[Libre] Ist hier... Krampus
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Días antes:
Los cazadores se habían organizado para buscar a los niños desaparecidos. Era una situación extraña, los miembros de la yakuza, las fuerzas de las aldeas y la propia población de las diferentes aldeas se habían unido a esta búsqueda. El frío invernal se apoderó del bosque, volviéndolo un lugar blanco, como un enorme laberinto de enormes troncos sin hojas, en donde los enormes pinos sobresalían con algo de verdor bajo la manta blanca. Estalactitas de hielo colgaban de sus ramas.
El cazador se aventuró antes de que los demás pudieran seguirle el ritmo. Ex miembro del ejército, confiaba su vida en sus habilidades y en su arma, un rifle de chispa. Podía ver su respiración traspasar su bufanda, pero también pudo observar algunos rastros. Ramas rotas a unos tres metros de altura. Era imposible que alguien hiciera eso a su paso, incluso los osos no solían viajar a dos patas.
Pronto, encontró en la nieve un collar manchado en sangre.

-Mika- leyó el cazador, adentrándose más, apretando su arma. Más rastros de sangre que escurría desde los árboles, algunos atrapados en estalactitas rojas; trozos de ropa y algunos cabellos. El cazador tuvo un mal presagio, de hecho, pudo corroborar que esos restos eran de los niños.

No se detuvo, se agazapó y se dirigió hacia donde las pistas le guiaban. Apartó los arbustos, apuntó con su rifle y observó una figura oscura entre los pinos. Se escuchaba cómo crujían los huesos de lo que comía, de la sangre que escurría y, con dificultad, podía ver la silueta de un niño en el piso, frente a la criatura...

El cazador apuntó a aquella bestia enorme, de más de dos metros de altura, de pelaje oscuro, con cornamentas similares a las de un venado que crecían sobre su cuerpo, desgarrando aquella capa de pelaje desgastado y sanguinolento. La bala impactó sobre aquella criatura.

La criatura dejó de comer y lentamente se puso de pie, revelando su tamaño real de más de tres metros. Aquel pelaje era una capa roída, empapada en sangre seca y atravesada por cornamentas. Una cola de bestia salía debajo de esa capa. Lentamente, aquel ser se dio la vuelta para ver al cazador, el cual pudo ver un rostro deforme, arrugado, de nariz larga, ojos hundidos y una monstruosa sonrisa. Sus dientes y sus garras eran estalactitas. Su piel azulada delataba su, quizás, origen no muerto, como un cadáver congelado. En una de sus manos, el cuerpo de un niño shinobi yacía colgando desde la mitad, con su chaleco gris de batalla desgarrado y su bandana y su máscara de cerámica blanca hechas añicos.
...
Los disparos se repitieron unas cuantas veces más, seguido de gritos de la muchedumbre. Primero, gritos de furia y disparos, luego, gritos dolor, luego... silencio...

.....

Las casas estaban cerradas, las calles desiertas y el frío continuaba incrementando. Había encendido un fuego en un tambo metálico de basura, cuando un soldado se me acercó.

-Niño, no deberías estar aquí. Es muy peligrosa esta fecha-dijo el soldado.

-¿Que sucede?- le pregunté.

-¿No has escuchado nada sobre... el demonio de la navidad?-Me cuestionó- desde hace un par de años ha aparecido, se lleva a los niños y no se les vuelve a ver. Mejor escóndete donde puedas, así sea bajo una roca, y reza...

El guardia se fue, con visible miedo en su mirada, apretando su sable mientras veía hacia todos lados. Terminé de comer lo que estaba calentando y me dispuse a continuar. El sonido de unos cascabeles en el interior del bosque llamó mi atención, y cuando me disponía a ir a averiguar lo que sucedía, comenzó a nevar.

La intensidad de la nevada se incrementó, y tuve que buscar refugio. Corriendo, me adentré en una iglesia, algo vieja y descuidada, pero lo suficientemente firme como para resistir la nevada. Las ráfagas se hicieron violentas, y podía oír los cascabeles en medio de la tormenta.

Con mis pergaminos, dibujaría una manta y me la pondría encima, buscando dormir bajo la banca de una iglesia. Ignoraba el peligro al que estaba expuesto.
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