Los marinos no dudaron en atarla a una silla, privarla de comidas y agua y llamaron a su capitán a bordo, este, sin mayores preámbulos se acercó a ella con una mirada desafiante, era un joven marino, pero había sido reconocido por su habilidad en combate. Portaba las insignias del imperio, era un verdadero soldado de Kirigakure, se acercó a la mujer y dijo con voz altanera – vaya vaya, así que la famosa Nao se encuentra en mi barco, ¿eh camaradas? – dijo, burlándose y extendiendo sus brazos mientras se erguía y miraba para atrás, un sonido sordo se escuchaba en el barco, algunos movimientos, pero nada importante, varios se rieron en ese entonces – y dime preciosa, ¿qué te trae por aquí? – le dijo, apoyando su pie en el borde de la silla y acercando su rostro al de ella – a… agua... agua… por favor… - dijo la rebelde, mientras tosía y gemía. El capitán de la fragata sonrió, retrocedió un paso y, tras chasquear los dedos, uno de sus soldados vertió una cubeta de agua fría sobre la Hozuki, tras recibir la cubeta, esta movió el rostro de lado a lado, secándose del agua salada que le habían vertido y dijo, con un tono para nada fatigado, mientras los sonidos de golpes cada vez eran más cercanos, dijo con un tono molesto – esa agua no, idiota, cuando alguien te ruega por agua es para que le des un vaso de agua y se lo arrojes en la cara, ¿Qué aún no se lo enseñan al señorito? – su tono burlesco y su mueca en el rostro enervación al joven imperial, este de un movimiento rápido volvió a posar su pie sobre la silla, esta vez entre las piernas de la Hozuki y, con total rapidez, él puso el filo de su katana en el cuello de la mujer – insúltame una vez más y tus días de reb… - un escupitajo en su cara – tú lo pediste – diría, deslizando el filo de su katana por el cuello de Nao, pero esta, lejos de morir, simplemente hizo una mímica de moribunda muy mal fingida y entre risas decía – oh no, me estoy muriendo – moviendo sus manos en un exagerado ademan, mientras que se paraba de la silla y, con un movimiento rápido, arrojaba al imperial al suelo, posándose sobre este y amenazándolo con su propia espada tras un rápido movimiento. Su cuerpo estaba volviendo a materializarse, se había convertido en agua para esta hazaña, y con un simple desliz, acabo con la vida de aquel imperial – sayonara – dijo, mientras la ironía y el desconsuelo de ese capitán que, al caer, esperanzado de ver como su tropa intentaría hacer algo, solo pudo ver que era el último de sus hombres en cubierta que había logrado sobrevivir a ese ataque sorpresa.
Quince minutos después, Hozuki Nao se encontraba llegando a las orillas de la playa, tras levantar el brazo y alzar la voz, esta diría – oookkaaaay chicos ya pueden cortar la niebla – sus palabras fueron una orden directa, algo irrespetuosa tal vez, pero muy eficaz, pues la niebla se disipaba en toda el área y el sol, ese brillante sol, empezó a bañar aquella hermosa playa que ocultaba una base rebelde improvisada. Aquel barco, inusualmente lejos de su lugar de origen, se encontraba apenas a apenas 100 metros hacia el mar, se notaba que su curso había sido adulterado. Aun se escuchaba el sonido de la batalla en el barco, pero eso no le interesaba a Nao, ella solo quería volver a recostarse en su silla de playa, tomar su vaso de wiski recién servido y relajarse un poco… claro, si no fuese por la interrupción de su asistente, quien con la mayor de las etiquetas y protocolo militar se aproximaría a su costado derecho para informarle mientras hacia una reverencia – Nao-dono, ha llegado un grupo de aspirantes a rebeldes, son 4 jóvenes de Kirigakure – diría respetuosamente – aaah… que molestia… diles que vengan, ya que… - decía, mientras bebía de su wiski y aquel barco, ahora en llamas, explotaba parte de la cabina.
El campamento era un montón de tiendas ubicadas de manera algo desordenada, había rebeldes preparando sus armas, un campamento medico donde atendian a unos pocos ninjas y civiles que se encontraban mal de salud, pero sorprendentemente, no había ningún herido entre ellos. No tenían un lugar especifico para guardar rehenes, de hecho, tenían una especie de jaula improvisada de madera donde, al interior, se guardaba personal con traje imperial, presumiblemente gente del mismo barco que acababan de asaltar. En medio de todo el caos y observando la destrucción de aquel barco, Hozuki Nao se veía tranquila y feliz, aguardando por los nuevos reclutas de esta hermosa rebelión.