Cordillera del Rayo
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Invierno 15 D.K
Cordilleras al norte de Kumo
El viejo Krillin se encontraba al resguardo en una pequeña cueva en lo alto de una montaña. Su abrigo era el cuero de un venado y sus ropajes clásicos de monje, acompañado de una pequeña fogata y asando unos hongos con pescado. La situación era un tanto incomoda pero nada que el viejo no soportase, en ocasiones simulaba un combate para entrar en calor y luego volvía a su lugar. Tres días al reparo de la constante tormenta hasta que por fin un rayo de sol le permitió continuar escalando la montaña.

Este tipo de desafíos eran clásicos para mantenerse en forma, ocasionalmente podría caer y morir, contaba con sus técnicas para zafar de ello pero le gustaba hacerlo de manera tradicional. A medida que ascendía colocaba pequeñas estacas de acero que le permitirían subir y escalar las rocas ayudándose de una resistente cuerda que lo sostendría. Un sistema innovador y efectivo para la época que el viejo ya ponía a prueba con el objetivo de alcanzar la cima. 

Segundo refugio consolidado casi a mitad de camino, nuevamente la noche es pésima para el autoestima, el viejo resiste con su tenaz meditación. Al amanecer continuaría hasta llegar al ultimo tramo, donde un largo y extenso camino desciende hacia el interior de la montaña, unos kilómetros para dar con una vieja casa de retiro. Allí esperaba ver a su viejo amigo, pero lo más probable era que no estuviera allí, era más bien un gesto simbólico por su recuerdo. Sus mejores amigos, con los que creció, siempre fueron ancianos por lo que el tiempo de alguna forma se iría burlando de Kuririn.
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Como era de esperarse, su amigo había perecido, aunque no le traía tristeza tampoco alegría. Su vida monástica había sido preciosa inclusive los momentos de rebelión. Hoy llevaba consigo cientos de historias del pasado, buscando consolidar aquella carga que sopesaba en su pecho, aquel característico recorrido monástico, una tradición ya abandonada que muy pocos discípulas ejercían.

En el interior de la montaña una pequeña casita tallada en piedra la cual serviría para descansar unos días y tomar provisiones. Una característica memorable de aquellos sitios era su capacidad de ocultar cosas, especialmente comida no perecedera. El viejo Krillin ahondando en sus pensamientos traía a su memoria las artimañas de los viejos Monjes para esconder cosas.

Al finalizar la tarde Kuririn había descifrado el acertijo, luego de mover unas piedras según determinados parámetros, una puerta de piedra giratoria develaría el interior de un pequeño almacén casi vació, salvo por unos frascos de miel y aceite bien conservados. Tomó un frasco de miel para luego retirarse dejando las cosas tal y cual estaban antes.

Al cabo de unos días continuaría su travesía por la cordillera hasta alcanzar el final del trayecto, como parte de su entrenamiento y filosofía el viejo Krillin continuaba su paso firme y determinante, llevando siempre consigo su album de registros.
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