La nieve caía de forma delicada, amontonándose poco a poco en el suelo de aquella montaña, en las copas de los árboles, en el tejado de una escondida cabaña en el bosque. Casi todos dormían allí dentro, menos uno, un hombre sentado en un taburete pegado a la mesa, observando el fuego que calentaba su hogar mientras los cristales de las ventabas de helaban. Solo había silencio, un sepulcral y tranquilo silencio que tan solo se veía interrumpido por el crepitar del fuego y los chasquidos esporádicos de la leña. Pensativo era el rostro de ese hombre, navegaba por el océano de sus recuerdos, rememorando sus mejores y peores momentos, agradeciendo internamente lo que había ganado. Sí, así era como perdía mis noches, pensando en todo frente al fuego, triste dirían algunos, para mi era un gran tesoro.
Se detuve en un día de mi vida, uno que parecía ser como cualquiera, como si eso pudiese ser posible en la vida de un ninja, como si la existencia de un shinobi pudiera ser tranquila. Me desperté como siempre hacía y antes de poder llevarme ni tan siquiera un trozo de pan a la boca alguien llamó a la puerta de mi casa, si... Todavía recuerdo como era vivir en Iwagakure, por aquella época el clan Kamizuru era respetado y necesario para mantener a la villa a salvo, mas eso es otra historia, una aún más antigua. Dos hombres uniformados y con un semblante serio requerían mi presencia en comisaría, tal era su premura que tan solo me dejaron ponerme mis vestiduras, si que tenía que ser serio aquel asunto si ni siquiera me dejaban comer algo, me preguntaba cual podía ser la alerta que requería de mi en un lugar como aquel, en ese momento mi imaginación volaba, ¿necesitarían mi ayuda? A lo mejor se trataba de un caso especialmente enrevesado, o solo quisieran que presentase algún papeleo que no había rellenado a tiempo, no sería la primera vez. Sin embargo, el ambiente que se respiraba me hizo olvidar todas mis ideas, no sabía que era, pero desde luego podía cortarse la tensión en aquella comisaría ¿Qué estaba ocurriendo? La gente me miraba como si fuese el asesino del mismo daimyo, y peor aún, nadie era capaz de escucharme para traerme aunque fuera un mísero trozo de pan que pudiese atontar el voraz hambre de mi estómago.
Pasó un largo rato que tuve que estar sentado en una silla, bastante incómoda por cierto, en un pasillo, tiempo en el que mi mente intentaba deducir que ocurría, procuraba escuchar las conversaciones de mi alrededor, tal vez me diesen alguna pista crucial para comprender todo lo que estaba ocurriendo y por qué me encontraba allí. No pude sacar demasiada información, si por algo eran famosos los ninja de Iwagakure era por su laconismo y hermetismo, sin embargo no tuve que esperar más, tras una media hora alguien me recibió y me condujo a una sala donde solo había una mesa y dos sillas enfrentadas a su alrededor. Aquel hombre de gran envergadura vestía una negra armadura, aparatosa y pesada, eso podía hacer pensar que por eso era su movimiento torpe, sin embargo se notaba que andaba con dificultad por otra cosa, por como apoyaba su peso carecía de, al menos, una pierna, no podría olvidar jamás, como si arrastrara sus extremidades, como si no fueran suyas desde el nacimiento.
Nos sentamos uno frente al otro, él me miraba a mi, o eso quería pensar, el yelmo que llevaba no me permitía ver sus ojos, yo en cambio miraba a mi entorno, la sala era tan espartana, tan vacía, podía ser un lugar perfecto para meditar, sin distracción alguna. En ese momento me di cuenta de lo que estaba ocurriendo, me estaban interrogando, así que confuso pregunté el por que de este proceso, el guardia, con una voz ronca y desgastada, una que había oído antes, mas no recordaba donde, me explicó el motivo de todo. Un hombre estrechamente relacionado conmigo había cometido un acto atroz según él, atacando al mismo líder de la Aldea de la Arena ¿Acaso Ryth podía haber cometido aquel acto tan despiadado? Bueno, cierto era que él no medía la jerarquía por un título o rango militar, pero nunca se había acercado a temas políticos, menos en su aldea natal, la cual aborrecía con todo su ser, no pretendía pisarla nunca, aquellos cargos eran extraños para una persona como el Yoichi, verdaderamente extraños, pero no sabría la verdad hasta años mas tarde. El agente quería información, pero poco podía hacer con tal hambre en mi cuerpo, la cabeza se me nublaba y mi humor no era el mejor para colaborar, tan solo galimatías y sinsentidos, poco mas podía articular con tan poco azúcar en sangre, pero tampoco quería decir algo que pudiese delatar a mi amigo hasta asegurarme de lo que decía ese hombre era cierto o no. Aquel hombre, tosco y algo primitivo, empezaba a perder la paciencia y la razón, queriendo probar con la violencia, procuré hacer un genjutsu para que se calmase, pero iba preparado, su armadura se componía con un extraño metal, mi chakra no era capaz de atravesarlo. Su fuerza era mayor que la mía, me cogió y me levantó, me zarandeó y empujó contra las paredes del cuarto, claramente no era de Iwagakure, su estilo de combate no se enseñaba allí, pero si recordaba vagamente a lo que pude ver por parte de algunos shinobi entrenados de Sunagakure durante la guerra en el Imperio del Rayo, el primero quiero decir.
Él decidió terminar con aquello, realizando una técnica burda y pueril que obligaba a relevar la verdad, por suerte para Ryth y para mi, ambos compartimentábamos la información, procurábamos no saber a donde iría el otro por aquel entonces, cuanta suerte tuve en aquel entonces de ello. No tuve que mentir ni intentarlo, tan solo desconocía las respuestas, así que fue fácil dar falsas indicaciones de donde pudiera estar, conduciéndolos al este, al País del Fuego para ser mas concretos, teniendo que detenerse por no estar en su jurisdicción. Logré salir de allí sin castigo alguno, pero sabía de sobra que estuvieron vigilándome durante una larga temporada por si me ponía en contacto con mi viejo amigo ¿De verdad creían que Ryth cometería tamaño error? Muy poco debían conocerlo.
Mas tarde supe que destruyeron su taberna, aquel punto de reunión para todo shinobi de Iwagakure, incluso para los que visitaban la aldea sin ser de ella, un crisol de cultura y anécdotas asombrosas, un lugar de hermandad y donde poder tomar una copa en paz sin pensar en la carga que significaba de ninja. Todo quedó reducido a cenizas, era impresionante como la Aldea de la Arena puso tanto empeño en hacer que desapareciese de la historia, incluso intentaron arrebatarle sus pequeños a la pobre Sayumi, mas quien sería el ejército valiente o insensato que lo intentase. Aún recordando aquella historia y entendiendo los motivos, no podía evitar sentir pena y tristeza por parte de Sion y Botan, la guerra era una constante en la vida de un ninja y ellos, aunque no lo fueran, tuvieron que pagar un alto precio por ello, separados de sus progenitores desde una temprana edad, teniendo que conformarse con historias antiguas contadas por otros, ecos viejos de lo que fueron sus padres realmente.
[espe=GEN][maestria=YIN]
Se detuve en un día de mi vida, uno que parecía ser como cualquiera, como si eso pudiese ser posible en la vida de un ninja, como si la existencia de un shinobi pudiera ser tranquila. Me desperté como siempre hacía y antes de poder llevarme ni tan siquiera un trozo de pan a la boca alguien llamó a la puerta de mi casa, si... Todavía recuerdo como era vivir en Iwagakure, por aquella época el clan Kamizuru era respetado y necesario para mantener a la villa a salvo, mas eso es otra historia, una aún más antigua. Dos hombres uniformados y con un semblante serio requerían mi presencia en comisaría, tal era su premura que tan solo me dejaron ponerme mis vestiduras, si que tenía que ser serio aquel asunto si ni siquiera me dejaban comer algo, me preguntaba cual podía ser la alerta que requería de mi en un lugar como aquel, en ese momento mi imaginación volaba, ¿necesitarían mi ayuda? A lo mejor se trataba de un caso especialmente enrevesado, o solo quisieran que presentase algún papeleo que no había rellenado a tiempo, no sería la primera vez. Sin embargo, el ambiente que se respiraba me hizo olvidar todas mis ideas, no sabía que era, pero desde luego podía cortarse la tensión en aquella comisaría ¿Qué estaba ocurriendo? La gente me miraba como si fuese el asesino del mismo daimyo, y peor aún, nadie era capaz de escucharme para traerme aunque fuera un mísero trozo de pan que pudiese atontar el voraz hambre de mi estómago.
Pasó un largo rato que tuve que estar sentado en una silla, bastante incómoda por cierto, en un pasillo, tiempo en el que mi mente intentaba deducir que ocurría, procuraba escuchar las conversaciones de mi alrededor, tal vez me diesen alguna pista crucial para comprender todo lo que estaba ocurriendo y por qué me encontraba allí. No pude sacar demasiada información, si por algo eran famosos los ninja de Iwagakure era por su laconismo y hermetismo, sin embargo no tuve que esperar más, tras una media hora alguien me recibió y me condujo a una sala donde solo había una mesa y dos sillas enfrentadas a su alrededor. Aquel hombre de gran envergadura vestía una negra armadura, aparatosa y pesada, eso podía hacer pensar que por eso era su movimiento torpe, sin embargo se notaba que andaba con dificultad por otra cosa, por como apoyaba su peso carecía de, al menos, una pierna, no podría olvidar jamás, como si arrastrara sus extremidades, como si no fueran suyas desde el nacimiento.
Nos sentamos uno frente al otro, él me miraba a mi, o eso quería pensar, el yelmo que llevaba no me permitía ver sus ojos, yo en cambio miraba a mi entorno, la sala era tan espartana, tan vacía, podía ser un lugar perfecto para meditar, sin distracción alguna. En ese momento me di cuenta de lo que estaba ocurriendo, me estaban interrogando, así que confuso pregunté el por que de este proceso, el guardia, con una voz ronca y desgastada, una que había oído antes, mas no recordaba donde, me explicó el motivo de todo. Un hombre estrechamente relacionado conmigo había cometido un acto atroz según él, atacando al mismo líder de la Aldea de la Arena ¿Acaso Ryth podía haber cometido aquel acto tan despiadado? Bueno, cierto era que él no medía la jerarquía por un título o rango militar, pero nunca se había acercado a temas políticos, menos en su aldea natal, la cual aborrecía con todo su ser, no pretendía pisarla nunca, aquellos cargos eran extraños para una persona como el Yoichi, verdaderamente extraños, pero no sabría la verdad hasta años mas tarde. El agente quería información, pero poco podía hacer con tal hambre en mi cuerpo, la cabeza se me nublaba y mi humor no era el mejor para colaborar, tan solo galimatías y sinsentidos, poco mas podía articular con tan poco azúcar en sangre, pero tampoco quería decir algo que pudiese delatar a mi amigo hasta asegurarme de lo que decía ese hombre era cierto o no. Aquel hombre, tosco y algo primitivo, empezaba a perder la paciencia y la razón, queriendo probar con la violencia, procuré hacer un genjutsu para que se calmase, pero iba preparado, su armadura se componía con un extraño metal, mi chakra no era capaz de atravesarlo. Su fuerza era mayor que la mía, me cogió y me levantó, me zarandeó y empujó contra las paredes del cuarto, claramente no era de Iwagakure, su estilo de combate no se enseñaba allí, pero si recordaba vagamente a lo que pude ver por parte de algunos shinobi entrenados de Sunagakure durante la guerra en el Imperio del Rayo, el primero quiero decir.
Él decidió terminar con aquello, realizando una técnica burda y pueril que obligaba a relevar la verdad, por suerte para Ryth y para mi, ambos compartimentábamos la información, procurábamos no saber a donde iría el otro por aquel entonces, cuanta suerte tuve en aquel entonces de ello. No tuve que mentir ni intentarlo, tan solo desconocía las respuestas, así que fue fácil dar falsas indicaciones de donde pudiera estar, conduciéndolos al este, al País del Fuego para ser mas concretos, teniendo que detenerse por no estar en su jurisdicción. Logré salir de allí sin castigo alguno, pero sabía de sobra que estuvieron vigilándome durante una larga temporada por si me ponía en contacto con mi viejo amigo ¿De verdad creían que Ryth cometería tamaño error? Muy poco debían conocerlo.
Mas tarde supe que destruyeron su taberna, aquel punto de reunión para todo shinobi de Iwagakure, incluso para los que visitaban la aldea sin ser de ella, un crisol de cultura y anécdotas asombrosas, un lugar de hermandad y donde poder tomar una copa en paz sin pensar en la carga que significaba de ninja. Todo quedó reducido a cenizas, era impresionante como la Aldea de la Arena puso tanto empeño en hacer que desapareciese de la historia, incluso intentaron arrebatarle sus pequeños a la pobre Sayumi, mas quien sería el ejército valiente o insensato que lo intentase. Aún recordando aquella historia y entendiendo los motivos, no podía evitar sentir pena y tristeza por parte de Sion y Botan, la guerra era una constante en la vida de un ninja y ellos, aunque no lo fueran, tuvieron que pagar un alto precio por ello, separados de sus progenitores desde una temprana edad, teniendo que conformarse con historias antiguas contadas por otros, ecos viejos de lo que fueron sus padres realmente.
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