Fin de jornada [Pasado con Sadashi]
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Al barrio sur de Kirigakure no Sato le había venido bien toda la ayuda recibida. Quedaba mucho por hacer y la suciedad y escombros aún formaban parte de la atmósfera de sus empobrecidas calles, mas todos los vecinos ya parecían tener otra expresión en sus rostros. Agradecidos, mucho más optimistas, pocos eran los que todavía seguían trabajando aquel día, pues había sido agotador y sabían que el siguiente no sería para menos. Qué decir de las vestimentas del shinobi, que si bien eran las mismas que llevaba consigo cuando había comenzado la misión, ahora estaban mucho más manchadas y descuidadas que al comienzo de la jornada. Pero en peores se había visto.
 
Con esa satisfacción del trabajo bien hecho y toda la energía positiva que el agradecimiento general le llegaba a transmitir, Shozo compartía su tiempo con algunos de los vecinos que, amablemente, le habían invitado a un botellín de cerveza. Tal vez, cuando su nombre y apellidos fueran conocidos a lo largo y ancho del mundo, alguno de aquellos paisanos hablaría del día en el que se bebió una cerveza con Shozo Heizu.
 
Parecía estar formando parte de la estampa más estereotípica de cualquier trabajador de obra, sentado en el borde de un muro, con los pies colgando en el aire y teniendo las conversaciones más cotidianas y alejadas de toda malicia que se pudiera tener. Disfrutaba de aquel rato y reía olvidando las preocupaciones mayores, todo ello siendo que ya no estaba en su horario estipulado de trabajo, por supuesto. Habría incluso seguido ayudando como acto voluntario si se lo hubieran pedido, pero prácticamente todo el mundo ya había dejado esas obligaciones para el día siguiente.
 
Era una sensación agradable, inocente, el poder compartir ese rato tan agradable y despreocupado. Shozo adoraba a la gente de su villa. Un día conseguiría para ellos lo que merecían. También, al igual que lo estarían los vecinos del barrio sur, sería el primero en sentirse agradecido por la ayuda proveniente de otras aldeas como aquel día había ocurrido.
 
Justo entonces, una figura que alcanzó a reconocer pasaría no muy lejos de él y quién sabe por qué motivo. - ¡Oeeeee! – Diría sonriente, agitando en el aire su mano izquierda, saludando, sin soltar con la derecha aquel botellín. Con un gesto de su mano, le indicaría que se acercara amistosamente. Si optaba por seguir la llamada de Shozo, se lo encontrarían sentado en aquel muro que pronto sería despejado cuando los vecinos decidieran irse y despedirse del rebelde, no sin antes dejarle a su lado una caja llena de botellines de cerveza para su propio disfrute. - ¡Hasta luego, y gracias! – Les diría él, antes de recibir nueva compañía.
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