Katsuki se encontraba parado en un mismo sitio desde hace ya algunos minutos, su mirada descansaba sobre un gran monumento de piedra donde se encontraban registrados los nombres de todos aquellos shinobis que habían perdido la vida brindando sus servicios por el beneficio y desarrollo de la aldea. Sus ojos iban de un lado a otro de la pizarra y bajaban lentamente conforme leía en mente los nombres de los anotados. Finalmente, se detendría en un nombre en específico, Sōsuke Aizen, su padre.
— ¿Realmente vale la pena? — Se cuestionó en voz baja. Todos ellos habían muerto y no había manera de devolverlos a la vida, dejaron atrás sueños, ambiciones, amigos y familia, y su única recompensa había sido lograr plasmar su nombre en dicho sitio. "Un reconocimiento póstumo no sirve de nada" pensó mientras cerraba con fuerza su puño derecho y apretaba los dientes, claramente estaba molesto.
La temporada actual estaba acompañada de constantes brisas y vientos frescos. Estos hacían que el ambiente fuera agradable y también servían para alborotar la caballera rubia del genin, así como el llavero de tiburón negro que colgaba de su cintura...