[Auto-narrada D] Recolectando en la escasez
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Última modificación: 20-10-2023, 09:55 PM por Dante. Razón: corección retórica
Primer día
A pesar de que el viaje fue relativamente corto, tuve el tiempo suficiente para poder relajarme y ensimismarme en el objetivo por el cual se me había pedido cumplir desde un principio. Debía de admitir que todo el trayecto fue bastante pacífico. El sonido de las olas relajadas a horas muy tempranas del día simplemente me tranquilizaba hasta tal punto que fácilmente podría cerrar mis párpados y dejarme llevar por todo lo que me rodeaba. La mejor parte de todo es que era el único pasajero a bordo. Aquello no me extrañaba en lo absoluto, puesto que era un barco que había sido reservado por el mismo gobierno imperial de la aldea. Y aunque tampoco quería desacreditarme, claramente encontraba aquel hecho bastante innecesario para una simple misión de recolecta: era como si quisiera abrigar a un oso polar cuando ese animal es capaz de cuidarse por sí solo con su propio pelaje. Sin embargo, no era nadie para cuestionar las decisiones de la aldea y su modus operandi. Tampoco es que me encontraba por estos lares del País del Agua para vacacionar, sino para llevar a cabo una misión de índole necesaria para el sector de la salud de la Aldea de la Neblina.
 
Al arribar al único puerto de la Isla del Norte, ya podía sentir lo diferente que era al compararlo con el ambiente de la aldea de la Neblina. Aquella isla era demasiado tranquila, como si se tratase de un templo donde casi nadie hablaba. El único sonido que podía percibir era el de las olas y sólo porque estaba precisamente en el puerto de ese territorio. Al descender del barco, no dudé en poner en marcha los preparativos para la misión. Me había acercado a una tienda vacía donde había una mesa y una silla. Las utilicé como mi base de operaciones. No solamente traía conmigo más que varias armas arrojadizas y un pequeño arsenal de técnicas, sino también llevaba información de las muestras que debía de recolectar dentro de la isla y un pequeño mapa donde se trazaban las diversas rutas locales de la Isla del Norte. Aunque no me lo hayan dicho todo mientras estuve escuchando los detalles de la misión en el despacho de la aldea, había deducido dónde podría encontrar cada información cuando me entregaron el mapa de la isla y la información de cada cultivo. Sólo debía leer las descripciones de cada muestra para compararlas con las referencias del mapa que tenía a mano, puesto que el mapa estaba especialmente diseñado para mostrar las áreas donde se encontrarían las diferentes hierbas que se necesitaban. Me había tomado unos quince minutos para prepararlo todo. Había realizado la ruta principal de todo el recorrido la cual trazaba los lugares claves en donde tendría posibilidades de recolectar las muestras que estaba buscando.
 
Después de planificarlo todo, tomé el mapa y guardé las cartillas que me proporcionaban información sobre las diferentes hierbas que debía de recolectar el día de hoy─ Deberé tomar todo este camino para llegar al bosque principal de la isla. Allí encontraré la primera muestra . . . ─Comenté en mis pensamientos, iniciando la caminata que daría comienzo a la misión de recolecta. Estaba sorprendido ante lo inerme que parecía ser la Isla del Norte. A veces pensaba que simplemente era una isla desierta, pero de vez en cuando veía uno que otro habitante deambular por las veredas del bosque. Apenas era la diez de la mañana y con sólo adentrarme al seno del bosque comencé a sentir la soledad que lo atormentaba: lo único que escuchaba eran las hojas de los pinos y árboles centenarios rozarse entre sí gracias a los movimientos convectivos del viento. El frío aún se mantenía y las nubes tapaban el resplandor del sol, por lo que entendía que la temperatura se iba a mantener intacta dentro de toda la zona boscosa. Traer la capa conmigo fue una excelente idea, ya que sin ella me hubiese visto combatiendo con el frío seco que habitaba todo el lugar.

La primera porción del recorrido fue bastante apacible. Con lo único que estaba rodeado era de praderas y un sinnúmero de troncos que servían como protección del monumental jardín. Al asomarme levemente entre la apertura de un par de ramas, me llamó la atención un pequeño grupo de hierbas que se ondulaban entre sí gracias a la magnitud con la que colisionaba el viento en ellas. Al verlas, me parecieron bastante idénticas a una de las fotos. No dudé en acercarme y sacar el mapa por un momento de mis bolsillos para asegurarme que estaba en el área correcta. Hice una leve pausa, analizando todas las referencias que me presentaba el mapa. Mi cabeza subió con levedad para asegurarme que estaba en el lugar indicado. Asentí suavemente y luego me arrodillé, apoyando una rodilla sobre el suelo. Rápidamente saqué un frasco diáfano de uno de mis estuches de utensilios y lo abrí con cierto cuidado. Dirigí la vista nuevamente a la plantación que veía, a la vez que lo comparaba con una de las fichas que contenían información y una imagen de cómo lucía la hierba en cuestión─ Es exactamente idéntico a la de la imagen. No cabe duda que esto es el . . . tomillo ─Vertiginosamente, comencé a tomar un buen número de muestras para comenzar a enfrascarlos dentro del contenedor. Según el propósito que describía la cartilla, el tomillo se usaba para tratar los malestares digestivos y respiratorios. En esta época del año era bastante difícil conseguirlo en el mercado y el hecho de que sólo existía un porcentaje paupérrimo en lo más profundo de esta isla simplemente conseguir tomillo era un milagro.

Al terminar la primera recolección, me aseguré de que el frasco que utilizaba se encontraba completamente sellado con el tapón correspondiente y asegurado conmigo en uno de los estuches. La primera recolecta sólo me costó una hora y media. Los dos ingredientes que me faltan son los más difíciles de encontrar. Sin embargo, estaba más que seguro que los encontraría si me adentraba aún más al bosque.    
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La primera parte del día fue enteramente un éxito. Sin embargo, para la otra mitad, las cosas se complicaban aún más. Las horas simplemente caducaban cada vez que intentaba de avistar las hierbas que me faltaban para culminar la recolecta, parecía que lo que trataba de conseguir simplemente se había extinto, pero la verdad es que eran demasiado difíciles de encontrar a simple vista.
 
La llegada de la noche me había provocado tan sólo detenerme por un momento y recuperar energía. Una de las capacidades que había aprendido durante mi estadía en la academia ninja era el de encontrar el lugar más apto para descansar. Y así fue, había encontrado el mejor tronco que me prestaría su fuerza para posar mi espalda. Mi cuerpo comenzaba a calmarse en todos los sentidos y cabeza poco a poco descendía hasta quedar completamente cabizbajo con la obtención del sueño. La idea era poder dormir hasta el amanecer para poder continuar con la búsqueda de las demás hierbas.
 
. . .
 
 
Segundo día
Dicen que cuando despiertas con el chirrido de las aves es porque realmente amaneciste en tu hogar. Pero si literalmente te despierta un ave encima de tu cabeza es porque realmente perteneces a esa tierra. No estaba del todo seguro si debía confiar por completo en ese sermón, pero la realidad era que sentía que todo lo que me rodeaba era parte de mí. Mis párpados se abrieron simultáneamente cuando aquella ave había despegado junto a su bandada. El sol apenas se estaba elevando en el horizonte y mi cuerpo empezaba a sentir el calor de mi sangre acumularse por mis músculos: era hora de levantarse para empezar el nuevo día. Erguí mi cabeza con levedad, poniéndome de pie para después estrechar mis brazos hacia atrás y hacia adelante. Un leve bostezo apareció justo después de calentarme un poco, puesto que la noche pasada no había comido nada. Estaba claro que mi propio cuerpo me pedía algo de comer. Lo bueno es que tenía píldoras de proteína y vitaminas conmigo, por lo que no tardé en repostarme con aquello. Quizás no era un manjar, pero sí hacía el trabajo para al menos iniciar el día con el pie derecho.
 
Deambulé unos cuantos metros hacia adelante. Ya se podía escuchar el ruido del agua que fluía por el riachuelo que atravesaba el bosque. Era un agua pura, precisamente de la naturaleza y no contaminada por la suciedad que otras tierras manchaban sus aguas. Estaba tan confiado que no dudé en tomar una pequeña porción de agua con mis manos para poder lavar levemente mi rostro ¡Y créeme! Podía asegurar que era el agua más fresca y prolija que haya sentido en mi vida.
 
La labor del día me llamaba y mis cosas estaban listas para poder marchar. Aunque esta vez, me tocaba ir de subida contra la inercia de una colina bastante empinada. Según el mapa, en la cima debería de haber una especie de valle donde se cree que se podía encontrar la salvia. Un leve suspiro salió de mi boca al darme cuenta lo dificultoso que se ponía cada búsqueda. Empero, no me quejaba aún. Estaba al cien por ciento decidido de que debía de encontrar esos ingredientes aunque fuese lo último que hiciese─ Hmm . . . La mañana es demasiado fría en la Isla del Norte. Esto no es nada comparado cuando llegué ayer ─Susurré al sentir cómo el viento comenzaba a levantarse cuando escalaba poco a poco la colina. Aún con mi capa, podía sentir cómo la brisa alborotaba la misma y depositaba ese aliento frío con la que me abrazaba la naturaleza. Y como no estaba escrito en ningún otro lado, debía de suponerlo. El invierno en las islas del País del Agua es mucho más severo que en el mismo epicentro de la nación ¿Quizás por la falta de infraestructura y el sinnúmero de vegetación que existen en cada una de ellas? A lo mejor, pero era algo que me sorprendía con cada paso que daba en aquel bosque.
 
Al llegar a la cima, suspiré nuevamente para volver a conseguir ese aliento que el cansancio me había arrebatado. Pero por poco dejaría de funcionar al contemplar lo que mis ojos acababan de ver. Era toda una pradera, pero no de salvia a simple vista: había de todo un poco. Si la mañana estaba compleja, entonces la diversión apenas comenzaba. Había muchas hierbas de todo tipo y de muchos colores diferentes, pero ninguna acertaba con la descripción de lo que buscaba en ese momento. Llevé mi diestra a mi cuero cabelludo y sólo me rasqué levemente ante el rompecabezas que me había tocado. El problema principal es que todas las plantas estaban juntas por lo que el trabajo de encontrar la salvia era un poco más tediosa y cuidadosa. La idea tampoco era perderme dentro del cúmulo de flores que había y pisotear la única rama de salvia que existía en el momento, echándolo todo a perder.              
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Debía de admitir que el segundo día fue todo un infierno. Pensé que jamás iba a encontrar la salvia en aquel laberinto cromático de plantas, pero la esperanza es lo último que se pierde o, al menos, eso es lo que decía la gente. Me había costado casi todo el día encontrar la salvia hasta que pude dar con el paradero de sus raíces. Como de costumbre, era milagrosamente la última muestra que había encontrado y a decir verdad, era bastante afortunado de haberlo hecho. No sabría las miles de vidas que se pudieron haber perdido si la Aldea entre la Neblina no contara con estos remedios puros.
 
. . .
 
Tercer día
El sonido de mis pasos se perdía en el libre campo que me rodeaba ante la velocidad con la que corría. Había retomado la mañana como si fuera otro día mío común y corriente. Esta vez estaba en busca del último fármaco que me faltaba: el ginseng. Éste tenía una anotación especial en su ficha descriptiva, pues se especificaba que era un ingrediente muy difícil de encontrar y aunque hayan estipulado que aún quedaba un buen porcentaje de éste, no debía de confiarme mucho ante esa afirmación. Y lo lamentable del caso es que tenía cierto sentido, la última recolecta fue hace varios meses atrás. En el tiempo actual, también debía de factorizar las recolectas no documentadas realizadas por otros individuos que ni pertenecían a la aldea de la Neblina. Estaba jugando a ciegas sin saber lo que se me esperaba.
 
Lo que sí tenía muy claro es que el ginseng normalmente se podía encontrar en las zonas más recónditas del bosque. Obviamente era un dolor de cabeza, pero si pude encontrar salvia: el ginseng debía de ser un juego para niños. Mis pasos cesaron al ver una gran puerta de color rojo que conducía a una entrada. Me había llamado la atención porque era justo una de las entradas alternativas que llevaban al templo de la Isla del Norte. El mapa con el que contaba trazaba muy bien el dibujo de la entrada: diría casi que de manera perfecta. Por un momento, guardé el mapa en uno de mis bolsillos para seguir con la ruta designada. El lugar parecía desolado, como si no existiese ninguna alma alrededor mas que la mía. Pero, de repente, escuché el carcajear de una persona. Por su tono de voz parecía ser una persona mayor que al parecer hablaba con alguien. La voz venía en lo más alto de la entrada. Yo ya había comenzado a caminar por las escaleras que me llevaban a la otra parte del bosque, pero a medida que me acercaba a la dirección de donde provenía la voz de aquel anciano, me sorprendí al notar que el viejo hablaba en voz alta sin la presencia de nadie. Mis labios se abrieron ante la sorpresa. Él estaba sentado sobre una piedra. Llevaba un sombrero de paja que no me permitió ver sus rasgos faciales desde la lejanía hasta que se había dado cuenta de mi presencia gracias a los pasos que daba en cada escalón─ ¿Acaso tengo visitas? Ha ha ha . . . ─Su risa era bastante pausada, como si le costaba mostrar su sentimiento alegre. No cabía duda de que era una persona bastante mayor. Al detenerme para tenerlo a mi frente, no dudé en dejar una leve reverencia donde me disculpaba─ Lo siento mucho. No quise interrumpirlo, señor ─Y aunque ciertamente no quería interrumpirle, éste volvió a reírse de forma grata y saludable─ No pasa nada . . . ¡Oh! ¿Acaso eres un . . . ¿Cómo le llamaban? ¡Ah! . . . ¿Acaso eres un ninja? ─No pude evitar sonreír ante el comentario de aquel vetusto ser. De forma tímida asentí al comentario que acababa de hacer─ A-Así es, señor. Soy un ninja de la Aldea de la Neblina ─El anciano hizo un pequeño silencio el cual me había preocupado, pero de forma inesperada volvió a alzar la voz con aquel tono enérgico que le quedaba─ ¡Genial! Seguro debes de estar buscando maleantes por aquí ¿No? ─Al escuchar su pregunta, negué rápidamente con la cabeza─ ¡No! Creo que me está confundiendo con otra clase de ninjas, señor. Sólo vine en busca de ginseng ─Éste quedó con su boca semiabierta al escucharme hablar de aquel producto como si quería decirme algo con respecto al tema─ Ya veo . . . Estás recolectando ingredientes para los suministros médicos de la aldea ¿No es así? ─Mi cuerpo simplemente reaccionó de forma alarmante al escuchar exactamente lo que había dicho aquella persona. Lo dijo como si realmente supiera el porqué me encontraba allí─ ¿Cómo lo supo? Es exactamente la razón por la que estoy aquí ─El pobre anciano sólo se echó a tirar varias carcajadas─ Lo supuse . . . Aún recuerdo la última vez que la Aldea entre la Neblina me salvó el pellejo de unos malhechores ─Hizo una muy leve pausa y después suspiró─ Creo que el destino me dice que debo saldar esa deuda que tengo con ustedes. Así que, toma . . . Era la única porción de ginseng que pude recolectar. Acostumbro a hacerlo en estas épocas del año para hacer antídotos contra algunas enfermedades. Sin embargo, no lo necesito ahora. Prefiero salvar un millón de vidas antes que la mía. Total, ya poco tiempo me queda en este mundo Ha ha ha ha ha ─Simplemente no sabía qué decir ante el gesto del anciano. La verdad es que no quería hacerlo, pero no podía negarle aquel favor que hacía. Tomé la bolsa donde tenía la muestra de ginseng─ ¡M… M… Muchas gracias, señor anciano del templo! ─Mis palabras por poco se atragantaban ante lo increíble que fue encontrarme a alguien que haya hecho el arduo trabajo por mí. Y todo lo que pude dar a cambio sólo fue una pequeña reverencia.
 
Tranquilo, hijo. Tu aldea lo necesitará más que yo
 
Esa fueron sus últimas palabras cuando abandoné el lugar. Mientras me dirigía al puerto de la isla, comencé a almacenar las muestras en sus respectivos frascos, echándole un vistazo a las otras muestras que había recolectado en un principio: había una unidad de tomillo, cuatro de salvia y dos de ginseng. Precisamente lo que se me había encargado. Sinceramente no sabía cómo podría agradecer aquella persona por el gran favor que me hizo, pero estaba más que claro que sólo tuve mucha suerte. Otros dirían que quizás el mismo dios de la bondad me había bendecido ese día, pero yo simplemente podía decir que fui bastante dichoso.
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MISIÓN FINALIZADA
RECOMPENSAS

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