Bien temprano por la mañana, aún no amanecía del todo y Nagi ya estaba en un sitio tan peligroso como la isla del Oeste. Había escuchado una gran cantidad historias de ese lugar, pero nunca había ido. Curioso dato tomando en cuenta que él siempre va hacia la diversión. Nunca se la pierde. — Me pregunto cuánto tardaré en encontrar algo que me llame la atención. — Incluso en ese horario ya andaba gente por las calles y nadie lo miraba bien. Normalmente a los ciudadanos les llama la atención verlo permanente con esa cara alegre, pero se entendía que aquí ese no era el motivo. Veían en él un desconocido, un posible peligro. No deben gustarles los visitantes. ¿Alguien lo atacaría de la nada? Quizás, quién sabe. Si supiera la respuesta, dejaría de ser una sorpresa y estas son bastante entretenidas.
Como si fuera poco, el Yuki les dirigía miradas a todos, sobre todo a los que lucían más peligrosos. Es casi como si los estuviera provocando. Quizás no es correcto que un ninja vaya por ahí buscando pleito, pero en realidad no es que haya ido hasta esa locación de vacaciones. Le encomendaron ir de refuerzo a una misión bastante peligrosa. Aparentemente un grupo de individuos con una fuerza a tener en cuenta están reuniendo personas que quieran realizar un golpe en Kirigakure. Proviniendo de ese grupo, no se les puede ignorar. Lo mejor es detenerlos desde antes.
Lo que debía hacer junto a su compañero era encontrar a los que reclutan e infiltrarse. Pensaron que solo una persona sería suficiente, pero luego descubrieron por un informante anónimo que estaban reuniendo tipos con habilidades superiores a las esperadas. — Hubiera estado bien que me dijeran cómo es mi compañero, pero no importa. Perdería la gracia. — Seguramente dará con él, confía.
Ahora, el lugar más sencillo para recolectar información era el viejo y confiable bar. Obviamente sería mejor ir en la noche, pero no estará todo el día esperando. Necesitaba empezar desde ya. Si en el reporte post misión el otro ninja decía que Nagi tardó mucho en encontrarle y cooperar, lo regañarían. — Veamos. ¿Dónde estás? Ah, ahí. — Una vez dio con el paradero de la cantina, entró como si nada y gritó. — ¡Hola! — En el sitio solo había una mujer trapeando el piso, un cantinero lavando vasos y unos cuantos borrachos durmiendo. A uno de ellos, sentado en la primera mesa de cuando ingresas al local, no le gustó el grito y de forma instantánea reaccionó violento. Tomó una botella de vidrio vacía y la rompió contra la mesa. Una vez hecho eso, buscó atacar en el cráneo al Yuki. — ¡Cállate, muchacho imbécil! —
Tan pronto y las agresiones ya comenzaron. No se esperaba menos. Sin embargo, un ataque tan simple no podría con él. Casi sin esforzarse se agachó un poco para esquivar el ataque y tras tomar al agresor de la ropa, lo lanzó con fuerza contra una de las paredes. De inmediato el resto de ebrios se levantó, casi a punto de lanzarse a atacar. ¿Esto llamaría la atención de la gente de afuera? Al menos, debido a la hora, no hay tantas personas. Eso sí, le preocupaba la actitud del cantinero, quien solo miraba mientras mantenía la calma. Los que menos reaccionan siempre son los más sospechosos.