Al tiempo que el astro rey empezaba a dibujar una brillante línea en el horizonte, la calma nocturna de Konohagakure no Sato estaba comenzando a ser sustituida por el clásico bullicio de su día a día. Los comercios comenzaban a preparar sus stands y escaparates, a la espera del que sería un día más y los múltiples ciudadanos de la aldea, muchos de ellos shinobi y kunoichi, despertaban en busca de un nuevo día al que hacer frente en su rutinaria vida.
Por su parte, en el departamento de los hermanos Skuld, Samuru llevaba ya un buen rato despierto. Había tenido tiempo suficiente para preparar el equipaje de la misión a la que iba a partir (Sus pergaminos, equipación vestimenta, chaleco y enseres) y se encontraba disfrutando de la primera taza de té del día mientras observaba por la ventana, disfrutando de la peculiar paleta de colores que el amanecer sobre Konoha le ofrecía.
Una vez terminara su rutina mañanera, el Shinobi repasaría estar llevándose todo lo necesario, antes de darse un último aseo (Principalmente cepillando sus dientes) y tomando el bento que le serviría de sustento para el trayecto. Saldría de casa en total sigilo, procurando no despertar a su hermano con el sonido de la puerta cerrándose a su espalda y se marcharía en dirección al portón de la villa, comprobando por el camino el documento de misión que le había sido otorgado, así como la validez e información del mismo. Inicialmente le había sorprendido recibir una misión de rango alto, ya que últimamente había estado siendo asignado a muchas menos tareas que cuando, en su opinión, la aldea intentaba librarse de él, pero realmente le agradaba la idea de salir unos cuantos días de aquel lugar, que cada vez le resultaba menos hogareño.
Unos minutos más tarde, el titiritero se encontraba ya en el portón de la aldea, charlando amigablemente con el guarda presente en el mismo mientras le mostraba el documento que acreditaba su salida para realizar una misión oficial. Realmente ya no precisaba de darles detalles sobre el porqué de sus salidas, pero cuando se trataba de misiones siempre prefería dejarlo todo atado y bien atado, para evitar que, si la misma se alargara más de lo esperado, se generara algún tipo de repercusión negativa en su contra. A fin de cuentas, seguía sin fiarse de los altos cargos y sus intenciones a la hora de asignar misiones... Especialmente desde el fiasco de la ruta de comercio.
Una vez aclarado todo el papeleo y con su autorización en regla, Skuld Samuru realizaría una leve reverencia a modo de despedida ante el guardián del portón, comenzando su camino en dirección al País de las Olas... Su destino, el recientemente en estado de reconstrucción "Puente Naruto", cuyo nombre había sido asignado en honor a los primeros días del séptimo Hokage, un rostro del que ya casi no podían distinguirse los trazos originales que alguna vez fueron marcados en la montaña... En aquel entonces alguien respetado, ahora, solo una más de las muchas cabezas de la pared de los Kages, cuya voluntad, si alguna vez significó algo, había perdido todo sentido en esos días.
Por su parte, en el departamento de los hermanos Skuld, Samuru llevaba ya un buen rato despierto. Había tenido tiempo suficiente para preparar el equipaje de la misión a la que iba a partir (Sus pergaminos, equipación vestimenta, chaleco y enseres) y se encontraba disfrutando de la primera taza de té del día mientras observaba por la ventana, disfrutando de la peculiar paleta de colores que el amanecer sobre Konoha le ofrecía.
Una vez terminara su rutina mañanera, el Shinobi repasaría estar llevándose todo lo necesario, antes de darse un último aseo (Principalmente cepillando sus dientes) y tomando el bento que le serviría de sustento para el trayecto. Saldría de casa en total sigilo, procurando no despertar a su hermano con el sonido de la puerta cerrándose a su espalda y se marcharía en dirección al portón de la villa, comprobando por el camino el documento de misión que le había sido otorgado, así como la validez e información del mismo. Inicialmente le había sorprendido recibir una misión de rango alto, ya que últimamente había estado siendo asignado a muchas menos tareas que cuando, en su opinión, la aldea intentaba librarse de él, pero realmente le agradaba la idea de salir unos cuantos días de aquel lugar, que cada vez le resultaba menos hogareño.
Unos minutos más tarde, el titiritero se encontraba ya en el portón de la aldea, charlando amigablemente con el guarda presente en el mismo mientras le mostraba el documento que acreditaba su salida para realizar una misión oficial. Realmente ya no precisaba de darles detalles sobre el porqué de sus salidas, pero cuando se trataba de misiones siempre prefería dejarlo todo atado y bien atado, para evitar que, si la misma se alargara más de lo esperado, se generara algún tipo de repercusión negativa en su contra. A fin de cuentas, seguía sin fiarse de los altos cargos y sus intenciones a la hora de asignar misiones... Especialmente desde el fiasco de la ruta de comercio.
Una vez aclarado todo el papeleo y con su autorización en regla, Skuld Samuru realizaría una leve reverencia a modo de despedida ante el guardián del portón, comenzando su camino en dirección al País de las Olas... Su destino, el recientemente en estado de reconstrucción "Puente Naruto", cuyo nombre había sido asignado en honor a los primeros días del séptimo Hokage, un rostro del que ya casi no podían distinguirse los trazos originales que alguna vez fueron marcados en la montaña... En aquel entonces alguien respetado, ahora, solo una más de las muchas cabezas de la pared de los Kages, cuya voluntad, si alguna vez significó algo, había perdido todo sentido en esos días.
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