[Autonarrada] El templo de los Demonios
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Había llegado el momento. Tras salir de Iwa junto con los mercaderes Demi Oni de mi clan, me dirigí hacia las afueras de la aldea, en donde un grupo de Demi Onis aguardaban a por nosotros.

-Viene un cargamento de piezas importantes desde "El País de los Demonios". Es importante que todo llegue en buenas condiciones, nos veremos en la frontera del País, antes de salir, en donde nos darán el cargamento- dijo uno de los líderes del clan, un viejo de larga cabellera blanca, vestido con ropajes de piel de tigre.

-¿Algo que deba saber?- le pregunté- ¿algún código por si es alguien usando un Henge?

-Deberás inspeccionar las piezas en cuanto las recibas- dijo el anciano. Una vez todo listo, partimos rumbo a la frontera, en donde los mercaderes encontrarían a la otra caravana para transportar las piezas.

Era de las pocas veces que veía el cielo, y daba la casualidad de que se trataba de un cielo nocturno. Las estrellas llenaban el cielo, y la luna brillaba con toda su intensidad.

Esperé unos momentos, observando bien a mis alrededores, esperando alguna sorpresa, sin embargo, no sucedió nada. Volví a admirar el cielo nocturno, el viento fresco de la noche y los páramos rocosos, con formaciones de roca que emergían del suelo. Para el amanecer, habíamos pasado las montañas de una de las tantas cordilleras que nos rodeaban. 

Otro onikuma, un chico de piel azul y un sólo cuerno, me relevó para que pudiera descansar. Comí la carne asada proporcionada por los mercaderes y bebí el té que tenían. Tras un breve descanso, volvimos a cruzar una montaña tras la cual llegaríamos a Ciudad Io.

-Aquí descansaremos. Acamparemos junto al río antes de volver a partir mañana- dijo el mercader Onikuma- almacenen todo el agua y comida que puedan, ya que de regreso no nos detendremos.

Nadamás llegar al lugar, pudimos ver un enorme castillo que coronaba la ciudad. La gente era clase media, y vivían en una zona vieja de la ciudad donde varios ríos cruzaban la plaza.

Otro soldado de Iwa se nos acercó. Era un sujeto alto de piel roja y un solo cuerno, como yo. 

-Shounin sama, que gusto verle. Los líderes mencionaron que vendría, preparé carne seca, galletas de trigo y té negro para su viaje- dijo el Oni, mientras otros soldados de Iwa, humanos comunes y corrientes, llegaban con su cargamento de suministros.

Pasamos la noche junto a uno de los ríos, en donde los demás comerciantes acampaban. Había varias posadas, pero decidimos no parar en ninguna para no ser tan fácilmente reconocibles por la gente que pudiera haber dentro. 

La noche fue sencilla, sin embargo, tras el amanecer volveríamos a reanudar nuestro camino hacia el País de los Pájaros. Yo yacía inquieto, la verdad deseaba que esta misión terminara pronto, por lo que jugaba constantemente con mi kunai.

-Ahí está- dijo el comerciante, Shounin Sama, señalando una cordillera que delimitaba el País de la Tierra con El País de los Pájaros. Llegaríamos hasta el mero borde de la nación, en donde nos detuvimos.

-¿Que sucede?- cuestioné.

-Espera un momento- dijo el mercader, realizando un jutsu de detección- si, chakra negro, son ellos.

Tras unos momentos, desde todos lados, los mercaderes Oni que nos esperaban retiraron sus cubiertas especiales de camuflaje, revelando su identidad. Piedras, arbustos, troncos y el mismo suelo era ellos escondidos.

-Shoushin Sama, finalmente. Hemos hecho un muy largo recorrido desde el País de los Demonios... confiamos que la carga esté segura en tus manos- dijo el otro mercader, un oni de piel amarilla, arrugado y con un solo cuerno.

-Es un placer recibir las reliquias, Diiraa Sama- respondió el mercader- el Templo de los Demonios agradecerá su ayuda.

Enseguida, uno de los compañeros se acercó con una enorme caja, como un cofre más alto que yo, camuflado como arbusto, dentro del cual se encontraban las reliquias.

El mercader nos pidió abrir la caja y, tras unos breves momentos, logramos abrirla.

Había pergaminos viejos escritos en piel, runas antiguas con grabados, pero lo que más llamó mi atención eran las figurillas extrañas que contenía.

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-Se ven muy antiguas- dije mientras revisaba más del encargo. Había pergaminos con idiomas raros y símbolos desconocidos.

-Excelente, el cargamento está listo- dijo el mercader Shounin Sama- sin embargo, respecto a las "otras reliquias"...

-Las otras reliquias están en el antiguo templo Onikuma, en el santuario. El lugar está ocupado por indeseados invasores. Necesitaremos ayuda por parte de los líderes.

-Quizás logre que envíen un grupo de shinobis a recuperarlas. Después de todo, tiene objetos y cosas peligrosas, únicas y sobre todo importantes- dijo Shounin Sama.

....

Continuará en otro post
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Aseguramos la carga a las bestias de carga y partimos de regreso a Iwa. Para asegurarnos, haríamos una breve escala en Io, por si alguien nos seguía. Tan sólo habíamos llegado hasta las puertas de la Ciudad Io, cuando observamos un resplandor rojizo.

Uno de los soldados salió para interceptarnos.

-Alguien ha quemado la posada, nadie puede entrar ni salir. Deberán rodear la ciudad- dijo el guardia.

-¿Quién hizo eso?- le cuestioné pero no respondió.

-¿Y Toriko Onikuma?- cuestionó Shounin Sama.

-Él ha sido herido, es todo lo que puedo decirles- dijo el guardia.

Tras esto, el mercader nos indicó que iríamos por la ruta larga, pues le daba mala espina lo que estaba pasando. Nos desviamos del camino principal mientras nos introdujimos al bosque. Nos indicó apagar nuestras luces y no hacer ruido.

Viajamos en paralelo al camino, en donde no tardamos mucho tiempo en ver un montón de luces de fuego y murmullos violentos. Un grupo de gente con antorchas detenían e inspeccionaban a los comerciantes, revolviendo sus mercancías y haciéndoles preguntas.

En la oscuridad, pude notar que el rostro del mercader era de coraje ya que arqueaba hacia abajo su gran ceja.

-¿Que sucede?- me acerqué a preguntarle algo en voz baja.

Sólo ordenó que nos apartáramos del camino.

-Son cazadores de demonios. La gente nos odia, pero ellos son fanáticos religiosos que nos consideran enemigos mortales- dijo el mercader en voz baja.

Habíamos pasado ya la altura de ciudad Io, y cuando tuvimos que ir a un cruce de caminos para avanzar hacia Iwa, hicimos un Henge no Jutsu para aparentar ser humanos comunes y corrientes, sin embargo, de los arbustos emergieron un par de sujetos encapuchados, con máscaras blancas y armados con katanas. Otros sujetos aparecieron, vestidos como campesinos y armados con antorchas, azadones y horquillas.

-No venimos a asaltarlos, necesitamos ver su carga, eso es todo- dijo uno de los sujetos encapuchados. El mercader detuvo a los caballos.

-¿Quienes son ustedes?- cuestionó el mercader.

-Vamos a revisar su carga- dijo el otro encapuchado, haciendo una seña para que los campesinos se acercaran a la carga.

Bajé de la carreta en dirección a ellos, y mostré mi bandana.

-Este cargamento pertenece a Iwagakure, no es posible que civiles lo revisen- les indiqué. 

El encapuchado se me acercó.

-Esto está por encima de cualquier aldea, hazte a un lado- dijo el encapuchado, desenfundando su katana. Yo desenfundé mis kunai.

El otro encapuchado, a gran velocidad, saltó hacia mí, pero mi compañero Onikuma azul le dió un fuerte golpe con su kanabo, haciéndolo retroceder en el aire, aunque cayó de pie.

-!Un kanabo, son demonios!- gritó el encapuchado.

El otro encapuchado se lanzó contra mí. Apenas pude bloquear sus ataques con mis kunai, hasta que logré hacerme a un lado para sacar mi propio kanabo.

Mis cuernos se ensancharon y cargué contra él, pero éste dió un salto horizontal hacia los campesinos. La multitud corrió hacia mí.

Realicé mis sellos y golpeé el suelo con mi pie, elevando un muro de fuego entre los campesinos y yo. Una tanda de shuriken golpeó el muro, el cual finalmente cedió ante los ataques de los campesinos.

Retrocediendo, generé 5 esferas de fuego en mi mano, las cuales lancé hacia los enemigos. 5 de ellos se vieron envueltos en una columna de fuego, pero el resto siguió atacando.

Me alejé dando un poderoso salto horizontal, para luego dar un golpe en el suelo que derribó a todos los campesinos. Uno lanzó una flecha contra mí, pero con un giro de muñeca se lo regresé al cuerpo.

Corriendo entre ellos, bloqueé los golpes de sus armas con mi kanabo y poco a poco los dejé fuera de combate.

Con un kage buyo, corrí velozmente hasta el encapuchado, propinándole una fuerte patada que logró bloquear en parte. Sin darle descanso, probé con otros jutsus, golpeándolo para abrir sus defensas, pero el sujeto seguía protegiéndose.

-Gouken Ryu!- grité, golpeando su brazo, para luego volver a ejecutar el mismo jutsu, golpeando su estómago, quedando desprotegido momentáneamente. Con un Kae buyo volví a golpear, elevándolo por los aires.

Todavía en el aire, arrojó sus shuriken, por lo que tuve que esquivar y protegerme detrás de la carreta. Los campesinos que aún podían levantarse lo hicieron y con sus tridentes y horquillas trataron de romper la caja donde estaban las reliquias, pero por suerte el mercader tenía su propio kanabo, y aunque no era shinobi, pudo hacer frente a los que intentaban destruir la caja.

El encapuchado cayó al piso y volvió a arrojar sus shuriken. Me protegí con mi  kanabo pero aún así recibí unos cortes en el cuerpo y piernas.

Corrió hacía mí, golpeando mi kanabo con su katana. Forcejeamos un momento, en lo que los campesinos lograban superar al mercader y el otro encapuchado retenía al otro oni.

Canalicé energía en mi dedo, y al momento de hacer hacia un lado la katana, mi dedo se clavó en su pecho. El encapuchado retrocedió herido, lanzando un alarido de dolor. Con mi kanabo golpeé de nuevo su cuerpo, lanzándolo contra el piso.

Los campesinos lograron someter al mercader, y se disponían a abrir la caja, cuando una rata de fuego alcanzó al grupo y explotó en llamas.

El grupo de campesinos se dispersó en llamas. El mercader logró apenas cubrirse de las llamas con otro campesino, el cual quedó frente a él mientras lo sostenía con su horquilla.

Mi compañero continuó enfrentando al otro encapuchado. Lancé mis shuriken hacia su rival, el cual recibió unos cuantos cortes en sus brazos y muslos.  Saltó hacia una rama cercana, alejándose de nosotros.

Me estaba quedando sin chakra, pero aún estaba dispuesto a combatir. Mi compañero estaba bastante lastimado, pero aún tenía algo de chakra. El encapuchado vio a los campesinos heridos, a su compañero herido y a nosotros dos aún de pie.

-Se han vuelto fuertes, demonios- nos dijo aquel hombre, lanzando varias bombas de humo a su alrededor. En cuanto se disipó el humo, ambos encapuchados habían desaparecido.

Ambos nos revisamos nuestras heridas, buscamos a los alrededores y cuando vimos que estábamos bien, ayudamos al mercader quien seguía ahí, herido. 

-Regresemos cuanto antes a Iwa- dije a mi compañero, subiendo al mercader a la caravana. Arriamos las bestias y partimos rumbo a nuestra aldea. En no mucho tiempo, habíamos llegado de regreso a Iwa.

-¿Como supieron que íbamos a por el cargamento?- cuestioné al mercader.

-Debieron haber seguido al otro grupo, o pudieron habernos oído en Io- dijo Shounin Sama, mientras que los médicos del clan le atendían sus heridas.

Otro grupo de Onis bajaron las piezas, con sumo cuidado, llevándoselas de regreso al templo, a las cámaras más profundas para resguardarlas.

El líder del clan se nos aproximó.

-Buen trabajo. No esperaba que los caza demonios nos persiguieran, pero pudieron manejarlo- dijo el líder del clan- esto es todo por ahora.

Con esto, daba por finalizado la misión. Regresaría a mi casa antes de pasar a la oficina del kage para entregar mi reporte. Me había dejado cosas en que pensar, sobre todo por el odio que nos tenían.
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Última modificación: 14-03-2024, 04:11 PM por Staff.
MISIÓN FINALIZADA
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