La noche siguió su ritmo. Tanto ella como el Uchiha estaban disfrutando el momento. Entre charla y charla las botellas de vino bajaban con rapidez, y así como el licor, pronto, los platos que habían pedido, también habían desaparecido. Claro, en su momento, la presentación de estos había sido muy buena, incluso, uno de los platos incluía una especie de atracción ígnea en la que incendiaban la comida y esto finiquitaba su elaboración y cocción. Había sido perfecto, incluso su sabor. Para Rukasu, seguro todo eso había sido sublime, dado que, por muchos años no había tenido la forma de disfrutar momentos así.
—Incluso a mi— comentó en medio de una especie de suspiro, dado que, como era sabido, en la misión de la fortaleza podría estar en juego su postura frente a la aldea. Aún no se sabía, pero podría ser que en medio de aquella misión las cosas no resultaran bien para el grupo autodenominado Yūgure.
Rukasu, por otra parte, al terminar la cena había tenido la osadía de invitar. Ella, en su momento, había buscado la forma de pagarlo, pero recordó que se quedaría en su casa, así que, tomó aquello como una especie de canje entre lo que sería una noche en hotel a cambio de quedarse en su casa en compensación con la comida que acababan de pagar, aunque era fijo que la noche de hotel era mucho menos costosa.
—No tenías que pagarlo todo tú, que también tengo dinero ¿eh?— bromeó mientras afirmaba las palabras del Uchiha.
Tomó con agrado su ayuda y se dispuso con el a salir del lugar. En medio de aquella travesía, charlas y risas iban y venían. Estaban aturdidos por efecto de la bebida. Incluso, habían sido de los últimos en salir del lugar y aunque no estaba mal, era cierto que pasaban por zonas demasiado residenciales en las que, a esa hora, la caída de una hoja podía escucharse. Como fuera, se hicieron paso por las calles de la aldea hasta llegar a una especie de portón.
—Es aquí. — Dijo la rubia plantándose frente a Rukasu. —Ahmm… Quiero que guardes esto muy bien en tus recuerdos, después de esto, no sabemos cuando más vuelva a pasar que disfrutes de las comodidades de la aldea… incluso lo digo por mi— dijo mirando a la puerta. —Hagámoslo lo mejor que podamos, mañana seguro será un día mejor— terminó empezando a subir las escaleras.
Al entrar a la casa, aunque humilde, era bastante organizada, olía bien y parecía tener lo básico para vivir. De frente a la entrada, la pared a la derecha y al fondo, lo que parecía ser la cocineta separada de una especie de recibidor por una barra americana. A la izquierda, una especie de sala de recepción y sobre la pared de ese lado, la que estaba junto a la puerta, una ventana que daba a la calle. Después de la cocina, y en recto después de la sala, se podría ver una especie de corredor que llevaría a su recámara y baño.
—No tardo, siéntete con la libertad de sentarte donde quieras. Puedes leer o chismosear mientras me cambio— le dedicó una sonrisa y se marchó por el pasaje que llevaba a su habitación.
Allí, se cambió, organizó sus cosas y se dispuso a salir nuevamente. Tenía puesta un pantalón de tela suave, como de pijama, de color rosa, un top blanco dejando su cintura y abdomen descubiertos y sin nada en los pies. Su cabello iría recogido con un lazo rojo dejando en su cara un mechón de este.
—Bien, la habitación está al fondo, dejé todo listo para que te acomodes allí. Puedes ducharte si quieres, yo voy a leer un rato y luego de eso buscaré descansar— ¿Leer? ¿Acaso estaba loca? No, pero era una vieja costumbre, así que, no había mucho por hacer.
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