Primer movimiento, captura a Beniko.
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Muken desenrolló con cuidado el pergamino que Milier le había entregado. Las marcas oscuras y las inscripciones rituales daban testimonio de la naturaleza siniestra de la misión que se avecinaba. A medida que sus ojos recorrían las líneas, la descripción detallada de Beniko se revelaba ante él, una guía para rastrear a la mujer inmortal. "Beniko", murmuró Muken para sí mismo mientras absorbía la información del pergamino. La figura de la mujer descrita cobraba vida en su mente, cada detalle meticulosamente registrado. La tarea de capturarla viva se presentaba como un desafío monumental, considerando su condición inmortal. La descripción pintaba a Beniko como una presencia intrigante y peligrosa. Un cabello negro como la noche, ojos dorados que revelaban la sabiduría de los siglos, y una cicatriz marcada en su mejilla izquierda, vestigio de batallas pasadas. La elegancia y la astucia emanaban de las palabras en el pergamino, creando una imagen de una mujer cuyo misterioso pasado se entretejía con su inmortalidad. Muken, aún sumido en las sombras de la obediencia a Jashin, se preparaba mentalmente para enfrentar a esta enigmática figura. Beniko no sería una presa fácil, y las implicaciones de su captura sugerían secretos oscuros que él estaba destinado a descubrir.  Con el pergamino ahora impreso en su mente, Muken se puso en movimiento. El silencio en la celda fue roto por el susurro sutil de la tela de su kimono negro moviéndose mientras se dirigía hacia el exterior. El destino de Beniko estaba sellado en las palabras del pergamino, y Muken, ahora un instrumento ciego de la voluntad de Jashin, se embarcaba en una búsqueda que desentrañaría los misterios que rodeaban a la mujer inmortal.

El viaje de Muken hacia las Islas del Norte fue una odisea envuelta en sombras y susurros de vientos gélidos. Su figura esbelta se movía con agilidad, como una sombra danzante sobre la tierra. Ataviado con su kimono negro, Muken se desplazaba con una mezcla de gracia y determinación, sus pasos resonando en la vastedad silenciosa que rodeaba las oscuras rutas hacia el norte. Las primeras noches del viaje estuvieron marcadas por paisajes de tierra fría y cielos estrellados. Muken atravesaba bosques sombríos, donde los árboles se alzaban como testigos silenciosos de su marcha. La luna, pálida y distante, arrojaba su luz sobre su camino, delineando sombras que se movían con él como compañeras en la oscuridad. A medida que avanzaba, las temperaturas descendían, y el aire se volvía más penetrante, llevando consigo el anuncio de las Islas del Norte. Los vientos gélidos azotaban su rostro mientras Muken continuaba su travesía, resistiendo con la firmeza inherente a un shinobi entrenado. Los pueblos a lo largo del camino observaban con cautela al enigmático viajero. Las historias de sombras y figuras misteriosas que vagaban por las noches habían llegado a sus oídos, y Muken se convirtió en parte de esas leyendas, un espectro que cruzaba los límites de lo conocido. Las semanas avanzaban, y el terreno cambiaba lentamente. Las llanuras congeladas se extendían hacia el horizonte, interrumpidas solo por formaciones rocosas que se asemejaban a monumentos antiguos. Muken, con la determinación fija en su rostro, continuaba su viaje, enfrentándose a los desafíos que las tierras heladas le presentaban. En su camino, Muken se topaba con la fauna resistente que habitaba las Islas del Norte, criaturas adaptadas a las condiciones extremas. A veces, su espada se deslizaba en la oscuridad para enfrentar a bestias que intentaban desafiarlo. Cada encuentro fortalecía su resolución y afilaba sus habilidades. El sonido del viento ululante y el crujir de la nieve bajo sus pies se volvían sus únicas compañías en ese paisaje frío y solitario. La soledad del viaje era eclipsada por el propósito que lo impulsaba hacia adelante, la misión dada por el culto de Jashin. Finalmente, después de dos semanas de travesía desafiante, Muken alcanzó las costas de las Islas del Norte. Ante él se extendía un vasto océano helado que separaba las islas. El viaje aún no había llegado a su fin, pero Muken, resuelto y sin desfallecer, se embarcaría en las siguientes etapas de su misión en este reino gélido y enigmático.

Días pasaron y la oscura figura de Muken emergió de las sombras de la noche cuando llegó al pequeño pueblo a orillas de las Islas del Norte. El halo de misterio que lo rodeaba no pasó desapercibido para los lugareños, quienes observaban con curiosidad y, en algunos casos, con temor al enigmático forastero. Los faroles tenues iluminaban las estrechas calles del pueblo mientras Muken avanzaba con pasos silenciosos. Buscaba refugio en la posada local, una estructura de madera que se alzaba contra el frío nocturno como un refugio acogedor en medio de la gélida oscuridad. Al entrar en la posada, el sonido apagado de conversaciones y risas se  detuvo momentáneamente. Las miradas de los presentes se posaron en Muken, pero la presencia imperturbable del shinobi ahogó cualquier comentario antes de que pudiera nacer. Dirigiéndose al mostrador, Muken solicitó hospedaje por tres días, pagando con monedas que brillaban a la luz de las velas. La posadera, una mujer de mediana edad con rostro amable, entregó una llave y señaló la habitación asignada. -Descansarás allí-, dijo con una sonrisa cordial, aunque no pudo ocultar completamente el rastro de nerviosismo en sus ojos al encontrarse con la mirada intensa de Muken. Durante los días siguientes, Muken se alojó en la posada, manteniendo una presencia discreta pero alerta. Se fundió en las sombras del pueblo, observando y escuchando, mientras la información sobre Beniko se tejía a su alrededor. En la tercera noche, un informante discreto se acercó a Muken en la oscura penumbra de un callejón apartado. La luz tenue de las farolas apenas iluminaba el callejón oscuro, creando sombras danzantes que se deslizaban por las paredes de piedra. Muken se mantenía en las sombras, su figura esbelta oculta en la oscuridad, cuando una presencia encapuchada emergió del rincón más sombrío del callejón.

Informante: (con voz apagada y cautelosa) ¿Eres el que busca información?
Muken: (asintiendo con un gesto imperceptible) ¿Tienes lo que necesito?

El informante asintió y, con gestos rápidos y sigilosos, compartió la información crucial sobre Beniko. Mientras el viento frío mecía los pliegues de sus capuchas, la conversación se desenvolvía con un tono conspirativo.

Informante: (susurrando) Beniko ha sido vista en la pequeña isla al noroeste. Una tierra solitaria y olvidada, alejada de las miradas indiscretas. Pero ten cuidado, forastero, aquella isla esconde más secretos de los que puedes imaginar.
Muken: (con una mirada intensa) ¿Qué más debería saber?
Informante: (mirando a su alrededor con cautela) La isla está habitada por los pocos lugareños que quedan, pero su lealtad es incierta. También hay rumores de que sombras más oscuras acechan en la penumbra. Ten cuidado con lo que descubres.

Mientras hablaban, las sombras del callejón parecían cerrarse a su alrededor, el susurro del viento cargado de misterio. En la distancia, se podían escuchar los murmullos de la vida nocturna del pueblo, pero en ese rincón apartado, el diálogo entre Muken e informante resonaba como un secreto compartido. En la penumbra, Muken agradeció al informante y se desvaneció de nuevo en las sombras de la noche. La figura encapuchada se fundió con la oscuridad del callejón, dejando a Muken con un fragmento de información que lo guiaría hacia la siguiente fase de su misión.  A medida que se alejaba, la vida en el pueblo continuaba su curso normal, con ciudadanos transitando sin percatarse de la transacción clandestina. No había shinobis a la vista, pero la cautela se palpaba en el aire, como si las sombras mismas estuvieran atentas a la intriga que se desarrollaba en su seno.

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Última modificación: 11-12-2023, 11:17 PM por Muken.
El viaje de Muken hacia la pequeña aldea al noroeste se convirtió en una travesía marcada por terrenos hostiles y paisajes desolados. Después de partir del pueblo en las Islas del Norte, Muken se aventuró hacia tierras más remotas, siguiendo las indicaciones del informante que lo llevarían hacia la isla donde se rumoreaba que Beniko había dejado su huella. Los primeros días del viaje llevaron a Muken a través de vastas llanuras congeladas, donde la nieve crujía bajo sus botas y el viento gélido azotaba su figura. Las huellas de animales salvajes y la esencia del frío invernal lo acompañaban mientras avanzaba con determinación. A medida que el terreno se volvía más accidentado, Muken se adentró en bosques frondosos, con árboles retorcidos y cubiertos de nieve. La oscuridad entre los árboles se intensificaba, creando un escenario donde cada sombra parecía esconder secretos ancestrales. Las noches eran desafiantes, con temperaturas que caían aún más y un cielo estrellado que brillaba con una claridad helada. Muken se refugiaba en cuevas naturales o improvisadas, donde la luz tenue de una pequeña fogata se convertía en su único consuelo en la vastedad silenciosa. El tercer día marcó la entrada a una región montañosa, donde la altitud y la pendiente desafiaban la resistencia física del shinobi. Ascendió por laderas escarpadas y atravesó pasajes angostos entre picos cubiertos de nieve, con la esperanza de que cada paso lo acercara a su destino. El cuarto día trajo consigo la revelación de la pequeña aldea al noroeste. A medida que descendía por una colina, divisó las luces titilantes de las humildes viviendas entre la neblina. La aldea se erguía como un oasis en medio de la inhóspita geografía. El viaje, agotador y desafiante, había moldeado no solo la resistencia física de Muken, sino también su determinación. La aldea, un destello de civilización en la austeridad del entorno, se interponía entre él y su objetivo final. A medida que se aproximaba, la incertidumbre y la promesa de confrontaciones futuras llenaban el aire frío de aquella tierra implacable.

Con las sombras de la noche como su aliado, Muken se sumergió en una tarea meticulosa antes de ingresar a la pequeña aldea al noroeste. En un rincón discreto, entre susurros silenciosos y el tenue parpadeo de una vela, preparó una nueva identidad que lo camuflaría entre los lugareños. Primero, revisó las sombras en busca de información sobre los habitantes locales: sus nombres, ocupaciones y cualquier detalle que pudiera facilitar su asimilación. Con maestría, Muken recopiló datos, utilizando sus habilidades de observación y astucia shinobi para tejer una historia convincente. La pluma rasgó el papel en la penumbra mientras Muken forjaba documentos falsos. Creó una identidad aparentemente común, con un nombre simple y una ocupación que no levantaría sospechas. Se convertiría en un comerciante de objetos curiosos, alguien que había viajado desde tierras lejanas en busca de nuevas oportunidades en la aldea. Con la identidad forjada en manos, Muken se sumergió en el arte del camuflaje. Selló sus armas en un pergamino, ocultando cualquier rastro de su verdadera naturaleza como shinobi. Su vestimenta cambiaba, abandonando el kimono negro por ropas más simples y discretas que se ajustaran a la vida de un comerciante errante. El cabello de Muken, antes desordenado y distintivo, fue peinado de manera más convencional, y una sombra de barba proporcionaba un aspecto terrenal y mundano. Sus ojos, la característica más distintiva, permanecieron ocultos bajo un sombrero de ala ancha, dejando que la penumbra se apoderara de sus rasgos. Finalmente, Muken se adentró en la aldea con paso seguro pero discreto. Su nueva identidad lo envolvía como una capa, un escudo contra las miradas indiscretas. Se presentaría como un comerciante en busca de oportunidades comerciales, un forastero que buscaba integrarse en la rutina diaria de la aldea. Ahora, con su fachada cuidadosamente construida, Muken se aventuraba hacia el corazón de la aldea, listo para desentrañar los secretos que se ocultaban entre sus calles estrechas y sus habitantes. La misión de captura continuaba, pero esta vez, Muken se movía entre las sombras no como un shinobi, sino como un desconocido entre desconocidos.

Muken cruzó el umbral de la posada, una construcción modesta pero acogedora que exudaba el calor de un fuego en su interior. El tintineo de una campanilla anunció su llegada, y la posadera, Touka, se acercó desde detrás del mostrador, esbozando una sonrisa amigable.

Touka: (con una cálida bienvenida) - ¡Oh, buenas noches, forastero! Mi nombre es Touka ¿Esta busca de un lugar para descansar?-
Muken: (devolviendo la sonrisa) -Buenas noches. Sí, me encantaría una habitación para unos días. He estado viajando y este lugar parece perfecto para hacer una pausa.-
Touka: (asintiendo) -Por supuesto, siempre es agradable recibir a nuevos visitantes. Tenemos habitaciones limpias y cómodas. ¿Cuánto tiempo planeas quedarte?-
Muken: (pausando, como si lo estuviera pensando) -Por ahora, diría que unos cinco días. Me han dicho que esta aldea tiene su encanto, y estoy interesado en explorar un poco.-
Touka: (sonriendo) -¡Cinco días suena perfecto! Te asignaré una habitación enseguida. ¿Te gustaría algo de comer antes de retirarte?-
Muken: (agradecido)- Eso sería genial. Una cena ligera sería perfecta. Además, ¿qué platos locales recomiendas?-
Touka: (entusiasmada) -Tenemos algunas especialidades locales que te encantarán. Nuestra sopa de pescado es famosa por aquí, y también sirvo un guiso de carne que te hará sentir como en casa. ¿Te gustaría probar alguno de esos?-
Muken: (asintiendo) -Ambos suenan deliciosos. ¿Puedo acompañarlos con una bebida caliente?-
Touka: (riéndose)- Por supuesto. Tengo una selección de tés que seguramente disfrutarás. Toma asiento, prepararé todo para ti.-

Mientras Touka se ocupaba en la cocina, Muken observó el ambiente acogedor de la posada. Las luces suaves y el murmullo de conversaciones creaban una atmósfera reconfortante. Cuando Touka regresó con la comida y la bebida, Muken agradeció con una inclinación de cabeza.

Muken: (mientras come) -Esta sopa es realmente excelente, Touka. Debo decir que has creado un ambiente encantador aquí.-
Touka: (sonriendo con gratitud) -Gracias, aprecio tus amables palabras. Si necesitas algo durante tu estancia, no dudes en decírmelo. Nos gusta que nuestros huéspedes se sientan como en casa.-
Muken: (con una expresión sincera) -Lo haré, Touka. Estoy deseando explorar la aldea y conocer más sobre este lugar.-

La conversación continuó, con Muken y Touka compartiendo historias y risas en la tranquila posada. Muken, con su nueva identidad cuidadosamente construida, ganaba la confianza de Touka mientras se preparaba para explorar la aldea en busca de la elusiva Beniko.

La noche cayó sobre la aldea mientras Muken se retiraba a su habitación en la posada, un lugar tranquilo donde el crepitar del fuego en la chimenea proporcionaba un ambiente relajante. Descansó en la cama, sintiendo el peso de los días de viaje mientras sus pensamientos se enfocaban en la misión que lo llevó a aquel rincón remoto. Con la primera luz del día, Muken se despertó con determinación. Después de disfrutar de un desayuno sencillo en la posada, se aventuró a las calles de la aldea en busca de pistas sobre Beniko. Las callejuelas adoquinadas se extendían frente a él, bordeadas por casas de madera y negocios locales. Muken se acercó a los habitantes locales con cautela, entablando conversaciones casuales para obtener información sin levantar sospechas. Preguntó sobre los rostros conocidos en la aldea, buscando indicios de una mujer que en algún momento pudo haber dejado su huella en aquel lugar. En la plaza central, donde los mercaderes instalaban sus puestos y los niños jugaban, Muken observó detenidamente a los transeúntes. Se mezclaba con la multitud, escuchando con atención cualquier mención de un nombre que resonara con el misterio de Beniko. Una anciana que vendía hierbas y remedios le contó historias de antiguos residentes y viajeros que habían pasado por la aldea. Sus palabras eran como piezas de un rompecabezas, y Muken intentaba unir las pistas dispersas para encontrar el rastro de su objetivo. Al acercarse a la taberna local, escuchó susurros sobre una mujer que había visitado la aldea en el pasado, una mujer que despertaba curiosidad y desconcierto. Muken no pudo evitar preguntarse si Beniko había dejado una impresión más duradera en la memoria de los lugareños. La tarde avanzaba, y Muken continuaba su búsqueda, visitando cada rincón de la aldea en busca de pistas. Se detuvo en la biblioteca local, revisando libros y pergaminos en busca de menciones de nombres que pudieran coincidir con el de Beniko. Cada rincón explorado era una pieza más del rompecabezas, pero la respuesta aún eludía al shinobi. La aldea, tranquila y apacible en apariencia, ocultaba secretos que solo revelarían su verdad al explorador más paciente y perspicaz. Con la determinación de un cazador que sigue el rastro de su presa, Muken continuó su búsqueda, decidido a descubrir el paradero de Beniko y completar su misión en aquel rincón olvidado del mundo.

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La luna brillaba en el cielo estrellado cuando Muken se deslizó silenciosamente fuera de la posada, adentrándose en las afueras de la aldea. Siguió las indicaciones del informante, caminando por senderos oscuros que conducían a la periferia del pequeño asentamiento. A medida que se alejaba de las luces tenues de las casas, la oscuridad se volvía más densa, pero Muken confiaba en sus habilidades para navegar en la penumbra. Finalmente, una figura encapuchada emergió de entre las sombras, esperándolo en un claro despejado.

Informante: (con voz apagada) -Eres el forastero que busca información, ¿verdad?-
Muken: (asintiendo) -Así es. Estoy interesado en saber más sobre una mujer llamada Beniko. ¿Puedes ayudarme?-
Informante: (mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie los escuchara) - Beniko... es un nombre que ha resonado en susurros por aquí. Pero no es seguro hablar de ella abiertamente. Sigamos en movimiento.-

La figura encapuchada condujo a Muken hacia la oscuridad del bosque circundante, donde la penumbra y la quietud ofrecían cierto grado de privacidad.
Informante: (bajando la capucha para revelar un rostro sombrío) Soy el único que se atreve a hablar de Beniko. Ella estuvo aquí hace tiempo, pero no es alguien de quien deberías buscar información sin cuidado.

Muken: (serio)- Entiendo los riesgos. Pero necesito saber más sobre ella. ¿Qué puedes decirme?-
Informante: (suspirando) -Beniko era una forastera misteriosa. Su presencia dejó una marca en la aldea, pero nadie sabe a ciencia cierta quién era. Se decía que poseía habilidades extraordinarias, algo más allá de lo común. Algunos la consideraban una especie de hechicera.-
Muken: (intrigado) -¿Por qué vino a la aldea? ¿Qué hacía aquí?-
Informante: (pensativo)- Sus intenciones eran difíciles de comprender. Mantenía un perfil bajo, pero parecía estar en busca de algo. Algunos decían que buscaba conocimientos antiguos, otros hablaban de un vínculo con un culto oscuro.-
Muken: (con determinación) -Necesito saber más. ¿Hay algo más que puedas compartir?-
Informante: (mirando a su alrededor con cautela)- Se rumorea que Beniko dejó la aldea en circunstancias misteriosas. Nadie sabe a dónde se fue, pero su partida dejó preguntas sin respuesta. Si realmente estás decidido a encontrarla, ten cuidado. Beniko no es alguien que pueda encontrarse fácilmente.-

Muken asintió con gratitud, agradeciendo al informante por compartir la información. A medida que la figura encapuchada se desvanecía de nuevo en las sombras, Muken se quedó solo, contemplando la oscuridad que envolvía la historia de Beniko. Con nuevos detalles en su poder, se preparó para seguir el rastro de la misteriosa mujer, sabiendo que cada paso lo acercaba más a la verdad oculta en las sombras de la aldea.

Después de su encuentro en las afueras de la aldea, Muken regresó a la posada con una nueva perspectiva sobre la misión y la misteriosa Beniko. Decidió hablar con Touka, la amable posadera, para extender su estancia y mantener su cobertura como simple viajero. Muken encontró a Touka detrás del mostrador, ocupada con las tareas diarias del establecimiento. Se acercó con cortesía, esperando no interrumpir sus quehaceres.

Muken: (sonriendo) -Buenas noches, Touka. ¿Podemos hablar por un momento?-
Touka: (levantando la mirada con amabilidad) -¡Por supuesto, Muken! ¿En qué puedo ayudarte?-
Muken: (serio) -He decidido quedarme unos días más en la aldea. ¿Sería posible renovar mi estancia por otros cinco días?-
Touka: (sonriendo)- Claro, Muken. Estamos encantados de tenerte aquí. ¿Algo en particular te hizo cambiar de opinión?-
Muken: (disimulando)- En realidad, me he sentido muy cómodo aquí. Quisiera disfrutar un poco más de la tranquilidad de tu posada.-
Touka: (asintiendo)- ¡Por supuesto! Siéntete como en casa. Si necesitas algo más, no dudes en decírmelo.-

Después de la charla, Muken se retiró a su habitación para descansar y reflexionar sobre los nuevos detalles descubiertos. La posada, con su atmósfera acogedora y la amabilidad de Touka, se convirtió en un refugio temporal en su búsqueda de respuestas en las sombras de la aldea.

El sol se filtraba por las cortinas entreabiertas de la habitación de Muken, pintando de tonos dorados el mobiliario de madera. El joven Uchiha se despertó con la sensación de haber tenido un sueño intranquilo, pero las imágenes se desvanecieron tan rápido como el recuerdo mismo. Se levantó de la cama con una mezcla de determinación y curiosidad. El aroma tentador del desayuno flotaba en el aire, y Muken se dirigió hacia el comedor de la posada. Touka, siempre atenta, le sirvió un desayuno sustancioso compuesto por huevos, pan recién horneado y una mezcla de frutas frescas. Muken agradeció con una sonrisa y comenzó a disfrutar de la comida, permitiéndose un breve respiro antes de retomar su investigación. Justo cuando se sumergía en sus pensamientos, la puerta de la posada se abrió bruscamente, y un hombre visiblemente alterado irrumpió en el lugar. Su respiración agitada y el nerviosismo en sus ojos alertaron a todos en la sala.

Hombre: (hablando apresuradamente) -¡Algo terrible ha sucedido en la plaza central! ¡Alguien está muerto!-

El murmullo se apoderó de la posada mientras los clientes intercambiaban miradas de sorpresa y preocupación. Muken dejó a un lado la comida, su instinto shinobi alerta ante la posibilidad de que este incidente pudiera tener alguna conexión con sus propias pesquisas. Sin decir una palabra, Muken se levantó de su asiento y siguió al hombre hacia afuera, uniéndose a la creciente multitud que se dirigía hacia la plaza central de la aldea. El bullicio y la agitación indicaban que algo grave había sucedido, y Muken se preparó mentalmente para lo que podría encontrar en ese escenario inesperado.

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La multitud se agolpaba alrededor de la plaza central, creando un murmullo tenso y ansioso que flotaba en el aire. Muken avanzó entre la gente, notando la inquietud que se propagaba entre los presentes. A medida que se acercaba al centro de la conmoción, su corazón latía con fuerza, anticipando lo que podría descubrir. Cuando finalmente llegó al lugar, el sombrío espectáculo ante sus ojos confirmó sus peores temores. Yaciendo en el suelo, entre la multitud que lo rodeaba, estaba el informante que le había revelado información sobre Beniko. El hombre que había compartido sus miedos en la oscuridad de las afueras de la aldea y le había proporcionado piezas cruciales de información ahora yacía sin vida. El rostro de Muken se tensó en una expresión de determinación mientras su mente procesaba la impactante escena. Observó con atención los detalles, buscando pistas que pudieran indicar la naturaleza de la muerte y, quizás, al responsable. La multitud murmuraba en busca de respuestas, pero el ambiente estaba cargado de confusión y temor. Muken se agachó junto al informante, inspeccionando su cuerpo en busca de signos de violencia o algún indicio que pudiera guiarlo en su búsqueda de justicia. Al examinar el entorno, notó que algunos aldeanos observaban la escena con miradas nerviosas. La noticia de la muerte del informante se extendía como un reguero de pólvora, y Muken sabía que necesitaba actuar con cautela para no alertar a posibles adversarios que pudieran estar al acecho en la sombra. Con su Sharingan activado discretamente, Muken se sumió en sus pensamientos, trazando mentalmente un plan para descubrir quién estaba detrás de este oscuro acto.

Los pensamientos turbulentos danzaban en la mente de Muken mientras observaba la escena. El escalofrío recorría su espina dorsal al darse cuenta de que el asesino estaba al tanto de su presencia en la aldea. No era simplemente un acto aleatorio; alguien lo estaba observando, tejiendo una tela oscura que amenazaba con envolverlo por completo. La visión del cuerpo torturado del informante profundizó la determinación de Muken. Cada signo de sufrimiento tallado en la carne del hombre caído era una afrenta directa, una advertencia silenciosa de que el enemigo conocía su existencia y no temía mostrar su capacidad para infligir dolor. Muken, aunque no había revelado su nombre, comprendió que su descripción física y su conexión con el informante eran suficientes para que el asesino lo reconociera. La identidad de Muken había sido comprometida, y el enemigo había dejado claro que no titubearía en atacar a aquellos cercanos a él para enviar un mensaje. Con su Sharingan aún activado, Muken examinó con detenimiento cada detalle del cuerpo torturado. Cada marca, cada herida, contaba una historia de sufrimiento y desesperación. La imagen del informante, que había compartido sus temores con él, ahora yacía como una advertencia muda. La rabia ardía en los ojos de Muken, pero también la astucia. Necesitaba actuar con cautela, entender las maquinaciones de su enemigo y asegurarse de no caer en una trampa mortal. La sombra del asesino se cernía sobre él, y Muken se preparaba para enfrentarse a la tormenta que se avecinaba. Cada paso que Muken daba para desentrañar el misterio parecía traer consigo una amenaza más oscura, una que no dudaba en eliminar cualquier obstáculo en su camino. La tensión en el aire se espesaba, y Muken sintió la presión de una sombra invisible que lo acechaba en cada rincón. La determinación ardía en sus ojos, pero la cautela también se apoderaba de su mente. La información se volvía más valiosa y, al mismo tiempo, más peligrosa. Muken sabía que continuar con la búsqueda podría exponerlo aún más a la amenaza que acechaba en las sombras. Cada pista, cada indicio, se volvía una hoja de doble filo, y la línea entre descubrir la verdad y caer en una trampa se desdibujaba peligrosamente. El recuerdo de la tortura infligida a su informante resonaba en su mente como un eco ominoso. Era una advertencia clara de que cada paso en falso podía desencadenar consecuencias fatales. Sin embargo, la sed de respuestas, la necesidad de entender el enigma de Beniko, impulsaba a Muken a seguir adelante, aunque consciente de que cada elección llevaba consigo un riesgo mortal. Con su Sharingan aún activado, Muken sopesaba las posibilidades. La paradoja de la información necesaria para protegerse a sí mismo y la amenaza que dicha información representaba se cernía sobre él. En ese momento, la sombra de Beniko y su conexión con fuerzas más oscuras se volvía más intrigante y aterradora a la vez.

Después del escalofriante descubrimiento en la plaza central, Muken regresó a la posada con la mente cargada de pensamientos sombríos. Al entrar, notó que la atmósfera en el lugar había cambiado. Los murmullos de la multitud y la agitación de la noticia resonaban en las conversaciones de los clientes. Touka, la posadera, lo recibió con una mirada comprensiva mientras continuaba sirviendo a los demás huéspedes. Muken tomó asiento en su lugar habitual, tratando de retomar una cierta normalidad en medio del caos que se cernía sobre la aldea. La comida en su plato seguía allí, pero el apetito de Muken había disminuido. Aunque sabía que necesitaba alimentarse para mantener su fuerza y claridad mental, la sombra del asesinato aún oscurecía su espíritu. Tomó un sorbo de té caliente, sintiendo el calor reconfortante que le proporcionaba un breve alivio.
Muken: (para sí mismo) -Esta búsqueda se ha vuelto más peligrosa de lo que imaginaba. Pero no puedo retroceder ahora.-

Intentó concentrarse en su desayuno, dejando que los sabores familiares llenaran su boca. La rutina de desayunar en la posada, que antes le proporcionaba un respiro en sus viajes, ahora estaba teñida por la amenaza que acechaba en las sombras. Touka, notando la quietud de Muken, se acercó con un gesto de compasión.

Touka: -¿Estás bien, Muken?-
Muken: (asintiendo) -Es solo que... he visto cosas que me hacen reflexionar.-
Touka: (seria) -La aldea ha sido golpeada por la tragedia. Todos estamos afectados.-
Muken: (decidido) –Pobre hombre, ¿Como abra terminado asi?-
Touka: (comprensiva) –Algunos dicen que fue por no pagar una apuestas, pero actos asi no son algo que se ven todo el tiempo, asi que no te preocupes. Toma bebe un poco mas de te.-

Muken agradeció con una inclinación de cabeza y se sumió en sus pensamientos mientras continuaba con su desayuno. Aunque la amenaza era palpable.

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