aquel acercamiento y él era una persona bastante espontánea.
Escuchó las palabras mientras arqueaba una ceja, un poco incrédulo, pero no tardaría en ser convencido por el muchacho ya que le había ofrecido comida. Pasó de estar en posición de flexiones a sentarse en el suelo, y sonrió amigablemente al desconocido mientras recuperaba el aliento y se limpiaba el sudor de la frente—. Es la única hora que tengo para entrenar, este cuerpo no puede mantenerse solo —comentaría orgullosamente mientras flexionaba su bíceps, mostrándole sus marcados músculos—. Pero es un buen momento para almorzar, así que no te voy a decir que no, dame el de naranja.
El shinobi sin aldea podría ver cómo los músculos del Tokage se encogían un poco y las escamas por su cuerpo desaparecían. Lo único que podría llamar la atención de él eran sus dientes serrados—. ¿Tu también entrenas? Tienes un buen cuerpo —le preguntaría mientras acercaba la paleta a su boca y le daba un mordisco.