(Pasado) Herederos del Hielo: El Clan Yuki
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Desde temprana edad encontraba fascinación en las historias que mis padres me contaban sobre la rica herencia de nuestro clan, los Yuki, herederos del hielo. Recostada en mi cama y sin mucho que hacer, mi mente retrocedía por un instante al pasado, si, un pasado en el que aún estaba con mis padres, donde aun se podía sentir ese calor hogareño que ambos proveían al hogar. Era una tarde de lluvia, la atmósfera de nuestro hogar era bastante acogedora para aquel entonces, con el sonido rítmico de las gotas que golpeaban las ventanas, siempre y a toda hora se escuchaba ese ritmo de la lluvia al caer. Los cálidos tonos de la sala de estar, iluminada por la suave luz de lámparas tenues, creaban el escenario perfecto para una sesión de relatos que resonaría en el corazón de la pequeña Sayuri.

Sentada en un mullido sofá, miraba a mis padres con ojos curiosos, ansiosa por conocer la historia que estaba a punto de desplegarse. Mi madre, con manos suaves y cálidas, comenzó a acariciar mi cabello, sumergiéndome en un ambiente de comodidad y amor.

"Hace más de un siglo, en el País del Agua, se desató una intensiva investigación sobre los Kekkei Genkai perdidos", comenzó mi madre con una voz suave pero llena de historia. "Los sabios de Kirigakure buscaban habilidades únicas que pudieran consolidar el poder de la aldea. Así nació el clan Yuki, el resultado de esta búsqueda insaciable". Mientras hablaba, mi madre se sumergía en los recuerdos del pasado, invocando imágenes de antiguos pergaminos. Las velas parpadeaban suavemente, añadiendo una dimensión mágica a la narración.

"Infortunadamente, ese período oscuro llevó a la purga de todos aquellos con habilidades especiales. Una caza despiadada que resultó en la masacre de miles de civiles y ninjas de otras aldeas", continuó mi madre. La historia se tejía con detalles vívidos, las sombras de la persecución proyectadas en las paredes. Yo, envuelta en la narrativa, imaginaba el País del Agua como un escenario de tragedia, con la lluvia afuera emulando las lágrimas derramadas por aquellos que sucumbieron a la persecución. Mi madre, con elocuencia, llevó la historia al País de la Nieve, donde los miembros originales del clan Yuki buscaban refugio. "Entre los afectados estaban nuestros antepasados, originarios del País de la Nieve. Su tenacidad y valentía les permitieron desarrollar técnicas ocultas para resistir. Aunque muchos fueron exterminados, algunos lograron escapar y preservar nuestro legado".

Mi padre, sintiendo el peso de la historia, continuó, "Hoy en día, nosotros, los miembros actuales del clan Yuki, somos los guardianes de esas técnicas ancestrales. Hemos aprendido a dominarlas, a ocultar nuestras habilidades y a sobrevivir en las sombras".

La lluvia, ahora más intensa, creaba una sinfonía de fondo que realzaba la dramatización de la historia. Yo, con ojos brillantes, me sumía en el relato de cómo algunos miembros del clan Yuki lograron sobrevivir.

"Fue la fuerza de voluntad y la astucia de unos pocos lo que nos permitió perdurar. Nos adaptamos a las sombras, aprendimos a ocultarnos y a sobrevivir", explicaba mi madre con una mezcla de nostalgia y determinación. "Algunos miembros del clan se dispersaron por el País del Agua y el País de la Nieve, buscando refugio y nuevas oportunidades para florecer".

La sala de estar se llenaba de un silencio solemne cuando, emocionada y llena de orgullo, susurré, "¿Cómo lograron sobrevivir?"

Mi madre, con una sonrisa maternal, compartió cómo la fuerza de voluntad y la adaptabilidad fueron las claves de nuestra supervivencia. La lluvia, ahora un aliado en la narrativa, acompañaba cada palabra, como si el cielo mismo estuviera rindiendo homenaje a la tenacidad del clan Yuki. Yo, la pequeña Sayuri, abrazada por las historias de mis antepasados, me sumí en un mundo donde la persecución y la resistencia se entrelazaban, creando un legado que yo misma llevaría adelante. La lluvia, testigo silencioso de la narración, parecía danzar en armonía con el relato, convirtiéndose en parte inseparable de la rica historia del clan Yuki.
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Recuerdo claramente el día en que mis padres decidieron llevarme al País de la Nieve para enseñarme las antiguas artes del jutsu de hielo que caracterizaban a nuestro clan, los Yuki. Aunque era joven, la emoción latía en mi corazón mientras nos aventurábamos hacia una tierra que contenía los secretos de mis raíces. La travesía nos llevó a una cueva congelada, donde la temperatura descendía drásticamente, pero mi emoción superaba cualquier incomodidad. Mis padres, con sonrisas cálidas, me guiaron hacia las profundidades de la caverna, revelando un mundo de hielo y misterio. Lo que si recuerda claramente de ese momento, es que al entrar mas y mas en aquella gran caverna helada, el frio punzante que sentia habia desaparecido, y hasta se me hacia amigable estar en ese lugar. Quizas la sintonia del lugar se adecuaba a mi linea sanguinea, y era por eso que solo unos pocos podiamos entrar en dicho lugar sin sufrir del frio, y esos pocos eramos los Yuki.

''Bienvenida al lugar de nuestros orígenes, Sayuri'', dijo mi madre con un tono reverente. ''Aquí es donde los miembros de nuestro clan han forjado su legado a lo largo de generaciones''. Nos sumergimos más en la cueva, donde las paredes brillaban con reflejos plateados. Mi padre comenzó a explicarme las técnicas básicas del clan Yuki mientras avanzábamos.

''Para comprender nuestras habilidades, primero debes aprender a sentir la esencia del hielo a tu alrededor'', instruyó mi padre. Me animó a cerrar los ojos y sintonizar con el ambiente gélido que nos rodeaba. A medida que concentraba mi atención, empecé a percibir una energía única, como si el propio hielo susurrara sus secretos. ''Ahora, intenta canalizar esa energía para cubrir tus uñas con hielo'', sugirió mi madre. Siguiendo sus palabras, extendí mis manos hasta tocar una de las paredes gelidas de la camara y, con un murmullo apenas perceptible, el hielo empezó a formarse en mis uñas. Fue un logro modesto, pero ese pequeño triunfo encendió mi determinación.

Mis padres, complacidos con mi progreso, decidieron revelarme una habilidad más avanzada: la creación de espejos de hielo. En una amplia cámara dentro de la cueva, me mostraron cómo manipular el hielo para crear superficies reflectantes. Era un arte complejo, pero me maravillaba al ver cómo mi madre generaba espejos que reflejaban la luz de una manera casi mágica. ''Este es un aspecto distintivo de nuestro clan, y estoy totalmente seguro de que es por esto que en el pasado nos buscaron para unrnos a las filas de la villa'', explicó mi padre. ''Aprender a crear y manipular espejos de hielo es una habilidad única que pocos pueden dominar''. Aunque inicialmente me sentía abrumada por la complejidad, mis padres me alentaron a practicar y experimentar. Pasamos horas perfeccionando las técnicas básicas y explorando los límites de mis habilidades recién descubiertas.

Con cada día que pasaba en el País de la Nieve, me sumergía más en las enseñanzas de mis padres y en la rica herencia de nuestro clan. A medida que el hielo se convertía en una extensión natural de mis habilidades, también descubría una conexión más profunda con mi linaje y una determinación renovada para enfrentar los desafíos que el futuro me deparaba. La cueva congelada se convirtió en un santuario de aprendizaje y autodescubrimiento, donde las enseñanzas de mis padres y las artes del jutsu de hielo se entrelazaban para formar la base de mi viaje como shinobi del clan Yuki.
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El anhelo de fortalecer mis habilidades de hielo me guio de nuevo al País de la Nieve, a la entrada de la cueva que parecía saludar mi regreso con sus majestuosas columnas de hielo. La temperatura gélida acariciaba mi piel mientras avanzaba con determinación hacia el santuario que una vez albergó las enseñanzas de mis padres sobre el jutsu de hielo. Adentrándome en la cueva, las memorias del pasado se entretejían con el presente. La luz plateada se filtraba a través de las paredes de hielo, creando un espectáculo etéreo que iluminaba el camino hacia la cámara central. Aunque sola, sentía la presencia reconfortante de las lecciones ancestrales arraigadas en cada rincón.

‘Es hora de elevar mis habilidades al siguiente nivel’, susurré para mí misma, con los puños apretados en anticipación. Recordaba con claridad mi objetivo: aprender una técnica que me permitiría cubrir mis puños en hielo, fusionando el ataque y la defensa en un solo movimiento fluido. Me sumergí en la tarea, concentrando mi chakra en mis manos mientras sentía la esencia del hielo respondiendo a mi llamado. Inspiré profundamente, permitiendo que la energía del entorno fluyera a través de mí. En esos momentos, las palabras de mis padres resonaban en mi mente como un eco del pasado.

‘Cada técnica de hielo nace de la conexión entre tu chakra y el elemento’, había dicho mi madre. ‘Siente el hielo como una extensión natural de tu ser’.

Siguiendo sus consejos, imaginé mi chakra entrelazándose con las partículas de hielo en el aire. Mis puños comenzaron a emanar un frío intenso, y pronto, capas de hielo se formaron alrededor de mis manos. Era como si el propio hielo reconociera mi intención y respondiera con una danza helada.

‘Bien hecho, Sayuri’, resonó la voz de mi padre en mi mente. ‘Ahora, prueba tus nuevos puños de hielo. Úsalos tanto para atacar como para defenderte’. Con mis puños envueltos en hielo, experimenté la sensación única de poder y control. Cada golpe resonaba con la fuerza del hielo, y la capa protectora me ofrecía una defensa sólida. Practiqué diferentes movimientos, fusionando la elegancia del jutsu de hielo con la agilidad de un shinobi experimentado.

La cueva se convirtió en un escenario de entrenamiento, donde el sonido de mis puños encontrando el hielo llenaba el aire. Con cada impacto, sentía que mi conexión con el jutsu de hielo se fortalecía. Las lecciones aprendidas en ese lugar sagrado resonaban con una verdad más profunda, una que trascendía el tiempo y me recordaba que el poder del clan Yuki fluía a través de mis venas.

Al salir de la cueva, con los puños todavía envueltos en hielo, me sentí renovada y fortalecida. La técnica recién aprendida se convertiría en una herramienta esencial en mi arsenal de habilidades, una manifestación tangible de mi conexión con el legado de mi clan. Con paso firme, emprendí el camino de regreso, llevando conmigo el frío poder de los puños de hielo y la certeza de que mi viaje como shinobi del clan Yuki apenas comenzaba.
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En la penumbra de mi rincón de entrenamiento, rodeada por la frescura del viento y el silencio de la naturaleza, me encontraba lista para abordar un nuevo desafío. La necesidad de fortalecer mis habilidades defensivas me llevó a una idea: aprender una técnica que me permitiera moldear el hielo para crear una cúpula protectora. Sin la guía de mis padres o conocidos del clan Yuki, decidí recurrir a mi fiel compañero, el oso polar Kaizur, en busca de orientación.

-Kaizur compañero, oso sabio y antiguo- Le alagué un poco, para ablandarle por hacerlo aparecer sin más. -¿Recuerdas alguna técnica de invocadores Yuki que haya utilizado esta defensa de hielo? Verás, es como una cúpula pues, un iglú, pero grande-, le pregunté mientras mis ojos brillaban de forma intensiva, esperando una respuesta afirmativa de su parte. El gran oso, con su pelaje blanco y ojos serenos, me miró con una sabiduría que solo los años podían conferir.

- A ver joven ama Sayuri, aunque no he sido testigo de los caminos de los invocadores Yuki, he escuchado relatos de antiguos vínculos entre hombres y hielo. La clave podría residir en la conexión profunda con tu chakra elemental hielo y la voluntad de protegerte-, respondió Kaizur con una solemnidad que resonaba en el aire frío.

Guiada por sus palabras, decidí sumergirme en la esencia misma de mi chakra elemental hielo. Cerré los ojos, centrándome en la energía que fluía dentro de mí. La helada calidez se intensificaba a medida que me conectaba con el poder que yacía en mi linaje. Inspiré profundamente, dejando que el frío llenara mis pulmones y se fusionara con mi esencia. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, algo parecía eludirme. La cúpula de hielo que imaginaba con tanto fervor se resistía a tomar forma. Mi frustración crecía, y Kaizur, siempre perceptivo, comprendió la dificultad que atravesaba.

-Sayuri, la esencia del hielo a veces se revela mejor en su hogar natal. Viajemos al País de las Nieves, donde el chakra gélido fluye como un río eterno. Allí, encontrarás el medio propicio para desentrañar esta técnica con la maestría que llevas dentro-, sugirió el oso con voz apacible.

Convencida de que esta era la senda correcta, nos embarcamos en un viaje hacia el País de las Nieves, en busca de la conexión más profunda con mi chakra elemental hielo. Con cada paso, la expectación crecía, y la promesa de dominar la técnica resplandecía como el hielo al sol. En las vastas tierras del País de las Nieves, Kaizur y yo encontramos un lugar idóneo para profundizar en la conexión con mi chakra elemental hielo. La suave caída de copos blancos creaba un paisaje mágico mientras nos adentrábamos en la gélida tierra.

En un rincón apartado, decidimos construir un iglú, una estructura que sería más que refugio: sería la llave para desbloquear la técnica que anhelaba aprender. La experiencia de levantar las paredes de hielo me permitiría comprender mejor la esencia de mi chakra elemental. Con determinación, nos pusimos manos a la obra.

Los bloques de hielo, los cuales intentaba tallar a medida usando mis herramientas ninjas y moldeándolos un poco con mi chakra, se apilaban uno sobre otro, creando una morada temporal en medio de la blanca vastedad. Kaizur, con su fuerza y habilidad, dirigía la construcción mientras yo absorbía cada detalle del proceso. Cada bloque encajaba como piezas de un rompecabezas, formando un refugio que resonaba con la esencia de mi linaje. -¿Debería ser suficiente no crees?- Comentaba al oso de pelajes blancos tras ver el resultado final de la obra.

Con el iglú finalizado, llegó el momento de poner a prueba la técnica. Me adentré en su interior, sintiendo la energía helada que emanaba de las paredes que me rodeaban. Inspiré profundamente, invocando mi chakra elemental hielo y visualizando la cúpula protectora que tanto ansiaba. Entonces mis manos se alzaron, y con la determinación en mi mirada, empecé a moldear el hielo. Sentí la respuesta del chakra, cada bloque de hielo respondiendo a mi voluntad. La cúpula comenzó a tomar forma, extendiéndose desde el iglú, envolviéndome en una barrera de hielo que reflejaba mi determinación y las ganas de protegerme.

El oso Kaizur, desde fuera, observaba con orgullo y sabiduría. La técnica estaba tomando vida, fusionando el conocimiento ancestral de las invocaciones de los osos que aún recordaban sus tiempos con los Yuki, junto con mi voluntad contemporánea. Cada detalle del iglú, desde su construcción hasta su uso como base para la técnica, contribuyó a desentrañar los misterios de mi chakra elemental hielo para así lograr este jutsu defensivo que creía necesitar.

En ese rincón del País de las Nieves, bajo la mirada de la aurora boreal y el manto blanco que cubría la tierra, nació una nueva habilidad. La cúpula de hielo, fruto de la conexión profunda con mi chakra y la sabiduría compartida con Kaizur, se erigía como un símbolo de mi crecimiento y determinación. El aprendizaje continuaba, pero en ese momento, celebramos el logro, reconociendo que la fuerza del hielo fluía a través de mí con una nueva claridad.
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El sol apenas despuntaba en el horizonte, pintando el cielo con tonos rosados y naranjas que anunciaban el amanecer. Me desperté con el eco reconfortante de las olas rompiendo suavemente en la costa, un sonido que siempre me transporta a mi infancia, a los días en los que mi familia y yo vivíamos cerca del mar en nuestro hogar en el País del Agua. En esta pequeña villa costera donde me alojaba temporalmente, la vida comenzaba a despertar, con los pescadores zarparon hacia el mar y los comerciantes preparaban sus puestos en el bullicioso mercado. Estaba de paso, en mi camino hacia el oeste, hacia las imponentes montañas cubiertas de nieve que siempre me han fascinado.

Con renovada energía, me levanté de la cama, lista para enfrentar un nuevo día. Me enfundé en mi atuendo de shinobi, ajustando las vendas y asegurando mi equipo ninja con precisión. Antes de salir, me detuve ante un pequeño altar donde descansaban unas dagas de hielo, un legado de mis ancestros y un recordatorio constante de mi objetivo: dominar las técnicas de hielo como lo hicieron antes que yo.

Con determinación en el corazón y la promesa del futuro ante mí, me dirigí hacia el exterior, lista para abrazar los desafíos que el día tenía reservados.

Llegué a la aldea que se encontraba al pie de las imponentes cumbres. Era un lugar familiar, donde cada visita se sentía como volver a casa. Las casas de madera se alineaban a lo largo de las calles empedradas, y el aire fresco de la montaña llevaba consigo el aroma familiar de la leña ardiendo en las chimeneas.

Me dirigí hacia el mercado local, donde los lugareños ofrecían sus productos frescos y provisiones para los viajeros que se aventuraban en las montañas. Conocía a algunos de los comerciantes de años anteriores, y nos saludamos con una sonrisa y un gesto de reconocimiento. -Ah Sayuri, otra vez por aquí. ¿A las montañas?- Me saludaba el siempre amigable propietario de esta tienda de generales. -Si señor Urata, pasare unos dias alla arriba, si me puede facilitar esto por favor.- Compré algunos víveres, asegurándome de tener suficiente comida para el viaje, así como equipo de escalada para enfrentar los desafíos que me esperaban en las alturas.

Después de hacer mis preparativos, visité el templo cercano, un lugar de serenidad y reflexión que siempre visitaba antes de emprender mi ascenso a las montañas. Me detuve frente al altar, ofreciendo una breve oración por seguridad y éxito en mi viaje. Sentí una sensación de calma y determinación mientras me despedía del lugar, lista para enfrentar los desafíos que se avecinaban en las cumbres nevadas.

Con el corazón lleno de determinación y la mente enfocada en mi objetivo, me despedí de la aldea y me adentré en el camino que conducía hacia las montañas. El viento frío soplaba a través de los pinos, llevando consigo el susurro de la aventura y la promesa de nuevos horizontes por descubrir.

El día se desvaneció lentamente mientras ascendía por las laderas escarpadas. El sol se ocultó detrás de las cumbres, pintando el cielo con tonos dorados y rosados antes de sumirse en la oscuridad de la noche. A medida que la temperatura descendía, la nieve crujía bajo mis botas y el viento soplaba con fuerza, llevando consigo el frío penetrante de la alta montaña. Finalmente, después de un día entero de arduo ascenso, alcancé la cima de la montaña más alta. Desde allí, contemplé el paisaje que se extendía ante mí, una vista impresionante de picos nevados y valles cubiertos de niebla. La sensación de logro inundó mi ser mientras admiraba la belleza natural que me rodeaba.

Con la cumbre a mis pies, me dispuse a buscar una cueva helada donde poder descansar y resguardarme durante la noche. Exploré los alrededores, inspeccionando cada grieta y saliente en busca de algún refugio natural. Finalmente, divisé una entrada oculta entre las rocas, una oscura abertura que parecía conducir al corazón de la montaña. Con cautela, me adentré en la cueva, dejando atrás la luz del día y sumergiéndome en la oscuridad. El aire frío y húmedo envolvía mis sentidos, y el sonido de mis pasos resonaba en las paredes de hielo. Avancé con determinación, confiando en mis habilidades para encontrar un lugar seguro donde pasar la noche y prepararme para los desafíos que me esperaban en las profundidades de la montaña.
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Ya despierta y al cien por cien de mis cinco sentidos activos luego de un breve desayuno de algunas tostadas y un poco de chocolate caliente, comencé a prepararme para entrenar el nuevo jutsu que había pensado días atrás. No hacía mucho tiempo que había aprendido a realizar un clon hecho de jutsu elemental. En aquella situación, había usado el elemento agua con el cual me ayudó uno de mis senseis. Y había pensado en algo curioso: si se podían hacer clones de agua, ¿por qué no se podrían hacer clones de hielo?

Así que, sin pensarlo mucho más y dejando todo nuevamente en su lugar, busqué dentro de la cueva un lugar más o menos abierto y que me diera cierta vibración de plena conexión entre la energía natural del hielo que fluía alrededor y mi propio chakra elemental heredado de los Yuki.

Con calma y determinación, me acomodé en el suelo en la clásica posición de loto, sintiendo cómo cada músculo y fibra de mi ser se fundía con la tierra bajo mí. Cerré los ojos y me sumergí en mi interior, permitiendo que el flujo constante de mi chakra se desplegara a lo largo y ancho de mi cuerpo. Era como una corriente de vida, serpenteando desde mis extremidades hasta el núcleo de mi ser, acariciando cada célula en su camino.

Con cada inhalación, absorbía la energía del entorno, sintiéndola fluir a través de mí con una serenidad que envolvía mi ser como un abrazo reconfortante. El corazón latía en armonía con el ritmo del universo, los pulmones se llenaban de aire fresco y puro, mientras el abdomen se expandía y contraía con cada respiración profunda. En ese estado de conexión íntima con mi propia energía, me sentía en armonía con el cosmos, lista para explorar las profundidades de mi potencial y alcanzar nuevas alturas en mi entrenamiento shinobi.

Me erguí con determinación, sintiendo cómo la energía fluía a través de cada fibra de mi ser, impregnando el aire a mi alrededor con una intensidad palpable. Lo que había hecho antes era solo el preludio, la danza inicial de preparación para lo que vendría a continuación. Cada gota de chakra, tanto en mí como en el mundo que me rodeaba, era como una sinfonía de poder latente, esperando ser desatada.

Con un gesto firme y concentrado, comencé a trazar los sellos de manos necesarios para realizar el jutsu del duplicado de agua. Pero esta vez, no buscaba materializarlo de inmediato. En cambio, repetía una y otra vez los mismos movimientos, con una precisión casi hipnótica, permitiendo que mi chakra elemental danzara en armonía con cada sello. Cada movimiento era una nota en la melodía de mi entrenamiento, cada gesto una expresión de mi conexión con el flujo constante de energía que me rodeaba. Podía sentir cómo el chakra se arremolinaba y se fundía con el agua congelada circundante, creando una sinergia única que resonaba en mi interior. Era un baile de fuerzas elementales, una danza de poder y dominio sobre mi propia naturaleza shinobi.

Con una comprensión total del intrincado baile entre el chakra y los sellos de mano, me preparé para dar un paso más allá en mi entrenamiento. Había dominado el arte de manipular el chakra para desatar las técnicas suiton, pero ahora buscaba una transformación más sutil y poderosa. Con una determinación renovada, comencé a trazar los sellos de mano, pero esta vez con un propósito diferente. En lugar de invocar el poder del agua, buscaba canalizar la fría esencia del hielo a través de los sellos recién formados. Cada movimiento era una danza meticulosa, una expresión de mi voluntad de controlar las fuerzas elementales que me rodeaban.

Con cada sello trazado con precisión milimétrica, podía sentir cómo el chakra respondía, transformándose y adaptándose a mi voluntad. Era como esculpir la esencia misma de la naturaleza, moldeándola para que se ajustara a mis deseos. Cada instante era una revelación, una exploración de los límites de mi poder shinobi. A medida que continuaba con mi práctica, me sumergía más profundamente en el flujo constante de energía que me rodeaba, sintiendo cómo mi conexión con el hielo se fortalecía con cada movimiento.

Llegó un momento en el que supe que había llegado la hora de realizarlo. Tras arduas horas de preparación y estudio meticuloso, sentí que finalmente estaba lista para desafiar el misterio de la técnica de clonado de hielo. Con una comprensión total del manejo de los sellos, que ahora fluían con la gracia de un río salvaje, tanto el agua como el hielo parecían danzar en perfecta armonía. Todo lo que quedaba era un último paso: descubrir cómo modificar los sellos utilizados para el clon de agua y transformarlos en la llave que abriría las puertas hacia el mundo del clon de hielo. Sabía que este desafío requeriría paciencia y dedicación, pero estaba dispuesta a enfrentarlo con todo lo que tenía.

Me sumergí en el trabajo con una determinación inquebrantable, consciente de que este proceso no sería rápido ni fácil. Sin embargo, estaba preparado para el desafío, armado con provisiones suficientes para enfrentar las largas horas que se avecinaban.

Después de dos días de arduo trabajo y dedicación incansable, finalmente llegó el momento de la verdad. Con un último gesto de determinación, tracé los sellos modificados con una precisión milimétrica, sintiendo cómo el chakra fluía a través de ellos con una nueva energía, una nueva vitalidad. Y entonces, en un instante mágico y efímero, el aire a mi alrededor se crispó con la presencia de un clon de hielo, una manifestación tangible de mi habilidad recién descubierta. Era una visión impresionante, una creación de pura voluntad y poder shinobi.

Sin embargo, no me detuve ahí. Con el clon de hielo a mi lado, me lancé a una pequeña batalla de práctica, poniendo a prueba mis habilidades recién adquiridas en un entorno controlado. Fue una lucha intensa y desafiante, pero también gratificante, ya que pude ver el fruto de mis esfuerzos y sentir el poder del hielo bajo mi control.

Al final del día, mientras el sol se ponía en el horizonte y el aire se llenaba con un suave resplandor dorado, supe que había alcanzado un nuevo nivel de maestría shinobi. Y con mi clon de hielo a mi lado, estaba listo para enfrentar cualquier desafío que el destino pudiera lanzar en mi camino.
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