[Rango D] Estragos de la naturaleza
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Kirigakure siempre había cargado con una lúgubre reputación que solo sus aledaños podían confirmar en carne propia. Una tierra prospera para algunos quizá, pero también un terreno donde los más desprotegidos veían el terror sembrarse, brotar y florecer, asumiendo la forma de actos barbáricos que nunca veían la luz del sol sobre quienes necesitaban pelear cada día con uña y diente; combatían por su vida y se defendían de cada intento en contra de la suya, robaban para dar a sus pequeños y a veces eran los propios pequeños quienes debían demostrar el desarrollo de actividades por debajo de la ley para ver un amanecer más, un acto que demostraba su cuestionable viabilidad en cada ocasión que una vida se extinguía sin miramiento de sus colindantes. Un acto triste que el albo había vivido en carne propia muchas estaciones atrás, aunque usar la palabra "estación" con el País que solo conocía lluvia se tratara más de una comparación eufemista que otra cosa. 

Por esto y más, mucho más, era que Yukine se sentía incapaz de arrojar a un lado la sensación de recelo que se manifestaba en sus entrañas cada vez que regresaba a su sádica Madre Patria. Quizá un instinto impreso de querer alejarse por su propio bien, quizá por desdén a ser arrastrado de vuelta al intoxicante gravitación hacia el derrame de sangre que la aldea imponía sigilosamente en cada uno de sus visitantes, tan solo tenía clara una cosa: Era una sensación que servía a su favor, se encargaba de recordarle lo que podía llegar a ser y con cuán facilidad podía llegar a serlo. Se rehusaba vehemente a sujetar firme el filo que atravesaría de manera transversal a un hombre nuevamente, usando la fácil excusa de "supervivencia" de por medio, desnaturalizando el peso real de esta palabra. 

En un intento de exhibir indiferencia a quienes pronto pasaría a llamar sus presentes compañeros de misión, hizo cuando pudo para mentalizar en sí mismo una actitud lejana a su honesta opinión sobre el País del Agua, una que al menos prefería omitir cualquier comentario malsonante hacia la susodicha o siquiera dedicara una mala mirada a cualquier mención de ésta, mucho más una que contuviera alabanzas hacia la misma; se trataba de un hombre que buscaba mantener la máxima expresión de profesionalidad que le era humanamente posible siempre que hubiera un contrato o misión de por medio, una espada a sueldo que buscaba mantener una actitud afable forjada junto a normativas y muy necesarios códigos morales, todo empaquetado en una actitud que perseguía demostraciones de afabilidad. Pero al final del día, bastaba tan solo una pizca de negro en una base blanca para mezclar mil tonalidades de grises.

La naturaleza de la misión era de sustancia sencilla, algo esperado para una misión de baja categoría que no por ello debía pasar desapercibida: Mientras los Shinobi ríen vanidosos frente a los tornados, las lluvias y los terremotos, era una necesidad de recordar que un civil promedio podía ver sus actividades cotidianas completamente arruinadas por algo tan simple como un resfriado. Esta vez, la misión era un llamado de emergencia a todo Shinobi que estuviera dispuesto a ayudar a las mencionadas víctimas de lo que posiblemente había sido uno de los peores climas no cataclismicos en el año de Kirigakure, a pesar de todas las contramedidas que la aldea había instalado en prevención de éste tipo de fenómenos precisamente. Mientras los ingenieros y constructores se encargaban de analizar lo que se había cargado a sus glorificadas creaciones, les correspondía a los pequeños Shinobi tratar de primera mano con las consecuencias y apaciguar los resultados emocionales de cada desastre.

Aunque simple en su narrativa, los objetivos de la misión eran laxos: Se limitaban a decir de prestar ayuda, algo que le inclinaba más hacia una especie de voluntariado que una misión Shinobi; mas allá de su intranquilidad por su propio pasado en el País del Agua, no tenía razones para no tender una mano a quienes lo requirieran. Saber que al final del día le esperaba una paga era un bonus al que no dedicaría un mal ademán.

El punto de encuentro para los tres participantes habría sido pactado de antemano por los despachadores de las misiones, siendo éste un barrio residencial de Kirigakure que tenía algunas comercios en medio de algunos edificios domésticos. Específicamente, sería el frente de una tienda de videojuegos que había cobrado una sorprendente fama entre la población más joven de clase media habitando la aldea: Tin Pin Slam, en honor a uno de los juegos que más copias había vendido y que les había permitido expandirse inexplicablemente en un plazo de una semana. A cada lado de la calle habrían algunas bancas para la población mayor afectadas por el fenómeno que dio raíz a la misión, escombros de todo tipo si así podía llamárseles -desde prendas de ropa que habían tomado vuelo hasta trozos de las estructuras más antiguas en la zona- y pequeños hilos de agua que caían por las paredes de múltiples edificios en la zona; que hubiese sucedido un diluvio no significaba que la lluvia rutinaria hubiese parado. 

A espera de los dos integrantes restantes, el joven peliblanco se ubicaría de pie frente a la tienda mientras observaba hacia el cielo, marcando el ritmo de una de sus canciones favoritas con un rítmico golpeteo de su pie derecho contra el suelo, en espera que los susodichos llamaran su atención para marcar su presencia en el lugar, o que él consiguiera notar las presencias de éstos antes, cualquier opción era aceptable.

Recordatorio de la misión


Off


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Las torrenciales lluvias de la anterior semana, más longevas e intensas de lo habitual en Kirigakure no Sato, habrían sido el antecedente a la siguiente misión de Shozo. Si a él le preguntaban, las precipitaciones de la aldea no le molestaban. A veces eran agresivas, pero muchas otras se convertían en un abrazo de la naturaleza que también dotaba de vida al País del Agua. La vegetación del País era cuanto menos inusual en el mundo shinobi y eso era por sus condiciones climatológicas que en ningún otro lugar se daban. ¿Y qué decir del poder contemplar como las gotas de agua caen en la soledad del refugio propio? Sencillamente único.

Esos fueron algunos de los pensamientos de Shozo mientras iba en camino al barrio sur de Kirigakure, mas él mismo se percató con unos segundos de demora de que tal vez, aunque fuera solo un fugaz pensamiento, en ese mismo momento podía resultar algo egoísta teniendo en cuenta el sufrimiento de muchas personas la semana ya pasada. Kirigakure era también una aldea de desigualdades, de lucha de clases y de privilegios. A más empobrecido el distrito o barrio, mayores daños causaban las torrenciales lluvias ocasionales. Vaya, incluso ser un shinobi era un privilegio del que él tenía la suerte de poder disfrutar. Sin embargo, Shozo también estuvo en el lugar de los más desprotegidos en el pasado, de los más vulnerables y débiles. Eso era lo que le hacía humano y ver aquella misión con los ojos del deber y no de la codicia.

Llegado al barrio en cuestión, no tardaría en percatarse por sí mismo de todo lo que allí se había tenido que sufrir. Mucho había tardado en llegar la ayuda, de hecho, por parte de la facción rebelde como era su caso, pues los propios vecinos ya habían hecho bastante trabajo de limpieza y reconstrucción, lo cual no quitaba que había mucho por hacer todavía.

Analizando la situación, aquellos quienes tuvieran que esperar la llegada del shinobi podrían ver ya su figura pasear por el lugar. De una forma un tanto torpe, su forma de andar era peculiar, anormal y excéntrica como así lo era él, levantando los pies y flexionando las rodillas con exageración. Vestía ropa cómoda de shinobi en colores negros y oscuros, a excepción de la camiseta que, para aquel día, era de un color azul pálido, a conjunto como casi siempre en color con su gorro de dormir. Por supuesto, sobre sus hombros recaía también su siempre fiel abrigo de pluma negro. La prenda era impermeable, no nos preguntemos demasiado el por qué ni el cómo.

No buscó a nadie que tuviera que darle indicaciones ni nada por el estilo, no por dejadez, pasotismo o no querer hacerlo sino porque, antes que eso, lo que quería era ayudar. Así pues, en cuanto vio a un par de hombres señalando el tejado de un edificio en el cual habían caído multitud de gruesas ramas y hojas, las cuales amenazaban con dañar la estructura y provocar daños a la fachada, no se lo pensó dos veces y, simplemente, actuó.

- ¿Les echó una mano? – Diría, sin dudar, apoyando su mano sobre el hombro de uno de aquellos hombres y le sonrió. Una sonrisa que podría hacer llorar a un niño, más aún con el maquillaje facial de aquel día que resaltaba, más que de costumbre, la anchura de su boca. Sin embargo, era una sonrisa completamente sincera y amable. El hombre frente a él parecía tener un gran corazón y ser poco superficial, pues no juzgó al shinobi por su apariencia y, amablemente, agradeció su interés.

Shozo saltó en una diagonal al muro exterior del edificio y, con una mínima cantidad de chakra en las plantas de sus pies, consiguió adherirse a esta. Caminó con verticalidad ignorando la gravedad hasta llegar al tejado en cuestión y comenzó a retirar las ramas, hojas y escombros, teniendo sumo cuidado de donde los arrojaba para que en su caída no hicieran daño a nada ni nadie. Si de los presentes alguien todavía tenía alguna duda acerca de si había llegado ayuda shinobi, ya no podía ser el caso.
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Sadashi se encontraba de pie en la entrada de las fortalezas metálicas de Iwagakure no Sato cuando recibió la noticia que cambiaría el rumbo de sus días. Una misión de ayuda la llamaba hacia el País del Agua, específicamente a la aldea Kirigakure, la cual había sido brutalmente azotada por un temporal despiadado. La joven ninja, optó por abandonar la comodidad de su hogar para aventurarse en una travesía que la llevaría más allá de las fronteras de su aldea natal.
El viaje hacia Kirigakure fue todo menos sencillo. La distancia era considerable y Sadashi tuvo que atravesar territorios desconocidos, enfrentándose a desafíos naturales y a la incertidumbre que acompañaba la tarea de ayudar a una aldea en apuros. A medida que avanzaba, el paisaje cambiaba gradualmente, dando paso a un entorno donde la presencia del agua era más prominente. El aroma de la lluvia se intensificaba, una fragancia que le encantaba, pero en aquel preciso momento le evocaba una sensación de urgencia y necesidad.

Al fin había llegado, tras días de viaje extenuante, donde un shinobi local la esperaba en la entrada hacia a la zona más afectada, la cual estaba marcada por la devastación. Calles inundadas, edificaciones dañadas y el aire cargado de desesperación. La caminata hacia el epicentro fue silenciosa, mientras Sadashi observaba los estragos causados por el temporal, el cual había dejado su marca en cada rincón. A pesar de su usual apatía, no podía evitar conmoverse ante el sufrimiento evidente y la lucha de aquellos que intentaban reconstruir lo que una vez fue su hogar.

Algunas miradas furtivas de los habitantes se posaban sobre la joven ninja. Vestida con material impermeable, siendo un buzo negro estilo cargo y una sudadera a juego, mezclándose con la atmósfera sombría del lugar. Sobre la sudadera, llevaba una chaqueta sin mangas de color marrón, que ostentaba con orgullo la insignia de Iwagakure en su espalda. Las miradas se dividían entre la curiosidad hacia la forastera y la marca de su aldea o el misterio que rodeaba las cicatrices de su rostro gélido.

Finalmente, al llegar, el shinobi la dejó en una tienda para retirarse rápidamente, no sin antes darle las indicaciones a seguir y señalarle a uno de sus compañeros con el que trabajaría en la ardua tarea. Sadashi observó a su alrededor, dudosa de donde comenzar e ir a ayudar. Todo era un alboroto y todos precisaban de ayuda por lo que sus pensamientos se encontraban algo revueltos en aquel momento. Sus orbes rojizos escaneaban rápidamente de lado a lado, hasta que su mirada se posó en un semblante que parecía conocido. —¿Yukine? — Preguntó en un llamado de atención y acercarse al muchacho de cabellos blancos. Habían sido años desde su primer y único encuentro, por lo que su voz reflejaba duda, a pesar de que su rostro demostraba un dejo de esperanza en sus orbes brillosos. — Me han dicho que serás uno de mis compañeros de misión. Creo que deberíamos comenzar, esto no pinta nada bien. — Agregó rápidamente, al tiempo que se percataba como un shinobi subía de manera vertical un edificio para retirar los escombros que lo habían dañado. —Creo que necesitan ayuda… —Dijo con clara preocupación, señalando una casa continua a la edificación, la cual había sido dañada por la tormenta y cuyo techo había sido arrancado producto a los fuertes vientos.
Sadashi corrió hacia la morada a prestar ayuda a la familia que actuaba con desesperación, ofreciéndoles palabras de calma, mientras ayudaba a la madre a recoger una a una las prendas del suelo enlodado y meterlas dentro de una bolsa.
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Última modificación: 14-12-2023, 09:24 PM por Yukine.
--Shozo Heizu--

Las buenas intenciones del Heizu se mostraron desde el primer instante en que incluyó su presencia en la zona devastada por la inclemente naturaleza, y aunque una de las consecuencias que trajo consigo escuchar a su vasto corazón fue el de hacer caso omiso al punto de encuentro pactado con sus temporales compañeros de equipo, las buenas obras que ya estaba realizando caían en el tecnicismo legal de aun así estar cumpliendo con la misión que se le había encomendado; eran soldados entrenados por aldeas y, como tal, tenían lineamientos por seguir y órdenes por obedecer, pero -aunque poco sabido- siempre existía bajo la mesa un margen de error del que los Shinobis podían gozar en esta clase de escenarios.

Después de todo, había pocos cargos superiores que tuvieran el corazón para señalar de erróneo todo acto que fuera en pro de ayudar a alguien más, en especial a alguien que no tuviera defenderse a sí mismo, al menos en los ambientes más clandestinos.

La benevolencia del nativo rebelde de Kirigakure sería pronto puesta a prueba, así como su capacidad para reaccionar a una situación que podía resultar inesperada. Desde la privilegiada altura a la que se había reposicionado, a la lejanía, el eco de un estruendo similar a madera fracturándose y colapsando por su propio peso recorrió las calles hasta que llegaría a la ubicación del hombre de extravagante apariencia, apenas desvaneciéndose entre el aire la onda de sonido cuando llegara hasta él, obteniendo una ventaja de poco menos de un segundo a la hora de escucharla por su adelantada ubicación beneficiosa.

Tras éste, el sonido de un grito débil pero presente que pocos vecinos conseguirían pasar por alto exitosamente se haría presente, ruido que un oído entrenado conseguiría tomar con la misma facilidad que su precedente alboroto imitador de una caótico consecuencia de derrumbe sobre una residencia. No hacía falta poner demasiados sesos para entender que algo había ocurrido, mayor o menor. ¿Si había heridos o no, o qué pasaba en primer lugar? Solo sus propios ojos y una rauda capacidad de juicio lógico lo contestaría. Tal que así, la única interrogante adicional que quedaba por resolver era si el joven acudiría al llamado o continuaría con la labor actual.

De atender a la emergencia, el hombre se encontraría con el cuarto piso de un edificio residencial cuyo balcón había sido oscurecido por una multitud de muebles de madera despedazados por la inestabilidad de su propia estructura individual, amontonados y formando una pila de astillas y piezas rotas que sellaba el balcón de todo el exterior, además de una impresionante cantidad de polvo y escombro pulverizado que se había levantado en el ambiente como consecuencia. Si intentaba preguntar por alguien, su voz no encontraría respuesta alguna. Por otro lado, la ausencia de manchas de sangre en la zona servía como un optimista método de al menos pensar que aún no había heridos. O quizá que ya habían llegado tarde. 

La situación requería nada menos que cabeza fría y pensamiento lógico; si se trataba de un derrumbe por el mal estado del edificio y el daño sustentado, un mal movimiento podía hacer que todo se les viniera encima. A los habitantes del cuarto piso, y a todo lo que estuviera bajo ellos. 


--Yukine y Sadashi--
Su espera llegaría a su fin cuando una familiar voz rompiera todo pensamiento que mantuvo su conciencia apartada de su ambiente a sus alrededores inmediatos, arrancándolo de los susodichos para girar su atención en el origen de tal sentimiento de familiaridad que invadió su ser. Su mirada paseó por toda la figura femenina en el acto de reconocerla, solo para detenerse en los hipnóticos orbes carmesí de la chica. Unió la voz con la misma, extravagante mirada en posesión de la chica herida de antaño con quien compartió su tiempo y su morada en pos de su recuperación e inmediatamente pudo dar con un nombre, y una alegría inmensa que mantendría oculta en frente de la estoica media sonrisa dibujada en su rostro.

La ausencia de su emblemática arma de colosales proporciones, Beastlord, iba justificada en el pergamino de sellado que cargaba a la altura de su cintura. Aunque dudaba que la situación la ameritara, de serlo necesario, un único sello de mano traería el proporcionalmente desmedido hierro negro con filo a sus manos; que pudiera guardarla en el pergamino era sorprendentemente útil en situaciones donde la espada fuese una desventaja por encima de lo contrario, además de reducir perceptiblemente el peso de carga sobre su espalda en cada situación. 

-¡Hola! Ha pasado bastante tiempo, ¿no?- Comentó, mientras que su expresión afable acompañó el ondeo sutil en su mano diestra, un ademán que acababa por desmentir cualquier duda sobre su entidad. A su vez, su cuerpo se giró para encarar a la chica recién llegada. -Me alegra ver que te encuentres bien, Sadashi.- Añadió, un comentario que ocultaba un esbozo de tranquilidad honesta por la fémina que en tiempos pasados se vio obligada a continuar su camino con un rostro que dejaba ver más vendajes que piel, un amargo recuerdo que evitaría a como diera lugar soltar en voz alta.

Yukine asentiría ante la primera afirmación que arrojaría, una forma de responder a su comentario. -Es una buena idea, la vista que me he llevado por el camino es... Desalentadora. Cuanto antes podamos darles una mano, mejor.- Sin dejar tiempo de espera alguno, seguiría los pasos de la chica mientras concentraba Chakra en sus pies para formar una fina capa, una ejecución de una técnica básica que le facilitaría subir por la superficie completamente vertical; un acto imposible de otra manera. 

Kinobori no Waza

Su intención de ayudar a las personas más cercanas se vería cortada por un repentino estruendo que detendría su ascenso a media subida y se originaba a la distancia en el mismo barrio que se encontraban, observando a la distancia una pequeña bandada de aves levantar vuelo a cualesquiera que fuese un sitio más seguro, diferente del presente que había demostrado lo contrario. A simple oído, el sonido de madera colapsando sobre sí misma y el grito de una persona se destacarían por encima del silencio manifiesto. Con este nuevo suceso, la voz del peliblanco se agregó a sí misma varios niveles de volumen adicional, en pos de garantizar que sería escuchado por la pelinegra. -¡Voy a adelantarme a ver qué ha pasado, ven tan pronto puedas!- Una indicación sencilla que buscaba no forzarla a decidir entre quedarse a ayudar a la familia con quien ya había empezado, o ir tras el origen del preocupante sonido.


Recordatorio de la misión


Recordatorio de las normas


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En su incuestionable compromiso de auxilio hacia los presentes, Shozo seguiría retirando los escombros de aquel tejado hasta que prácticamente no quedara nada que el viento no se fuera a llevar tarde o temprano. Se sacudió las manos, embarradas y con restos de corteza, mientras escuchó una voz infantil.

- ¡Gracias, señor! – Bajó la vista para encontrarse entre los vecinos a un pequeño niño agarrado a la falda de su madre que miraba a lo alto como el shinobi había hecho aquel apaño a lo que parecía era su casa. Le sonrió de vuelta. Shozo era un tipo complicado, lleno de matices y contradicciones. Sin embargo, era muy patriótico. Adoraba su villa y a sus gentes y detestaba la oscura época por la que estaban pasando. Y no, no hablamos de aquel temporal sino de la larga sombra del Imperio cerniéndose sobre ellos. Los protegería y ayudaría. Siempre.

Un crujido, un estruendo y un chillido hicieron entonces que el shinobi del clan Heizu se alarmara. Giró su cuello como si un resorte le hubiera obligado apuntar en la dirección de la cual aquel ruido provenía y, sin dudar un solo instante, comenzó a desplazarse hacia el origen de la posible emergencia, saltando de tejado en tejado, apoyando sus botas en farolas, cableados y balcones por igual.

Kinobori no Waza


Alcanzó el lugar de lo que intuyó había sido algún tipo de derrumbe, aunque… La grotesca forma que esos muebles hacían tapiando el balcón parecía casi fruto de una explosión. ¿Una fuga de gas, quizás, debido a daños internos? No podía saberlo con certeza. - ¿Hay alguien? – Preguntó, alzando la voz, desde el tejado, confiando en que de ser así su voz se hubiera podido colar a través de las propias tejas o colándose entre aquellos muebles de distintas maderas. No obtuvo respuesta.

Desde luego, el azar había sido algo cruel en caso de que hubiera alguien dentro, y es que el balcón que parecía el acceso más inmediato si alguien requería de su ayuda en el interior había sido sellado por completo por aquellos muebles que en la aleatoriedad de su choque habían encajado de tal forma que no permitieran el paso por ningún recoveco. Podía intentar retirarlos, eso sí, pero eso le haría arriesgarse a provocar un segundo derrumbe.

Shozo miró así a su alrededor. Sabía que no era el único shinobi en aquella misión de ayuda y reconstrucción, así que tal vez con una mano amiga que abriera un hueco para que pudiera pasar rápidamente al interior podría colarse. Aun así, no había tiempo para esperas, por lo que dejó de buscar una ayuda que no sabía si iba a llegar en pos de encontrar otra forma de acceder al lugar. Una ventana, una puerta trasera, una chimenea por la que poder bajar al grito de “Ho, ho, ho”, quizás…
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Sadashi, con su cabello azabache ondeando contra el viento y sus orbes llenos de compasión, se encontraba en medio de la devastación que el temporal había dejado en la villa. Podía sentir el peso sobre sus hombros de aquella energía cargada de tristeza y desesperanza, pero ella no podía permitir que esos sentimientos le paralizasen, por lo que aún arrodillada sobre el lodo continuaba recogiendo las prendas rescatadas para luego guardarlas dentro de una bolsa. De vez en cuando dedicaba una mirada furtiva sobre la madre, quien entre sollozos murmuraba palabras incomprensibles a lo que la ninja de Iwagakure respondía con palabras afables, en búsqueda de entregar confort. Sadashi comprendía lo que era perderlo todo, y ese conocimiento le daba una conexión especial con aquellos que se enfrentaban a la tragedia.

Mientras Sadashi continuaba con su tarea, un estruendo distante rompió la monotonía de su trabajo. En un sobresalto, levantó la mirada y observó una bandada de pájaros, los cuales alzaron el vuelo como heraldos de la desgracia para huir de algún peligro que no podría divisar. Se levantó de manera inmediata y sintió como un escalofrío recorrió su espalda. – Lo siento. – Dijo de manera escueta, atropellando sus palabras por la rapidez con la que hablaba, y sin pensarlo dos veces, corrió raudamente hacia el epicentro del nuevo incidente.

Al llegar al lugar del tumulto, Sadashi se encontró con una escena caótica. Un edificio aparentemente debilitado por el temporal, el cual amenazaba con colapsar en cualquier momento. Sus orbes se centraron en el balcón del cuarto piso, el cual se hallaba cubierto de muebles que parecían que se deslizarían hacia la calle en cualquier momento. La tensión en el aire era palpable, y la joven ninja no sintió más que la adrenalina correr por todo su cuerpo. Su instinto le gritaba que alejara a toda la gente, pero no podía ignorar la posibilidad de que hubiesen sobrevivientes atrapados en el edificio, y era su responsabilidad protegerlos a pesar de la incertidumbre del suceso. Sabía también que cualquier movimiento en falso podría precipitar un colapso en la edificación, pero la necesidad de ayudar le impulsaba a tomar medidas ante la eminente amenaza.

- ¡Necesitamos evaluar la situación antes de hacer cualquier cosa! - Dijo en voz alta con la intención de que fuese audible para el shinobi que se encontraba en las alturas. -Quizás hay más gente dentro del edificio… Deberíamos inspeccionar. - Agregó, aun alzando su voz.
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Un suceso inesperado que se encontró con una reacción incuestionablemente rápida de los Shinobis presentes, benévolas personas que partieron a la zona afectada tan pronto el desconocido origen del sonido decidió manifestarse a sí mismo por encima de la quietud del ambiente, pero con dificultad por encima de su sonido predecesor. Aun así, era importante que midieran el ímpetu que estaban dispuestos a ejercer sobre la situación con una cantidad milimétricamente idéntica de cabeza fría y lógica; cualquiera podía entrar arrojando patadas y gritos exclamando ser un héroe, muy pocos se daban cuenta de la metafórica viga de soporte que tumbaban en medio del subidón de adrenalina que se concedían a sí mismos.


--Shozo--

El primero del improvisado equipo que conseguiría llegar hasta la escena sería el nativo afiliado a Kirigakure, quien no solo contaría con una pequeña ventaja en distancia sino de iniciativa al haber iniciado los deberes de ayudar a los ciudadanos con ligera antelación. Como tal, sería el primero que podría tomar una vista detallada del desastre que se había formado en tan poco tiempo, una vista que pondría en alerta a cualquier persona con una mediana consciencia de lo ocurrido; su llamado desde el tejado pasaría por oídos sordos, siendo que encontraría ninguna contestación por parte de cualquier posible víctima envuelta en medio de todo el desastre. 

Por otro lado, había un singular sonido que quizá conseguiría llamar su atención, vocablos rotos y débiles que se perdían entre el siniestro hacia la propiedad de las personas, y los propios residentes, que hasta hace un momento seguramente estaban viviendo el momento más tranquilo de sus vidas, con su máxima preocupación siendo la cantidad de suciedad y desechos que el desastroso clima arrastraba hasta cada orificio de su hogar. Si acercaba su oído a las cercanías inmediatas de la madera destrozada y apilada, apenas suficiente como para evitar recibir el punzante abrazo de los trozos de astilla clavarse en su piel, conseguiría hacer sentido de los débiles gemidos de dolor al interior de la vivienda, intentando servir de guía.

-El... el t-techo... Tejado suel... Leo...- Palabras rotas que no conseguían salir, con una cantidad tan ínfima de sentido entre sí mismas que parecían derivar de una persona cuya cordura se había corroído hace tiempo ya, quizá por el shock del impacto en los pulmones que había removido el aire de ellos y el posible impacto a la cabeza del derrumbe. El poco espacio que había para ventilar el interior jugaba también en contra hacía que cada bocanada de aire fuera preciosa, difícilmente suficiente para que todo el tejido blanco en el cerebro de las víctimas no empezara a pudrirse ante la ausencia de oxígeno y llegara a algo muchísimo peor: Una baja civil, o una incapacitación neural permanente. 

--Shozo, Sadashi & Yukine--

Finalmente, los tres miembros del equipo estarían reunidos en un mismo sitio. Atendiendo al mal augurioso sonido, ahora correspondía a los tres llegar a un consenso de cómo narices actuar para llegar a la mejor resolución posible para todos, tanto el desenlace del deber de los Shinobis como la preservación de la vida y el bienestar de todos los civiles que, inconscientemente, habían depositado cada esbozo de esperanza en los capacitados militantes. 


Llegando con una diferencia de tiempo despreciable, la joven kunoichi y el albo arribarían a la escena para permitirse apreciar el desastre que había ocurrido, con el albo en cuestión intentando escanear todo el lugar con la mirada en busca de algo que pudiera darles algún indicio para conseguir la respuesta al problema que se había manifestado frente al grupo. -Bien, no tenemos mucho tiempo. Lo que sea que hagamos, debemos apresurarnos pero pensarlo bien. Por ahora intentemos encontrar una forma de entrar sin echar todo abajo.- Comentó el albo, mostrándose estoico ante la situación; en su interior, le comía la cabeza el prospecto de perder dos vidas inocentes con la posibilidad de ayudarlas a mano.

Pocos segundos mas tarde, un factor inusual se hizo hueco en todo el análisis forense que los Shinobis podrían intentar montar. Un maullido que no se permitió a sí mismo permanecer por una única ocasión, sino que empezó a repetirse constante a medida que pasaban los segundos. De acercarse a examinar el origen, esta vez encontrarían a un felino atigrado de pelaje amarillo y anaranjado, constantemente intentando rascar un mismo punto en el tejado que poco después empezaría a rodear con obstinada insistencia, como si estuviese corriendo en círculos semi-perfectos alrededor de su propio eje. Parecía agitado. A su inmediata izquierda, una chimenea antigua y poco cuidada, claramente desgastada por la fuente causa de la desgracia presente, y sin ninguna garantía de que no estuviera hasta arriba de obstrucciones igual que el balcón, si es que no peor. Tenían dos opciones a la mano, ¿Cuál escogerían? 

Contenido Oculto

Comentario off de Narri


Recordatorio de la misión


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Y es que, inevitablemente, no fueron pocos los que asustados por el estruendo se habrían detenido en sus labores o simplemente en su caminar para curiosear en lo acontecido. Shozo podría percatarse de esto por el rabillo de su ojo, mas no le parecía una buena noticia. Si la cosa se torcía, si la misión se complicaba o en el peor de los casos si la vida de un civil de Kirigakure se perdía, su reputación podría mancharse. No era eso lo que quería. Si un día era reconocido en su aldea como siempre había soñado, instaurando un régimen como el que hubo en la época de las Cinco Grandes Aldeas… ¿qué digo? ¡Siendo el Mizukage, incluso! Si eso se daba, quería que esas personas recordaran con nostalgia cuando en su juventud aquella figura de poder salvó a aquel vecino encerrado.
 
Y así llegaría la caballería. Fácilmente reconocibles por los ágiles movimientos que un shinobi denota, los aliados forasteros aparecerían, y bien fuera recibida su llegada. Shozo les dedicó una mirada, mas no reparó demasiado en un análisis de los que iban a ser sus compañeros cuando lo que urgía era encontrar una solución al problema que, ahora entre tres, habían de enfrentar.
 
El maullido de un felino en el tejado, bastante cerca de su posición, le alertaría. Su cíclico movimiento y nerviosa forma de actuar no resultaba demasiado difícil de interpretar, al menos a su parecer. – Creo que podría estar en una buhardilla o desván del piso superior. – No dudaría en, ahora sí, informar a sus aliados al tiempo que se aproximaba a la posición del gato. Eso sí, no había tiempo para presentaciones. - ¿Alguna idea? – Les preguntaría, en voz alta, antes de arrodillarse junto al felino.
 
Dedicó al rollo gato una mirada no muy amistosa y tragó saliva. No era muy amigo de los gatos e incluso le provocaba su pelo algo de alergía –nada alarmante, eso sí-. Esperó que no se revolviera u optara por atacarle, pues ya se sabe del inesperado carácter de estos mamíferos, más aún con desconocidos. Mientras tanto, las manos de Shozo comenzaban ahora a palpar el tejado incesantemente. ¿Qué era lo que buscaba en aquel tejado? Cualquier indicio de una posible abertura en el mismo que cediera fácil. Un par de tejas sueltas tal vez, o incluso algún tipo de acceso secreto, conclusión a la que habría llegado por la tan insistente actitud del gato rodeando aquella zona, y es que incluso aunque hubiera algún desván o buhardilla en el piso superior, debería de encontrarse a al menos dos metros del tejado, pero ese gato parecía sentir muy de cerca a su amo.
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Última modificación: 20-12-2023, 06:53 PM por Sadashi.
Sadashi escuchó con atención el comentario de Yukine, efectivamente lo que menos precisaban era de tiempo, sin embargo, tampoco podrían actuar de manera apresurada e imprudente ya que cualquier movimiento podría afectar directamente a las personas que se encontraban dentro del edificio. Eran decisiones difíciles las que atormentaban el impulsivo carácter de la kunoichi, quien continuaba mirando cada rincón del edificio mientras que con la diestra se rascaba la nuca, esperando que la respuesta a aquel desastre cayera del cielo.

-¿Qué es eso? – Preguntó, acompañándose de un semblante extrañado mientras alzaba la mirada hacia el tejado de la edificación. ¿Acaso había escuchado un gato? ¿Cómo había llegado hasta ahí arriba, habría escapado antes del terrible suceso? Y de ser así ¿por dónde había escapado? Dejó escuchar un suspiro lleno de frustración entre sus mullidos labios, a su vez que se acercaba a un farol contiguo al edificio y cargar un poco de chakra en la planta de sus pies para subir el poste de un alumbrado público y posicionarse sobre el farol. Sería entonces desde su posición que vería el panorama que se ofrecía: un gato que giraba en círculos sobre su propio eje y luego rasgaba una zona específica del tejado con sus garras en una especie de llamado de atención. Ciertamente parecía preocupado y decidido a encontrar algo. – Creo que tienes razón… El gato debe estar marcando algo, ellos tienen excelentes oídos y podría estar notando cosas que nosotros no…- Contestó al comentario del shinobi. -Tú que has estado mirando desde arriba desde antes ¿No has visto de dónde salió el gato? Quizás la chimenea sea una opción para entrar sin desestabilizar la estructura, pero no nos asegura que llegaremos donde necesitemos ir, además también podríamos quedar atrapados…-

Brincó con una delicadeza absoluta para aterrizar junto al desconocido y al gato. -Creo que deberíamos intentar romper el techo donde nos indica el gato...a pesar de que desestabilicemos un poco la infraestructura, así podremos sacar a las personas sin entrar al departamento. – Dijo pensativa y al mismo tiempo que se arrodillaba frente al muchacho, para luego llevar la diestra hasta el felino y acariciarlo dese el lomo hasta la cola de manera repetitiva si éste lo permitía.
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Última modificación: 27-12-2023, 06:30 AM por Yukine.
Con el poco tiempo que tenían en su posesión fluyendo libre por entre sus dedos, escapándose de cualquier agarre firme que pudieran intentar sobre él, cada segundo que permitían transcurrir sin aplicar acción alguna para salvar a los civiles jugaba en contra de la cuadrilla Shinobi acudiendo al rescate de los civiles atrapados bajo mucho más peso que cualquier cuerpo de carne y hueso común estaba preparado para tolerar; para este punto era un milagro que el deteriorado edificio no se viniera abajo, teniendo en cuenta toda la conmoción ocurrida y el deterioro de las paredes, no sería para sorpresa de nadie que el lugar simplemente se rindiera con intentar mantenerse en pie.

Por habilidad o suerte, poco importaba cuál en la situación, esta vez los instintos mas básicos jugaron a favor del grupo militante enviado como un simple escuadrón de limpieza adicional: Un impulso tan básico como investigar la causa de un sonido que, aunque conocida, despertaba el interés de todos los presentes. Conectando un punto a otro, lo que podía ser una pequeña saciedad para la curiosidad de quienes prestaran atención resultaría en el boleto dorado que les entregaría la respuesta al acertijo frente a ellos: Cómo sacar a los civiles atrapados dentro sin hacer un desastre mayor. 

Un sonido metálico, un chirrido inclusive, se hizo presente en el momento en que el peso mayor al de un gato -el de Shozo en este caso- se colocó en la posición ideal: Justo a su lado. Luego nuevamente, y nuevamente, hasta que la molesta cacofonía mutó a algo mucho más palpable: El Shinobi sentiría como la superficie que doblada por piso bajo sus pies -el techo de la residencia, que en ese punto específico era teja metálica- empezaba a ceder hasta su intolerancia final, desprendiéndose un cuadrado perfecto del maltratado material que caería al interior de la vivienda y pasaría a hacer parte del desastre formado en el interior. Si el hombre saltaba, encontraría que toda la fuerza en su salto se perdería porque ya no tenía una superficie la cual rechazar con las piernas; sujetarse de una de las esquinas de la apertura estaba a su alcance y posibilidad, mas probablemente sus pies tocarían los muebles rotos amontonados mucho antes de lo que su brazo se tensaría en el agarre. La caída era pequeña, prácticamente inexistente, por los culpables del desastre en cuestión... Pero al menos la apertura era lo suficientemente grande para admitir el paso de una persona adulta a la vez. 

El felino, incomprensible por como se desenvolverían las cosas -independiente de que el Shinobi decidiera ahorrarse una pequeña caída amortiguada con el trasero o reaccionar antes de ello- permanecería en el sitio, recibiendo las caricias de la Kunoichi que había empezado a acariciar su lomo, incluso ronroneando como si todo estuviese bien en el mundo, sin una sola preocupación. Leo era su nombre tal y como se reflejaba en la placa de su collar, y era uno de los peludos mas listos que podían encontrar en el área. Si la duea estuviera consciente y no bajo metro y medio de madera resquebrajada, seguramente estaría encantada de conversar con cualquier visitante sobre su felino amigo que había aprendido desde robar galletas de contenedores cerrados hasta remover el seguro de las puertas. Como si se hubiese hecho crecer por pura voluntad un pulgar el muy condenado.


Yukine:
Cruzado de brazos, el albo sintió un impulso de soltar una carcajada por como la situación había mutado para bien tan rápidamente, gracias a las decisiones de sus compañeros de equipo. No obstante, lejos de permitirse tiempo para soltar una carcajada y bromas como su usual afabilidad preferiría hacer, entendía que la situación permanecía crítica hasta el instante en que todos estuvieran fuera de la vivienda y fuera de cualquier amenaza inmediata a su bienestar. Al menos, que pudieran permitirse salir de las premisas sin más rasguños de los que ya tendrían encima al momento de sufrir la traumática experiencia. 

-¡Andando! Tenemos una buena oportunidad, debemos actuar rápido.- Mencionó a la par que empezó a moverse, decisivo. Aunque entendía que podía sonar un poco autoritario, no tenía intención alguna de obligar a nadie al interior de la vivienda que amenazaba con venirse abajo.

En cuanto a lo que él respectaba, sus compañeros ya habían ganado bastantes méritos con solo descubrir la entrada al sitio. Si preferían quedarse afuera a recibir las personas que el albo pudiera sacar, lo entendería perfectamente. Pero estaba de más decir que cualquier par de manos adicionales al interior de la vivienda sería más que bienvenida y apreciada. 



A su interior, todo lo que podía apreciarse era la enorme cantidad de polvo, escombro y muebles destrozados apilándose en montones, retorciéndose y mutando a tal punto que imitaría la destrucción vista en un aserradero. Gran parte de la casa cubierta bajo muebles, las opciones de movimiento que tenían en el lugar de reducido espacio eran sumamente limitadas. Para su suerte, frente a ellos tras entrar por el espacio recientemente abiertos, la silueta de una figura humana sería visible sin demasiado esfuerzo, a pesar de la densa nube que bloqueaba parcialmente la visión de los presentes.

Aunque no parecía haber herida alguna ni rastro de sangre que pudiera hacer entrar en alerta a los Shinobis presentes, estaba de más decir que debían tener cuidado al remover a la señora de mayor edad de los escombros; cualquier herida interna podía verse gravemente afectada si no colaboraban en su accionar y aplicaban una mala presión en el sitio equivocado, y si tenían en cuenta su estado de salud por defecto, aquello que más debían considerar sería extremar el cuidado a ejercer.

Casi conseguían su objetivo. Tan solo un impulso final, y conseguirían darle a una vida añeja unos años más para convivir con sus familiares más cercanos. 

NarriOff


Recordatorio de la misión


Recordatorio de las normas


El tiempo para postear de 48 horas ya ha expirado.

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Con una metafórica puerta abierta al desastre ocurrido, la solución no solo había sido simplificada enormemente sino que además se había manifestado frente a ellos en la forma de un gigantesco golpe de suerte, un espacio metálico que se había abierto en el tejado y ahora permitía un paso libre -aunque ligeramente estrecho- al equipo que ahora mismo doblaba como rescatistas. 

La urgencia de la situación le impedía fijarse en demasía sobre todo lo que sucedía a su alrededor, sus compañeros incluidos. Habían demostrado, en el corto tiempo que llevaban juntos como un improvisado equipo, ser buenos Shinobis, o como mínimo de cabeza lo suficientemente fría como para no hacer una locura que acabara por bautizar la zona como un nuevo cementerio para los que estaban bajo los escombros. 

Sin limitarse a asumir que le seguirían el tempo o nada parecido, sus ojos dieron un último escaneo precipitado por el ambiente a su alrededor en busca de sus compañeros, mas la ausencia de su presencia en sus alrededores inmediatos le hizo asumir que asistirían a los esfuerzos desde el exterior, vigilando cualquier punto debilitado en la estructura o sonido inusual que amenazara con tirar el pesado constructo por los suelos. 

Kage Bunshin no Jutsu

Con un único sello de mano, dos nubse de humo se manifestarían a cada uno de los costados del albo para, a su dispersión, revelar la presencia de dos doppelgängers extremadamente fieles en apariencia a Yukine, producto de la reciente técnica de clones de sombra que había entrenado y que hasta ahora se habría demostrado versátil para situaciones en las que necesitara múltiples manos. Esta, a falta de decir que no era la excepción, era un excelente ejemplo en el que más manos facilitarían.

Un sutil movimiento de cabeza fue todo lo que necesitaron para coordinar sus acciones. Mientras que los dos clones tomaron con agarre firme el mueble que ejercía presión contra el cuerpo de la mujer mayor y lo levantaban con suavidad -para evitar los efectos adversos de liberar presión aplicada al cuerpo de manera súbita-, el Yukine original tomaría con delicadeza a la civil malherida y la sacaría de la cara inferior del mueble, regresando los muebles a su posición inicial tan pronto consiguieran ayudarla a escapar de cualquier peligro a su vida; no podían hacer mucho por la vivienda destrozada y los muebles perdidos, pero al menos la señora podría ver a su familia un día más. 

Con dos suaves toques a los hombros de la señora y señas de manos que le permitieran ver reacciones en sus pupilas para asegurar de que estuviera consciente y lo suficientemente despierta para responder preguntas, fue directo al grano. -¿Había alguien más con usted en el lugar cuando los estantes se vinieron abajo? ¿U otro que pudiera verse afectado por todo esto?- Las preguntas implícitamente obviaban a las personas que vivían bajo esta residencia, las cuales ya habían sido evacuadas por un equipo de emergencia que había sido despachado tan pronto la voz corrió lo suficientemente lejos en la aldea como para enterarse del accidente. 

-Nadie más... Solo mi querida mascota, Leo.- Su voz mostraba dificultad para reunir fuerza alguna, y con toda razón: Si sus pulmones oprimidos no eran suficiente excusa, los desechos flotando en el aire y la falta de oxígeno en el ambiente sí que lo serían.

Asintió, sacándose un pequeño peso de encima. Sabiendo que el pequeño animal estaba bien y que de hecho había jugado un papel en el rescate de la señora, era un enorme peso que podía sacarse de encima. -Entendido, lo llevaré a un sitio seguro tan pronto usted lo esté.- Con eso dicho, utilizaría a sus aún presentes clones para asegurarse una vía de salida segura por el mismo punto de entrada utilizado. Levantaría a la señora de entre sus brazos, cargándola de tal manera que la presión en sus articulaciones fuera inexistente y el esfuerzo de la parte femenina fuese nulo. Hasta que un paramédico consiguiera revisarla, lo mejor era no zarandearla mucho ni hacerla apretar ningún grupo muscular innecesariamente. 

Con una efectividad sorprendente, casi deseable en todo el resto de departamentos, un pequeño círculo de grupos de emergencias ya había sido formado en las cercanías no demasiado inmediatas del edificio; un equipo médico que atendía a las personas afectadas en su mas mínima expresión por el inesperado resultado, el equipo de rescatistas que ponía todos sus esfuerzos en evacuar al resto de posibles víctimas y un grupo de Shinobis enviados especial y específicamente a colaborar con los esfuerzos del equipo de emergencia para mantener la integridad del edificio lo más alta posible para mantener la mortalidad al mínimo concebible. 

Para este entonces, el joven peliblanco original se encargaría de llevar a la señora a la zona ocupada por los médicos mientras que sus dos clones se encargarían de corretear al felino, capturándolo no mucho después. Tan confusa como fuera la situación, por un instante escapó completamente a su comprensión lo que procedía. La situación frente a ellos había mutado de una forma completamente inesperada y caótica, y desconocía si tenían el set de habilidades correctas para tratar con la emergencia puesta en sus manos. Estas dudas, muy para su suerte, pronto serían aclaradas por el nuevo equipo de Shinobis que acababa de arribar en escena. 

Los recién llegados se dirigirían al equipo de tres que había cumplido con su deber de evacuar a la persona en el centro del desastre. Con un ademán llamarían la atención del equipo ninja de diferentes afiliaciones, acercándose al trío inmediatamente después. -Entiendo que ustedes son el equipo enviado a ayudar a los locales con tareas de limpieza, ¿es correcto? Nos enviaron para comunicarles que están relevados de su tarea, pueden retirarse, nosotros nos encargamos del resto. También me ordenaron comunicarles que debían pasar un informe de lo sucedido a la mayor brevedad posible. Pero para que los ánimos no decaigan, se les reconocerá la misión como realizada junto a una compensación monetaria extra por el escalado inesperado de objetivos y su participación en él. Enhorabuena.- El hombre enviado, aparente líder de escuadrón, mantenía una expresión estoica frente al grupo. Junto a ella se acompañaba con un tono apático, pero que para los buenos receptores de información no exhibiría ningún tipo de emoción negativa. Simplemente parecía un hombre muy agotado que urgentemente quería tomarse unas vacaciones de sus deberes con la aldea. 

Con ello y poco más, el albo se retiraría esperando que sus dos compañeros de equipo hicieran lo mismo; poco podían hacer para este punto, y con otro escuadrón presente mucho más coordinado, lo más seguro es que solo estorbarían los esfuerzos de los presentes.

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MISIÓN FINALIZADA
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