Era sabido que mas temprano que tarde el pelinegro saldría de la aldea. No le gustaba el estado actual de la misma con toda la tecnología y edificios que poseía parecía más una gran metrópoli que una aldea oculta como era antaño.
Todo esto se debe a los cambios que generó la ascendencia del supuesto Kami sama cuando dio vuelta todo el funcionamiento del mundo luego del ataque a Yugata. Aquel ataque que pudo vivir con su propio cuerpo. Todavía no sabe cómo salió vivo de allí.
Aquella mañana el Heizu llegaría a la isla luego de un largo viaje en barco que le sirvió para pensar en varias cosas que tenía dando vuelta en su cabeza mientras disfrutaba del aire en su cara y alguna que otra salpicadura ocasional producida por el andar de la embarcación en el mar.
Al bajar del navío caminaría tranquilamente hasta salir del puerto en dirección al centro de la isla, donde se encuentra el templo de las doce gotas.
No era un lugar al que particularmente le gustaría visitar, pero al esta de paso por la isla iría para conocerlo en este día nublado.
En el camino se cruzo con algunas personas que iban y venían con las que no haría mucho mas que mirarlas y continuar con su paso tranquilo.
No le faltaba mucho para llegar al templo cuando decidió subirse a un árbol que se encontraba a unos pocos metros del camino para sentarse recostado sobre una de las ramas y apoyando su torso sobre el tronco del árbol. Desde esa cómoda posición podía ver todo a su alrededor mientras descansaba.
Todo esto se debe a los cambios que generó la ascendencia del supuesto Kami sama cuando dio vuelta todo el funcionamiento del mundo luego del ataque a Yugata. Aquel ataque que pudo vivir con su propio cuerpo. Todavía no sabe cómo salió vivo de allí.
Aquella mañana el Heizu llegaría a la isla luego de un largo viaje en barco que le sirvió para pensar en varias cosas que tenía dando vuelta en su cabeza mientras disfrutaba del aire en su cara y alguna que otra salpicadura ocasional producida por el andar de la embarcación en el mar.
Al bajar del navío caminaría tranquilamente hasta salir del puerto en dirección al centro de la isla, donde se encuentra el templo de las doce gotas.
No era un lugar al que particularmente le gustaría visitar, pero al esta de paso por la isla iría para conocerlo en este día nublado.
En el camino se cruzo con algunas personas que iban y venían con las que no haría mucho mas que mirarlas y continuar con su paso tranquilo.
No le faltaba mucho para llegar al templo cuando decidió subirse a un árbol que se encontraba a unos pocos metros del camino para sentarse recostado sobre una de las ramas y apoyando su torso sobre el tronco del árbol. Desde esa cómoda posición podía ver todo a su alrededor mientras descansaba.