Última modificación: 14-02-2023, 12:10 PM por Kano Kurama.
9 de Ichigatsu del 10 D.Y.
En una isla cualquiera, País del Agua
En una isla cualquiera, País del Agua
Nadie podía escuchar los llantos que provenían de una cabaña perdida en lo más alto de una montaña de las tantas islas que conforman el País del Agua, ya que alrededor lo único que habían eran rocas y árboles sin hojas a causa del frío. Allí vivían Kano y Ichiro, ajenos a la desgracia del mundo que les rodeaba para que el más pequeño pudiera focalizarse en su entrenamiento.
El niño gritaba en un evidente berrinche mientras señalaba acusatoriamente a su abuelo─. ¡Estoy harto de tener que hacer todo lo que me digas! ¡No eres mi padre, te recuerdo que tú lo mataste! ─escupió como una daga llena de veneno, consiguiendo que el más mayor entrecerrara los ojos por la molestia y se le inflara una vena del cuello─. Niñato mal educado, ¿cómo te atreves a gritarme? ─sus palabras acompañaron a un golpe seco, que no fue ni más ni menos que una fuerte bofetada que logró que Kano cayera al suelo─. ¿¡Crees que me hizo gracia tener que ejecutar a mi propio hijo y a mi nuera!? Sabes muy bien que no me quedaba otra, los enemigos del imperio deben ser eliminados sí o sí.
El joven moreno iba a contestar con lágrimas en los ojos, pero Ichiro comenzó a hacer una tanda de sellos los cuales reconoció al instante y se quedó paralizado. Al cabo de unos segundos sentiría como cada átomo de su cuerpo comenzaba a arder, logrando sacarle un desgarrador grito de dolor mientras se retorcía. Aquello tan solo se trataba de una ilusión, pero sobre su piel estaban comenzando a aparecer quemaduras─. No quería llegar a castigarte, pero no me has dejado otra opción. Todo lo que hago es para protegerte, así que empieza a agradecérmelo anda; cuando crezcas me comprenderás.
El niño gritaba en un evidente berrinche mientras señalaba acusatoriamente a su abuelo─. ¡Estoy harto de tener que hacer todo lo que me digas! ¡No eres mi padre, te recuerdo que tú lo mataste! ─escupió como una daga llena de veneno, consiguiendo que el más mayor entrecerrara los ojos por la molestia y se le inflara una vena del cuello─. Niñato mal educado, ¿cómo te atreves a gritarme? ─sus palabras acompañaron a un golpe seco, que no fue ni más ni menos que una fuerte bofetada que logró que Kano cayera al suelo─. ¿¡Crees que me hizo gracia tener que ejecutar a mi propio hijo y a mi nuera!? Sabes muy bien que no me quedaba otra, los enemigos del imperio deben ser eliminados sí o sí.
El joven moreno iba a contestar con lágrimas en los ojos, pero Ichiro comenzó a hacer una tanda de sellos los cuales reconoció al instante y se quedó paralizado. Al cabo de unos segundos sentiría como cada átomo de su cuerpo comenzaba a arder, logrando sacarle un desgarrador grito de dolor mientras se retorcía. Aquello tan solo se trataba de una ilusión, pero sobre su piel estaban comenzando a aparecer quemaduras─. No quería llegar a castigarte, pero no me has dejado otra opción. Todo lo que hago es para protegerte, así que empieza a agradecérmelo anda; cuando crezcas me comprenderás.
Ichiro mantuvo aquella tortura durante 1 minuto de reloj, ignorando las quejas de su querido nieto y súplicas para que parara. Al final, terminado el tiempo, simplemente desactivaría la técnica; Kano se quedó tirado en el suelo, temblando mientras intentaba recuperar el aliento. Le miró completamente serio y frío, esperando a que se levantara, cosa que al infante le costó ya que todo lo daba vueltas por culpa del dolor, pero lo acabó consiguiendo─. L-Lo siento abuelo... N-No se volverá a repetir.
Nada más acabar aquella frase perdería todas sus fuerzas y caería hacia delante inconsciente, pero por suerte su abuelo le agarró en brazos antes de que se rompiera la cara contra el suelo. Negó con la cabeza, totalmente decepcionado, y llevó a Kano hasta su cama para tumbarle. Como ya había hecho tantas veces, gracias a sus habilidades como médico, prepararía varios medicamentos para curar sus quemaduras.
Nada más acabar aquella frase perdería todas sus fuerzas y caería hacia delante inconsciente, pero por suerte su abuelo le agarró en brazos antes de que se rompiera la cara contra el suelo. Negó con la cabeza, totalmente decepcionado, y llevó a Kano hasta su cama para tumbarle. Como ya había hecho tantas veces, gracias a sus habilidades como médico, prepararía varios medicamentos para curar sus quemaduras.