Perdiendo lo buscado, encontrando lo inesperado (priv Dante)
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Lunas habían pasado, ya hacía una semana que había iniciado mi viaje, caminé por las torrenciales tierras de la Lluvia, encontrándome con un joven muchacho de pelo llameante, atravesé el desierto encontrando la razón de mi viaje; y crucé el mar para encontrarme con una joven de gran potencial e imperturbable belleza. Del poblada y vibrante melena carmesí y piel pálida como la nieve de enero, recuerdo su manejo en el arte del dibujo, era capaz de dar viveza a sus trazos, tanto así que conseguía sacarlos del propio papel y caminasen en el mundo físico, una capacidad increíble, mas no la única. 

Akami no era la persona mas extrovertida del mundo, pero si había mirado al mundo lo suficiente como para saber que iba en decadencia, gobernados por líderes que se autoproclamaban dioses, imperios regidos por palabras ultra religiosas y desacertadas, avanzábamos si, pero... A dónde. Yo conocía aquella aversión por los Jinn y por Yogensha, conocía su cansancio ante el poder establecido y también era mas que consciente de que solo necesitaba un pequeño empujón para que la maquinaria comenzase a funcionar en su alma revolucionaria. Por es emotivo, y no por otro, me embarqué en tamaño periplo,  en busca de aquella buena mujer para ser reclutada para aquel descabellado plan que Ryth tenía en mente, sin saber siquiera que pensaría, sin certeza de su respuesta, solo con la esperanza de encontrar una nueva aliada. La aldea no me era desconocida, tampoco la densa telaraña etérea que siempre lo enmarañaba, esa espesa niebla que los ocultaba de los peligros, pero también encapotaba su cielo con un permanente aire de melancolía. No era de mis lugares favoritos, llegar a sus costas resultaba difícil por la piratería y el contrabando, y no es que fuera el mas bello de los parajes, pero si que tenían una gastronomía exquisita y una arquitectura adaptada para el clima, aprovechando con cristales reflectantes cualquier rayo de sol que pasara por bruma mística. 

Fui hasta aquella iglesia de tan renacentista estilo, pequeña y con unas proporciones áureas dedicadas al tamaño del propio hombre, el arco de medio punto era bastante visible en sus puertas y ventanas, una vista impresionante, sin embargo, aquella a quien buscaba no estaba y parecía llevar días con el portón de su templo cerrado, extraño, extraño cuanto menos. Curioso, o mas bien extrañado, caminé hacia la aldea de la niebla, buscando su rojizo cabello, me resultaba extraño que tan devota mujer abandonase su lugar de culto por tanto tiempo sin motivo alguno, tal vez me enterase de algo que escuchase por las calles o tal vez diese con ella, como fuere al menos haría algo de turismo. 

Trotaba y deambulaba por la avenida principal, observando puestos y escaparates, deteniéndome mas tiempo en los de comida, sobre todo dulces, cuando decía que la gastronomía de la ciudad me tenía cautivado no era exageración, sus mochis dulces de judía eran famosos en todo el continente, no podía no probarlos cada vez que visitaba Kirigakure. No solo observaba escaparates, también me detenía para poder escuchar conversaciones ajenas sin levantar sospecha alguna, qué mejor excusa que ir de compras.
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La propagación de la misteriosa neblina era mucho más densa y evidente durante el despertar de un nuevo día. Aquello simplemente no tenía una explicación lógica como tal porque el simple hecho de saber la estación del año actual y la posición geográfica de la Aldea entre la Neblina no lo indicaba todo. Las evidencias no eran lo suficientemente contundentes para deducir una razón excelentemente elaborada, ya que, a su vez, los ingredientes que desatan a este fenómeno natural simplemente no existían siempre: especialmente en los climas frígidos donde la humedad era casi nula. En un principio, quizás la ciencia no puede explicar aquel rompecabezas; sin embargo, existen otras hipótesis más aceptadas por el público de la aldea. Y aunque no todo el mundo ninja lo supiese, la razón por la que se emanaba tanta neblina en el País del Agua era debido a una técnica secreta del clan Terumi la cual nunca se supo deshacer. En lo personal, no sabía si debía estar del todo feliz o del todo triste ante las acciones desmesuradas de mis ancestros. Aunque sí tenía algo en claro y es que, por algún motivo u otro, se hizo de esa forma. Por lo menos, me siento muy honrado al pertenecer a un clan tan importante para la aldea. A final de cuentas, el clan Terumi fundó toda esta aldea y ser el sucesor de un nombre que logró hazañas monumentales en toda la historia de éste, me obliga de forma directa e indirecta proteger la zapata donde yace el esfuerzo y los fundamentos que lograron crear lo que hoy se conoce como la Gran Aldea Escondida entre la Neblina.

Pero la realidad es que lo que se vivía en el presente dentro de la aldea y de toda la nación, era simplemente intratable. Aunque no estuviese de acuerdo con muchas leyes del actual gobierno, mis ideales se mantenían intocables, al menos por ahora como para ir completamente en contra del imperio actual. Empero si realmente tengo que volverme lo suficientemente fuerte para demostrar que mi propia aldea puede descansar segura, no me cabría la más ínfima duda en hacerlo. Creo que sería una respuesta casi instantánea a ese estímulo. Son tantos los caminos ninjas por los que puedo transitar, pero el más imprescindible siempre será el de proteger la integridad de mi aldea. Por esa misma razón he vuelto al servicio marcial de Kirigakure como portador del rango más bajo de todos, no sólo para contribuir con su economía y su renombre mundial, sino también para salvaguardar la voluntad del agua y velar por que ésta se cumpla sin ningún óbice que tropiece su misión. Era cierto que el sacrificio que ejercía era grande, dejar a mi familia en las tierras adyacentes de la aldea para convertirme en el defensor de una idea primitiva no era algo para tomarse a la ligera y tampoco era algo sencillo de llevar a cabo. No obstante, estaba más que convencido de que tarde o temprano lograría mantener lo que una vez prometí: sea de la forma que sea.

¡Oye! ¿¡Cómo lo haces!? No es posible que ya haya jugado tres rondas contigo y las tres veces me hayas vencido ¡No tiene sentido! —Vociferaba con cierta furia aquel hombre con corpulencia ancha y grasosa que sólo vivía de los vicios del bajo mundo. Estaba tan enfadado que sólo se dignó a embestir fuertemente la superficie de la mesa donde una partida de Shogi acababa de terminar. La razón de su actitud remonta en la negatividad de aceptar sus derrotas y, ciertamente, tenía que admitirlo: aquel furioso hombre no tenía la más mínima idea de crear planes de juego y tácticas. Es por eso por lo que se me hacía bastante fácil ganarle. Quizás pensaba que con los trucos básicos que siempre usaba contra aquellos que tenían poco conocimiento del juego iban a funcionar conmigo. Para su mala fortuna, eso no sería así. Mis ojos se fijaron en la mirada ajena y luego no dudé en delinear una sonrisa ladina que se formaría casi de forma natural en la comisura de mis labios— Ha sido divertido. Según recuerdo, el quien ganase tres rondas se llevaba el dinero apostado ¿No es así? —Mi voz era como una pesadilla que resonaba en los oídos del testarudo hombre y, aunque realmente le doliese admitir que perdió tres partidas ante los ojos de todos los aldeanos que estaban contemplando las diversas rondas, no tuvo otra opción que ceder y cumplir el tratado que se hizo desde un comienzo. Mientras me levantaba del asiento donde jugaba y recibía mi compensación, no dudé en despedirme de todo aquel que estaba en la sala. Mi salida fue un tanto repentina, puesto que realmente era la primera y última vez que pisaría aquel lugar. Pensé que el desafío iba a ser grande, pero todo resultó en una farsa para mí.

El día estaba completamente frío. La misma nieve ornamentaba los toldos de los pequeños establecimientos móviles de los comerciantes y también reposaba en las esquinas insípidas de cada edificio. Lo bueno es que la misma gente mantenían sus negocios a la intemperie, expectantes a recibir sus clientes con mucho cariño, pero, sobre todo, atención. Me agaché levemente para tomar un bento de comida que ofrecía uno de los negocios de comida. Era mi puesto favorito, puesto que cada día venía a buscar algo simple para comer y poder mantenerme. Al realizar la compra y luego agradecer, hice una media vuelta para continuar con mi camino, pero desgraciadamente no pude anticipar la presencia de otra persona que estaba tan cerca del puesto, haciendo que mi torso colisionara abruptamente contra la espalda ajena, encadenando un leve empujón me retrocedería unos pocos centímetros atrás. La bolsa donde tenía mi comida había caído al suelo y, preocupado ante el estado de la otra persona, no pude evitar hacer una pequeña reverencia como símbolo de resignación─ ¡Lo lamento mucho! No fue mi intención molestarlo de esa forma ¿Se encuentra bien? ─Mi tono sonaba bastante tranquilo, simplemente quería escuchar el estado de la otra persona y asegurarme de no haber hecho algún daño irreparable.

Indumentaria de Dante
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Última modificación: 13-01-2023, 08:29 PM por karibachi.
No puedo explicar qué ni cómo sucedió, todo fue demasiado rápido, lo único que podría afirmar con seguridad el que estaba mirando mirando un escaparate con el frío crepuscular, sentir un golpe en mi espalda y acto seguido sentir aún mas frío en la cara, seguramente por mi caída de boca contra el suelo, menos mal que había nieve y estaba blandita. Por lo visto, cuando ya pude razonar en lo que había pasado, resultó que un joven había chocado conmigo y, bien fuera por mi falta de atención o por mi edad, caí tontamente al suelo, dejando una huella de mi rostro sobre la nieve en la que había caído, ni siquiera me dio tiempo a gritar o algo antes de darme de bruces, ni a poner las manos para frenarme, un tanto triste, pero debo admitir que tenía la mente demasiado ocupada en la comida que estaba apreciando y en pegar la oreja para ver si de algo me enteraba. 

Saqué mi cara del gélido manto que la envolvía, con las mejillas y la nariz rojas cuales cerezas de primavera, mientras me levantaba ayudándome con mis brazos.-Menudo trompazo...- Dije a la par que me sentaba en el suelo y me llevaba una mano a la cabeza para quitarme la nieve del pelo, estaba sonriendo por lo cómico de la escena, además, mi cara había quedado perfectamente fotocopiada en la nieve, resultaba gracioso ver mi expresión de susto. -No te preocupes, estoy bi...- De pronto me di cuenta de que mi sombrero, ancho y redondo, no estaba en mi cabeza, se había caído con todo el movimiento de aquel tonto accidente, por suerte estaba cerca, a menos de un metro a mi lado, cogiéndolo rápido y algo asustado, no sabía que sería de mi si le ocurría algo a ese sombrero, valioso y antiguo. Lo miré detenidamente, volviendo a sonreír despreocupado al ver que no le había pasado nada. -Ay... Menos mal.- Dije aliviado mientras me levantaba frente al chico que me había tirado al suelo, el cual se disculpaba con ahínco y respeto. Si había prestado atención, pudo ver los tatuajes de mis manos y mis brazos, viendo que en los enveses de estas había dos mandalas y recorriendo mis dos extremidades escritos en una lengua ya olvidada, pero por si acaso él era tan descuidado como yo, podría volver a verlos cuando me sacudí la ropa para quitarme la nieve y el polvo.-Menudo golpe mas tonto eeh.- Diría mirando al suelo, percatándome de que había una bolsa tirada en el suelo con varios deliciosos bocados esparcidos por la nieve, una lástima perder esa comida. -Siento haber tirado tu comida chico, debí prestar mas atención por donde iba.- Dije algo apenado, mostrando una cara de arrepentimiento, pero sin ninguna intención de pagarlos, eso seguro. -Dime, cómo podría compensar tal error.- Por supuesto la respuesta era retórica, poco podía hacer y, la verdad, es que por algo tan tonto tampoco pensaba hacer demasiado, era más bien una frase cortés para disculparme.

Podía sentir el frío en mis articulaciones, en mis cartílagos y en mi propio aliento, saliendo como una bocanada de humo frío, un vaho blanquecino y denso que se entremezclaba con la niebla, daba la sensación de que con cada exhalación nuestra alma, nuestra propia esencia se fundía con aquella bruma, volviendo al principio de todo, la unión con el mundo, fundirse con el todo. Aquel chico era de pelos oscuros, aunque con algunas decoloraciones plateadas, y un rostro perfecto, hermoso y bien esculpido. Su ropa era muy similar a la mía, solo que su manto era negro y preparado para la lluvia, el mío era de una tela sencilla y un color rojizo como la arcilla, claramente había distinciones entre ambos, pero no demasiadas, quizás él pudiera ser una versión mas joven de mi mismo, o tal vez quería ver gloria donde no la había, quién sabe, solo el tiempo sabría decirlo con certeza.
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OST
El alivio que comencé a experimentar al darme cuenta de que aquel señor se encontraba en las mejores condiciones óptimas de vida tras aquel pequeño error de coordinación que tuve contra él, fue ridículamente enorme. Al fin podía descansar en paz con saber de que no le había ocurrido nada y que la misma situación no escalaría de forma negativa en los siguientes minutos. A pesar de todo, algo había captado toda mi atención y fue totalmente difícil evitarlo. Su comportamiento, después del accidente, me pareció bastante sereno. A lo que estaba acostumbrado dentro de esta aldea, pensé que me llevaría una que otra riña sin sentido si se tratase de otra persona, pero se notaba que ésta se trataba de alguien más convencido de la vida y que no necesariamente buscaba resolver todo a las malas. Al menos, aquello fue la primera impresión que observé en aquel hombre.

Cuando traté de darle una mano como una ayuda amiga para levantarlo del suelo, ya fue demasiado tarde. Con su fuerza inmedible fue capaz de sostener su propio peso y levantarse con mucha facilidad, aún en la álgida nieve. Tenía ciertas características totalmente interesantes para ser del País del Agua, si es que realmente era de estos lares. Su color de pelo y el tipo de indumentaria que llevaba me parecían intrínsecamente fuera de este lugar. Tampoco estaba en posición de juzgar o decir sandeces, pero quizás no he recorrido la bastante tierra que aún me falta por recorrer como para decir que lo he visto todo. Aquellos tatuajes que mostraban una gráfica extraña como si se tratase de algún sello o símbolo maldito, me fueron inexplicables. Nunca había visto algo semejante anteriormente, pero debía de admitir que el caballero tenía cierto sentido de estilo independientemente de la edad que tuviese ¡Porque claro! Al valorar su tono de voz y su complexión fisonómica parecía una persona con bastante experiencia en esta vida, un tipo seguramente con familia y la fortuna de poder gozar los restos de sus días en este mundo de forma tranquila.

Me alegro de que se encuentra en una buena forma, señor. Por un momento, me había preocupado por su vida, pero eternamente me sentiré agradecido al saber que no le ha pasado nada ─Solté aquella respuesta ante lo que dije sobre aquel pequeño contratiempo. Si en algún momento él se había espantado, yo me encontraba en una situación mucho peor que él. Simplemente no podía permitirme en pensar que realmente le había hecho la vida imposible a una inocente persona como lo demostraba aquel hombre de procedencia aún extraña: por lo menos, esta noche dormiría con la conciencia tranquila. Después de unos segundos, miré al suelo para darme cuenta de que mi comida se había echado a perder ¿Acaso era el destino? ¿No debía de haberme comido aquella compra? ¡Quién sabe! Lo que sí sabía es que debía de estar totalmente agradecido de seguir con vida─ No se preocupe con lo que pasó con mi almuerzo. Quizás no merecía comer, al menos, no por hoy. Seguramente ayunaré y reservaré mis fuerzas para cosas más necesarias y productivas. Pero por el momento, no se preocupe, no tiene porqué molestarse en comprarme comida ─Al termina de decir aquello, mostré una sonrisa tenue donde le dejaba a entender que todo estaba bien y que nada más era necesario para compensar aquella pérdida material, quizás necesaria, pero no tan importante por el momento, al menos para mí.

Aún con la sonrisa en mi rostro, decidí dar unos pequeños pasos hacia el frente, quedando a una distancia prudente entre aquel individuo y mi persona. El frío comenzaba a molestarme debido al largo tiempo que tenía fuera de casa y lo malo de todo es que comenzaba a empeorar de forma gradual por lo menos en esta parte de la aldea. Mi propia respiración se reflejaba ante cada exhalación que soltaba como si la parte de algún fantasma que tuviese dentro saliera de manera temporal. Luego de unos segundos, mi sonrisa se había desvanecido, esta vez mirando nuevamente a nuestro ¿Cómo le podríamos llamar? ¡Sí! Nuestro saco de arena─ Recuerde abrigarse bien, los cielos no pronostican nada bueno en las próximas horas o, eso parece ¿Es usted de estos lares?

Suspiré de forma instantánea, ansioso de escuchar las palabras de nuestro queridísimo extraño.
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A aquel chico se le veía arrepentido, tanto como aliviado por ver que no me pasaba nada, ¿Tanto le sorprendía que hubiera salido ileso? ¿Pero cuantos años pensaría que tenía? Cierto que era mayor que él, pero aún podía moverme con soltura, bueno... Mas o menos. Procuré no darle demasiadas vueltas al tema, siendo simpático y amistoso, haciendo gestos con la mano derecha en negativa para quitarle importancia al asunto.-Tranquilo, soy mas resistente de lo que parezco, jeje.- No pude evitar soltar esa pequeña risa mientras a mi mente venían cientos de imágenes de mis enfrentamientos pasados mientras sonaba música clásica, desde el enfrentamiento con aquella peculiar niña a las puertas de la capital del Imperio del Rayo, pasando por las numerosas misiones luchando contra contrabandistas y secuestradores, hasta todo el tiempo que tuve que luchar y ocultarme para salvar la vida. La verdad es que... Para todo lo sufrido el estar de una pieza ya era un milagro. 

Por lo visto, aquella bolsa era todo lo que podría comer durante aquel día ese muchacho, eso no era bueno, quitarle el bocado a una persona que lo necesita podría ser como robarle un momento de necesidad. Miré la bolsa algo apenado cuando caí en la cuenta de algo. Sonreí amable mientras miraba aquellos grisáceos ojos -Bueno, no puedo devolverte tu comida pero... Puedo darte esto.- De pronto sacaría un pequeño tarro de debajo de mi manto, este contenía un viscoso líquido dorado, tan puro que parecía oro, sin apenas burbujas y una densidad perfecta.-Toma esta miel y cuando te encuentres cansado toma una cucharada, llenará tu estómago y recobrará tus fuerzas.- Le daría aquel tarro con amabilidad y no aceptaría una negación, a fin de cuentas podía crear mas miel si era preciso y yo solía recolectar y cazar mi propia comida, así que no era tan necesaria para mi. Aquel chico tenía una forma rebuscada y rimbombante de hablar, casi era melódico incluso, parecía medir sus palabras con exactitud para no ofender a nadie, debía de ser alguien que había sufrido abusos de gente mas fuerte, triste, pero real en este mundo donde la ley del mas fuerte imperaba. 

Todo parecía marchar de forma normal, sin embargo el ambiente se enrareció a gran velocidad, el rostro de aquel chico cambió, de mostrar una sonrisa pasó a ser serio, incluso algo amenazante, como si algo en su mente hubiera cambiado sin aviso previo, preguntándome si era de un lugar cercano ¿Sabría acaso cual era mi intención a futuro? "Es momento de ser cautelosos" Pensé mientras mantuve mi sonrisa amable y tranquila. Lo mejor era no mentir, a la par que no decir la verdad, una situación compleja cuanto menos.-Oh no, no soy de aquí, pero de cuando en cuando vengo a esta aldea.- Guardé mis manos bajo el manto, afianzando mi peso sobre mis pies, ese tipo habría logrado ponerme nervioso por un instante, aunque no lo mostrase por mi aspecto, la cuestión era el qué le había hecho reaccionar así ¿Habría dicho algo indebido? No... Algo me decía que no tuve nada que ver, pero que yo sería quien tendría que lidiar con ello. Di un par de pasos hacia atrás, procurando mantener el metro de distancia entre ambos, mas o menos, claro, me hubiese extrañado que me atacara en medio de una avenida concurrida, pero la Aldea de la Niebla tuvo una fama de ser despiadados asesinos y, aunque los tiempos hayan cambiado, aún hay personas que prosiguen con esa filosofía. 
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En realidad, lo del saco de arena sólo fue una pequeña indirecta en forma de sarcasmo ante lo que había ocurrido hace un momento. Quizás darle la bienvenida nuevamente a lo que parecía ser un nómada de la forma en que la hice, no fue la mejor manera. No obstante, lo que sucedió: sucedió. Siendo enteramente honesto, no acostumbraba a relacionarme con extraños de aquella forma, decir unas cuantas palabras e incluso preguntar una procedencia era simplemente una cosa muy rara en mí. Sin embargo, no pude evitar preguntar ante el bienestar de aquel señor. Aquello me convertía en una persona demasiada hospitalaria, cosa que se me ha inculcado desde una edad temprana y cosa que no puedo abandonar o simplemente dejarlo visto y hacerme de la vista gorda.

La verdad sea dicha, mi comentario sobre el almuerzo fue demasiado sincero. Honestamente, ya no me preocupaba tanto en no comer por un día. Si mi destino era ayunar y fortalecerme mentalmente, lo aceptaría y lo afrontaría como diese lugar. Pero, a pesar de todo, había completamente malentendido lo que realmente me tenía preparado el destino. Nunca pensé que un extraño como aquel hombre me aportaría con algo para nutrirme, especialmente después de lo que había acontecido hace unos minutos atrás. Aquella amabilidad casi me había dejado con la comisura de mis labios entreabiertas. Y aunque por más que quise no aceptar aquel acto de compensación, tampoco debía decirle que no. A este paso, ya estábamos igualados si lo viéramos desde un punto de vista diferente. Él se había caído por mi culpa, lo cual también hizo que mi propia bolsa se cayera. Ahora él había aportado un poco de miel, sustancia que nunca había probado, pero sí había escuchado en el pasado. Tomé el pequeño jarro y acto seguido, hice otra reverencia ante él como agradecimiento de su presente─ Entiendo cómo debe de sentirse ante lo ocurrido. No era necesario. Pero, de todos modos, lo agradezco enormemente ─Comenté con cierta quietud, guardando el envase en uno de los compartimentos que me brindaba el manto que llevaba puesto encima.

Aun teniendo la mirada en los ojos esmeraldas de aquella persona, me extrañé por un momento al ver que retrocedía. Personalmente, no esperaba que se alejara dando unos pasos hacia atrás, pero aquello era algo que menos aún preocupaba del todo. Tal vez era el tipo de persona que le gustaba mantener un espacio personal y, sin ningún trapiche de por medio, decidí respetarlo─ Bueno, creo que, para quedar mano a mano, supongo que tendrá alguna que otra duda sobre algún lugar en específico de la aldea. Al juzgar por lo que me ha dicho, no es de por acá. Sin embargo, si necesita algún tipo de guía, dirección o alguna otra forma de ayuda, déjemelo saber y con gusto le asistiré en lo que pueda ayudar. Por cierto, me llamo Dante ¿Con quién tengo el honor? ─Una sonrisa volvió a acaparar todo mi rostro, una que cerraba mis propios párpados que mostraban confianza y seguridad en ese entonces. Ya de por sí, el propio clima que se desarrollaba en estos momentos ponía toda la conversación un tanto tensa, es por ello por lo que pensar por un poco de calidez no vendría para nada mal.

Al menos, tenía la esperanza de que haría a un nuevo amigo según por como todo estaba pintando. Lo asombroso de todo es que se trataba de una persona que seguramente debe de ser muy lejana a estas tierras tan húmedas.
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Aquel chico era una persona de contraste, tan pronto su mirada se tornaba sería y tajante como comenzaba a sonreír nuevamente ¿Será que descubrió que empezaba a sospechar? Quién sabe, en cualquier caso no sentía malas intenciones por su parte, tan solo confusión, quizás mis sospechas no fueran mas que un  simple malentendido. Como fuere procuré mantener mi amable sonrisa mientras ese tipo, ahora conocido como Dante, se ofrecía a hacer de guía turístico, no tenía muy claro si era para investigarme o para entablar una cosmopolita conversación. Puede que estuviese siendo demasiado paranoico, mis nuevos objetivos conseguían envenenar mi mente y mi corazón, haciéndome mas desconfiado cada día, cualidad que desde siempre odié.

él dio su nombre y preguntó por el mío, Dante se llamaba, un nombre peculiar para estas tierras, muy occidental, esto sumado a su palidez me indicaba que, aunque el fuese oriundo de estas tierras, lo mas probable es que sus antepasados fuesen de lejanas tierras, fuera de este continente. -Mi nombre de Ku, encantado.- Hice una reverencia con la cabeza a modo de saludo ahora que me había presentado. -No necesito guía, la verdad es que conozco la aldea de todos mis viajes, no obstante no me vendría mal algo de compañía en lo que encuentro a mi amiga.- Comencé a caminar por la avenida principal con la esperanza de que aquel hombre me siguiera, así al menos no me vencería el aburrimiento y el tedio y, quien sabe, tal vez terminase por encontrar a Akami, todo era posible. Las calles empezaban a llenarse de gente, se notaba que la mañana daba paso al medio día y la gente debía trabajar en sus puestos, al igual que tantos otros paseaban como hacía yo, mirando escaparates y entrando a las tiendas cuando encontraban algo apetecible. -Dime Dante ¿A qué te dedicas?- Algo debía preguntar para romper el hielo y que hubiese un mínimo de conversación, qué se yo, no se me ocurrió otra pregunta. 


Realmente este contratiempo, el no encontrar a quien buscaba, venia bastante mal, tenía una fecha específica para llegar a mi destino con Akami, tener que esperarle no era adecuado, el tiempo se nos echaba encima y yo tenía otras obligaciones, por no contar que quería ver a Bakura y los niños cuanto antes y esto aplazaba dicho encuentro. Pero no solo era por eso, no, es que también debíamos darnos todos prisa como equipo, teníamos que actuar rápido, aprovechando la inestabilidad social y económica del momento.
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