-Me gusta el vino tanto como las flores, y los conejos pero no los lectores-
Estaba en la cola de un negocio, a punto de comprar un buen vino con la poca paga generada de su última misión. Las apuestas ya no estaban, las estafas poco a poco se iban, pero el alcohol seguía siendo su obsesión. Tendría mucho más de lo que ya tiene, pero el camino que le dio la vida lo cambió, quizás hizo que cosas más pobres cene, pero era parte de algo que de la vida él vio.
Mencionaba todo aquello que él veía, desde las flores de un ramo que un hombre llevaba, quizás para su mujer, tanto como los conejos que saltaban por el pequeño corral que el dueño de la vinoteca tenía atrás de su tienda, además de una señora con gran edad que leía un pequeño libro lleno de palabras confusas que a Kimblee no le hacían sentido. Pero la verdad es que Kimblee nunca fue un gran lector, quizás porque se le hace gracioso que una gran mayoría crea que el conocimiento otorga bienestar económico, cuando la verdad para él es que se trata de una cuestión simple de riesgo, intuición y a veces, aunque no muy buena idea, adivinación.
Una vez cantado su conjunto de palabras sin tanto sentido para el resto, pero lleno de alegría, prosiguió a pagar con la cantidad justa y un poco de propina al hombre de los vinos; ¿Tendrá nombre? Se preguntó, pues nunca le dio interés al nombre de la profesión de aquel dedicado a la venta de alcohol, y es que lo importante es sólo lo que vende, no quién.
-Será algo barato, pero sé muy bien que su calidad es calidad, y la cantidad es...Bueno, es menos de medio litro, pero cantidad es cantidad, ¡Agradecido con usted!-
Aplastó los billetes de Ryos contra la mesa, y con la otra mano se aceleró a tomar el vino con rapidez. De la mesa se va con su brebaje turquesa, y con caminata lenta pero carente de timidez se alejó. Tomando caminata más no eligiendo un camino fijo empezó a andar. Andando fue, hasta que el horario más y más se acercara a un buen atardecer, uno que hiciera aparecer el constante florecer de deseo dentro de Solf, aquel que constantemente sabe hacer el acto de ejercer el buen disfrute de un líquido; un sentimiento único, y la verdad es que poder tener control sobre el placer es algo único, pues cuando uno más aprende a disfrutar de actos mundanos, más satisfecho con la vida se siente.
-Quizás esta época era la mejor para mí para hacer esto que el resto hace. Nada haría como lo que otros hacen, si mis bebidas favoritas no hicieran de su hacer único e inigualable.-
Frente a una baranda disfrutó mirando el sol desaparecer poco a poco por el horizonte. ¿Ahora qué? Pensó, ¿Dónde se supone que debo ir?, ¿Será a realizar otra de estas misiones?
No hay duda que la incertidumbre de vez en cuando lo carcome, pero no es tiempo de preocupaciones futuras cuando ni siquiera sabe lo que hoy come; ¿Sólo un vino? La alimentación de algunos no es la mejor, pero tiene sentido cuando no existe una certeza específica de a lo que uno irá a buscar.
-Si pudiera hacer un contrato conmigo mismo todo sería mucho más fácil.-
Estaba en la cola de un negocio, a punto de comprar un buen vino con la poca paga generada de su última misión. Las apuestas ya no estaban, las estafas poco a poco se iban, pero el alcohol seguía siendo su obsesión. Tendría mucho más de lo que ya tiene, pero el camino que le dio la vida lo cambió, quizás hizo que cosas más pobres cene, pero era parte de algo que de la vida él vio.
Mencionaba todo aquello que él veía, desde las flores de un ramo que un hombre llevaba, quizás para su mujer, tanto como los conejos que saltaban por el pequeño corral que el dueño de la vinoteca tenía atrás de su tienda, además de una señora con gran edad que leía un pequeño libro lleno de palabras confusas que a Kimblee no le hacían sentido. Pero la verdad es que Kimblee nunca fue un gran lector, quizás porque se le hace gracioso que una gran mayoría crea que el conocimiento otorga bienestar económico, cuando la verdad para él es que se trata de una cuestión simple de riesgo, intuición y a veces, aunque no muy buena idea, adivinación.
Una vez cantado su conjunto de palabras sin tanto sentido para el resto, pero lleno de alegría, prosiguió a pagar con la cantidad justa y un poco de propina al hombre de los vinos; ¿Tendrá nombre? Se preguntó, pues nunca le dio interés al nombre de la profesión de aquel dedicado a la venta de alcohol, y es que lo importante es sólo lo que vende, no quién.
-Será algo barato, pero sé muy bien que su calidad es calidad, y la cantidad es...Bueno, es menos de medio litro, pero cantidad es cantidad, ¡Agradecido con usted!-
Aplastó los billetes de Ryos contra la mesa, y con la otra mano se aceleró a tomar el vino con rapidez. De la mesa se va con su brebaje turquesa, y con caminata lenta pero carente de timidez se alejó. Tomando caminata más no eligiendo un camino fijo empezó a andar. Andando fue, hasta que el horario más y más se acercara a un buen atardecer, uno que hiciera aparecer el constante florecer de deseo dentro de Solf, aquel que constantemente sabe hacer el acto de ejercer el buen disfrute de un líquido; un sentimiento único, y la verdad es que poder tener control sobre el placer es algo único, pues cuando uno más aprende a disfrutar de actos mundanos, más satisfecho con la vida se siente.
-Quizás esta época era la mejor para mí para hacer esto que el resto hace. Nada haría como lo que otros hacen, si mis bebidas favoritas no hicieran de su hacer único e inigualable.-
Frente a una baranda disfrutó mirando el sol desaparecer poco a poco por el horizonte. ¿Ahora qué? Pensó, ¿Dónde se supone que debo ir?, ¿Será a realizar otra de estas misiones?
No hay duda que la incertidumbre de vez en cuando lo carcome, pero no es tiempo de preocupaciones futuras cuando ni siquiera sabe lo que hoy come; ¿Sólo un vino? La alimentación de algunos no es la mejor, pero tiene sentido cuando no existe una certeza específica de a lo que uno irá a buscar.
-Si pudiera hacer un contrato conmigo mismo todo sería mucho más fácil.-