Rango D: Los gatos han desaparecido.
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En aquella tienda, envuelta en la suave fragancia de una amalgama de hierbas y especias, el ambiente estaba impregnado de una sensación reconfortante y acogedora. Era como si cada inhalación fuera un abrazo cálido y tranquilizador, provocado quizás por la sutil presencia de incienso que se deslizaba por el aire, apenas perceptible a simple vista.

Los jóvenes encargados de resolver el misterio de los gatos se encontraban inmersos en la intriga de la situación, especialmente intrigados por la droga o alucinógeno que estos "inquisidores" estaban adquiriendo a partir de los ingredientes disponibles en la tienda. Melessar había adoptado un enfoque más respetuoso en su solicitud, buscando obtener información sobre la sustancia final que se obtenía de la mezcla de aquellos elementos. Por otro lado, la joven de cabello negro mostraba una imprudencia algo más marcada, aunque siempre manteniendo un cuidado meticuloso para no cruzar la línea hacia la falta de respeto. Sus preguntas, aunque directas, estaban imbuidas de una curiosidad genuina y una determinación por descubrir la verdad detrás de los misterios que envolvían aquel lugar.

-Ah, supongo que puedo revelarte el nombre de esa sustancia, si es la que creo que están elaborando, se debería llamar Viajol-, comentó, dirigiendo una mirada al joven de cabellos blancos antes de volver su atención hacia Kurami. -Sin embargo, se equivoca en su interpretación, joven dama. Ellos me solicitan ciertas plantas y algunas especias, como pude mostrarles. Desconozco el propósito de su petición, pero como mencioné, tengo conocimiento de que si se combinan con ciertos mecanismos, podrían producir la droga que le he mencionado a su compañero-, explicó con un tono tranquilo y afable, incluso mientras cortaba algunas ramitas y hojas para continuar armando el arreglo de lirios solicitado por el shinobi de Kirigakure.

-Podría venderles las mismas plantas que ellos compran, pero sin el conocimiento necesario, no podrían producir esa sustancia-, continuó. -Y permíteme reiterar que me está prohibido fabricarla, y mucho menos venderla. Por cierto, esos jóvenes no parecen ser vagabundos como se les describe; se nota que provienen de familias de clase elevada-, agregó, observando con calma a los presentes mientras continuaba con su labor, mostrando una compostura imperturbable incluso frente a los interrogatorios.

-Ah, la señorita Ayame, estamos muy agradecidos de que se encargue de cuidar al señor Tanaka. Si es para ella, le pondré una nota adicional en su arreglo, si me lo permite, algo cariñoso, claro-, expresó el florista con una sonrisa amable y un gesto de complicidad.

Ambos shinobis salieron del local, dejando atrás el aroma floral que aún impregnaba el ambiente. El arreglo floral estaría listo en unas pocas horas, quizás lo suficiente para finalizar sus investigaciones sobre los sucesos de los gatos desaparecidos. El trío ya contaba con bastante información para seguir adelante, pero necesitaban llegar a un acuerdo final, algo que discutirían al reunirse fuera del restaurante especializado en ramen. Era el mismo lugar donde Yuta había protagonizado una escena interesante junto con sus babosas. Más allá de ese incidente, la joven había tenido una idea ingeniosa: una de sus babosas seguiría a la pareja sospechosa. Pero no se limitaría a seguirlos; la pequeña criatura, debido a su diminuto tamaño, se infiltraría dentro de los ropajes del joven, lo que le permitiría escuchar sus conversaciones. Esta táctica resultó ser crucial para descubrir la trama detrás de los gatos desaparecidos.

Con suerte o no, el chico formaba parte del grupo que adquiría todo tipo de baratijas relacionadas con los gatos en la tienda de la señora Isabella, así como también eran clientes habituales del señor Haruki. Sin embargo, estas conexiones aún no eran conocidas por los shinobis; tendrían que esperar a que el chico revelara algo al respecto.

A su llegada, Yuta les informó a Melessar y Kurami sobre la situación actual. Había logrado posicionar a su babosa en el lugar adecuado, lista para espiar. Por el momento, la conversación entre el chico y la chica parecía bastante mundana, más un coqueteo pasajero que cualquier otra cosa. El joven mencionaba las típicas cosas que uno esperaría de alguien adinerado: el dinero de su familia, lo que podría hacer por ella y otros intentos de impresionarla. Sin embargo, lo único relevante para la misión fue cuando comentó que vivía en una casa a las afueras del pueblo, junto con varios amigos que se habían mudado recientemente para pasar las vacaciones alejados de sus familias.

Ahora, el grupo enfrentaba una decisión crucial. ¿Eran esas pistas suficientes para confrontar al joven, o preferirían esperar a ver si proporcionaba alguna pista más sólida con el tiempo? La deliberación sería crucial para determinar el próximo paso en su investigación.
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El señor Haruki era bastante amable, nos había dado todas las pistas posibles y suficientes como para poder arrinconar a aquel muchacho del que Yuta supuestamente tenía como sospechoso al poseer varios rasgos que coincidían con nuestras pistas hasta el momento, teníamos el nombre de la sustancia, que esos mismos muchachos viven en las afueras justo igual que el chico que lleva una pequeña porción de Mochi la babosa.

- Será un placer si le deja alguna nota que la agrade a la señorita Ayame, cuando terminemos el encargo me pasaré a recogerlo - le contesto al señor Haruki antes de salir con Kurami.

La joven de Iwagakure se mostró un poco reticente a la hora de la negación del amable florista a proporcionarnos la supuesta droga psicodélica, más bien no es que no pueda dárnosla, es que no puede fabricarla por la ilegalidad de dicha acción, algo de entender pero parece que Kurami necesitó una más detallada explicación de Haruki para intentar convencerla del porque no puede.

Por el camino hacia la puerta del restaurante de ramen la pongo al día con lo que mi clon sabe a través de las averiguaciones de Yuta y Mochi, tan solo nos queda llegar al lugar de encuentro y decidir que hacer, si arrinconar a aquel chico o seguirle hasta la ubicación de la casa, lugar donde podríamos sacar pistas mas concluyentes para poder sancionarles, solamente espero por el bien de aquellos muchachos es que los animales estén bien, pero viendo que han desaparecido las opciones son un poco turbias, espero que simplemente los tengan encerrados en jaulas, algo cruel sin duda pero al menos significa que están bien y no les han echo nada.

- Kurami, antes de llegar debo de advertirte algo - la miro con bastante seriedad - si a esos gatos les ha pasado algo... espero que me detengas

Una vez llegado a la puerta del restaurante está Yuta donde nos pone al día con mas detalles como que el muchacho al que vamos a seguir porta un colgante idéntico al que el clon de Kurami describió, eso sumado a que ha comentado que reside en las afueras con unos amigos por vacaciones termina de encajar el puzle por completo, ahora solo falta encontrar dicha casa y pruebas físicas.

- Podríamos seguirle de lejos, de todas formas no se ha dado cuenta de Mochi y eso nos da la ventaja de no tenerlo a la vista y que nos pueda llegar a descubrir - esbozo una media sonrisa - aunque dudo que un niñato de tres al cuarto sea capaz de detectar a tres shinobis, pero por si acaso ¿Qué os parece?

La solución es sencilla, es cierto que Mochi nos aporta una gran ventaja para seguir al muchacho en todo momento y encima escuchar toda la conversación, todo eso sin tener el peligro de que nos descubra, en el momento que lleguemos a la casa la cosa es sencilla como entrar sin hacer demasiado ruido y en caso de que nos descubran dudo mucho que unos niños pijos drogados tengan siquiera algo que hacer contra uno solo de nosotros, tal vez podríamos también entrar por la puerta principal y apresarlos a todos de primeras y una vez echo buscar las pruebas.

- Ahora nos queda las dos alternativas, una vez encontremos esa casa a las afueras ¿Cómo procedemos? podríamos capturarles nada mas llegar y buscar pruebas o ir desapercibidos para encontrar alguna prueba primero, pero viendo todo lo que sabemos está claro que son ellos los que están detrás de la desaparición y creo que si los pillamos por sorpresa será fácil capturarlos


Off: El chakra del mizu bushin lo sumo al mío que se me olvidó hacerlo en el anterior post ^^

Estadísticas de Melessar


Vida y Chakra
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- Entiendo, disculpe mi atrevimiento señor… -

Las palabras de la Origami no denotaban arrepentimiento alguno pero creía que lo mejor era disculparse -aunque no lo sintiera- con el señor por malinterpretar las cosas. Sin más que hacer ahí y con su investigación completa en la Floristería, manos ninjas abandonaron el lugar y se dirigieron al restaurante de ramen en donde se encontraba la Onikuma.

- No quisiera hacerlo, por mi que sufran pero si te saca un tornillo lo haré… no quiero que en una misión como ésta se me acuse de alguna muerte - Fue la respuesta de Kurami ante las palabras de Melessar, usando la misma seriedad que el Kaguya.

Ya en el restaurante, la Onikuma informó sus descubrimientos a Melessar y a la Origami que complementando con la información obtenida por el clon de la chica y la información del anciano de la floristería, ya tenían una base firme para poder resolver el misterio y atrapar a los culpables.

Melessar dio su propuesta para continuar, podrían simplemente seguir a los chicos hasta la cabaña a las afueras del pueblo y una vez ahí tenían dos opciones, entrar sigilosamente o atrapar a los culpables de primeras.

- Vamos a seguirlos y una vez estemos en la cabaña, hay que atraparlos, talvez con eso nos puedan soltar la información que necesitamos y después entrar a la cabaña e investigar. Además, si no los atamos, puede que se larguen mientras investigamos -

Las palabras de la Kunoichi de la Roca iban acompañadas de seriedad, ella era bastante bipolar y “salvaje” pero no soportaba la idea del maltrato hacia los animales y en caso de que los chicos estuvieran haciendo algo malo con ellos, ella prefería atraparlos y entregarlos a las autoridades porqué claro, no podía acabar con sus vidas así porqué sí, no importa el motivo, iría a parar a las prisiones de Iwagakure por tal atrevimiento
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El trío de forasteros, cuyas procedencias abarcaban desde las remotas islas al este del continente hasta las majestuosas montañas al oeste, había llegado a una decisión crucial: esperar. Con sagacidad y discernimiento, habían colocado sus apuestas en una pareja que, por simple sentido común, parecía ser la fuente de todo el desastre felino que asolaba al pueblo en las últimas lunas.

Reunidos en una atmósfera cargada de expectación, intercambiaron información obtenida a través de sus propias investigaciones. La conclusión resonó de manera inequívoca: el joven con el peculiar colgante era el principal sospechoso. Sin embargo, optaron por no actuar de manera impulsiva o confrontativa. La prudencia guiaba sus acciones, ya que carecían de pruebas contundentes. Después de todo, ¿qué evidencia tenían más allá del mero objeto que pendía del cuello del muchacho? Los gatos, tan populares entre la juventud local, convertían el colgante en un accesorio común, visible en todas partes del pueblo.

El tiempo fluía sin pausa en aquel pintoresco poblado, mientras las sombras se extendían gradualmente bajo el suave descenso del sol. El colorido escenario se veía envuelto en una atmósfera de quietud y belleza inigualables. Habían transcurrido aproximadamente dos horas desde que la pareja había dejado el establecimiento, adentrándose en las callejuelas adornadas con arbustos meticulosamente cuidados y flores exuberantes que salpicaban el paisaje. De vez en cuando, el joven galante tomaba algunas de estas flores para ofrecérselas a su acompañante, gesto que no pasaba desapercibido para la pequeña babosa que, desde su escondite, observaba y escuchaba atentamente cada intercambio entre ambos. El nombre del joven, Iraki, había llegado a sus oídos gracias a las palabras de la dama mientras se dirigía a él con afecto y complicidad.

-¡Eh, chicos... otra curiosidad interesante! ¡La ropa del joven está repleta de pelos!-, exclamó la pequeña babosa a Yuta, transmitiendo la nueva información obtenida. A pesar de este revelador hallazgo, los temas de conversación entre la pareja seguían siendo los mismos que en el restaurante de ramen; no habían mencionado nada relacionado con los gatos o la cabaña.

Llegaron a una casa en lo alto de una pequeña colina. El joven se despidió de su compañera, quien ingresó en la estructura, mientras él continuaba solo. Esta vez, su dirección era claramente hacia las afueras del poblado. Siguiendo un estrecho camino de tierra que atravesaba extensas llanuras floridas, se adentró en un bosque. A unos cien metros más adentro, se divisaba un gran claro donde se alzaba majestuosa una cabaña de considerable tamaño, situada en el centro del mismo.

Enclavada en lo profundo del bosque, esta cabaña de vacaciones irradia un aura de serenidad y tranquilidad. Sus imponentes paredes de madera, talladas con cuidado y adornadas con detalles rústicos, se elevan majestuosamente entre los árboles centenarios que la rodean. El aroma fresco y terroso del bosque se entremezcla con el cálido olor a madera, creando una atmósfera acogedora y envolvente.

El exterior de la cabaña presenta un diseño tradicional, con un tejado a dos aguas cubierto de tejas de madera oscura que se funden con el entorno natural. Grandes ventanales permiten que la luz del sol se filtre a través de las copas de los árboles, llenando el interior con una suave luminosidad. En el porche delantero, mecedoras de madera invitan a los visitantes a relajarse y disfrutar del paisaje.

Su construccion y diseño podria ser a simple vista bastante acogedor, como un lugar donde pasar unas agradables vacaciones si contabas claro, con el dinero y el tiempo suficiente para poder regalarte algo asi. Una simple y rapida ojeada por las afueras del lugar no daria pista alguna sobre si los gatos habian estado en este lugar, pero si que se oian bastantes voces y risas dentro del lugar. Y si alguno de los shinobis habia tenido la oportunidad de conocer el olor de sustancias ‘agradables’, era algo que su sentido del olfato lograria captar de una, y obviamente, tal olor venia de dentro de aquel lugar donde habia ya ingresado el chico.

-Chicos, hay mucho humo aquí, me da miedo-, fueron las últimas palabras de la babosa, expresando la creciente tensión que envolvía al trío. Ahora debían decidir cómo proceder. ¿Intentarían atrapar al chico para obtener información, como sugería Kurami? Parecía factible, especialmente porque el muchacho no había notado en ningún momento su presencia. ¿O continuarían esperando para ver si algo más sucedía?

O quizás optarían por una estrategia más decidida, como irrumpir en modo SWAT y enfrentarse directamente a la situación. La decisión estaba en sus manos; después de todo, esta era su historia.


off
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El trío de ninjas decidió no actuar con imprudencia y en su lugar optar por una estrategia más elaborada y cuidadosa, siguiendo al joven con el colgante a todos lados desde las sombras, casi como si fueran sus acosadores. La Origami se aburría con cada minuto que pasaba, las cursilerías del muchacho la ponían de malas y realmente la estrategia no estaba funcionando puesto que no los guiaba a ningún lado o les daba alguna pista que pudiera ser de ayuda en la búsqueda de los gatos.

Sin embargo, la Kunoichi de la Roca decidió aguantar todo y no actuar con imprudencia, siempre manteniéndose lo más oculta posible de los ojos o los sentidos no tan desarrollados del joven. Así pasó por un rato bastante largo que para Kurami parecía eterno hasta que finalmente el par de tortolitos decidieron finalizar su cita y el muchacho como todo buen hombre, acompañó a su chica hasta su hogar y se despidió de ella muy amablemente.

Posteriormente, el muchacho Iraki siguió su camino por un piso de tierra que llevaba a las afueras del pueblo, obvio no regresaba a su casa, el tipo parecía tener la fachada de alguien con dinero por lo que su casa no estaría relegada, o eso pensaba Kurami. El trío de Genins decidió seguir al joven hasta su destino, topándose con una cabaña que a simple vista no denotaba ningún tipo de información o pista sobre la ubicación de los gatos, pero sí que había algo, el olfato de la Origami pudo detectar el mismo aroma a las cercanías que despedían aquellas flores en la Floristería.

(Que olor tan desagradable…)

Pero no sólo su olfato, también su oído pudo detectar las risas que provenían desde dentro de la cabaña. Ahora tenían dos opciones, esperar un poco más y ver si algo interesante sucedía o entrar a las malas a la cabaña y enfrentar los problemas de frente y claro, Kurami siempre optaba por la solución de los golpes, pues era muy impulsiva.

- Bueno, si ustedes quieren esperar, es cosa de ustedes… ¡Yo entro! -

Dijo la Origami sin más antes de saltar de su escondite arbusto y correr a toda velocidad hacía la entrada de la cabaña, mientras corría, sus manos se juntaban cerca de su pecho para realizar un único sello y empezar a desprender una oleada de papeles a su lado que poco a poco tomaron la forma de Kurami. Una vez se encontraba frente a la puerta, decidió embestirla con todas sus fuerzas para derribarla y poder entrar al lugar de la forma más impulsiva posible, y claro, detrás de ella, su clon.
Origami Bunshin no Jutsu
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En el crepúsculo de un día que se desvanecía lentamente, el grupo de shinobis se encontraba en el umbral del bosque, sus figuras apenas visibles entre las sombras que tejían los árboles. Con movimientos tan silenciosos como el susurro del viento entre las hojas, sus ojos estaban fijos en la casa que se erguía en medio del paisaje boscoso, un oasis de civilización en la vastedad de la naturaleza salvaje. La estructura, sólida y majestuosa, parecía desafiar el paso del tiempo, con sus muros bien cuidados y un aura de prosperidad que la envolvía. 

El aire estaba cargado con el aroma embriagador de una sustancia alucinógena, tan potente que parecía tejer una neblina invisible alrededor del grupo. Era un olor que evocaba visiones de otros mundos, de realidades distorsionadas y sueños febriles, pero para los shinobis, era una señal inequívoca de que estaban en el umbral de descubrir la verdad detrás de la misteriosa desaparición de los gatos del pueblo.

Con una determinación silenciosa, intercambiaron miradas que no necesitaban palabras, aun que Kurami dejo bien en claro su metodo a seguir. Era el momento de avanzar, de dejar atrás la seguridad del bosque y enfrentar lo que les esperaba en aquella casa y más allá. En el crepúsculo de la aventura, la kunoichi de cabellos como la noche más profunda, maestra en el delicado y letal arte del origami, emergió de su refugio entre la maleza, tan sigilosa como la brisa que precede a la tormenta. Con movimientos precisos y gráciles, sus dedos danzaron en el aire, tejiendo la esencia del papel en un duplicado de sí misma, un clon que compartía su apariencia pero estaba imbuido de la magia de su arte.

Con un gesto decidido, la puerta se abrió de par en par, rompiendo el silencio con su súbita violencia. Lo que sus ojos descubrieron al otro lado era una escena que desafiaba toda expectativa, un cuadro viviente que se grabaría en su memoria como una pintura surrealista.

Allí, en el corazón de la casa que había sido el foco de tantos misterios, los gatos, esos seres esquivos y misteriosos, jugaban y se revolcaban con una alegría contagiosa. Lejos de estar en peligro o sufrir daño alguno, se encontraban en un estado de dicha pura, compartiendo su felicidad con un grupo de jóvenes que parecían haber trascendido el mundo terrenal.

La atmósfera estaba impregnada de una neblina de ensueño, un velo de irrealidad que envolvía a todos los presentes, quizas por esto la pequeña babosa de Yuta no habia aguantado estar aqui. Los jóvenes, con sus ojos brillando con un fulgor de otro mundo, se entregaban a la euforia del momento, riendo y jugando con los gatos en una comunión perfecta de espíritus. Era evidente que tanto los felinos como los humanos habían sido tocados por la mano de la sustancia alucinógena, sumergiéndolos en un estado de embriaguez psicodélica que borraba las líneas entre lo real y lo imaginario.

La sorpresa que aguardaba a Kurami en aquel insólito santuario de felicidad y desenfreno no era el final de su asombro. Mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra iluminada por luces tenues y velas parpadeantes, un rápido barrido de la estancia reveló un detalle aún más peculiar. Las paredes, adornadas con estatuas y figuras, rendían un homenaje casi místico a los felinos. No solo a los pequeños y juguetones gatos que ahora se enredaban entre sus piernas, sino también a criaturas de una estatura y majestuosidad que superaban lo ordinario, figuras que evocaban a los grandes felinos de la naturaleza, transformados aquí en guardianes de piedra y metal de este templo de excentricidad.

Fue entonces cuando la voz de uno de los jóvenes, teñida de sorpresa y deleite, cortó el aire cargado de incienso y risas. -¡Vaya, vaya! ¿Quién nos ha traído el viento esta vez?- exclamó, levantándose con una gracia que desafiaba su estado alterado. Sus ojos, brillantes bajo el efecto de la sustancia, se fijaron en Kurami con una mezcla de curiosidad y camaradería. -¿Eres una vision o acaso has venido a unirte a nuestra pequeña fiesta?- preguntó otra voz, esta vez una joven cuya sonrisa era tan amplia que parecía abrazar el mundo entero. Y así, sin más preámbulos, le extendió una mano en señal de bienvenida, mientras la otra sostenía lo que parecía ser la fuente de su euforia colectiva. -Mi nombre es...- Daba una ligera pausa mientras hacia gestos con su boca, para finalmente emitir un ronroneo, -Raawr- como si fuese un mismo gato. -Prueba un poco, te hará ver el mundo como realmente es: un lugar lleno de maravillas.-

La joven Kunoichi, proveniente de las tierras lejanas al oeste, se encontraba en una encrucijada de destinos. Su presencia en este lugar no era casualidad, sino el resultado de un largo viaje en busca de conocimiento y poder. Sin embargo, lo que había encontrado en este rincón olvidado del mundo era algo completamente distinto a lo que había anticipado.

Rodeada por un círculo de jóvenes cuyas almas parecían danzar al ritmo de historias antiguas y secretos susurrados, la Kunoichi sentía cómo el peso de sus decisiones futuras se asentaba sobre sus hombros. ¿Qué camino debería tomar? ¿Se quedaría allí, disfrutando del efímero momento de paz y camaradería, se llevaría a los gatos sagrados avisando a sus compañeros que aguardaban en las sombras, o cumpliría con el plan original de impartir una lección a estos jóvenes, tal como había contemplado durante las últimas horas?, a fin de cuentas, estos chicos estan drogando a los gatos.
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La Origami corrió por aquel camino de tierra lleno de piedras y pequeñas ramas hasta la puerta de la cabaña y usando su cuerpo, se estrelló con ella, tumbándola con mucha facilidad. Ella y su clon ingresaron al lugar, pero lo que vieron dentro es algo que nadie se esperaba, por su parte, ella esperaba encontrar a los gatos siendo maltratados físicamente por los jóvenes, usados como simples marionetas de entretenimiento para sus cruentos actos, pero no, lo que se encontró dentro de la cabaña hizo que en su rostro se dibujara una expresión de sorpresa.

Dentro, los jóvenes habían preparado una especie de secta a los pequeños animalitos, decorando todo el ambiente con los objetos relacionados con ellos, entre esos objetos, pudo ver aquellos talismanes que hacían falta en la Sala de Artilugios del pueblo y en el centro del todo, a un grupo de chicos disfrutando y riendo en compañía de los gatos, pero el aroma en el ambiente delataba que estaban hasta el tope de drogados, y pudo confirmarlo con la actitud tan despreocupada que los chicos estaban tomando, incluso invitándola a unirse a ellos y consumir un poco de su tan preciada sustancia.

Kurami ahora tenía que decidir que hacer, podía simplemente tomar a los gatos y salir de ahí sin más para retirarse junto a sus compañeros, también podía unirse a ellos y consumir un poco de esa fuente de felicidad, y la última opción, podría arremeter contra ellos y darles su merecido por hacer que los gatitos ingieran ese tipo de sustancias. Por su mente pasó la vaga idea de acabar con ellos ahí mismo y salir como si nada hubiera pasado, pero claro, eso sería un súper crimen y ella muy probablemente sería perseguida por las autoridades.

La Kunoichi de la Roca sonrió amablemente mientras soltaba algunas carcajadas y se acercaba a paso lento hacía la joven que le había ofrecido consumir un poco de aquella sustancia y ver el mundo como realmente era. Kurami mantuvo su sonrisa todo el tiempo hasta que tenía a la chica a escasos centímetros de ella, estiró su mano y tomó con brusquedad el antebrazo de la joven.

- Si tus padres no te educan, entonces tendré que hacerlo yo… - Un tono frío y sádico acompañó las palabras de Kurami, quien usó su agarre para hacer fuerza y acercar a la chica un poco más y usar su mano libre para darle un puñetazo en toda la cara.

El clon de Kurami por su parte, una vez la original lograra golpear a la joven, comenzaría una carrera hacía el otro joven mientras se preparaba para usar su fuerza física y acertarles una patada en el estómago. Talvez su actuar estaba siendo un poco exagerado, pero ella así era de exagerada con sus acciones y el hecho de que los chicos estuvieran drogado a los pobres gatos, no hacía más que hacer crecer la ira de la Origami.
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Era casi predecible, casi escrito en las estrellas, lo que sucedería después de que un par de jóvenes, visiblemente exaltados por la euforia del momento, intentaran persuadir a la kunoichi para que se sumara a su peculiar celebración. Una celebración que, por falta de un término más adecuado, se desviaba de lo convencional. Todos los lectores sabian lo que iba a pasar en unos pocos segundos; sabían que, en cuanto Kurami irrumpiera en la escena y presenciara el caótico festejo que aquellos muchachos habían armado, involucrando a los gatos de una manera tan extravagante, el desenlace sería inevitablemente tumultuoso.

Y así, con la entrada repentina de Kurami, el aire se cargó de una tensión que presagiaba el inminente caos. No era difícil imaginar que lo que se desataría dentro de esas cuatro paredes no sería precisamente una escena de tranquilidad. Quizás 'tranquilidad' no era la palabra adecuada para describir lo que estaba por venir. Era más apropiado decir que alguien, sin lugar a dudas, terminaría lastimado, y sí, también era probable que se derramara algo de sangre.

La pelinegra, con una determinación helada y sin un ápice de remordimiento en su mirada, lanzó el primer ataque contra la joven que se le había acercado con intenciones amistosas. La sorprendió, apresando su brazo con una rapidez que desmentía cualquier intención pacífica, para luego propinarle un puñetazo devastador en el rostro. Era inevitable, dada la fuerza y precisión del golpe, que el delicado semblante de la chica se desfigurara bajo el impacto, desatando un torrente de sangre que brotaba de su nariz, ahora claramente fracturada. -AAAAAAAA- Gritaba de dolor.

-Eh, que mierda... espera- Sin concederse un momento para contemplar las consecuencias de su acto, Kurami se volvió hacia el otro joven con una agilidad felina. Esta vez, su ataque fue una patada brutal dirigida a las entrañas del muchacho, quien cayó al suelo sin aliento, incapaz de más que revolcarse en un intento desesperado por recuperar el aire que le había sido arrebatado. En esos segundos de agonía, mientras luchaba por inhalar, el dolor era su único compañero. Aunque eventualmente lograría recuperarse, las secuelas de ese momento de tormento perdurarían. 

La escena, marcada por la violencia repentina y la eficacia con la que Kurami había neutralizado a ambos, dejaba un mensaje claro: había líneas que no debían cruzarse, y ella era la encarnación viviente de esa frontera.

El caos se tejía, lento pero implacable, en el entramado de la noche. A medida que la kunoichi desplegaba su furia, una ola de pánico se apoderaba de los presentes. Los demás jóvenes, testigos del torbellino de violencia que ella había desatado, no encontraron otra opción que levantarse precipitadamente y buscar refugio lejos de la tempestad desencadenada. En su frenética huida, algunos tropezaban con los elementos decorativos que habian traido, convirtiendo objetos cotidianos en obstáculos traicioneros. Otros, sus piernas traicionadas quizás por las sustancias que habían consumido, se enredaban en una danza de caídas y tropiezos, incapaces de coordinar una retirada digna. Incluso los gatos, esos testigos silenciosos de la noche, se sumaban al éxodo general. Afectados por el mismo caos que embargaba a los humanos, se movían erráticamente, sus cuerpos zigzagueando en un intento desesperado por encontrar una salida que parecía esfumarse ante sus ojos. Uno de ellos, visiblemente más afectado que su compañero felino, tambaleaba de un lado a otro, su instinto de supervivencia nublado por el desconcierto.

Por fortuna para la kunoichi, no estaba sola en su empresa. Sus dos fieles compañeros, previsores de cualquier eventualidad, la aguardaban en el exterior, listos para intervenir en caso de que el caos se desbordara. ¿Quién podría haber anticipado tal necesidad? Pues su master de confianza. Cuando la situación dentro se tornó insostenible, y los gatos, en un intento desesperado por huir del lugar, se dispersaron en todas direcciones, fueron estos compañeros quienes, con astucia y rapidez, desplegaron una serie de clones. Estas réplicas, nacidas de la esencia misma de sus creadores, se lanzaron en una persecución implacable. Los felinos, ya no eran tan ágiles y esquivos por culpa de aquella sustancia en sus cuerpos, asi que el cazarlos seria tarea facil para estos shinobis.

Mientras tanto, la incógnita sobre los próximos movimientos de la chica del origami flotaba en el aire, añadiendo un velo de misterio a la ya tensa atmósfera. Sin embargo, la eficiencia de sus compañeros no dejaba lugar a dudas sobre el desenlace de esta peculiar misión. Con el paso de los minutos, uno a uno, todos los gatos fueron capturados, sus intentos de escape frustrados por la destreza de los clones y la estrategia de los ninjas.

Así, con los felinos asegurados, la misión podía considerarse concluida. El regreso al pueblo no sería solo un viaje de vuelta, sino el cierre de un capítulo que, sin duda, quedaría grabado en la memoria de todos los involucrados. Los tres shinobis, a través de su ingenio y solidaridad... y algo de brusquedad, habían superado un desafío más.

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Última modificación: 24-03-2024, 04:56 PM por Aiko Yamamoto.
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