El tiempo avanzaba lento, luego de un par de encuentros que ciertamente habían sido interesantes, estaba listo para partir. Nuevo atuendo, nuevo equipo y una nueva actitud hacia lo que se acercaba en el futuro, por primera vez en mucho tiempo tenía el presentimiento de que algo bueno pasaría. Pero me comía el nerviosismo, sabía que el Kamizuru no me enviaría solo terror a su pareja, si no que probablemente sería una forma de forzarme a conocer a los niños, bueno... Ya debían ser lo suficientemente grandes como para haber dejado de ser niños, era extraño, no tenía miedo a lo que pasaría en el futuro, pero tenía una extrema sensación de presión y pánico ante lo que pasaría con mi propia sangre, suspiré mientras ajustaba mi porta-kunai en la pierna y enfundaba un cuchillo por si las cosas se pondrían complicadas y necesitara una alternativa rápida en el camino. - Quince años... y aún le tienes miedo a formar lazos. - Me diría a mi mismo frustrado mientras abandonaba ese viejo campamento y me adentraba en el bosque. ¿Mi destino? El monte Heiwa, el hogar de mi hermano en armas. - Cobarde...
¿Cómo es que desaparecías un día solo para enterarte años después que tienes una descendencia esperándote en algún lado? ¿Cómo se supone que reacciona uno a ello? Era complicado, o quizás no y me complicaba las cosas solo, pero si una cosa era cierta, es que no hacer nada al respecto era un destino aún peor que el rechazo, quizás mi mayor miedo cuando se trataba de esos dos. ¿Me odiarían por abandonarles? O a lo mejor sabrían que sería imposible en su momento haber sabido siquiera de su existencia, e incluso si ese fuera el caso, no había excusa para no haber aparecido luego de la quema de documentos, todos esos escenarios en mi cabeza se repetían en fracciones mientras las manecillas de mi viejo reloj apenas se movían entre pensamientos y escenarios formulados en mi mente. ¿Los resultados? Inútiles, seguirían siendo escenarios inventados incluso cuando los factores estaban ahí para asegurar un resultado, pues la verdad era que no existía excusa creíble en todo este dañado mundo para justificar que un padre haya abandonado a sus pequeños, era injusto, cruel incluso, pero era la verdad, al menos en mi caso lo era, no sabía que decir, no sabía que pensar o asumir, ni siquiera sabía si me reconocerían...
¿Cuan complicado sería si ese fuera el caso? Más factores se sumaban a la ecuación, más escenarios, más resultados y posibilidades, las manecillas apenas se movían... El ciclo continuaba.
¿Cómo es que desaparecías un día solo para enterarte años después que tienes una descendencia esperándote en algún lado? ¿Cómo se supone que reacciona uno a ello? Era complicado, o quizás no y me complicaba las cosas solo, pero si una cosa era cierta, es que no hacer nada al respecto era un destino aún peor que el rechazo, quizás mi mayor miedo cuando se trataba de esos dos. ¿Me odiarían por abandonarles? O a lo mejor sabrían que sería imposible en su momento haber sabido siquiera de su existencia, e incluso si ese fuera el caso, no había excusa para no haber aparecido luego de la quema de documentos, todos esos escenarios en mi cabeza se repetían en fracciones mientras las manecillas de mi viejo reloj apenas se movían entre pensamientos y escenarios formulados en mi mente. ¿Los resultados? Inútiles, seguirían siendo escenarios inventados incluso cuando los factores estaban ahí para asegurar un resultado, pues la verdad era que no existía excusa creíble en todo este dañado mundo para justificar que un padre haya abandonado a sus pequeños, era injusto, cruel incluso, pero era la verdad, al menos en mi caso lo era, no sabía que decir, no sabía que pensar o asumir, ni siquiera sabía si me reconocerían...
¿Cuan complicado sería si ese fuera el caso? Más factores se sumaban a la ecuación, más escenarios, más resultados y posibilidades, las manecillas apenas se movían... El ciclo continuaba.