12 de Enero, 15 D.Y.
02:30 PM
02:30 PM
A menudo ella olvidaba que existía algo más allá de la siguiente tarea, de esas que parecían volverse eternas, restando y sumándose unas nuevas en una lista que con el tiempo no había dejado de alargarse. Aquel descuido no dejaba de ser recordado por parte de su padre: las interminable rondas de diplomacia, equilibrar el presupuesto de la familia sin dejar las notas de crédito atrás y, por supuesto, el verificar cuán fieles eran algunos ante el imperio.
¿Acaso no era un amargo chiste, una ironía de la vida, que el hombre le hubiese encargado aquello a la joven de cabellos morados? Totalmente, resultaba casi absurdo. Casi, si se tomaba en cuenta que fingir estar de un lado que, obviamente, era el predominante traía más ventajas y oportunidades que el contrario. Además esa función que aburría hasta los huesos a su progenitor, para ella era una extraña fuente de respiro. Una excusa para encontrarse lejos de una casa que nunca sería su hogar.
Sin embargo, ese día amenazó con ser una excepción.
En forma de quejas, gritos y algunos lloriqueos descendió el caos a sus oídos. La usual calma en su rostro permaneció en lo que con la mirada barrió la zona que la rodeaba, capturando en un punto a un grupo de cinco personas. No eran demasiados, pero el ruido que causaban… Toda una conmoción para quienes se detuviesen a verlos, sobre todo en un lugar tan concurrido como una plaza.
Aunque el escenario era un poco salvaje para su gusto, su tranquilo gesto no cambió para nada. No podía ni haría nada, porque ¿Qué podría conseguir de unos hombres que estaban refrenados por imperiales y que tiraban de ellos como si se tratasen de unos míseros perros?
Un último suspiro escapó de sus labios antes de que sus ojos de forma disimulada paseasen no por el lugar, sino por las personas que pululaban en él. Sus reacciones, sus expresiones, eso quiso ver. Cada uno era un mundo y gente nueva aparecía con el trascurrir de los segundos con tal de ver un poco de ese espectáculo cruel.
—No puedo creer esto pasase aquí —Dirigió a la persona a su lado con un tono reprochador en su voz, mas suave, callando al instante una vez que por el rabillo del ojo percibió el brillo de una espada. En menos de un segundo, un florecimiento carmesí salpicado en el suelo.
Innecesario, crudo.
Un silencio sepulcral vino rápido, pero se desvaneció de la misma forma, estallando en una sorpresa. Para algunos, grata. No importó lo que trataron de resistirse los capturados, fueron firmemente sometidos una vez más. Esos eran sus destinos. En un lugar como ese nadie iba a escuchar sus protestas o protegerlos. Intentar salvarlos era una acción que no esperó de ninguno de los presentes.
¿O pudiese ser que se equivocaba?