Bajo el cielo sereno de Iwagakure, Riku Ashira se preparaba para embarcarse en una misión de vital importancia. La aldea había identificado una serie de cuevas y pasajes en las escarpadas montañas que rodeaban su hogar. Eran como cicatrices en la tierra, testigos del paso del tiempo y de secretos ocultos entre sus oscuros recovecos. La aldea deseaba expandir su conocimiento sobre estas áreas, sabiendo que podrían contener tesoros, recursos vitales o, incluso, una amenaza potencial. Riku, con su determinación inquebrantable, había sido elegido para esta tarea crucial.
El joven shinobi se atavió con su uniforme característico y ajustó el equipo en su espalda. Sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, pero también una anticipación palpable en su corazón. Cada paso que daba hacia las montañas era un paso hacia lo desconocido, hacia la exploración y el descubrimiento. El sol, aún tibio en su ascenso, proyectaba sombras alargadas sobre el terreno rocoso.
El joven shinobi se atavió con su uniforme característico y ajustó el equipo en su espalda. Sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, pero también una anticipación palpable en su corazón. Cada paso que daba hacia las montañas era un paso hacia lo desconocido, hacia la exploración y el descubrimiento. El sol, aún tibio en su ascenso, proyectaba sombras alargadas sobre el terreno rocoso.