El viaje hasta el pequeño pueblo fronterizo había sido extenso, pero finalmente había arribado hasta el pequeño punto perdido en el mapa. La extensión del terreno era escasa y cada hogar guardaba una similitud con el resto que casi parecían haberse copiado a los diseños del otro sin miramiento alguno. Poco sorprendente, tratándose de un fenómeno que se veía comúnmente en los asentamientos de tan reducido tamaño y equivalente población, donde todos conocían el rostro de la persona viviendo inmediatamente a su lado y nada pasaba por debajo de la mesa. Una existencia tranquila que una parte de él podía llegar a envidiar si encargaba a su cabeza rondar el pensamiento lo suficiente, pero que entendía firme lo poco que podía permitírselo. Quizá un día podía permitirse dejar todo atrás, aunque sea por un par de días, y pensar en nadie más que él mismo con total abandono de preocupación.
Observó desde la distancia mientras sopesaba un plan, oculto entre la naturaleza justo antes de entrar al pueblo. Aunque usualmente preguntaría por todos los establecimientos del lugar en busca del bandido para facilitar la ejecución de su tarea, contaba con una ventaja técnica en esta ocasión: Tenía un retrato sorprendentemente detallado de la persona a capturar y la ruta que frecuentaba para apropiarse de las posesiones ajenas. Es decir, sabía quién era y dónde podría encontrarlo. La única interrogante que le faltaba solventar era... El cómo.
Se mantuvo pensativo por un tiempo, sopesando las posibilidades que existían; aunque podía tratar la aproximación mas directa, siempre existía la posibilidad de que el hombre intentara marcharse a hurtadillas del lugar o se ocultara en un punto estratégico, pues seguía siendo un pueblo que el implicado había frecuentado muchísimo mas tiempo que Yukine, un recién llegado. La peor posibilidad entre todas sería que intentara fugarse al limítrofe País del Rayo, donde podía complicar todavía más la única razón por la que lo habían contratado a él en primer lugar.
La respuesta llegaría eventualmente: No tenía que ir él, sino darle una razón al asaltante para que se acercara por su propia volición. Tenía que hacer uso de un señuelo que llamara su atención, y que buscara cerrar la distancia para retenerlo y restringir su movimiento, con ello su posibilidad de escapar. Para ello, haría uso de una de las artes más básicas que conocía, una aplicación casi cómica del Ninjutsu que hasta la fecha había recibido poca utilidad.
Henge no Jutsu
Rango E
Aprendida en 2023-10-29 13:43:55
ID: NIN002
SELLOS: UNO
NINJUTSU
El usuario posee la habilidad de adoptar la apariencia de cualquier persona u objeto, siempre y cuando el tamaño sea similar. Sin embargo, esta transformación es únicamente visual y no otorga las características o habilidades físicas asociadas con la forma adoptada. Por ejemplo, si el usuario se transforma en un pájaro, no podrá volar, y si se transforma en una roca, no obtendrá su dureza.
Es importante destacar que la transformación es meramente superficial y no afecta la capacidad del usuario para realizar acciones o adquirir habilidades especiales de la forma asumida. Por lo tanto, aunque pueda asumir la apariencia de otra persona, no obtendrá las habilidades o conocimientos particulares de esa persona.
Esto incluye el color del chakra de la persona, su olor, voz y otras caracteristicas de este tipo.
Además, si el usuario recibe un golpe fuerte, la técnica de transformación, conocida como Henge, se cancelará automáticamente, volviendo a su forma original. Esta cancelación puede ocurrir si el usuario es golpeado o si sufre un impacto significativo.
Coste: 10 de chakra por transformación / 5 de Chakra por turno.
El Henge no Jutsu. Una técnica que utilizaría para asumir la apariencia de una mujer que ya había visto sus años mozos pasar. Vistiendo ropa holgada, una pequeña joroba y manos que amenazaban con desmoronarse ante la más ligera brisa, el joven albo imitó los manerismos de una mujer de edad mientras avanzaba por la ruta constantemente acechada por el bandido hasta que...
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¡Suelta todo lo que llevas, vieja!- Una voz carrasposa, claramente desgastada y maltratada, anunció su demanda. El bandido en cuestión no tardó en presentarse con cimitarra en mano, dejando en claro cuán poco podía discriminaba de transeuntes y cuán dispuesto estaba de exhibir una falsa superioridad basada en estar armado. Siguiendo su papel actuado, el Shinobi asumiendo la forma femenina levantaría las manos tímido y balbucearía, dejándose caer hacia atrás sobre su propio trasero mientras que levantaba sus manos en busca de piedad.
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¡Tch, ni mantenerse de pie sabe!- Claramente molesto, el asaltante se acercaría para intentar sacarle las pertenencias, sabiendo que seguramente perdería tiempo si esperaba a que la mujer se levantara. Una vez estuviera a suficiente distancia y una mano intentara llegar al cuerpo de la mujer, el albo actuó: Su zurda sujetó uno de los brazos del bandido mientras que la otra conectó un golpe directamente en el diafragma; aprovechando cualquier shock, se movería rápido hasta la espalda del bandido para rodear su cuello con un brazo y ahorcarlo, algo que aprovechó su falta de aire para moverlo pronto a un estado de inconsciencia.
Deshizo su transformación en ese preciso instante, y de su portautensilios sacó una sustancial cantidad de hilo metálico, uno que usaría para atar las extremidades del hombre con sobrepeso tras su espalda, y sus piernas una junto a la otra para impedir que pudiera zafarse y echar a correr. Una vez asegurara que el hombre no tenía posibilidad de movimiento, suspiró tendido. -
Va a ser un fastidio moverlo de aquí hasta Konoha...- Se rascó la cabeza, intentando no pensarlo de más. -
¡Bueno! La parte más tediosa ya está, el resto es solo paciencia y unas cuantas paradas en el camino para descansar. ¡Misión completada! Ahora a ver si los locales pueden rentarme un transporte para cargar al hombre... O un animal de carga, como mínimo.- Comentó para si mismo, arrastrando al hombre inconsciente consigo para realizar las preparaciones necesarias en su viaje de vuelta.