Después de un rato, pude escuchar como unos pasos venían a mi derecha. No eran de animales, se sentía. Familiar, a la vez que entro otro aroma familiar.
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Después de un rato, pude escuchar como unos pasos venían a mi derecha. No eran de animales, se sentía. Familiar, a la vez que entro otro aroma familiar.
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La niña mira con curiosidad al enano, y recordó aquellos días en los que él fumaba demasiado — Me trae malos recuerdos... Pero en fin. ¿Si me enseñarás a cazar Jabalíes salvajes? — Pregunta mientras salta, esquivando los obstáculos del camino a la vez que habla, sin prestar mucha atención al camino. Casi parecía que su cuerpo respondía solo, tenía su instinto y eso estaba bien, ha entrenado desde que tiene cinco años. — Por supuesto, hay algunos trucos que debo enseñarte. El primero es que te ocultes bien, estudies a tu presa y por nada en el mundo hagas ruido, la espantaras. — Continuaba hablando hasta que dieron con el lugar, dónde un muchacho descansaba fumando tabaco, a la luz de la luna. Kumiko se paró a un lado de Rhooh y tras darle un rápido vistazo, sonrió y alzó la mano en pos de saludo — ¡Hola! —
Jikaro notaría como el sujeto de baja estatura, tenía una barba blanca, recién quitada y sus cabellos negros estaba tenido con finas líneas blancas en distintas partes, además de la presencia de arrugas en su cara y tono de piel algo pálido. La Bandana de Konoha la porta orgullosamente en la frente. Kumiko porta la misma bandana en el hombro izquierdo — Buenas noches. ¿Es usted algún cazador? planeo enseñarle a mi hija unos trucos de caza, espero no molestar. —
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Rápidamente se sacó el cigarro y lo tiró al suelo, donde le pisoteo para apagar el fuego que quedaba. Expulsé el humo y empecé a hablar. - ¡Hola! - Le dije a la más pequeña mientras le extendía el puño. Mientras miraba con interés al señor. - Hola, claro. No son molestia, yo cazo pero no me considero tan bueno. Pueden tomar asiento si quieren, puedo tomar una gallina de mi granja y cocinarla. - Dije mientras mantenía una sonrisa algo falsa, pues no tenía muchas ganas de hablar.
Tengo que tener uns iniciativa. - Me Llamo Jikaro, Jikaro Sarutobi. ¿Y ustedes? - Dijo mientras deslizaba su mano hasta el fuego para prender las llamas un poco más.
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— ¡Oh! ¡Pues yo soy...! — El crujir de una rama provocaría que Kumiko no dijera nada y desde su izquierda, apareció un niño de su misma edad, de ojos y cabellos blancos — Sabía que nos estabas siguiendo... — Antes que si quiera pudiera reaccionar, Kumiko tenía el filo de un Kunai rozando su yugular. Rhooh solo sonrió y entre cerró los ojos cruzando los brazos — Es suficiente, No hace falta que seas tan severo. — Comenta en modo de regaño. Junji voltea a ver a su padre y entre descuido, Kumiko toma la delantera y le realiza una llave — ¡Tch... Oye eso es trampa! — Exclama furioso.
— Ya basta, comportense. O me veré obligado a separarlos. — Descruza los brazos y coloca sus ojos de nuevo en Jikaro. Kumiko y Junji se separan volteando sus caras, evitando a toda costa un cruce de miradas. — Continuaré con mi vigilancia, padre. Y tú.. Manten la boca cerrada, estabas a punto de revelar información. — Junji desaparece entre las sombras de la noche, dejando una espesa nube humo que se esparceria, con algunas hojas danzando a su alrededor.
— Hmm... Será tonto. En fin. — Kumiko suspira y voltea a ver su derecha. Una gota de sudor se desliza de la frente de Rhooh — No tenemos permitido revelar nuestros nombres... Pero, por lo que veo perteneces al clan Sarutobi. ¿Dónde está tu bandana? — Pregunta sin ejercer alguna expresión en el rostro. Tras saber a qué clan pertenece, descartó la idea de que fuera un cazador o un viajero.
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Opté por levantarme de el tronco para responder, pero no antes tenía que buscar mi bandana ninja que seguro tenía ahí guardada. - Ex Shinobi de la Aldea de la hoja, no sé si quedé mucho de ella. Creo que sigue existiendo pero con el nombre de otra ciudad. Veo que no pueden revelar "Información", pero tranquilos, no soy parte de el imperio. Me crié como un Shinobi y nada más. - Dije con calma entrando a mi cabaña, dure unos minutos pero encontré una foto vieja con mi maestro y la que llegó a ser mi novia. - Ahí tenía 17 Años, estábamos exhaustos. Pues nos encargamos de unos bandidos. Fue una buena misión. -
Volví a entrar y saqué una tetera y algunas tazas. Quiero beber un poco.
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Mientras tanto, Rhooh sigue conservando el mismo semblante. Hacia frio, si no era por sus guantes, hace poco se le habrían congelado las manos. Pero, menos mal allí está la fogata, mantiene una temperatura elevada en esta pequeña zona — ¿Té verde? — Murmura achinando los ojos. Claramente no confiaba mucho en él, por lo que pensó que tal vez podía haberle añadido algún tipo de veneno. Así que, teniendo en cuenta esa posibilidad, Rhooh saca una pequeña botella de Sake, de su bolsillo lateral izquierdo y bebe un sorbo. Kumiko voltea a verlo y se encoge de hombros, dejando escapar un suspiro. Quería decir "Oh, no de nuevo. Por favor papá, no bebas" pero prefirió callarse — Ohh, Té. ¿Me sirves un poco, por favor? — Sonríe esperando una contesta.
— Es difícil encontrar jabalíes salvajes con este clima... Tendremos que buscar que en otro lado, así que no te vayas poniendo cómoda solo por el Té. — Mientras hablaba la miró de soslayo y volvió a beber un trago más — Si no eres parte del Imperio y no apoyas su causa... Eso quiere decir qué ¿Estás en su contra, no? ¿O me equivoco? —
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- Para nada, el imperio es una cosa horrible. Y contestando a tu pregunta... - Le di un poco de suspenso al momento. - Por el imperio perdí todo, no hubo nada que ellos no arrasarán, mi novia, mis amigos, mi maestro, mis sueños. El imperio solo da terror y mala vida, y claro. Estoy en contra de ellos, su manera de actuar no va a acordé a los ideales que se me han dado desde niños. - Dije mientras miraba al suelo y con impotencia y poca fuerza de voluntad, unas lágrimas se derramaron por mi rostro, cayeron en la tierra y eso... Pasa factura, con todo respeto. Odio todo sobre el mundo ahora mismo.
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Rhooh compartía, en cierto aspecto, el mismo pensamiento de Jikaro sobre el imperio Boshoku. Malditos genocidas que llevaron el mundo hacia el carajo. Pero, hace mucho tiempo dejó de ser un Shinobi honorable, comparte aquellos "malevolos" ideales. Aunque claro, también tiene que ver, qué está ganando buen dinero. – Todos perdimos algo. Perdí a mis padres, perdí a mi esposa y también perdí a un alumno, que curiosamente se llamaba igual que tú. Sin embargo... Pertenecía al legendario clan Uzumaki. – Pudo notarse el mismo tono desinteresado, pero estaba cargado con tristeza. Kumiko volteó a verlo de soslayo, pero selló sus palabras por el momento y seguía bebiendo té. – Es lo que hay ahora, a no ser que estés dispuesto a hacer algo para cambiarlo. Alguna vez en mi vida tuve tales intenciones, pero aquel que se hace llamar Kami – Sama, con un solo dedo destruyó una nación entera. La esperanza es sólo una ilusión, no existe. – Abrió los ojos y mostró un semblante serio, con la mirada perdida en la fogata.
De repente, el mismo chico que hace un momento estuvo a punto de cortar la yugular de Kumiko hizo acto de presencia a toda velocidad, situándose atrás del padre e hija – Los he encontrado. Es una pequeña guarida rebelde, no disponen de mucho poder militar. Conté solo dos Shinobi montando vigilancia, es una cueva. Estuvo a punto de neutralizarlos, pero preferí esperar tus indicaciones. – Kenta revela tal información ante la presencia de Jikaro. Kumiko deja de beber té y deja la tasa a un lado. Rhooh decide permanecer callado en lo que espera a que el muchacho siga hablando y tal vez se una a la pequeña operación. Kenta por otro lado, permanece arrodillado mirando el suelo.
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- Podrías tener razón. Pero yo sigo teniendo la esperanza de que algún día el imperio deje la antigua Konoha. Y pueda cumplir el objetivo que tenía de niño. - Le dije mientras me levantaba y observé cómo el mismo niño anterior vino y con un cuchillo o kunai, cómo lo quieras llamar. Empezó hablar de un campamento rebelde. Jikaro ya sabía sobre ellos. De hecho; ellos le pagaban a el con gallinas el ser su protector. Así que no dude en mirar fijamente al mayor de los tres, y empezar así a caminar junto a ellos si es que le dejan.
- Voy a protegerlos, pero para eso debo estar junto a los shinobis pues, son tres y yo uno. Será mejor hacer como si yo fuese uno de ellos. - Apenas terminó de hablar el chico, Tomé yo la palabra. - Yo les sigo, si me pagan claro está. - Dije. Y dependiendo de que digan, le seguiré o iré por otro lado a la cueva esperando encontrarmelos
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Kumiko y Ken intercambian miradas durante unos segundos. Pese a que son hermanos de casi la misma edad, tienen cierta rivalidad, con el fin de probarle a su padre qué algún día serán verdaderos Shinobi, aquellos que ponen por delante una misión ante todo, incluyendo lazos de sangre. Los hermanos desaparecen de un movimiento fugaz, dejando pequeñas nubes de humo, en dirección hacia la en pequeña guarida, claramente harán una masacre.
Respecto a Rhooh, aún se quedó con la duda y antes de irse, decidió matarla. Miró a Jikaro directamente a los ojos, a la vez que mordió el dedo pulgar y realizó sellos manuales. Convocó a Roster, un águila calva anciana. — Woooow, hace tiempo no me invocas. ¿Qué mierda necesitas? — Mantenía sus alas en pleno movimiento esperando a que Rhooh, le dijera para qué lo ha traído, mientras tanto, el tiempo de invocación iba consumiendose poco a poco. — Espera... Este chico, se me hace muy familiar y no soy de olvidar caras. — Jikaro la invocación clavó sus ojos en ti, estudiando tu cara — ¿Qué acaso no es, ese mismo niño que encontraste aquel día, Rhooh? — De nuevo, Rhooh no volvió a responder. Quería esperar las palabras del muchacho — Te haz hecho más viejo, amigo mío. Puede que te estés confundiendo... —
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- Fui Shinobi de la Hoja, ahora vivo aquí. Creo que ya se los he dicho. - Dije mientras que con un cigarro en la mano. Lo mantenía abajo hasta que los chicos salieron en la oscuridad de la noche. Cuando se fueron: Prendí mi cigarro y empecé a fumar, ya a ningún niño le podrá hacer daño, de la nada; El mayor se paró frente mío e hizo unas tandas de sellos, pensé que iba a hacer un justo para hacerme prisionero o algo así, reaccioné rápido y estaba a punto de formar un Rasengan con mi mano derecha. Pero ví que invocó a un pájaro, una águila calva anciana, me parecía conocer su voz desde hace mucho. La aguila comenzó a hablar.
Desde que dijo que fue el niño que se encontró en un lugar entrenando, miré y entre en razón; Él es Rhooh y Roster, deje que la aguila terminará y cuando escuché que el señor dijo que estará vieja. Comenté algo. - Rhooh, ya no tienes que hablar más. Eres tú. Soy Jikaro. - Dije mientras tiré el cigarro a un lado y le di un abrazo a mí querido maestro, esto le podría molestar pero no me importaba. Era mi maestro, aquel que ví morir, estaba vivo.
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Ahora tiene su propio nido, visita a sus hijos de vez en cuando. Aún mantiene esa mortal rivalidad con Tokinada, quien aprovechó los momentos de su ausencia para ganarse el cariño y amor de su ex-esposa. Así caótico (en ese aspecto) se volvió la vida del águila anciana. — Estos lugares no han cambiado mucho. Me pregunto como estará ella... — Las grandes alas se desvanecerian junto a su majestuosa e imponente figura, la cicatriz en el ojo izquierda y la bandana de Konoha en su frente, lo hacían ver una invocación fiel a la Aldea de la Hoja.
Ahora, volviendo al momento actual, Rhooh se alegró de haberse reencontrado con Jikaro, aquel que alguna vez lo entrenó y le enseñó varias cosas respecto al Rasengan, que con determinación y máximo esfuerzo lo aprendió. — Haz crecido bastante. Pero veo que sigues teniendo el mal hábito de fumar, agradezco que hayas respetado la presencia de mis hijos. No quiero que ese humo de mierda afecte su excelente condición física. — Agregó una carcajada correspondiendo al abrazo y revolviendo su cabello con una mano para luego dar un paso atrás y mantener distancia. — Voy a volver a la Hoja. Deberías venir y dejar esta pocilga. Usaré mis conexiones para que te reintegres a las fuerzas militares, claro es tu elección. — Su tono se volvió seco y serio y giró para marcharse, alzando la izquierda en pos de despedida. — Cuídate, joven Jikaro. —
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